The white gold rush. A battle for supremacy in the lithium triangle. Three South American countries have much of the world's lithium. They take very different approaches to exploiting it

Cita: 

The Economist [2017], "The white gold rush. A battle for supremacy in the lithium triangle. Three South American countries have much of the world's lithium. They take very different approaches to exploiting it", The Economist, London, 17 de junio, http://www.economist.com/news/americas/21723451-three-south-american-cou...

Fuente: 
The Economist
Fecha de publicación: 
Sábado, Junio 17, 2017
Tema: 
El triángulo del litio y las condiciones de inversión y producción en los países que lo conforman
Idea principal: 

El litio es un material sumamente codiciado. Este metal –que es el más ligero de todos– sirve para hacer las baterías de ion de litio que almacenan la energía que alimenta a los teléfonos celulares, a los autos eléctricos y a las redes eléctricas. Aun cuando se espera que hacia 2025 la demanda de este mineral se triplique, su oferta se está rezagando. Esto ha tenido como resultado un incremento en su precio: de acuerdo con la publicación Industrial Minerals el precio anual de los contratos por carbonato de litio e hidróxido de litio se duplicó en 2017. Este aumento en el precio está atrayendo a los inversionistas hacia el "triángulo del litio" que se ubica en el noroeste de Argentina, el sur de Bolivia y el norte de Chile. En esta región se ubican el 54% de los "recursos de litio" del mundo. Esta es una buena indicación de la oferta potencial que se puede obtener de la región antes de evaluar con mayor detalle las reservas probadas.

Es muy distinta la manera en que los tres países del triángulo del litio han hecho frente a la oportunidad que se les presenta. Chile, una economía amigable con los mercados, ha tenido un gran inicio en la carrera. Argentina se está apresurando para recuperar el terreno perdido. Aunque los recursos minerales de Bolivia son similares a los de Argentina, apenas ha comenzado a explotarlos. "Esas diferencias dicen mucho sobre cómo el trío sudamericano trata en general a las empresas y a las inversiones". Otro factor de importancia a considerar es que estos tres países no sólo compiten entre sí: tienen en Australia a un peligroso rival que, aun cuando tiene reservas de litio menos accesibles y más caras, ofrece condiciones de inversión más amigables.

Chile ha dominado el mercado mundial de litio por décadas. Esto se debe en buena medida a que en el salar de Atacama se ubican las reservas probadas del mineral más grandes y de mejor calidad, lo que hace que los costos de producción de litio en Chile sean los menores del mundo. A esto hay que sumar que en Chile hay una mayor facilidad para hacer negocios que en los otros países del triángulo, debido a sus menores niveles de corrupción y a una burocracia más eficiente. Los depósitos de litio de Chile están cerca de Antofagasta y otros puertos importantes, lo que hace que los costos de transporte sean reducidos.

Sin embargo, recientemente la producción de litio en Chile se ha estancado, lo que ha permitido que Australia amenace la posición de Chile como el principal productor mundial. Esto se debe principalmente a que en lo que respecta al litio Chile es menos liberal que con el cobre, aun cuando este es su principal mercancía de exportación. La razón de esta actitud es que en las décadas de los setenta y ochenta del siglo pasado entraron en vigor leyes en las que se clasificaba al litio como un material "estratégico" que podría ser usado en futuras plantas de energía nuclear. Es poco probable que Chile construya una de estas plantas en el futuro inmediato. Por esa razón, los funcionarios de la Agencia de Desarrollo Económico (Corfo) del gobierno de Chile plantean la propuesta de terminar con el estatus estratégico del metal.

No obstante, las regulaciones para la producción de litio cumplen también otra función: proteger el frágil ecosistema del desierto chileno. Aún así, el gobierno quiere elevar la producción y está buscando otras formas para mantener a Chile en el primer lugar de la liga de productores globales de litio, que van desde el aumento e incluso la eliminación de las cuotas de producción permitidas a las empresas autorizadas para producir litio hasta el ofrecimiento de concesiones para explotar yacimientos de litio en otros salares controlados por la paraestatal cuprífera Codelco.

En vista de las restricciones para aumentar la producción de litio en Chile, algunas empresas están volteando hacia Argentina. Eso no hubiera sucedido hace un par de años, con el gobierno de la populista Cristina Fernández de Kirchner. En ese periodo la sobrevaluación del peso, los controles cambiarios, los impuestos a la exportación y las restricciones para las importaciones redujeron las ganancias de las empresas y dificultaron la entrada de la maquinaria necesaria (usualmente, la importación del equipamiento necesario para la producción tomaba meses). Otras dificultades para la inversión en Argentina tenían su origen en las confusas reglas y regulaciones provinciales para la minería (en la Constitución argentina, la propiedad de los minerales no corresponde al gobierno federal sino a las provincias), así como en la lentitud y opacidad de los gobiernos provinciales.

La situación parece estar cambiando en ese país: “el nuevo presidente de Argentina, Mauricio Macri, ha intentado desbloquear la inversión, incluyendo la inversión en el litio”. Inmediatamente después de asumir el cargo, Macri –que además de trayectoria política tiene una larga historia como empresario– suavizó los controles cambiarios y comenzó a eliminar los impuestos a la exportación. “Su sello empresarial ha influenciado a los gobiernos provinciales, que están aprobando permisos para la exploración y extracción de forma mucho más rápida” y clara. Asimismo, se está intentando armonizar las regulaciones provinciales para generar un marco legal más homogéneo.

Las acciones emprendidas por el gobierno de Macri –quien además tiene ambiciosos planes para mejorar la infraestructura del país– han comenzado a apuntalar la inversión en el litio. Así, en 2016 el sector atrajo 1.5 mil millones de dólares y la producción aumentó aproximadamente en 60%. Se estima que hacia 2022 en el país se producirán 145 000 toneladas de carbonato de litio, cinco veces más de lo que se produjo el año pasado.

En Bolivia, por otra parte, los “buscadores de oro” están hoy tan entusiasmados por explotar los depósitos de litio como hace siglos lo estuvo el imperio español por explotar las minas de plata de Potosí. Sin embargo, el gobierno boliviano es menos amigable con los inversionistas. “El régimen de inversión del país padece de una ‘falta de seguridad legal, débil aplicación de la ley, corrupción y turbias medidas de arbitraje internacional’, de acuerdo con el Departamento de Estado estadounidense”. Durante el gobierno del izquierdista Evo Morales, que inició su mandato en 2006, ha tenido lugar la salida de Bolivia de numerosos tratados bilaterales de inversión y se han nacionalizado partes de la industria del petróleo y el gas, así como de las telecomunicaciones y la electricidad.

El gobierno boliviano es más celoso con el litio de lo que es con el gas, su principal producto de exportación. Desde 2010, el derecho de extracción de la “salmuera de litio” [lithium brine] está reservado exclusivamente para el estado. De esta forma, “las empresas privadas no pueden ahora más que contemplar el salar de Uyuni”. La aventura de extracción de litio por parte del estado boliviano no está yendo del todo bien. Aún no se sabe con certeza de qué tamaño son las reservas explotables de litio. No obstante, se construyó una operación piloto de extracción y se está buscando construir una planta para producir carbonato de litio con capacidad para 30 000 toneladas al año. Pero un problema al que se enfrenta este proyecto es la falta de conocimiento, experiencia y tecnología en el área. Bolivia, al igual que Chile, está buscando incentivar proyectos conjuntos con firmas privadas para la generación de productos con valor agregado a partir del litio. A pesar de ello, los potenciales inversionistas se ven desincentivados por la insistencia gubernamental en controlar la producción de litio.

Aunque ciertamente hay regulaciones para la producción de litio en Bolivia, es probable que la actitud del gobierno frente a la inversión privada se siga suavizando, como ha venido sucediendo con la aprobación de la ley minera de 2014 –que permite nuevos contratos entre las empresas privadas y el estado, aunque no en el litio–, de una ley de inversión del mismo año –que genera un nuevo marco regulatorio para las inversiones extranjeras en el país– y de medidas recientes que establecen nuevas reglas para el arbitraje en caso de disputas entre los inversionistas extranjeros y el estado. Esto ha despertado el interés de los inversionistas para incursionar en el país. “Bolivia tiene un largo camino antes de convertirse en un rival para Chile y Argentina por la supremacía en el triángulo del litio. Si continúa abriéndose, los días de gloria podrían volver a Potosí”.

Nexo con el tema que estudiamos: 

En el contexto de la carrera por el acaparamiento de los recursos que caracteriza al capitalismo contemporáneo hay distintas formas en las que los estados periféricos se relacionan con el capital trasnacional. En este artículo de The Economist podemos observar dos de estas formas: una, representada por Bolivia y Argentina durante la presidencia de Cristina Fernández, en la que hay una retórica centrada en el desarrollo nacional y popular pero en la que se da acceso –no sin trabas, pero de forma efectiva– a los capitales mineros trasnacionales; otra, representada por Chile y Argentina durante la presidencia de Macri, en la que se busca promover un ambiente más amigable para los inversionistas y hay plena apertura a las inversiones extranjeras. Aun cuando los gobiernos mencionados tienen retóricas y programas distintos, en ambos casos se ha promovido el extractivismo como una forma destacada de promover la acumulación de capital, además de otras prácticas como la siembra con semillas transgénicas, para posicionarse en el mercado mundial.

Es necesario profundizar más en la comprensión de las causas (geopolíticas, económicas) que hacen que los gobiernos progresistas de América Latina continúen por la senda del extractivismo, independientemente que sus retóricas sean progresistas o “neoliberales”.

Destacar cómo el argumento liberal persevera en la idea de que la mejor situación es la de un marco regultorio laxo y favorable a las inversiones privadas, sin considerar la posiblidad de políticas que fomenten el aprovechamiento de las riquezas naturales por parte de los países que las albergan, y mucho menos una crítica al extractivismo rampante que caracteriza a los gobiernos actuales, independientemente de su signo dominante.