The constant tinkerer. Narendra Modi is a fine administrator, but not much of a reformer. Tax reform does not go far enough; land and labour reforms have barely been tried

Cita: 

The Economist [2017], "The constant tinkerer. Narendra Modi is a fine administrator, but not much of a reformer. Tax reform does not go far enough; land and labour reforms have barely been tried", The Economist, London, 24 de junio, http://www.economist.com/news/briefing/21723815-tax-reform-does-not-go-f...

Fuente: 
The Economist
Fecha de publicación: 
Sábado, Junio 24, 2017
Tema: 
Narendra Modi, el primer ministro de India que prometía ser un gran reformador pero que ha demostrado ser, más bien, un astuto administrador y un constante reparador
Idea principal: 

Cuando Narendra Modi fue elegido primer ministro de India en 2014 se generaron muchas expectativas de que una nueva oleada de reformas liberalizadoras tendría lugar en ese país. A pesar de la inclinación sectaria y polarizante de su partido, muchos lo vieron como un potencial reformador que prometía “un mínimo de gobierno y máxima gobernanza” y que podría dar una nueva forma a la economía de ese país. Tres años después, todas esas esperanzas se están desvaneciendo. Modi no ha conseguido hacer que el aparato estatal deje de intentar hacer todo y se concentre en proveer servicios básicos como educación y salud, así como en proveer mercados de tierra y de trabajo que funcionen y en garantizar un ambiente regulatorio estable que permita al sector privado crear empleos.

Algunos males que habían afectado al país, como la corrupción, han sido prácticamente abatidos por Modi, al menos en los puestos más altos del gobierno. De esta forma, ha demostrado que es un astuto administrador estatal. “Sin embargo, [Modi] ha demostrado tener muy poco apetito para conseguir las reformas que podrían traer un crecimiento sostenido que podría transformar la vida de los 1 300 millones de ciudadanos de India”. Por ello, para valorar el papel de Modi al frente del gobierno de India, lo poco que ha hecho debe ser comparado con lo que no ha hecho –esto es, las áreas que ha dejado sin reformar–.

Ciertamente, Modi merece crédito por la estabilidad macroeconómica que su gobierno ha traído. Algunos males perennes de la economía india como la inflación de dos dígitos y los enormes déficits de cuenta corriente han sido eliminados. Además, en años recientes India ha crecido a un ritmo más acelerado que el de cualquier otra economía emergente. A esto se añade que la liberalización de las reglas de inversión –esporádica pero real– ha ayudado a atraer cantidades récord de divisas y a producir un auge inédito en el mercado de capitales, razones por las que gigantes como Apple y Amazon “ven a India como la próxima frontera”.

El éxito económico reciente de India se ha debido a una combinación de suerte y buen manejo. La buena suerte se ha dado por los bajos precios del petróleo en los últimos años, situación que beneficia a un país como India que es un enorme importador. Los analistas estiman que sólo este factor produce un impulso sobre el PIB indio de entre 1% y 2%. El buen manejo económico se ha debido en parte al ejercicio de Raghuram Rajan, un respetado banquero central, quien ha conseguido mantener la inflación a raya con su régimen de inflation targeting (objetivos de inflación). Modi ha tenido también un buen manejo e inteligencia al recortar los subsidios a los combustibles para eliminar el déficit presupuestario.

Un crecimiento de 7% anual es digno de reconocerse. Sin embargo, para alcanzar las tasas de crecimiento de entre 8% y 10% que buscan Modi y sus ministros (y que son necesarias para absorber al millón de indios que cada mes entran al mercado de trabajo) será necesario llevar adelante reformas amplias y profundas. En este sentido, hay un par de reformas promisorias. La primera de ellas es una nueva ley de bancarrotas, que permitirá a los prestamistas embargar con mayor facilidad a los deudores que no cumplan con sus obligaciones; con la anterior legislación y con el fallido sistema judicial del país, era prácticamente imposible hacer esto, lo que desincentivaba que los deudores pagaran y que los prestamistas otorgaran créditos. La segunda es el sistema biométrico nacional implementado por Modi, “que ha hecho a muchos indios visibles para el estado por primera vez”. Este sistema, que vincula la identidad digital de las personas con sus teléfonos celulares y sus cuentas bancarias ha hecho posible que los subsidios y transferencias lleguen directamente a los más necesitados, sin que tengan que pasar por intermediarios que antes se quedaban con tres cuartas partes del dinero destinado a estos fines. Se espera que los beneficios del sistema biométrico aumenten con el tiempo.

Otra reforma que parecía ser clave pero que ha resultado fallida es la de la aplicación de un nuevo impuesto al valor agregado. Este es un buen ejemplo de cómo se puede desperdiciar una oportunidad para hacer reformas necesarias, pues en este caso los impuestos diferenciados serán una especie de incentivo para que las empresas no se concentren en los bienes y servicios que los consumidores quieren sino en los que son favorecidos por el nuevo régimen fiscal. Esto tendrá un efecto de desaceleración sobre el crecimiento económico de India.

El problema no es que al primer ministro indio le falte audacia. Por el contrario, ha tomado decisiones sumamente “valientes” y precipitadas, como la des-monetización sorpresa de noviembre de 2016, que eliminó de golpe 86% de todo el efectivo en circulación del país. Pero la audacia no es un buen parámetro de cuándo una política es adecuada y benéfica. El problema real es que Modi ha evadido las reformas que son esenciales ya que permiten hacer frente a las causas de los males de la economía india y se ha ocupado de atacar los efectos visibles de los problemas.

La liberalización de la tierra fue una de las prioridades declaradas para la administración de Modi. No obstante, no ha habido reformas sustanciales para los disfuncionales mercados de tierra, trabajo y capital en India. Actualmente, si una empresa necesita tierra para operar debe recurrir a los gobiernos estatales, los cuales (en el mejor de los casos) le asignarán una porción de terreno sin que haya criterios claros para ello. “Esta opacidad y discrecionalidad en áreas de gran importancia para el sector privado es una receta de los políticos para ‘elegir ganadores’ –o para exigir sobornos”. Los avances en la liberalización de la tierra han sido mínimos y la responsabilidad de llevarlos adelante se ha transferido a los estados, que comparten la responsabilidad sobre la regulación de la tierra. Muy pocos estados han propuesto reformas.

En lo que hace al mercado de trabajo, aun cuando están por consolidarse numerosas modificaciones legales, no se han derogado las reglamentaciones que hacen que las empresas eviten expandirse (conforme más grande es una empresa, más estricta es la regulación a la que se enfrenta). “Sólo una décima parte de los trabajadores manufactureros en India trabajan en fábricas con más de 200 empleados, comparado con más de la mitad en China. ‘El trabajo es el recurso más abundante de India; sin embargo, el sector formal, que debería ser el motor para la creación de empleos, ha sido fuertemente desincentivado para usarlo” (por la legislación laboral vigente). A esto hay que sumar un problema más amplio y fundamental: India no tiene la fuerza de trabajo saludable y cualificada necesaria para prosperar. El sistema educativo es lamentable y el gobierno no ha hecho nada para cambiarlo; el sistema de salud –un poco mejor, aunque aún deficiente– ha pasado a manos privadas después de que el estado tuvo un papel desastroso cuando lo administraba. Ante esta situación, los costos de la inacción son muy elevados.

Otro ejemplo de la inacción gubernamental se puede encontrar en el sector financiero. Los bancos de propiedad estatal en India dan cuenta de 70% de todos los préstamos del país. Actualmente están en aprietos porque otorgaron crédito a grandes grupos industriales que se embarcaron en proyectos que no fueron rentables y no pueden hacer frente a sus pagos. Aproximadamente 20% de los préstamos tendrán que ser reestructurados o no podrán ser pagados. Debido a esto, muchos proyectos de infraestructura están detenidos por falta de dinero. El gobierno sabe de esta situación desde hace años, pero ha hecho muy poco para intentar resolverla. Una solución a este problema consistiría en reducir la posesión de accionaria del estado por debajo de 50%, de tal forma que los bancos operen como compañías privadas.

La credibilidad económica de Modi se construyó cuando fue Ministro Jefe en el estado de Gujarat por 12 años, donde mejoró el servicio y aprovisionamiento de electricidad, construyó nuevas carreteras, alentó la inversión extranjera e impulsó exitosamente medidas contra la corrupción. Como primer ministro, Modi se ha concentrado en proyectos pequeños y ha sacrificado las grandes reformas que son tan necesarias. El gobierno ha demostrado que es partidario de lidiar con las consecuencias de las políticas equivocadas y no de reformular las políticas para que sean adecuadas. Un ejemplo de lo anterior puede encontrarse en los ferrocarriles y el transporte de carga: en India, el precio del pasaje se mantiene “absurdamente barato” por razones políticas; una consecuencia de lo anterior es que el precio del transporte de carga por ferrocarril se eleva injustificadamente, por lo que las compañías prefieren usar el transporte carretero. El resultado es que los costos logísticos en India son tres o cuatro veces más altos que el promedio internacional, algo que no puede solucionarse simplemente invirtiendo más en los ferrocarriles –como ha hecho Modi–.

La estrategia de Modi no consiste en impulsar reformas de gran alcance sino en llevar adelante una infinidad de pequeños programas gubernamentales que van desde los subsidios a los préstamos para que las mujeres compren camionetas hasta las mejoras en la infraestructura turística, todos ellos acompañados de un bombardeo de publicidad en el que invariablemente aparece una fotografía de Modi. Probablemente muchos de estos programas generan más beneficios que perjuicios. Sin embargo, el problema es que comúnmente estos programas “están dirigidos a proporcionar una solución rápida a un síntoma del malestar económico, en lugar de enfrentar su espinosa causa subyacente”. Un buen ejemplo de ello es la campaña “Made in India”, que ha servido para proclamar la apertura a los negocios del país y que ha dado la posibilidad de muchas fotografías que promocionan a Modi, pero que ha hecho muy poco por atacar las deficiencias que desincentivan a los extranjeros para invertir en India (impuestos excesivos conforme aumenta el tamaño de la empresa, corrupción, acoso, injerencia en la fijación de precios, etc.).

El principal motivo por el que no se han hecho algunas reformas necesarias sobre la tierra, el trabajo y los impuestos es político: “The Economist no necesita ganar votos. El BJP [Partido Popular Indio, al que pertenece Modi] sí”, dijo alguna vez Arun Jaitley, el ministro de finanzas de India. Quienes piensan que Modi es un reformador creerán que la respuesta anterior es una señal de que simplemente está esperando a mayo de 2019 para asegurarse un segundo periodo al frente de India y, entonces sí, emprender las reformas. No obstante, dado que el grupo que dirige la maquinaria política de Modi es muy cerrado, resulta difícil saber qué tiene en mente el primer ministro.

Puesto que la economía de India ha venido funcionando adecuadamente gracias al “dividendo petrolero”, su revisión y ajuste no han requerido la debida atención. Sin embargo, esto tendrá que cambiar, pues el PIB ha caído inesperadamente, la creación de empleos formales se ha desacelerado y hay fuertes señales de un malestar económico por venir. La respuesta frente a estos desfavorables síntomas no ha sido una mayor resolución para impulsar las necesarias reformas sino un viraje hacia el populismo económico. “Incluso quienes respaldan a Modi temen que continúe la toma de decisiones errática con la cual el gobierno busca demostrar que ‘está haciendo algo’. Esa sería una forma costosa de ocultar la necesidad de las reformas. El tiempo corre para promover un cambio genuino. Si continúa de la misma manera, Modi dejará a India un poco mejor, pero no muy diferente de como la encontró”.

Datos cruciales: 

Cada mes, un millón de personas se incorporan al mercado de trabajo en India.

“Sólo una décima parte de los trabajadores manufactureros en India trabajan en fábricas con más de 200 empleados, comparado con más de la mitad en China”.

“La mayor parte de la actividad económica [de India] tiene lugar en la sombra: aproximadamente nueve de cada diez trabajadores laboran en empleos informales”.

Nexo con el tema que estudiamos: 

India es el país que en los próximos años tendrá la fuerza de trabajo más abundante del orbe y es probablemente el país que tendrá el crecimiento económico más acelerado en el mundo. Estas son dos de las razones por las cuales resulta imprescindible situar a este país en el escenario geopolítico (en la disputa por la hegemonía mundial, aun cuando claramente no es capaz por sí mismo de disputar la hegemonía mundial frente a Estados Unidos y China) y geoeconómico (su papel en el mercado mundial y para las corporaciones).

Contra toda evidencia favorable, el discurso dominante continúa defendiendo y promoviendo la liberalización a ultranza en los países llamados “en vías de desarrollo”. En el caso de India, la liberalización que se exige incluye una agresiva agenda de privatizaciones, desregulaciones y reformas de mercado que, de aplicarse, tendrán graves efectos sobre la sociedad india.

Es necesario prestar atención a la forma en que se relacionan las tendencias liberalizadoras con las más recientes tendencias “neoconservadoras” y proteccionistas –encarnadas en personajes como Donald Trump o Marine Le Pen– como dos formas de impulsar la acumulación de capital y de construir hegemonía en el capitalismo contemporáneo.