Left in the lurch. Globalisation has marginalised many regions in the rich world. What can be done to help them?

Cita: 

The Economist [2017], "Left in the lurch. Globalisation has marginalised many regions in the rich world. What can be done to help them?", The Economist, London, 21 de octubre, https://www.economist.com/news/briefing/21730406-what-can-be-done-help-t...

Fuente: 
The Economist
Fecha de publicación: 
Sábado, Octubre 21, 2017
Tema: 
La creciente desigualdad regional dentro de los países ricos; propuestas de política para combatir esta desigualdad
Idea principal: 

Son numerosas las regiones en los países ricos –Scranton, Pensilvania, en Estados Unidos; Teesside en Inglaterra; Pas-de-Calais en Francia– que “no han encontrado la forma de prosperar en una economía digitalizada y globalizada”. Y aunque en algunos casos ha disminuido, la población de estas regiones no ha desaparecido.

Los gobiernos de estos países han intentado hacer frente al atraso de algunas regiones mediante la inversión de cientos de millones de dólares en proyectos de infraestructura y de desarrollo. Los resultados de estas inversiones han sido muy limitados. Por ello, para mejorar la situación de todos estos lugares que se han quedado atrás, “los hacedores de política necesitan más determinación y un mayor consenso sobre qué es lo que funciona” para lograrlo.

Según The Economist, “las fuerzas que impulsan las disparidades regionales están incrustadas en los mecanismos de la globalización”, por lo que es muy difícil resistir a ellas. Pero aunque la globalización se detuviera abruptamente –como han pretendido Donald Trump y Marine le Pen–, las regiones debilitadas por este proceso no mejorarían de inmediato ni por arte de magia.

“Alguna vez los economistas pensaron que, conforme pasa el tiempo, las desigualdades entre las regiones y los países se nivelarían naturalmente”. Los economistas pensaban que los excedentes de los países ricos, que no encontraban oportunidades de inversión dentro de sus propias fronteras, se invertirían en los países pobres para desarrollar sus potencialidades desconocidas; así se difundiría el know-how tecnológico entre las economías.

En las décadas que siguieron a la segunda guerra mundial, los países del norte cuya industrialización se había rezagado crecieron a un ritmo mucho más acelerado que los países más avanzados. Por ejemplo, el producto per cápita de Italia aumentó con mayor rapidez que en Estados Unidos, de tal forma que la brecha existente entre ambos países se redujo de forma sustancial. Asimismo, las desigualdades de ingreso al interior de los países ricos se redujeron considerablemente. Sin embargo, la historia es diferente si se considera a los países más pobres del mundo. "Conforme las diferencias geográficas se reducían entre y al interior de las economías industrializadas, la brecha entre esas economías y el resto del mundo se amplió. Los ingresos en Estados Unidos, ajustados a los costos de vida, eran prácticamente nueve veces superiores a los de los países más pobres del mundo en 1870, pero casi 50 veces mayores en 1990”.

Ambas tendencias se modificaron entre las décadas de 1980 y 1990: la desigualdad regional dentro de los países ricos aumentó y la brecha entre las economías más pobres y las más ricas comenzó a cerrarse. Entre 1990 y 2010, la tasa de convergencia económica al interior de Estados Unidos se redujo a menos de la mitad su nivel entre 1880 y 1980; después de 2010, esta tasa se ha reducido prácticamente a cero. En las últimas dos décadas, la productividad y el nivel de ingresos en las ciudades más prósperas de Estados Unidos han comenzado a alejarse del resto de las ciudades.

En realidad, no es ninguna sorpresa que se hayan abierto aún más las brechas de ingresos al interior de los países ricos conforme la brecha que separaba a estos de los países pobres se cerraba. “Era un resultado predecible del cambio político y tecnológico”, que fue ignorado por los gobernantes y sus asesores. Cuando los países con muchos trabajadores con salarios bajos comienzan a comerciar con las naciones ricas, el pago a los trabajadores con cualificaciones similares tiende a converger. El resultado es que los trabajadores en los países ricos se empobrecen, mientras que los trabajadores en los países pobres se vuelven más prósperos. “La globalización provocó daño directo a muchas economías locales y regionales debido a la forma en que esas regiones funcionan”.

Las empresas manufactureras funcionan mejor cuando están cerca de sus proveedores de materias primas, de los bancos que las financian y de sus consumidores, pues pueden reducir costos, acceder con mayor facilidad al financiamiento y disponer de trabajadores cualificados. Esta cercanía genera además dinámicas virtuosas, como una mayor innovación y la difusión de nuevas ideas y cualificaciones. Estas dinámicas se repiten en todas las ramas, desde la tecnología en Silicon Valley hasta las finanzas en Nueva York y Londres.

Cuando una economía se abre al comercio mundial, la escala de la producción se modifica. Las empresas de las regiones más productivas se benefician de sus ventajas. En cambio, las ciudades con menor productividad, que podían arreglárselas en una economía más pequeña, se enfrentan a grandes dificultades y deben especializarse o perecer. Esto no implica que el comercio internacional sea un juego de suma cero. Por el contrario, el comercio internacional trae consigo grandes y crecientes beneficios. “Un mercado más grande y mejor integrado permite que la producción se dé en una escala más eficiente y que aumente el producto global. Los consumidores ganan el acceso a bienes y servicios mejores y más baratos (incluyendo nuevas variedades extranjeras)”. Pero todo esto se da al precio de una concentración geográfica de la producción cada vez mayor. Y conforme la producción se concentra geográficamente, lo mismo tiende a suceder con los altos salarios.

Las últimas décadas han sido sumamente favorables para las empresas y regiones más ricas, pues han aumentado su productividad y su participación de mercado de forma considerable. El lento crecimiento de la productividad en Estados Unidos se debe entonces al pobre desempeño de las empresas que tienen una productividad inferior a la media.

Hay numerosas razones que permiten explicar por qué las regiones pobres de los países ricos no han logrado ajustarse a la globalización tan bien como otras geografías. Una de estas razones “es que la tecnología parece estar moviéndose de lugar en lugar con menor facilidad que antes”. Aunque entre países la difusión de las nuevas tecnologías ha sido cada vez más acelerada –lo que ha tenido como resultado la conformación de empresas globalmente competitivas que dominan las nuevas tecnologías–, la difusión tecnológica al interior de las fronteras nacionales se ha ralentizado. Un estudio reciente de la OCDE sostiene que esto se debe en parte a que, mientras las grandes empresas con tecnología de punta –que operan en la frontera de la productividad– se orientan cada vez más hacia la producción para el mercado global (y no para el mercado interno), las tecnologías que se difunden localmente son las que traen consigo menores incrementos de productividad, pues las empresas que operan en esa escala “no parecen tener la voluntad ni la capacidad de adoptar la mejor tecnología”.

A la menor facilidad para el movimiento del capital y a los obstáculos para la difusión tecnológica se suma la menor movilidad de los trabajadores al interior de los países ricos. Al contrario de lo que sucedía en el pasado, la población de estos países tiene menor disposición y capacidad para cambiar de residencia aun dentro de su propio país. El reflejo de esto es que las tasas de movilidad al interior de los países están en declive, en particular en Estados Unidos. Esto contrasta con la situación “en los países en desarrollo más exitosos [donde] las personas se mueven hacia los nuevos centros de progreso con entusiasmo, como sucedía en Estados Unidos y Europa durante el siglo XIX y principios del XX”.

La menor movilidad de los trabajadores al interior de los países ricos tiene como una de sus causas el encarecimiento de los costos de vivienda, que a su vez se deben a las recientes reglamentaciones que restringen el crecimiento de la población en las ciudades. Asimismo, esta menor movilidad se debe a que los incentivos para abandonar las ciudades rezagadas se han debilitado. “El crecimiento del estado de bienestar limita las posibilidades de que las ciudades en declive desaparezcan. […] Hoy, los programas gubernamentales y los pagos de pensiones ahorran a las personas la horrible decisión entre desplazarse o sentir la penuria. De hecho, pueden incentivar a quedarse a las personas que de otra forma se moverían”. Otros factores que contribuyen a la declinante movilidad de los trabajadores al interior de los países ricos son los lazos sociales y el cambio en la composición por edades de la población (los jóvenes deben permanecer en el mismo lugar para cuidar a los ancianos; los ancianos son una fuente crucial de cuidado de los niños).

A primera vista podría parecer que la ayuda para facilitar el cambio de residencia de las personas hacia las regiones más exitosas y para abandonar las regiones rezagadas sería una bendición para muchos, en particular para los jóvenes mejor cualificados. Aunque esto probablemente aumentaría la productividad y el PIB de las regiones más prósperas, no eliminaría los problemas de las regiones pobres, que se agravarían y concentrarían “en una población más pequeña, más vieja y más pobre”. Esto hace que las políticas que buscan impulsar a las regiones atrasadas sean más atractivas que las que fomentan la movilidad.

No obstante, es importante tener claro que los subsidios y los incentivos fiscales tienen efectos modestos, limitados y ambiguos, por lo que los economistas son escépticos sobre sus resultados. Numerosos estudios muestran que al implementarse incentivos fiscales y subsidios en una región, el crecimiento del empleo no se debe tanto a que efectivamente se hayan creado nuevos empleos sino a que empresas de otros lugares se desplazaron hacia las regiones con ventajas regulatorias con el objetivo de aprovecharlas y reducir costos. La otra cara de este proceso es una disminución en el empleo en las regiones vecinas. Además, en muchas ocasiones las inversiones locales que buscan promover la convergencia traen consigo un aumento del producto que no necesariamente es sostenible ni duradero: cuando el financiamiento desaparece, sucede lo mismo con sus resultados.

Las intervenciones que producen resultados duraderos no se basan únicamente en subsidios e incentivos fiscales sino que, junto a estos, ofrecen inversiones en infraestructura y programas de entrenamiento de los trabajadores que respondan a las necesidades de las empresas de la región. Este es el caso, por ejemplo, de la ciudad de Greenville en Carolina del Sur, que mediante incentivos, exenciones fiscales, inversiones, capacitación de trabajadores y otorgamiento en arrendamiento de terrenos con rentas mínimas –un dólar al año por kilómetro cuadrado– se convirtió en la sede de la planta estadounidense de la empresa BMW. Actualmente, la fábrica en Greenville es la más grande de la empresa en el mundo. Y el éxito de Greenville no consiste simplemente en atraer a la automotriz alemana. La red de proveedores de BMW ha atraído a otras compañías (como Volvo) a la región y ha mejorado las redes de transporte entre los estados vecinos. Y aunque es claro que Carolina del Sur no se ha convertido en una potencia manufacturera que domine todas las industrias, los ingresos reales han aumentado y la población crece de forma acelerada.

El éxito de Greenville “muestra el valor de la coordinación”. Pero también muestra que existe un problema del tipo del huevo y la gallina al establecer un clúster: las empresas quieren estar donde hay trabajadores calificados, proveedores e infraestructura adecuada; los trabajadores quieren ir a un lugar donde ya exista una amplia oferta de empleo. Nadie se moverá si esas condiciones no existen. La coordinación de acciones en numerosos frentes puede atraer a ambos al mismo tiempo –si existen las circunstancias adecuadas–, generando las condiciones para que el clúster crezca, se vuelva autosustentable y pueda vigorizar otras áreas de la economía.

Estudios recientes sugieren que la difusión de la tecnología y el know-how al interior de los clústeres es genuina, por lo que atraer a una empresa exitosa es una buena estrategia para impulsar a las regiones rezagadas. No obstante, es preciso tener en cuenta que no todos los lugares podrán promover exitosamente un clúster manufacturero. El éxito de Carolina del Sur se debe a que BMW eligió poner su fábrica ahí y no en otro lugar; si la decisión de BMW hubiera sido otra, Greenville sería probablemente una zona rezagada más.

Por ello, “en lugar de intentar sembrar clústeres, los gobiernos deberían concentrarse en difundir el know-how con la finalidad de aumentar el atractivo de las regiones rezagadas para las empresas productivas”. Se pueden utilizar los incentivos fiscales para impulsar inversiones que atraigan al mismo tiempo a empresas y trabajadores. Asimismo, se pueden proponer misiones de inversión específicas para cada lugar, de tal forma que se dé acceso a oportunidades de inversión regionales a las empresas, con lo que se podría convertir “a las partes desfavorecidas de los países ricos en versiones internas de los mercados emergentes”. El gobierno debe también financiar instituciones de investigación y de formación que desarrollen nuevas tecnologías en conjunto con las empresas, que ayuden a las empresas locales a dominar dichas tecnologías y que brinden capacitación para los trabajadores adultos.

Promover la difusión del know-how tecnológico y de la actividad económica es crucial para evitar la concentración del poder, que va de la mano con la concentración de aquellos. Conforme la industria estadounidense se ha ido concentrando, su poder financiero y político ha aumentado. Este poder ha sido usado muchas veces para sofocar y eliminar a sus rivales potenciales. El resultado es que queda sólo un puñado de grandes empresas. Esto puede tener efectos regionales sumamente nocivos, pues las necesidades de las empresas (fuerza de trabajo calificada, infraestructura, cercanía con los mercados, etc.) harán que elijan establecer sus nuevas plantas en las ciudades que ya son boyantes y no a las regiones rezagadas que necesitarían el empuje que una gran empresa puede dar. Esto sólo contribuye a alimentar el círculo vicioso de la concentración.

Otra herramienta clave para acelerar la difusión tecnológica es aplicar con mayor rigor la regulación antimonopolios, pues esto generaría mayores presiones competitivas en la economía nacional y beneficiaría a los competidores regionales.

La segregación de las ciudades en un puñado de ricas y una larga lista de pobres tiene también como una de sus implicaciones que las élites, tanto económicas como políticas, “sólo se codean entre sí. Esto las vuelve más insensibles que nunca con los costos de la desigualdad regional”. Un ejemplo muy claro de lo anterior es la creciente concentración de las oficinas de grandes corporaciones en las cercanías de Washington, DC.

Datos cruciales: 

“Conforme las diferencias geográficas se reducían entre y al interior de las economías industrializadas, la brecha entre esas economías y el resto del mundo se amplió. Los ingresos en Estados Unidos, ajustados a los costos de vida, eran prácticamente nueve veces superiores a los de los países más pobres del mundo en 1870, pero casi 50 veces mayores en 1990”.

De acuerdo con la Brookings Institution, un think-tank estadounidense, en la década que concluye en 2015 el aumento de productividad fue mayor en el 10% de las zonas metropolitanas estadounidenses con productividad más alta y en el 20% de estas zonas con productividad más baja.

“Un reporte reciente de la OCDE muestra que, en sus miembros más ricos, la brecha promedio de productividad entre el 10% más productivo de las regiones y el 75% con productividad más baja se amplió prácticamente 60% durante los últimos 20 años”.

Gráfica 1. Cada vez es más grande la brecha que entre el PIB per cápita en las regiones más ricas de los países desarrollados y el producto por persona en las regiones rezagadas de estos mismos países.

Gráfica 2. Entre 2002 y 2014, la mayor parte de las industrias en Estados Unidos se han concentrado cada vez más.

Gráfica 3. Desde la década de 1950, la tendencia ha sido a una disminución en el porcentaje de la población que se cambia de residencia en Estados Unidos. El porcentaje de la población que cambia de estado de residencia se ha disminuido considerablemente de 2000 a la fecha, cayendo a la mitad (aproximadamente 2%).

Nexo con el tema que estudiamos: 

En un texto poco común –considerando el triunfalismo globalista que caracteriza su discurso– el pensamiento liberal está dispuesto a reconocer que la globalización ha dañado a muchas regiones dentro de los países ricos e incluso a admitir que la concentración regional de la riqueza está cada vez más polarizada, pero nunca que el saldo de la globalización pueda ser en general negativo. Y –de forma un tanto ingenua– se culpa por los males de la globalización –males que, según The Economist, pueden y deben ser superados– a uno de los resultados más importantes y evidentes que la propia globalización trae consigo: la acelerada concentración de capital en las grandes corporaciones transnacionales.

En otro orden de ideas, el gigantismo corporativo y la alta concentración de la producción traen consigo el rezago de regiones otrora prósperas en los países ricos (llama la atención, dicho sea de paso, la nula importancia que The Economist da a las regiones pobres en América Latina y África). La globalización ha traído consigo la conformación de polos tecnológicamente desarrollados en los países pobres y aumento de las desigualdades regionales en los países ricos. Está abierto el debate sobre la caracterización de estos espacios: ¿puede seguirse hablando de países desarrollados y subdesarrollados (o “imperialistas” y “dependientes”)?, ¿o más bien estamos frente a una “territorialidad archipiélago”?

Finalmente, es preciso subrayar que el problema de las políticas de apoyo a las regiones atrasadas es su tibieza. La condición para que dichas políticas tengan éxito es desprenderlas de las grandes empresas y sus necesidades: una verdadera descentralización apuesta por la intervención directa de los poderes públicos y por el estímulo de la iniciativa local dedicada a satisfacer y crear necesidades locales. El camino de adaptarse a las necesidades de las empresas líderes es muy limitado...