La ilusión occidental de la naturaleza humana
Sahlins, Marshall [2011], La ilusión occidental de la naturaleza humana, México, Fondo de Cultura Económica, 125 pp.
Marshall Sahlins (1930) es doctor en antropología por la Universidad de Columbia y profesor emérito de la Universidad de Chicago desde 1973. Sus investigaciones se centran en la influencia de la cultura sobre las acciones humanas, la relación entre la antropología y la historia y las distintas maneras en que los seres humanos entienden y construyen esta última.
El objetivo central del texto es hacer una crítica antropológica a la concepción occidental de la esencia humana egoísta, la cual es fundamento de la sociedad capitalista moderna.
Prólogo por Claudio Lomnitz*
“El estudio de Sahlins se suma a la crítica de la idea de que el ser humano es egoísta por naturaleza, de que sólo puede ser domesticado por el poder arrollador del Estado, o si no, entonces, contraponiendo un egoísmo a otro, a modo del libre mercado que, según Adam Smith, funciona como una mano invisible cuya magia convertiría el egoísmo de cada uno en un bien para todos” (p. 9).
El aporte de Sahlins se funda en las contribuciones realizadas por otros trabajos, ya clásicos e importantes, sobre la crítica a la ideología dominante del mundo contemporáneo desde distintas disciplinas:
- Desde la historia natural, zoología y biología. Como el trabajo de Kropotkin (1902) quien afirmó “que la visión que parte del egoísmo natural proyecta la ideología del capitalismo al orden general de la naturaleza” (p. 11).
- Desde la sociología y la economía política aparecen los trabajos de Lewis, Marx, Engels, Durkheim, Mauss, destacando Karl Polanyi (1944) mostrando “que el orden que en el capitalismo se considera natural es en realidad un resultado histórico, fundado en el Estado y en el uso del poder del Estado para promover la propiedad privada y los mercados libres” (p. 11).
- Historia intelectual de la razón capitalista: Albert Hirschman (1978) “rastreó la historia de la idea de que las pasiones humanas podían ser canalizadas de manera positiva para la sociedad si se transformaban en intereses que tuviera expresión legítima tanto en el mercado como en el juego político” (p. 12).
Los alcances de la lectura de Sahlins “busca(n) completar el panorama a través de un estudio del hombre egoísta como mito occidental”. Que si bien es cierto sirve como ideología que legitima al capitalismo, su origen no está en este modo de producción, sino que lo ubica desde la Grecia antigua y la formación del sistema cultural helénico. Otro aporte central del libro es demostrar que la “idea del hombre egoísta nació como justificación y pretexto de una usurpación” (p. 14).
“[…] la tesis de que la naturaleza humana es baja, egoísta y depredadora, nace en contextos históricos en que los poderosos buscan legitimar precisamente esas prácticas de bajeza que serían luego declaradas naturales, y lo hacen fundándose en la perversión del lenguaje mismo” (p. 14).
* Claudio Lomnitz (1957): es un reconocido escritor, antropólogo y profesor chileno de la familia Campbell de Antropología de la Universidad de Columbia. También ha sido profesor en la Universidad de Chicago, donde impartió clases de Historia, de la Universidad de Nueva York, El Colegio de México, y la Universidad Autónoma Metropolitana, en la Ciudad de México.
Capítulo 1. La ilusión occidental de la naturaleza humana
“La ciencia política del animal político indómito se ha presentado en su mayor parte en dos formas contrastantes y alternas: como jerarquía o como igualdad, como autoridad monárquica o como equilibrio republicano” (p. 19). Para Sahlins esta es una concepción, o bien una “metafísica totalizadora del orden” específicamente occidental, “ya que supone una oposición entre naturaleza y cultura que es característica de nuestro folclore y que contrasta con las concepciones de muchos pueblos, a cuyo juicio las bestias son básicamente humanas, en vez de que los humanos sean básicamente bestias” (p. 19).
Para el autor “somos seres animales de cultura, dotados de la biología y nuestra simbología” (p. 20). Por ende la misma idea de que somos “sirvientes involuntarios” de nuestras predisposiciones innatas animales de nuestro interés personal y egoísta es una “ilusión, también originada en la cultura” (p. 20). A contracorriente de las posturas deterministas genéticas y posmodernas hoy en boga que están creando “una ciencia social multiusos del gen egoísta”, Sahlins las crítica por olvidar la historia y la diversidad cultural.
Un tesis central del texto es que a pesar de que históricamente podemos hallar “nociones similares” en otros periodos en la formación de Estados “en la medida en que éstos desarrollan intereses similares para controlar a las poblaciones sobre las que se erigen” (p.20), ninguna “se puede equiparar con el continuo desdén occidental por la humanidad: este prolongado escándalo de la avaricia humana, junto con la antítesis entre cultura y naturaleza sobre la que se basa” (p. 21).
Capítulo 11. La cultura es la naturaleza humana
Para Sahlins “los realistas” son aquellos “que ven la cultura como el estado original de la existencia humana y la dimensión biológica como algo secundario y condicional” (p. 117). Argumentará más adelante que “la cultura es más antigua que el Homo sapiens, mucho más antigua, y fue una condición fundamental del desarrollo biológico de la especie” (p. 117).
“En cuanto a las implicaciones para la naturaleza humana, llevar una vida de acuerdo con la cultura significa tener la capacidad y conocer la necesidad de alcanzar simbólicamente nuestra inclinaciones corporales, es decir, según determinaciones significativas sobre nosotros y sobre los objetos de nuestra existencia” (p. 119). El autor no niega la opinión biológica sobre la creación del cerebro humano cómo órgano social, ni a la teoría de la coevolución respecto la noción de reciprocidad en los factores culturales y biológicos; “lo que resultó excepcionalmente seleccionado en el género Homo fue la inscripción de estos imperativos en la cultura en y como formas variables de significado, de lo que se deriva la habilidad de desarrollarlas y de convertirlas en las expresiones originales e inacabables […]” (p. 119). Por ende son “las funciones biológicas [que] se organizaron en diversas formas culturales, de modo que la expresión de las necesidades biológicas dependía de lógicas significativas. […] La biología se convierte en un determinante determinado” (p. 120).
Sahilns retoma los planteamientos centrales de Ruth Benedict y de Adam Ferguson quien define al hombre como un animal social, “en el sentido de que su naturaleza estaba formada en sociedad. […] Los humanos están constituidos, para bien o para mal, dentro de la sociedad, y de forma diversa según las diferentes sociedades. Nacen en sociedad y ahí permanecen […]”. (p. 122). Del mismo modo señala que “para Marx la esencia humana existe en y como relaciones sociales, no en algún lugar fuera del universo” (p. 122).
En pocas palabras para el autor el “estado de naturaleza: está aquí. Porque la cultura es la naturaleza humana.” (p. 23). Señalando “que la gente se forma a sí misma dentro de una cierta tradición cultural, pero eso no elimina el hecho de que la tradición determina el modo de sus necesidades y satisfacciones corporales” (p. 123). Todo tipo de necesidades, impulsos o predisposiciones inherentes “se presentan bajo una definición simbólica y, por lo tanto, bajo un orden cultural” (p. 124).
La conclusión del autor "es que la civilización occidental ha sido construida sobre una idea perversa y equivocada de la naturaleza humana. Lo siento, perdón; todo fue un error. Sin embargo, probablemente sea cierto que esta idea perversa de la naturaleza humana pone en peligro nuestra existencia” (p. 125).
Hirschman, Albert [1978], Las pasiones y los intereses: Argumentos políticos en favor del capitalismo antes de su triunfo, México: Fondo de Cultura Económica.
Kropotkin, Piotr [1902], Mutual Aid: A Factor of Evolution, Londres: William Heinemann.
Polanyi, Karl [1944], The Great Transformation, New York: Farrar and Rinehardt.
La idea de la modernidad como dominación y control sobre la naturaleza (externa) va de la mano de la idea de la naturaleza humana como egoísta, malévola y avariciosa. Ambas tienen sus raíces en la cultura de la civilización occidental que dio paso al ascenso de la sociedad propiamente capitalista, la cual lleva al extremo ambas ideas “occidentales”; fetichizando, cosificando y mistificando las relaciones sociales bajo la lógica del capital que hoy amenazan con llevarnos a la extinción como especie.
Ante las claves que da el autor, nos preguntamos ¿Si la cultura determina, qué determina la cultura? ¿Cómo se interrelacionan las condiciones culturales junto con las históricas y materiales de las sociedades?