Generation SRI. Sustainable investment joins the mainstream. Millennials are coming into money and want to invest it responsibly

Cita: 

The Economist [2017], "Generation SRI. Sustainable investment joins the mainstream. Millennials are coming into money and want to invest it responsibly", The Economist, London, 25 de noviembre, https://www.economist.com/news/finance-and-economics/21731640-millennial...

Fuente: 
The Economist
Fecha de publicación: 
Sábado, Noviembre 25, 2017
Tema: 
Los “millennials” y las inversiones socialmente responsables
Idea principal: 

Las “inversiones socialmente responsables” –inversiones que al mismo tiempo ofrezcan retornos y tengan un impacto positivo sobre la sociedad y el medio ambiente– están ganando terreno entre los jóvenes, especialmente entre los millennials (las generaciones nacidas en las décadas de 1980 y 1990).

El término de inversiones socialmente responsables es muy amplio y puede ser utilizado para hablar desde la desinversión en compañías que son vistas como dañinas hasta “limitar la inversión a compañías que hacen un bien perceptible (inversión de impacto [impact investing])”. Quienes promueven las inversiones socialmente responsables, tienen presente que una inversión es mucho más eficiente si tiene efectos positivos y no se tiene que enmendar el daño que causa. Actualmente se estima que más de una quinta parte de los fondos que están bajo gestión profesional en Estados Unidos (unos 8.7 billones de dólares) se manejan bajo criterios relacionados con las inversiones socialmente responsables, respecto de una novena parte de los fondos en 2012.

La creciente demanda de inversiones socialmente responsables ha hecho que en Wall Street diversos bancos y fondos de inversión pongan manos a la obra, conformando canastas de activos que cumplen criterios ambientales, sociales y de gobernanza y que excluyen empresas “manifiestamente inmorales”.

Los jóvenes, que en las próximas décadas heredarán enormes fortunas, “son la gran esperanza de las inversiones socialmente responsables”. Al contrario que sus padres (los “baby-boomers”), los jóvenes creen en la inversión sustentable. Los millennials, al haber crecido en la era digital, están más familiarizados con los problemas del mundo y también con uso de las herramientas electrónicas de inversión. “Los baby-boomers ven hacer el bien como algo distinto de invertir; en cambio, los millennials no ven cómo ambas cosas podrían estar separadas”. Y aunque no hay mucha evidencia para afirmar que las inversiones socialmente responsables son las mejores del mercado, han demostrado ser tan buenas como cualquier otra inversión.

Este cambio generacional ya es visible en las universidades. Los estudiantes están presionándolas para que “limpien” sus portafolios de inversión. Asimismo, los cursos en las escuelas de negocios relacionados a inversiones con criterios ambientales, sociales y de gobernanza están saturados.

Son los millennials más acaudalados quienes están encabezando las inversiones socialmente responsables. Un grupo de jóvenes ultra-ricos –que incluyen a un Ford y a un Rockefeller, entre otros– lanzaron una red llamada “The ImPact” que se comprometió a “crear un beneficio social mensurable mediante sus inversiones”. Iniciativas como esta están proliferando.

En las próximas décadas, los baby-boomers dejarán en herencia billones de dólares, en lo que será la transferencia intergeneracional de riqueza más grande de la historia. Se estima que hacia 2020 los millennials controlarán 24 billones de dólares.

Los millennials, que vivieron la crisis financiera, son desconfiados de las instituciones financieras. “Ellos creen también que pueden cambiar al mundo”. Una encuesta reciente de Morgan Stanley muestra que 75% de los jóvenes piensan que sus inversiones pueden influir en el cambio climático, comparado con 58% del resto de la población. Tienen también el doble de disposición respecto de los inversionistas en general para invertir en compañías que apoyan objetivos sociales o ambientales. Por otra parte, los millennials están influyendo favorablemente sobre sus padres, quienes cada vez más se cuestionan el impacto de las inversiones que hacen.

Hace un par de décadas, los datos de contaminación de las empresas eran inaccesibles para los inversionistas. Hoy día es cada vez más sencillo evaluar el impacto dañino o benéfico de las empresas gracias a las mejoras en la capacidad computacional y a las iniciativas para que las empresas reporten voluntaria u obligatoriamente cierta información. Manejadoras de activos como Arabesque utilizan información para evaluar la sustentabilidad de las 7 mil empresas más grandes que cotizan en bolsa con más de 200 criterios sociales y ambientales y más de 50 mil fuentes. Actualmente hay doce bolsas de valores que exigen a las empresas que cotizan en ellas que revelen sus impactos sociales y ambientales; la legislación de la Unión Europea demanda reportes similares a los fondos de pensión. Este tipo de iniciativas, aunadas a los escándalos corporativos recientes –como el del “dieselgate” de Volkswagen– han impulsado las inversiones socialmente responsables.

“El cada vez más profundo amorío de quienes administran el dinero con la inversión sustentable no tiene su raíz en los confusos y apasionados ideales de hacer el bien. Para la mayoría se trata de una elección comercial. Eso preocupa a algunos puristas de las inversiones socialmente responsables, quienes temen que convertirla en una práctica dominante conducirá a algunos gestores de fondos a poner una apariencia ética en inversiones convencionales. No obstante, la mayoría de quienes están en el área sostienen que lo que la inversión social necesita es el ímpetu que acompaña a las grandes inyecciones de capital”. Lo que es casi seguro es que los gestores de fondos que sólo apoyan superficialmente las inversiones socialmente responsables no durarán mucho en el área: tarde o temprano los robots y los millennials terminarán echándolos.

Datos cruciales: 

Actualmente se estima que más de una quinta parte de los fondos que están bajo gestión profesional en Estados Unidos (unos 8.7 billones –castellanos– de dólares) se manejan bajo criterios relacionados con las inversiones socialmente responsables, respecto de una novena parte de los fondos en 2012.

Una encuesta reciente de Morgan Stanley muestra que 75% de los jóvenes piensan que sus inversiones pueden influir en el cambio climático, comparado con 58% del resto de la población. Tienen también el doble de disposición respecto de los inversionistas en general para invertir en compañías que apoyan objetivos sociales o ambientales.

Se estima que hacia 2020 los millennials controlarán 24 billones de dólares.

Nexo con el tema que estudiamos: 

Las “inversiones socialmente responsables” ponen en evidencia al mismo tiempo el doble discurso y la flexibilidad del modo de producción capitalista. Si devastar la naturaleza es rentable, los inversionistas no vacilan en hacerlo. Pero si dejar de destruir el ambiente o generar paliativos contra la devastación ambiental es aún más rentable, ¡bienvenido sea! De igual manera, resulta irónico que las mismas familias que por generaciones han devastado al ambiente –los Ford, los Rockefeller–, sean hoy (auto)presentadas como pioneras de las “inversiones verdes” y defensoras de la sustentabilidad.

Por otra parte, es preciso tener claro que la compulsión expansionista de cualquier inversión capitalista (mediante la cual se busca obtener ganancias, que serán reinvertidas para obtener ganancias aún mayores) es incompatible con el carácter finito del planeta Tierra (un sistema termodinámico cerrado), aun cuando esta inversión sea ingenuamente presentada como “verde” o “social y ambientalmente responsable”.

Además de analizar el contenido concreto de tales inversiones en puntos claves como la autolimitación, el reparto de ganancias, la remediación ambiental, las relaciones laborales, etc., es preciso observar el impacto que las inversiones socialmente responsables tendrán en el imaginario social y sean, eventualmente, adoptadas como reacción salutaria de la clase dominante: mejor limitar las ganancias que perder la fuente de las ganancias.