El nuevo neoliberalismo

Cita: 

William, Davies [2016], "El nuevo neoliberalismo", New Left Review, Traficantes de Sueños, 101:129-143, Noviembre-diciembre.

Fuente: 
Artículo científico
Fecha de publicación: 
Noviembre, 2016
Tema: 
La nueva fase del neoliberalismo, sin un sustento que le de coherencia ni un intento por darle coherencia
Idea principal: 

William Davies es escritor, sociólogo, analista de economía y política y profesor en Goldsmiths, University of London. Colabora con las publicaciones New Left Review, Prospect y Financial Times.


Según declaraciones del ministro de finanzas griego Yanis Varoufakis, el diálogo que mantuvo en 2015 con sus acreedores de la Unión Europea resultó inútil; a pesar de un discurso construido en base a argumentos, no tuvo ningún efecto en los receptores.

Esto da una pista de en qué condiciones se encuentra el neoliberalismo actualmente. La operación generalizada de una sinrazón en el actuar de las esferas gobernantes, donde la crítica no encuentra eco hasta el punto de resultar inútil.

Por otro lado, las políticas aplicadas desde el 2008 son encarnizadas. Ya no media la evaluación, ni probar su validez, ni convencer públicamente de su aplicación. Por ejemplo, la austeridad fiscal de los gobiernos no ha demostrado tener éxito; por el contrario, no existen pruebas de que funcionen, pero aún así se aplican sin apelación alrededor del mundo. Las políticas sociales, ahora están condicionadas absurdamente, las prestaciones se cancelan sin un claro procedimiento, ni argumentación. Se promueven técnicas de activación conductual en el campo laboral, absurdas por su incoherencia con la realidad, donde se repiten frases leídas para motivación personal.

El nuevo neoliberalismo se diferencia del que subió al poder en la década de 1980 y también del que se mantuvo desde los 90’s a 2008. Este ya no argumenta para hacer consenso hegemónico, este parece evolucionar a una especia de poshegemonía. Sin embargo, a pesar que el sistema parece carecer de instrumentos de dominio al grado al que lo hacía antes, lo que se sugiere es que las formas de poder no menguan, es la búsqueda de la hegemonia lo que desaparece. Se alza una nueva fase neoliberal, una en que el contenido se sustituye por uno basado en valores y castigos, no en el sentido del displacer historizado por Foucault, sino el dominio de un discurso sin razón ni creador de consenso.

Para entender esta nueva fase es necesario entender que hubo dos momentos previos del neoliberalismo: su fase de difusión desde 1979 a la caída del muro de Berlín y después, dos décadas de su aplicación, de la caída de la URSS hasta la crisis del 2008. Cada una de estas fases se diferencian más en su contenido ético-filosófico que a una diferenciación en las políticas o métodos aplicados.

El Neoliberalismo combativo: 1979-1989

Puede encontrarse el inicio del neoliberalismo como proyecto político e intelectual en los intentos en la década de 1920 de Von Mises de criticar e invalidar los métodos de racionalidad económica socialista. A partir de un problema filosófico de la valoración intersubjetiva, apelaba a que la manera más efectiva de asignación de precios era mediante el libre mercado y con esto trataban de invalidar el actuar económico del socialismo. Lo que se mantuvo hasta el futuro en la argumentación de Mises fue la postulación de dos opciones simples: una racional, capitalista liberal de mercado, y las irracionales, las no capitalistas.

Otro elemento es el realismo político antidemocrático de Carl Schmitt, idea para entender al poder ejecutivo como agente que debe ser ajeno al populismo y conformado por tecnócratas que pudieran garantizar el sistema de precios. Otro elemento en el sentido schmittiano es el de una binariedad simple, una noción de amigo-enemigo, entre el libre mercado y todo lo demás, convirtiendo así al socialismo en el enemigo necesario para situar al neoliberalismo como un proyecto político necesario.

De esta situación surge que los intelectuales que se esforzaban por darle una estructura política e ideológica al neoliberalismo estaban en una lucha contra las fuerzas de izquierda y socialistas. Una auténtica resistencia del capitalismo más liberal que logró colocarse en el gobierno y a través de este obstaculizar y menguar las fuerzas anticapitalistas, por medio de los duros ataques contra el interés público y más en concreto contra el sindicalismo.

Sin embargo, aún falta el contenido ideológico y cultural. Este se centraba en desaparecer el resto de las esperanzas políticas, pretendiendo dejar al neoliberalismo como la única vía racional. De este modo, antes que proponer formas más funcionales de capitalismo, se limitó a hacer del neoliberalismo lo único posible y borrar todo el abanico de posibilidades restantes, desde colectivistas, capitalistas mixtas y por su puesto, socialistas. Lo que resultó fue un ataque contundente al socialismo, como demuestan los resultados de las políticas laborales en el Reino Unido, donde el desempleo no disminuyó, pero las nociones de los trabajadores cambiaron, anclándose en el imaginario político e identitario en formas económicas no socialistas.

El Neoliberalismo normativo: 1989 - 2008

Con el socialismo derrotado el proyecto neoliberal necesitaba un sentido que le diera coherencia ética, debía ser normativo y con esto mostrarse como un sistema justo. Fue entonces cuando las medidas e instrumentos de valor de mercado se comenzaron a aplicar en el resto del valor humano; los intelectuales se empeñaron en construir la subjetividad humana en una en torno a la empresa.

Las ideas neoclásicas como lógica empresarial, comenzaron a expandirse como proyecto de los gobernantes al resto de actividades humanas. Los “índices de calidad”, la ”competitividad”, la “eficacia” fueron valores que se universalizaron para darle sentido a las actividades humanas, convirtiendo estas categorias en los métodos para accionar e inspirar los intereses personales o institucionales, desde la investigación académica, la burocracia y hasta el arte. Con estos nuevos criterios se comenzó a jerarquizar y por tanto a priorizar a ciertos ganadores y excluir a los perdedores. Todo quedaba en manos de la competencia y por ende, se presentaba al neoliberalismo como no responsable por la desigualdad, sino a los mecanismos del mercado. Con esto, la gobernanza apareció delegada a agentes externos, en auditorías, agencias especializadas en las mediciones y metodologías utilizadas.

Pero fue con la crisis financiera mundial, y con esto el descubrimiento de que estos auditores también eran motivados por intereses económicos y políticos, que el discurso neoliberal de las décadas anteriores quedó sin bases confiables; sus promesas se desnudaban como imposibles y fue entonces que el neoliberalismo necesitaba cambiar.

El neoliberalismo punitivo: 2008 - ?

Un fenómeno característico del neoliberalismo fue el enorme endeudamiento, tanto público como privado, del que dependía su funcionamiento. Con la crisis del 2008, esta situación se reveló en toda su dimensión y problemática.

Para esta nueva fase, toda esa deuda ahora se volvió pública, engendrando una dinámica de deuda y fracaso moral que termina en un castigo y melancolía. Un castigo que distingue por la sensación de que el juicio ha pasado y que el valor o culpa ya no están abiertas a deliberación. En este sentido, el momento de la crisis ya ha pasado y ahora el pago público de la deuda se absorbe como castigo, una noción de “merecer” el sufrimiento por el crecimiento económico animado por el crédito.

De esta forma, las políticas públicas e instrumentos de esta fase evocan en familiaridad a las de las fases pasadas del neoliberalismo, es decir, muchas de las medidas se están repitiendo, como el ajuste fiscal o ataques a los sindicatos; pero también en lo que respecta a las auditorías que se encargaban de señalar al ganador, ahora señalan al perdedor; funcionaban para dirigir fondos, ahora para restringirlos.

Sin embargo, la similitud de la actual fase a las anteriores enmascara una profunda diferencia: en esta fase, los resultados son incluso autodestructivos antes que reales opciones para combatir la crisis.

Ahora bien, con la caída del sostén moral del neoliberalismo, y el intento de castigar por el hecho de errar bajo las mismas reglas impuestas, lo faltante es una crítica que logre hacer eco dentro de los círculos de poder, de obtener una respuesta que logre dar coherencia de nuevo al proyecto neoliberal, y de no darla, de superarla. Sin embargo esto no sucede, dejó de existir un diálogo, una retroalimentacion entre crítica y crisis. Las respuestas y justificaciones han quedado vacías, la argumentación de gobernantes deja de ser necesaria para simplemente confirmar una verdad que no atiende a la realidad, se actúa para autoconfirmar esa actuación, se dejaron de buscar resultados y se ignora la crítica que intente mostrar al sistema muriendo. Pero a diferencia de las nociones de Gramsci, ahora lo moribundo no da paso a algo nuevo, solo un intento para hacer revivir y perdurar el sistema.

La reiterada aplicación de políticas inservibles, la violencia absurda y los oídos sordos a las críticas aparecen como formas de evitar el reconocimiento de la crisis misma, se ejecutan para la confirmación de la razón del sistema mismo, no se intenta modificar y demostrar la realidad sino aparentarla. Por lo que el objetivo está centrado en no evidenciar el roto modo de acumulación de capital que sostienen y con esto tampoco evidenciar alguna alternativa real de acumulación.

Nexo con el tema que estudiamos: 

El nuevo campo donde se lleva a cabo la competencia entre las principales empresas transnacionales (ET) a partir de la crisis tiene su equivalente cambio en el terreno ético-filosófico del modelo de acumulación de capital que domina, el neoliberalismo.

La relación de los gobiernos, a merced de las ET, con las poblaciones nacionales ha cambiado en relación a los modos de acumulación anteriores y con el neoliberal también. Las políticas tienen menos una intención de consenso hegemónico y más una autoproclamatoria que intenta ocultar las fallas del sistema. Por ende, la nueva fase neoliberal tiene un tinte punitivo hacia la crítica y permite a las ET actuar con un margen de acción mayor.

Hemos enfatizado tres características del capitalismo del siglo XXI: liberal a ultranza en lo económico, crecientemente autoritario en lo político y ecocida. Este texto, con su periodización de las fases del neoliberalismo (que debe ser discutida más ampliamente), apunta de alguna manera a conclusiones similares sobre el uso del autoritarismo para impulsar la acumulación capitalista a través del libre mercado y de la desregulación financiera.