An Eco-Revolutionary Tipping Point?

Cita: 

Burkett, Paul [2017], “An Eco-Revolutionary Tipping Point?”, Monthly Review, New York, Monthly Review Press, 69(01), mayo, https://monthlyreview.org/2017/05/01/an-eco-revolutionary-tipping-point/...

Fuente: 
Artículo científico
Fecha de publicación: 
Mayo, 2017
Tema: 
Bibliografía reciente sobre las causas de las crisis biosféricas; el surgimiento del eco-proletariado y las condiciones para un punto de inflexión eco-revolucionario
Idea principal: 

Paul Burkett es profesor de economía en la Indiana State University. Es coautor, junto con John Bellamy Foster, de Marx and the Earth (Haymarket, 2017).


El cambio climático se ha venido acelerando y las temperaturas globales han alcanzado registros sin precedentes. El calentamiento del Ártico está provocando grandes emisiones de metano y dióxido de carbono. En julio de 2017 la Organización Meteorológica Mundial anunció que los seis meses de 2016 habían roto todos los registros previos de temperatura global. Junio de 2017 fue el catorceavo mes consecutivo con temperatura más elevada tanto en tierra como en los océanos y el mes 387 consecutivo con temperaturas superiores al promedio histórico.

Mientras esto sucede, un documento del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) calificó a los Acuerdos de París de diciembre de 2015 como “obsoletos incluso antes de entrar en vigor”. Los climatólogos esperan que incluso si se cumplen los objetivos de reducción de las emisiones asumidos por las naciones (recuérdese que no hay ningún mecanismo que las obligue a cumplirlos) la temperatura global aumentará en al menos 3.4ºC, más del doble del objetivo trazado en los acuerdos de París (1.5ºC). Según el reporte del PNUMA “bajo los planes actuales el mundo aún estaría emitiendo entre 54 y 56 gigatoneladas equivalentes de dióxido de carbono al año para el año 2030, muy por encima de las 42 gigatoneladas que corresponden a limitar el calentamiento global a 2ºC”.

La ironía del proceso radica en que tal vez los ideólogos del capitalismo neoliberal tenían razón cuando afirmaban que éste era el “fin de la historia”, aunque tal vez no era precisamente a esto a lo que se referían. “El capitalismo neoliberal movido por combustibles fósiles se está encaminando de hecho hacia el fin de la historia, pero sólo en el sentido del fin de cualquier avance histórico de la humanidad como una especie productiva política y culturalmente debido a las crecientemente bárbaras condiciones socioeconómicas y ambientales que el sistema crea. […] El desarrollo sustentable de la sociedad humana co-evolucionando con la naturaleza, incluyendo a otras especies, depende ahora de una ruptura histórica definitiva con el capitalismo […] como el modo de producción dominante”. Para superar la crisis climática, que es sólo una parte de la crisis ambiental más amplia que el capitalismo provoca, es necesario sustituir la producción impulsada por el lucro y basada en la explotación por un sistema en el que comunidades de trabajadores regulen colectiva y democráticamente la producción y sus interacciones con su entorno material y social. Para avanzar en ese sentido es necesario superar las posiciones que niegan la conexión directa que existe entre el capitalismo y la crisis climática y entre la sociedad humana y el calentamiento global.

Burkett hace una revisión amplia de los recientes libros Facing the Anthropocene de Ian Angus, Fossil Capital de Andreas Malm y This Changes Everything, de Naomi Klein pues proporcionan un potente análisis de las luchas ambientales aparentemente localizadas como parte de una “cada vez más intensa lucha de clases global entre los sectores dominantes del capital y lo que John Bellamy Foster y otros han llamado el ‘proletariado ambiental’”. Como un ejemplo de estas luchas Burkett menciona a los indígenas Sioux que se opusieron al oleoducto de Dakota Access en Estados Unidos. Ellos mostraron que su lucha no era sólo contra un oleoducto sino para proteger al planeta de un sistema económico cuyos imperativos destruyen a la tierra y a la diversidad cultural y espiritual de sus habitantes.

En los textos mencionados, los autores estudian la historia y la economía política de la crisis climática con énfasis y abordajes distintos pero complementarios. Angus analiza el calentamiento global desde una interpretación ecológico-marxista del “antropoceno”. Malm escudriña históricamente la relación entre los combustibles fósiles y el desarrollo de la producción industrial capitalista. Por su parte, Klein enfatiza a las políticas neoliberales como condiciones que posibilitaron el cambio climático y señala el choque que existe entre el capitalismo y una vida con valores ecológicos; Klein pone de relieve también las innovadoras formas de resistencia, que combinan valores y formas de pensar comunales, feministas, indígenas y científicas.

Una crisis material e histórica

Para Angus, el cambio climático forma parte de una tendencia en la que las actividades humanas tienen efectos ambientales cada vez mayores. Con base en los estudios sobre ciencias de la tierra, Angus ubica que en la década de 1940 el mundo entró en una nueva era geológica, conocida como “antropoceno”, en la cual los impactos ambientales provocados por los humanos son el principal factor que produce cambios en la totalidad del sistema terrestre. Estos impactos planetarios ponen en riesgo las condiciones necesarias para que la civilización humana exista de forma estable y saludable (la situación puede ser peor para otras especies no humanas). En el antropoceno las actividades humanas están teniendo impactos sin precedentes sobre los subsistemas geológicos del planeta y están provocando “puntos de inflexión” que incluyen 1) al sistema climático; 2) la disminución de la integridad de la biósfera; 3) la pérdida de capacidad de los sistemas ecológicos para adaptarse a la introducción de “nuevas entidades”, como nuevas sustancias químicas y biológicas; 4) el agotamiento del ozono; 5) la sobrecarga de los flujos biogeoquímicos del nitrógeno y el fósforo; 6) el cambio en el uso de tierra por la expansión de la agricultura; 7) la acidificación de los océanos; 8) el uso y disponibilidad de agua dulce; 9) la contaminación del aire. Todos estos fenómenos están estrechamente interrelacionados y se retroalimentan entre sí, razón por la cual hay mayor incertidumbre y es más probable que estos puntos de inflexión sean rebasados.

Para Angus el antropoceno no puede ser entendido adecuadamente sólo desde las ciencias naturales o a partir de una perspectiva ahistórica, culpando a una presunta naturaleza humana. Por el contrario, deben considerarse también las relaciones sociales específicas que estructuran el consumo humano de materia y energía, así como sus efectos ecológicos. “Esta crisis es, dicho de forma breve, tanto histórica como material y tiene que ser analizada como tal, utilizando las herramientas del materialismo histórico”. Para Angus el antropoceno brinda la oportunidad de “unir un análisis ecológico marxista con la más reciente investigación científica en una nueva síntesis”.

El antropoceno no se debe simplemente a una manía por el crecimiento económico, sino que es el “producto histórico de un sistema total de producción, consumo y actividades militares capitalistas”. Este sistema es mundial ha tenido su “base central” en Estados Unidos durante el último medio siglo y ha dependido en buena medida de la extracción, combustión y procesamiento de los combustibles fósiles. Las raíces del antropoceno se encuentran en el crecimiento a escala mundial del “capitalismo fósil”. Angus recupera el concepto de “fractura metabólica” que John Bellamy Foster retoma de Marx para analizar la crisis ambiental y en particular las tensiones existentes entre la acumulación creciente de capital (posibilitada por el consumo de energía proveniente de los combustibles fósiles) y la transgresión de los límites biosféricos. Este autor lleva su análisis a un nivel más concreto cuando estudia el “complejo petrolero-automotriz” -que no incluye sólo la producción de gasolinas y de automóviles, sino que involucra también la industria química, del acero, del transporte, la construcción y la agricultura industrial, entre otras-, que tuvo su centro inicialmente en Estados Unidos. Muestra la importancia de los combustibles fósiles para el desarrollo capitalista y para generar presión sobre los sistemas biosféricos. Los llamados países socialistas también contribuyeron a la actual crisis climática pues adoptaron los sistemas industriales capitalistas movidos por combustibles fósiles, “reproduciendo así las mismas fracturas metabólicas entre la producción y las leyes de la sustentabilidad ecológica”.

El crecimiento y globalización del complejo fósil recibió el impulso de grandes concentraciones de capital y del complejo industrial-militar. Los imperativos militares durante las guerras “calientes y frías” reforzaron el movimiento de la producción hacia un camino ecológicamente insostenible. El área militar representó una gran demanda de los productos ya existentes y la posibilidad de crear nuevos productos. Una de las principales funciones del ejército estadounidense y de los ejércitos de otros países aliados a Estados Unidos ha sido asegurar el acceso al petróleo y otros recursos estratégicos mediante intervenciones armadas por el mundo.

Cómo el cambio climático está directamente conectado con el capitalismo

Por su parte, Andreas Malm ubica la transición hacia una economía basada en los combustibles fósiles en la instalación de máquinas de vapor basadas en carbón por parte de los manufactureros textiles británicos en la primera mitad del siglo XIX. Malm es escéptico sobre la pertinencia de utilizar el término antropoceno; no obstante, según Burkett, “Angus mostró que es posible redefinir el antropoceno en términos ecológicos marxistas, concentrándose en el papel clave de las relaciones capitalistas”. Lo más interesante de esta controversia semántica es que lo que está en juego es definir cuándo inició la transición hacia lo que se conoce como antropoceno: ¿en la década de 1940, cuando el complejo fósil se consolidó y comenzó su larga expansión de posguerra, momento en que la producción humana comenzó a tener impactos significativos sobre el ambiente global? ¿O mucho antes, con la adopción del carbón mineral como principal fuente de energía durante la revolución industrial a inicios del siglo XIX? Según Burkett, ambas aproximaciones tienen argumentos fuertes y son viables.

Para sostener su periodización, Malm establece una distinción entre una economía fósil y una economía proto-fósil, en la cual el principal uso del carbón y los combustibles fósiles se da en los hogares y no en la industria. Para Malm el momento determinante en el consumo de combustibles fósiles fue la revolución industrial, cuando “se disoció la quema de carbón del crecimiento poblacional” y los hogares dejaron de determinar el patrón de consumo de carbón. Los combustibles fósiles son útiles al capitalismo porque permiten un “crecimiento auto-sostenido” de los valores monetarios; asimismo, el uso de los combustibles fósiles para poner en movimiento la maquinaria permitió que el proceso de trabajo fuese movido por primera vez por fuerzas externas al propio trabajador (hay una alienación del trabajador respecto de las fuentes de energía usadas en la producción).

A pesar de los menores costos de la generación de energía hídrica y de la abundancia de ríos mediante los cuales generarla, el carbón sustituyó al agua como principal fuente de energía debido a que “era más compatible con la explotación capitalista del trabajo asalariado”. La introducción de máquinas de vapor basadas en carbón reportó numerosos beneficios a los capitalistas: la portabilidad del carbón permitió relocalizar la producción en poblaciones más grandes donde la fuerza de trabajo era más abundante y que estaban más próximas a los mercados y proveedores; al traer mayor continuidad en el uso de las máquinas (evitando la estacionalidad e irregularidad regional de la energía proporcionada por el agua) facilitó la continuidad e intensificación de la explotación de los trabajadores; dificultó la competencia para los capitalistas que aún dependían de la energía hídrica. Adicionalmente, frente a la energía proporcionada por el agua, que era un bien público, el carbón trajo consigo la posibilidad de privatizar, monopolizar y hacer rentables las fuentes de energía. Así, la transición hacia las máquinas de vapor movidas por carbón “ayudó a Gran Bretaña a resolver la crisis industrial y la lucha de clases en sus propios términos rentables”.

Fue así como los combustibles fósiles se convirtieron en “requisitos materiales para la creación de valor”. La era del capitalismo fósil depende de la “metamorfosis de combustibles fósiles en CO2”.

Transición energética, contradicciones energéticas

Para superar un potencialmente catastrófico calentamiento global, será necesario “desfosilizar” la economía global en las próximas décadas. El consumo de combustibles fósiles debe dejar de crecer en lo inmediato, a lo que debe seguir una reducción absoluta de las emisiones de carbono hasta llegar a un punto en que las emisiones sean iguales a cero en algún momento del siglo XXI. Esto es lo mínimo que se debe hacer si queremos un planeta habitable para la humanidad y el resto de las especies. Esta transición es tecnológicamente factible, pues las tecnologías renovables necesarias para sustituir completamente a los combustibles fósiles en todos sus usos ya existen y podrían instalarse en un par de décadas. “Económicamente, las inversiones en la conversión energética parecen tener sentido, especialmente con la economía global sufriendo un profundo estancamiento, una crisis de empleo y una sobreabundancia de actividad financiera especulativa”.

En el capitalismo contemporáneo, las decisiones políticas y económicas son tomadas por el capital monopolista-financiero CMF) y no están en función de las necesidades humanas. La ideología y programa político del CMF están constituidos por el neoliberalismo (caracterizado por el fundamentalismo de mercado, militarismo e imperialismo). Además, el CMF está indisociablemente unido al “complejo fósil capitalista”. “Se sigue de estos hechos que, en este punto de la historia, desfosilizar la economía significa derrocar el poder del capital monopolista financiero y transitar hacia una economía controlada por una comunidad de trabajadores, el socialismo”.

Los tres autores mencionados por Burkett* coinciden en que la rápida transición energética que necesita el planeta requiere de inversiones masivas del gobierno y de una reasignación de recursos en escala local, nacional y global. Un esfuerzo de este tipo está en contradicción directa con el neoliberalismo e implicaría cobrar mayores impuestos al capital fósil y a los bancos del CMF. La transición energética implicaría dejar bajo tierra petróleo que representa miles de millones de dólares de potenciales ingresos, así como una devaluación severa del capital invertido en la extracción y refinación de los combustibles fósiles. Las empresas petroleras y los bancos del CMF no parecen estar dispuestos a ello. De ahí Burkett concluye que "para que el capital fósil y los grandes bancos sean un instrumento y no un obstáculo para la conversión hacia las energías renovables, probablemente tendrían que ser nacionalizadas y sujetas al control público". Esta estrategia sería compatible con la necesidad de municipalizar y descentralizar las plantas de energía.

La transición energética requiere de una "supresión activa" de los combustibles fósiles, pues la creciente demanda global de energía podría implicar que la extracción de combustibles fósiles siga siendo rentable y continúe aumentando aun si se comienzan a introducir fuentes de energía renovable. La férrea oposición del capital fósil y el CMF a las fuentes de energía renovable se explica porque "una vez que estas son construidas, ofrecen menores oportunidades para la continua objetivación del plustrabajo de los trabajadores en valores de uso materiales respecto de las instalaciones fósiles, con sus continuos flujos de carbón, petróleo y gas natural. El sol y el viento no son fácilmente monopolizables y por tanto no son portadores eficientes de valor. Las estructuras solares y eólicas son más compatibles con el control descentralizado por parte de comunidades y hogares, priorizando el valor de uso sobre el valor de cambio". La rentabilidad de las energías renovables es muy inferior y menos segura que la de los combustibles fósiles.

Otro factor que hace que la desfosilización sea poco atractiva para el CMF es la posibilidad de lucrar con el mismo calentamiento global, como señala Naomi Klein. El cambio climático ofrece posibilidades de inversión altamente rentables, desde la venta de equipos de aire acondicionado hasta la geoingeniería, pasando por la reconstrucción de infraestructuras dañadas por fenómenos meteorológicos extremos o la eventual construcción de "nuevas ciudades en islas flotantes". La geoingeniería, que es el "máximo esquema corporativo de gestión climática", podría matar a cientos de millones de personas pero permite a los dirigentes del CMF reducir su preocupación por la búsqueda de alternativas hacia la desfosilización. Así se puede entender "por qué el Pentágono y los contratistas de defensa pertenecientes al CMF están tramando planes para la represión militar mundial y para el control de las víctimas del cambio climático. La visión de las élites, como Angus acertadamente lo expresa, es de un 'apartheid ambiental' (aislando a las áreas prósperas de la agitación popular) a través del 'militarismo ambiental' y por medio de la 'exclusión y exterminio' absoluto donde sea necesario".

La formación del proletariado ambiental

Es necesario mirar también la fuente humana de los temores de la clase dominante.

Según Burkett, "como una clase en sí, esto es, en sus relaciones sociales objetivas con sus condiciones de existencia, el proletariado siempre ha sido ambiental". Al estar desposeído de medios de producción, el proletariado está enajenado tanto de su propio trabajo como de la naturaleza. La lucha del proletariado por una vida decente siempre ha sido una batalla contra las condiciones de vida insalubres, y eso implica una conexión sana con la naturaleza como condición para su desarrollo. Para Burkett, la crisis climática arroja nueva luz sobre esta lucha y sobre su importancia hoy.

Según este autor, siguiendo a Malm, la destrucción de máquinas por parte de los trabajadores “puede ser vista como una batalla inicial en la lucha por desfosilizar la producción y crear un sistema energético más sustentable”. Estos actos de rebeldía contra la economía fósil fueron también acciones contra las condiciones insalubres generadas por la quema de carbón dentro de los lugares de trabajo y contra la ya perceptible degradación ambiental que dicha quema producía. Las luchas de los trabajadores no eran sólo por conseguir mejores salarios; también se trataba de una “revuelta contra el palpable deterioro del ambiente inmediato” causado por la extracción y quema de carbón. “En este sentido, se trataba de un movimiento ‘proto-ambientalista’”.

Actualmente el neoliberalismo y las crisis biosféricas están creando una convergencia similar de las luchas económicas y ambientales en todo el mundo. La diferencia entre las luchas contra la explotación y contra la degradación ambiental se ha ido borrando y han tenido lugar alianzas entre movimientos ambientalistas, de género, de raza, de clase e indígenas. Así, según Burkett, estamos presenciando “el surgimiento de un proletariado ambiental globalizado como una clase con conciencia para sí”. Estos movimientos han planteado preguntas con una enorme importancia. Por ejemplo, ¿la naturaleza debe ser vista como una fuente de recursos a través de los cuales obtener ganancias o más bien como “una compañera co-evolucionaria necesaria en un proceso de desarrollo humano sustentable, como un valor vital y no como un simple valor económico”?, ¿la transición energética debe estar orientada a la rentabilidad o debe verse como un proyecto que fortalezca el control democrático y comunitario de los trabajadores sobre la producción?, entre otras.

El papel principal en la lucha contra el capital fósil ha correspondido a las luchas de los pueblos indígenas contra la minería y los oleoductos que destruyen sus tierras. Sin embargo, el principal potencial de estas luchas defensivas consiste en detonar una coalición amplia (que incluya a feministas, cooperativas, sindicatos, ecologistas urbanos que están construyendo nuevos circuitos de aprovisionamiento material, etc.) contra el neoliberalismo, contra el CMF y hacia un movimiento socialista ecológico. La solidaridad y la búsqueda de “modos sustentables de vivir bien” (que prioricen al valor de uso sobre el valor de cambio) parecen ser los valores que pueden unir a una “coalición eco-proletaria emergente”.

Este aumento en las luchas populares está comenzando a dar lugar a “puntos de inflexión eco-revolucionarios” en algunas partes del mundo. No obstante, ante el agravamiento del deterioro ambiental y de la desposesión capitalista la presencia de soluciones neofascistas para que la clase dominante mantenga el control se vuelve cada vez más necesaria. “’Socialismo o barbarie’ tiene un significado tradicional y uno nuevo en la era de la crisis planetaria”.


* Burkett no desarrolla los planteamientos de Klein con la misma profundidad y extensión que los de Angus o los de Malm; únicamente menciona el libro de esta autora al hablar sobre el calentamiento global como negocio y cuando habla sobre la formación de una "coalición amplia" contra el cambio climático conformada por distintas expresiones del "proletariado ambiental" (feminismos, comunidades indígenas, etc.).

Trabajo de Fuentes: 

Angus, Ian [2016], Facing the Anthropocene, New York, Monthly Review Press.

Foster, John Bellamy [1999], The Vulnerable Planet, New York, Monthly Review Press.

Foster, John Bellamy, Brett Clark y Richard York [2010], The Ecological Rift, New York, Monthly Review Press.

Klein, Naomi [2014], This Changes Everything, New York, Simon and Schuster.

Malm, Andreas [2016], Fossil Capital, London, Verso.

Nexo con el tema que estudiamos: 

La relación entre capitalismo y destrucción del clima es un conocimiento estratégico primero para conocer la lógica y los escenarios de la crisis civilizatoria y después para formular estrategias radicales de transformación. De ahí la relevancia de revisar los planteamientos de quienes están trabajando estos temas tanto desde la academia como desde la acción contestataria.

En la revisión que Burkett hace del libro de Angus este último autor pone en el centro de la discusión sobre el antropoceno las actividades militares capitalistas y al “complejo industrial-militar” como causantes de la devastación ambiental. Para los fines del proyecto, sería importante revisar con mayor profundidad el planteamiento de Angus.

A pesar que se menciona en distintos momentos que hay numerosas fracturas metabólicas entre la producción y las leyes de la sustentabilidad ecológica (dicho de otro modo, que la crisis climática es una dimensión particular de la devastación ambiental), al momento de plantear alternativas frente a las crisis de los sistemas biosféricos estas se limitan por lo general a la reducción de las emisiones de gases con efecto invernadero y a la necesidad de "desfosilizar la economía". Existe en este texto (y en muchos otros) una paradójica parcialización y unidimensionalización de las soluciones y alternativas, a pesar que se reconoce explícitamente la multidimensionalidad del problema. Es necesario que avancemos en pensar alternativas y posibilidades que respondan integralmente a la complejidad de la crisis ambiental contemporánea, comprendiendo que la escala y el ritmo del consumo productivo de la naturaleza y no sólo las emisiones de gases con efecto invernadero tienen que ser reducidos.

Aunque ofrece elementos interesantes, la alternativa planteada por Burkett es poco clara en algunos aspectos. Por ejemplo, ¿la transición energética debe ser conducida por el estado y debe seguir siendo regida por criterios de rentabilidad? ¿Tendría que haber una reducción del consumo de materia y energía? De nuevo, merece la pena profundizar en pensar integralmente las alternativas frente a la destrucción ambiental.