Hay 2 mil millones de personas de todo el mundo que utilizan los teléfonos inteligentes que tienen una conexión a Internet y una pantalla táctil o algo similar a una interfaz. De acuerdo con Benedict Evans de la consultoría Andreessen Horowitz, a finales de la década es posible que se rebasen los 4 mil millones, ya que los teléfonos inteligentes son cada vez más útiles y mucho más baratos. Las velocidades de descarga se han incrementado en un factor de 12.000 y la celeridad de datos se ha reducido a unos pocos centavos por megabyte. Un dato clave es la inversión de 1.8 billones de dólares para mejorar la infraestructura de comunicaciones. El teléfono inteligente está cambiando la manera en que las personas se relacionan entre sí y con el mundo circundante. Además de las aplicaciones que dan acceso a información en tiempo real, la ventaja esencial del teléfono inteligente es ser una computadora que está siempre con el usuario: remueve restricciones sobre lo que se puede hacer, cuándo y dónde. El teléfono inteligente logra la combinación disruptiva entre datos locales y cómputo en la nube, generando respuestas en cualquier circunstancia. En términos sociales, ayuda a diluir fronteras entre productos y servicios, entre las profesiones: ayuda a que el mundo sea más fluido.
Los nuevos dispositivos han recentrado la industria informática. El teléfono inteligente es el producto clave de las tecnologías de la información: es el que genera las mayores ganancias y atrae a la mayor parte del capital y los cerebros más brillantes. Gracias sobre todo al Iphone, Apple que no hace mucho tiempo era solo un fabricante de equipos de sobremesa y portátiles, ahora vale más que cualquier otra compañía en el mundo. Xiaomi, un fabricante chino, tuvo un rápido crecimiento de teléfonos inteligentes, que la ha convertido en la empresa nueva más valiosa del mundo.
Un elemento central es la expansión constante de las aplicaciones: la tienda de Apple cuenta con más de 3 millones de programas y tuvo ventas por 14 mmd en 2014.
La posibilidad de conectar un número creciente de todo tipo de dispositivos es la base material del “internet de las cosas”, en el que el teléfono inteligente ocupa un lugar central. Gran parte de la importancia de los teléfonos inteligentes reside en ofrecer una buena forma de la lectura, almacenamiento e interacción con todo tipo de datos. El teléfono se puede convertir en un mando a distancia para casi cualquier cosa.
Las nuevas empresas de teléfonos inteligentes y aplicaciones son más que una ampliación de internet: están transformando la manera de vivir. La relación entre un médico y un paciente es otra de las cosas que se vuelve más fluido en la era del teléfono. Smartphones con los sensores adecuados pueden recoger datos médicos relevantes, desde la temperatura del cuerpo hasta los niveles de glucosa en la sangre. Pueden enviar fotos de las lesiones e incluso fungen como un otoscopio (para los exámenes del oído) y otros tipos de instrumento médico. Otra transformación radical se da sobre la logística citadina: el ejemplo de Uber (reserva y monitoreo de taxis) muestra cómo el teléfono inteligente puede dar lugar a nuevas formas de contacto entre proveedores y compradores de servicios.
Pero no todo es positivo. Una de las preocupaciones de la izquierda europea es cómo la “Plattform-Kapitalismus” integra el trabajo y la vida de las personas. Las aplicaciones de juegos de azar, el teléfono en general, pueden causar adicción. Los adolescentes están desarrollando una vida social en la que se utilizan cara a cara y las formas digitales de contacto indistintamente y, a menudo de forma simultánea. El tema de la privacidad se ha destacado pues los teléfonos y redes sociales han sido objeto de vigilancia y obtención de datos por parte de la policía y los servicios secretos. Por ello, uno de los retos que se enfrenta con la expansión del uso de estos dispositivos es lograr un control para que el manejo de las informaciones sea más transparente y los derechos de usuarios, empresas y gobiernos estén bien establecidos y sean respetados. Surge una pregunta fundamental, si el smartphone unirá a la gente o la va a separar.