The Saudi revolution begins. How to ensure Muhammad bin Salman's reforms succeed. The crown prince's boldness could transform the Arab world for the better. Failure would bring more chaos

Cita: 

The Economist [2018], "The Saudi revolution begins. How to ensure Muhammad bin Salman's reforms succeed. The crown prince's boldness could transform the Arab world for the better. Failure would bring more chaos", The Economist, London, 23 de junio, https://www.economist.com/leaders/2018/06/23/how-to-ensure-muhammad-bin-...

Fuente: 
The Economist
Fecha de publicación: 
Sábado, Junio 23, 2018
Tema: 
La relación que existe entre las medidas tomadas para "la liberalización" de la sociedad saudí en general, en específico de las mujeres y la reforma económica. Sus consecuencias y las repercusiones que el recuerdo de la Primavera Árabe podría traer
Idea principal: 

El 24 de junio del año en curso las mujeres saudíes “tendrán permitido manejar sus autos”. Lo anterior se advierte como uno de los eventos más esclarecedores del giro político que busca el actual régimen saudí y los múltiples escalones que hay por andar hacia una verdadera "Revolución social" impulsada por el príncipe de la corona, Muhammad bin Salman. La proyección que quiere dar la corona saudí al exterior, hace tener expectativas con respecto a ella y que “el mundo espere que el atrevido príncipe triunfe sobre el bruto”. Pero los intereses que sigue esta “Revolución social” no se deben perder de vista.

Como es sabido, Arabia Saudí no es del agrado para los occidentales de todas las tendencias políticas debido al miedo que ha generado el discurso del terrorismo en Occidente, así como, por sus castigos y el tema recurrente del maltrato a las mujeres. Del mismo modo, temen al wahhabismo como otra forma del Islam que ha alimentado ideologías jihadistas.

Por otro lado, hasta hace pocos años, el interés del mundo puesto en Arabia Saudí se ha debido a su papel como el exportador más grande de petróleo. En tal sentido, la estabilización mediante reformas sociales que hoy parece apremiar a la corona saudí se vuelve indispensable para poder guiar al país hacia el dinamismo económico, y en consecuencia a la estabilización del polvorín regional.

La normalización de Arabia Saudí traería consigo mejores condiciones para la moderación al mundo islámico y contribuiría a evitar la disminución de dólares por la venta de petróleo o el levantamiento de un movimiento de la envergadura de la Primavera Árabe de 2011.

La situación económica, que empuja las reformas sociales, se debe a que subyace desde hace años una riqueza petrolera que esconde una economía improductiva, de tal forma que pese al aumento del precio del crudo, el país se encuentra con un extenso déficit presupuestal y con un impasse en los ingresos para la salud, educación. Como apunta el mismo artículo: “Los ingresos volátiles del petróleo componen 80% del ingreso del gobierno, según consideraciones del Fondo Monetario Nacional”. De tal forma que, la riqueza petrolera ha “escondido una economía improductiva y alimentado al ultra-puritanismo alrededor del mundo”.

Es con esta bomba de presión que al presente hasta el mismo príncipe Muhammad acepta la necesidad de embarcarse en un proyecto de cambio más allá de sus fronteras, en donde, por cierto, la situación no se presenta más simple, pues Arabia Saudí se ha visto involucrada en los escenarios más explosivos de la región de Oriente Medio.

El año pasado Arabia Saudí se vio involucrada en la detención del ministro libanés Saad Hariri[1] que fue puesto en libertad sólo por la presión internacional.

Entre sus escenarios más brumosos en los que se encuentra participando Muhammad bin Salman el primero es Yemen, donde el gobierno de Riyadh se encuentra haciendo la guerra en contra de los Houthis, una milicia shíita. El conflicto actualmente se centra en el puerto de Hodeida. La situación en Yemen ha traído muchos costos sociales, siendo una de las mayores crisis humanitarias reconocidas a nivel mundial.

En Qatar, el principal aliado de los saudíes, Emiratos Árabes Unidos, se ha encargado de liderar el sitio a este emirato contrario cortando conexiones por cielo, mar y aire (los saudíes incluso quieren excavar para hacer del lugar una isla). La situación con Qatar ha dividido al Consejo de Cooperación en el Golfo.

Contrario a lo que se busca proyectar con la “Revolución social” emprendida y con una mayor liberalización, la política represiva ha estado a la orden del día en Arabia Saudí y en las cárceles se puede ver incluso -paradójicamente- a mujeres que han luchado por tener mayores libertades.

En tal orden de ideas, saudíes y emiratíes están sembrando tanto en el interior como en el exterior sus propias complicaciones. En el interior, se han encargado de guiar una contra-revolución frente la Primavera árabe y la esperanza democrática. Al exterior, se colocan como guardianes del mundo islámico y miran al resto del mismo como su enemigo (incluso el ala no violenta de la hermandad musulmana).

Los esfuerzos por impulsar al sector privado en Arabia Saudí son altamente centralizados. Por ejemplo, aún cuando hay una apertura cultural, la promoción del entretenimiento como el cine sigue estando centralizada y corre por cuenta de una agencia gubernamental.

Como apunta The Economist “[…] el príncipe de Arabia Saudí debería hacer todo para parecerse un poco a Dubai, abriéndose al mundo, siendo amigable en los negocios, andando eficientemente, socialmente libre, religiosamente tolerante y sobretodo, un gobierno precedido por un sistema de leyes”.

Si el príncipe saudí pretende seguir los pasos que Emiratos Árabes Unidos, entonces tendría que estudiar de mejor manera su composición federal. Arabia Saudí tendría que enfocarse en dejar que las distintas regiones del país expresen libremente sus identidades y que adapten sus necesidades religiosas a sus tradiciones, esto dando “más flexibilidad a Jeddah, siendo más estricto en Riyadh y permitiendo más espacio a los shíies en el este”. Lo anterior, daría más espacio al gobierno para experimentar con las reformas económicas y sobre todo dar lugar a una representación local.

Muhammad Bin Salman está debilitando los viejos pilares del orden en Arabia Saudí: la corona, los sacerdotes y los hombres de negocios. El príncipe podría apostar a construir una mayor legitimidad aprovechando su popularidad entre las mujeres y los jóvenes para democratizar un poco el país. A este fin la democracia podría ayudar pese a los múltiples efectos –por distintos factores– que trajo la Primavera árabe dejando claro que los gobiernos autocráticos son frágiles. Y dado que en la conciencia de la población aquella primavera sigue presente, “lo mejor es convertirse en un nuevo tipo de monarca árabe: alguien que trata a su población como ciudadanos, no como súbditos”.


[1] El ministro de Líbano Saad Hariri siempre ha mantenido una visión distinta con respecto a la lucha que los wahhabistas han buscado contra Hezbollá y el shíismo iraní. En el mismo periodo de tiempo de su detención se ha dado a conocer que Saad Hariri se había negado a comenzar la guerra al interior de Líbano en contra de la facción shíita, situación de total desagrado para la corona saudí quien pronto lo obligó a dimitir a su cargo en Riyadh ( su renuncia no fue aceptada ni en Líbano, ni por otros países como Francia).

Nexo con el tema que estudiamos: 

Arabia Saudí es uno de los actores más importantes dentro de la región de Oriente Medio por los vínculos que ha generado con Occidente, en la mayor parte de los casos para respaldar su posición con respecto al shíismo en la misma región. Actualmente, el príncipe saudí ha decidido proyectar un país más liberal con temas sociales, sentando un precedente importante pero también con el objetivo de favorecer sus relaciones al exterior (sobretodo con sus aliados militares, digamos Trump quien cada día se muestra más desafanado de la situación en la región). El modo en que la reforma social está siendo encaminada es un arma de doble filo, pues si solo resulta en una fachada que busca cubrir los problemas de improductividad económica por los que atraviesa Riyadh es probable que el recuerdo y las aspiraciones que se buscaban con la Primavera Árabe, vuelvan con mayor fuerza y alcancen al wahhabismo islámico.