Muhammad Bin Salman ha acumulado todo el poder de Arabia Saudita, ha tomado control total de la economía, de las fuerzas armadas, la guardia nacional y de los servicios de inteligencia. Pero dicho proceso le ha costado el enemistarse con los príncipes de Al Saud por tomar sus feudos, el rompimiento de relaciones con los clérigos Wahhabi por negarles el poder de hacer cumplir la moralidad pública y ha molestado a los hombres de negocios al elevar costos y forzar a algunos a entregar parte de su riqueza.

Sin embargo, el príncipe se está movimiento muy rápido en la reforma social, posiblemente para mantener a sus oponentes fuera de balance, lo cual crea un gobierno en el que las medidas de austeridad se imponen y luego se eliminan, totalmente impredecible.

El príncipe se presenta como el vencedor de las mujeres y los jóvenes contra las viejas élites corruptas, pero la realidad es que en ausencia de partidos políticos o consultas reales, es difícil convertir la popularidad en fuerza política.

Al parecer las sociedades y gobiernos del Golfo han caído en un estado despreciable, algunos árabes opinan que es por haberse desviado del camino de sus antepasados o porque no haber logrado abrazar la modernidad occidental.

Ante la falta de contribución al mundo por parte de Arabia Saudita, esto debido a la escasez de petróleo, según algunos empresarios saudíes, Muhammad bin Salman busca una forma de modernización. Se está buscando la diversificación y la liberalización de la economía para dar respuesta a dicha escasez petrolera, estas nuevas políticas se dirigen desde el palacio real.