The Military-Industrial Complex

Cita: 

Dunlap, Charles J. [2011], “The Military-Industrial Complex”, Daedalus, 3(140), pp.135-147

Fuente: 
Artículo científico
Fecha de publicación: 
2011
Tema: 
El complejo militar estadounidense en decadencia
Idea principal: 

Charles J. Dunlap, Jr. es profesor invitado de Derecho y director asociado al Centro de Derecho, Ética y Seguridad Nacional en la Facultad de Derecho en Durham, Carolina del Norte, Estados Unidos. Es un exmilitar retirado en 2010 como Mayor General con 34 años de servicio en la Fuerzas Aérea de Estados Unidos.


El texto discute los alcances y dimensiones del complejo militar, su concentración de poder y relevancia económica para la primera década del siglo XXI.

Un eje principal que articula el texto es la discusión en torno la vigencia del discurso de Dwight D. Eisenhower en su retirada presidencial en 1961[1]. Básicamente el discurso enuncia la problemática de una asociación de poderes entre comerciantes de armas avariciosos y altos mandos del ejército, la cual estaría acechando el momento ideal para subvertir el american way of life y subordinarlo a sus propios propósitos privados.

En la discusión pública algunos sostienen que la visión Eisenhower es completamente realista para los tiempos presentes señalando que la industria armamentista manipula la política pública para perpetuarse a sí misma (James Ledbetter); al igual que los ejércitos militares privados de tiempo completo actuales sustituyen al tradicional ejército público de los ciudadanos y al mismo tiempo la industria armamentista (defensa y seguridad) se ha convertido en la rama más importante del sector manufacturero estadounidense, y por ende, sus intereses corporativos suelen prevalecer sobre las decisiones del Congreso (William Pfaff). Adicionalmente se vislumbra una crisis presupuestaria exacerbada por los excesos en fondos destinados a financiar operaciones militares en el extranjero altamente costosas (Ron Paul).

Dunlap pone en duda las sentencias anteriores para distanciarse y posteriormente proponer una interpretación del discurso de Eisenhower, no solamente distinta, sino incluso opuesta a las mencionadas. Argumenta que si bien el discurso proyecta un escenario futuro, éste no tiene la intención de descalificar a las instituciones militares o industriales como “malévolas”. Por el contrario, siendo Eisenhower un ex-jefe de Estado Mayor del ejército (1945-1948) y comandante supremo de la OTAN (1951-1952) fue más que consciente de la importancia que implicaba tener un poderoso aparato militar con una sólida, fuerte e innovadora infraestructura industrial. El gran reconocimiento de Eisenhower, de acuerdo con Dunlap, fue evidenciar que la guerra fría creó, por primera vez en la historia de Estados Unidos, la necesidad de que en tiempos de paz se mantuviera tanto un enorme establecimiento militar como la extensa industria armamentista. Este fenómeno era el que requería de una constante observación y evaluación por la sociedad (el electorado) para resguardar una apropiada combinación entre la enorme maquinaria industrial y las fuerzas militares de defensa nacional.

En crítica a Eisenhower, Dunlap argumenta que la sociedad estadounidense del siglo XXI debe más bien poner atención en los peligros que podría desencadenar la actual tendencia de debilitamiento del complejo militar industrial. La superioridad militar estadounidense radica no solo en la capacidad de sus combatientes, sino principalmente en su capacidad tecnológica en armamento y equipo militar; que al mismo tiempo descansa en la creatividad y productividad estimulados por un sistema libre de competencia empresarial. No obstante en las últimas décadas el incremento en la concentración de mercado en la industria armamentista ha afectado negativamente la competitividad de la que solía beneficiarse el gobierno estadounidense (Dato Crucial 2) al mismo tiempo que provoca fortunas declinantes en la industria. Lo cual es en sí misma una razón de debilitamiento en la industria, pues a pesar de que el crecimiento del gasto militar ha sido constante, en términos relativos al PIB la tendencia ha ido a la baja desde la era de Eisenhower (Dato Crucial 3).

El autor relaciona la baja productividad en la industria militar con la forma actual en que el Pentágono identifica y responde a las amenazas contemporáneas, estrategias de "contrainsurgencia" o irregulares. Las guerras ejecutadas en Medio Oriente, de contrainsurgencia, demandan un alto empleo de soldados en lugar de priorizar el uso de tecnología de punta, lo que a la larga perjudica a la industria miliar por ser operaciones extremadamente costosas y dejar menos recursos disponibles para la inversión en nuevos programas industriales de innovación y adquisición de armamento de tecnología de punta (Dato Crucial 4). Lo anterior no significa que el equipo militar tenga un papel menor en el desarrollo de las guerras irregulares; sin embargo muchos de estos avances no necesariamente se ven reflejados en nuevos programas que estimulen la industria para producir e innovar tecnologías revolucionarias (Dato Crucial 5). Al inicio, los grandes beneficiarios de las guerras irregulares parecían ser los contratistas, más que los fabricantes de armas. Sin embargo las acusaciones ampliamente documentadas sobre abusos y fraudes obligaron al Congreso a reformar las normatividades implementadas en 2004. Desde entonces el crecimiento desmesurado de los contratistas (no manufactureros) ha ido perdiendo relevancia al perder terreno en actividades privadas anteriormente externalizadas por el Departamento de Defensa (DOD), mismas que han sido incorporadas a dependencias directas de la institución gubernamental. Lo que para Dunlap representa otro rasgo de debilidad, no de fortaleza, en la influencia de los contratistas sobre el Pentágono.

Un factor adicional que contrasta con la supuesta cohesión y poder de influencia desproporcionada por el complejo militar industrial son las enormes y extensas trabas burocráticas en los programas de adquisición y renovación tecnológica de defensa y equipo militar; lo que se convierte en un desincentivo para que las corporaciones de alta tecnología hagan negocios con el gobierno. Al mismo tiempo se añaden los mandatos legales que señalan que los programas de adquisición deben responder tanto a propósitos sociales como al fortalecimiento de la seguridad nacional. Incluso políticas especiales del Congreso han facilitado contratos con empresas emergentes de poca experiencia (en lugar de fortalecer el poder de las enormes corporaciones).

Existen otros obstáculos de carácter más estructural como la grave recesión económica mundial, la financiarización de la economía estadounidense y el enorme déficit fiscal que limita de manera importante el presupuesto de defensa. Esta situación de estancamiento económico, según nuestro autor, muestra poca evidencia de algún tipo de optimismo en los fabricantes de armas sobre el futuro sus ventas.

Un argumento adicional es que los militares son quienes encabezan la lista de cargos con mayor confianza pública, mientras que los fabricantes de armas (empresarios) tienen una baja reputación de confianza pública, lo que se traduce en una baja influencia en la opinión pública. Además se aclara que dicha confianza en los cuerpos militares no se traduce necesariamente en poder político, esto gracias a las nuevas legislaciones que plantean obstáculos significativos, como el límite de la compensación anual a los generales retirados por sus servicios de consultoría o adiestramiento [mentoring], junto con la obligación de que continúen publicando su información financiera y conexiones empresariales como si continuaran activos en el ejército (Dato Crucial 6).

Por último el autor acusa a autores como Ledbeter de confundir y mezclar sucesos contemporáneos (grandes costos y uso de la fuerza militar para detener sospechosos del terrorismo) con la preocupación original de Eisenhower de que emerja una alineación conspirativa de líderes militares con la industria de armas, pues para Dunlap simplemente no existe tal cosa. Por el contrario, el autor presenta una realidad estadounidense completamente opuesta: baja capacidad del complejo militar industrial impactando negativamente en el poderío militar estadounidense; manifestándose en el rezago tecnológico y deterioro general de la infraestructura de defensa estadounidense frente al fortalecimiento relativo de la base industrial-militar de otras naciones (se menciona el caso de China con estrategias de adquisición de tecnología y armamento extranjeros; otro ejemplo son las alianzas intraestatales para el desarrollo de tecnología de punta como los acuerdos entre Rusia e India para construir cientos de aviones de 5ta generación, superiores a los más avanzados estadounidenses). La superioridad militar estadounidense está bajo amenaza por el bajo desarrollo tecnológico de punta que requiere de un complejo militar-industrial vigoroso, innovador y por supuesto rentable.


[1]. Discurso de Eisenhower (1961): “La conjunción de un inmenso establecimiento militar y una amplia industria de armas es nueva en la experiencia estadounidense (…) Debemos vigilar la adquisición de influencia injustificada, solicitada o no, por el complejo militar-industrial. El potencial para un surgimiento desastroso de un poder inapropiado existe y seguirá persistiendo. No demos nunca dejar que el peso de esta combinación ponga en riesgo nuestras libertades o procesos democráticos” (traducción nuestra).

Datos cruciales: 

1. Para el año 2010 el gasto de defensa anual en Estados Unidos sobrepasa los 700 mil millones de dólares.

2. De 50 principales contratistas privados de defensa existentes al final de la guerra fría, inicios de los 90, se consolidaron 6 grandes empresas de defensa para el final de década (Defense Science Board, 2008).

3. En 1961 el gasto en defensa equivalía 9.4% del PIB y para 2010 representa 4.7%.

4. Las fuerzas armadas gastan cerca de millón de dólares por soldado en Afganistán al año. Incluyendo los gastos anuales de atención médica para la infantería el costo se elevan a 50 mil millones de dólares.

5. El Congreso inició el programa de vehículos MRAP (Mine Resistant Ambush-Protected) en respuesta a las quejas sobre las heridas ocasionadas a los soldados por dispositivos explosivos improvisados (IEDs, por sus siglas en inglés) en Irak y después en Afganistán. El impacto el programa sobre la base industrial produjo pocas innovaciones. Que incluso resultaron poco útiles por su alta densidad y gran tamaño lo que dejo casi a 5 000 unidades inactivas en el campo de batalla.

6. La situación previa a las reformas legislativas mostraba una evidencia de que 89% de los exmilitares consultores privados tenían relaciones financieras enlazadas con contratistas de defensa, beneficiándose de sus conexiones exmilitares (USA Today, 2010).

Trabajo de Fuentes: 

USA Today [2010], "Our View on Defense Spending: Pentagon Stumbles Again on Military Mentor Program", USA Today, 12 de agosto.

Defense Science Board Task Force on Defense Industrial Structure for Transformation [2008], "Creating an Effective National Security Industrial Base for the 21st Century: An Action Plan to Address the Coming Crisis", Department of Defense, Washington, D.C., julio, http://www.acq.osd.mil/ip/docs/dsb_task_force_on_def_ind_structure_for_t...

Office of Under Secretary of Defense Acquisition, Technology and Logistics Industrial Policy [2010], "Annual Industrial Capabilities Report to Congress", Department of Defense, Washington, D.C., mayo, http://www.acq.osd.mil/ip/docs/annual_ind_cap_rpt_to_congress -2010.pdf

Berman, Ilan [2010], "Stagnation Threatens U.S. Arms Superiority," Defense News, 04 de enero

Schwartz, Moshe [2010], "Department of Defense Contractors in Iraq and Afghanistan: Background and Analysis", Congressional Research Service, Washington, D.C., 02 de julio, http://www.fas.0rg/sgp/crs/natsec/R40764.pdf

Nexo con el tema que estudiamos: 

El texto ilustra varios de los ejes estratégicos en la disputa por el liderazgo militar. Uno principal es la vanguardia tecnológica que asegura el poder mediante mecanismos tecnológicos de frontera. Un punto en desacuerdo con el autor es que la concentración de la industria armamentista a finales del siglo XX, haya sido causado o no por una caída en la rentabilidad a fines del siglo XX, no niega que en su resultado la concentración de mercado en pocas, pero más grandes empresas armamentistas, tengan un mayor poder económico, político, social y militar.

Contra la visión convencional que habla de un liderazgo militar estadounidense sin cuestionamiento, el autor aporta elementos de deterioro de la capacidad militar, derivadas de elecciones estratégicas y tecnológicas, de la monopolización de la industria armamentista y de los avances de otras potencias en el terreno militar.