“Full spectrum dominance”: US national security doctrine in the new global security environment

Cita: 

Romaniuk, Scott N., y Tobias J. Burgers [2017], “Full spectrum dominance: US national security doctrine on the new global security enviroment”, Scott N. Romaniuk y Francis Grice (ed.), The Future of US Warfare , Nueva York, Routledge, pp. 41-67.

Fuente: 
Libro electrónico
Fecha de publicación: 
2017
Tema: 
El desarrollo de las estrategias del poder militar estadounidense ante las nuevas amenazas del siglo XXI
Idea principal: 

Introducción

La temática del análisis es la “dominación de espectro completo”, esto es, la estrategia de la “Visión conjunta 2020” del Departamento de defensa de Estados Unidos que busca asegurar su liderazgo militar en el siglo XXI. En el texto encontramos dos definiciones de este concepto:

* "la capacidad de las fuerzas de Estados Unidos para enfrentar, combatir y derrotar a los adversarios en el entorno de seguridad del siglo XXI por sí mismas o en conjunto con socios militares y aliados" (p. 41).

* "la capacidad de Estados Unidos para proyectar sus capacidades militares sobre cualquier tipo de enemigo que represente una amenaza a la seguridad nacional o los intereses en el extranjero de Estados Unidos. No se trata sólo de combatir a los enemigos, sino de 'superar a cualquier adversario en cualquier escenario operativo' (Rees, 2016: 74)" (p. 60).

La pregunta central del análisis de Romaniuk y Burguers sobre la “dominación de espectro completo” es: “¿Cuál es el futuro de la fuerza conjunta de Estados Unidos dadas las limitaciones impuestas al ejército estadounidense en el entorno de seguridad estratégica posterior al período del 9/11?” (p. 42).

El capítulo reseñado está dividido en nueve apartados que intentan responder a tres problemáticas generales: 1) el curso de la estrategia de seguridad nacional de Estados Unidos a lo largo del tiempo, 2) el giro de la política de seguridad estadounidense de una perspectiva de “servicio único” a una perspectiva de “fuerza conjunta” y 3) el estado actual de la “fuerza conjunta” estadounidense en el nuevo entorno de la seguridad del siglo XXI.

El análisis de Romaniuk y Burgers se encuentra articulado en cuatro nociones clave. En primer lugar, las cuestiones de “seguridad no tradicional” (nontraditional security) referidas al crimen transnacional y organizado, terrorismo, ciberseguridad, cambio climático, salud pública y bienestar, seguridad del agua y el alimento, tráfico de humanos, migración y desertificación. En segundo lugar, las “amenazas híbridas” referidas a las prácticas desplegadas por agentes regulares, irregulares y criminales con objetivos sociales, políticos, económicos y religiosos. En tercer lugar, la vinculación de los significados de las nociones de “seguridad” y “amenaza” mostrando que siempre son correlativas al contexto en el que éstas son enunciadas. La amplitud del significado de términos tan abstractos como “seguridad” y “amenaza” implica que su relación siempre sea indicada como “problemática” (p. 63-64 nota 3).

La Estrategia de seguridad nacional de Estados Unidos

Actualmente Estados Unidos se encuentra en una situación en la cual la preeminencia de su poder militar a nivel mundial puede verse limitada ante la irrupción de “amenazas híbridas” comandadas por cuestiones de “seguridad no tradicionales”. Nuestra época ha instalado, aseguran Romaniuk y Burgers, un “nuevo ambiente de seguridad” repleto de actores no estatales, surgimiento de nuevos estados, tecnología avanzada, ascenso y declinación de poderes. Ciertamente los personajes de estas dinámicas tienen nombre y apellido: el ascenso del Estado Islámico, la existencia de numerosas “organizaciones terroristas” no estatales a lo largo de Medio Oriente y África, el impacto de Rusia en cuestiones de seguridad en Europa del Este y el desarrollo del poder militar de China, principalmente (p. 41).

Recientemente las publicaciones estadounidenses tienen como tema central el asunto de la percepción geopolítica de la seguridad global. En este sentido, puede constatarse que desde el atentado del 11 de septiembre de 2001 Estados Unidos ha apostado por conjuntar operaciones de fuerza y comando mientras, al mismo tiempo, lidia con su amplio espectro de compromisos estratégicos. Probablemente, señalan Romaniuk y Brugers, la medida más destacada para el cumplimiento de dicha apuesta ha sido el establecimiento de asociaciones, colaboraciones y fuerzas conjuntas. Aunque la Estrategia de seguridad nacional de Estados Unidos del 2015 retomó estas medidas, en los hechos su aplicación ha sido gradual, debido a la existencia de conflictos acerca de conjuntar fuerzas con otros estados o empresas privadas (p. 42).

En breve, el futuro de la fuerza conjunta de Estados Unidos se juega en dos aspectos co-determinantes: 1) las próximas operaciones estratégicas serán de “espectro completo” con respecto a los servicios militares y 2) intensificación de la integración de Estados Unidos con países aliados y socios (p. 43).

La Estrategia de seguridad nacional de Estados Unidos ha ubicado en sus más recientes intervenciones (mayo de 2010 y febrero de 2015) amenazas en el corto y largo plazo. Por un lado, el problema de las armas de destrucción masiva como, en palabras del Departamento de defensa, “el mayor peligro para el pueblo estadounidense y la seguridad mundial”; el terrorismo (al-Qaeda); la ciberseguridad; los riesgos de epidemias y enfermedades a nivel global como el ébola (p. 44). Por otro lado, llaman la atención sobre los nuevos actores: las democracias frágiles, regímenes autoritarios, corrupción, crimen transnacional, etcétera que obligan a esperar nuevas formas de compromiso estatal (p.45).

Frente a esto, las estrategias evaluadas por el Departamento de defensa estadounidense han sido planteadas en tres niveles de acción: 1) nivel doméstico, 2) arreglos a nivel estatal y 3) cooperación interorganizacional o no estatal.

Aunque Romaniuk y Brugers advierten que no hay una delineación clara del modo en que Estados Unidos pretende ejecutar sus estrategias, los documentos publicados al respecto, clasifican la cuestión en al menos dos tipos de elementos: 1) elementos sustanciales y 2) elementos conceptuales (p. 45).

Los documentos públicos sobre el tema son la Estrategia de seguridad nacional y la Directiva de defensa estratégica (Defense Strategic Guidance). En ellos se encuentra el análisis de las estrategias estadounidenses contra las amenazas globales, sin embargo, ambos documentos carecen de una proyección convincente sobre los alcances de dichas estrategias. Por ejemplo, fracasan en considerar el desarrollo de los sistemas de seguridad en el resto del mundo, particularmente de Europa y Asia. Aunque reconocen posibles conflictos en Europa del Este y el este de Asia, no plantea el tema desde una perspectiva de alternativas al sistema de seguridad actual. De cualquier manera, la cobertura a amenazas de espectro completo se ha agudizado desde 2015. El documento de la Estrategia de seguridad nacional identificó ocho campos de atención extrema: defensa, diplomacia, economía, desarrollo, seguridad doméstica, inteligencia, comunicaciones estratégicas, el pueblo estadounidense y el sector privado (p. 46). Asimismo, en años recientes ha destacado el acercamiento de Estados Unidos con países atípicos para construir relaciones: Brasil, Sudáfrica, China e India. Por otra parte, no deja de ser llamativo que sea Irán el país que más atención recibe por parte del gobierno estadounidense, ciertamente resultado de su lugar geopolítico y de la amenaza latente de sus armas nucleares.

El giro de la estrategia de “servicio único” a una de “fuerza conjunta”

En la preparación de Estados Unidos ante futuros conflictos mundiales, las fuerzas armadas juegan un papel central. A juicio de Romaniuk y Burgers, no hay duda de que la fuerza militar estadounidense permanecerá dominante en el futuro, pero no por ello quedará absuelta de ajustarse a las exigencias de las nuevas operaciones de combate y los potenciales enemigos.

Las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, como Fuerza Conjunta, enfrentan muchos obstáculos. Entre ellos destaca la superación de la tradicional doctrina mental militar y la consideración de las dimensiones emergentes de guerra en el "mundo multi-nodal". Es en este contexto donde la Fuerza Conjunta pretender asentar cambios para el 2020: 1) mantener un amplio expediente de las capacidades militares, 2) clasificar las inversiones según su urgencia, 3) disponer de una fuerza siempre capacitada, 4) reducir costos vía asociaciones y decisiones viables, 5) realizar un inventario de los recursos disponibles, 6) revalorar los componentes activos y de reserva, 7) progresar en la guerras virtuales y 8) mantener una base industrial e inversión en ciencia y tecnología (p. 48).

El hecho es que las prácticas convencionales de guerra ya no son dominantes. Ahora se habla de "esfuerzos globales contra-terrorismo" en términos de "acciones directas" y "asistencia de fuerza de seguridad". En 2011, la Estrategia nacional de contra-terrorismo, cercana a la línea trazada por la Estrategia de seguridad nacional, apeló a la necesidad de construir asociaciones de seguridad y construir una cultura de resistencia frente a los nuevas amenazas "asimétricas". Los casos de China e Irán son paradigmáticos en este sentido, pues Estados Unidos busca hacer frente a sus potenciales amenazas con fuerzas convencionales, pero combinándolas con elementos asimétricos de fuerza: operaciones de contrainsugencia (p.49).

Probablemente una de las prácticas no convencionales de guerra más conocida sea de las organizaciones criminales trasnacionales. Romaniuk y Burgers señalan que a pesar de que hubo una documentación de este problema en la Estrategia de seguridad nacional de 2010, no se nombró ninguna organización criminal en particular. No obstante, la estrategia para hacer frente a las organizaciones criminales ha sido planteada más allá de las prácticas convencionales: Estados Unidos tiene la capacidad de operar sin restricciones. La exigencia de un "enfoque multidimensional" pasa por eliminar la financiación de las organizaciones criminales, la coordinación con departamentos y afiliaciones gubernamentales, establecer un monitoreo permanente, acatar medidas anticorrupción y la construcción de alianzas con otros estados. Las operaciones están destinadas a combatir los puntos de acceso de los principales mercados criminales con especial atención al contexto marítimo (p. 51).

La transición de la estrategia militar estadounidense a una de "fuerza conjunta" tiene poco más de 25 años de gestación. El punto de ruptura fue en 1991 con la disolución de Unión Soviética. Estados Unidos arribó al siglo XXI en un terreno de enfrentamiento "híbrido", es decir, ya no más en disputa contra una amenaza singular o monolítica (p. 51). La guerra híbrida "es la posibilidad de cualquier tipo de ataque en cualquier lugar" por medio del cual los grupos responsables buscan obtener ciertos objetivos políticos (p. 54).

Los múltiples frentes de amenazas colocaron a Estados Unidos en una situación de vulnerabilidad, pero también de oportunidad, según afirmó un análisis la Corporación Rand en 2011. En efecto, el entrenamiento y las operaciones de las fuerzas armadas estadounidenses dieron un costoso giro para combatir enemigos no estatales y amenazas irregulares. El caso por excelencia de dicho giro fue la guerra contra Afganistán e Irak. Para Romaniuk y Burgers, "Irak y Afganistán son la línea divisoria en la historia de las operaciones militares de Estados Unidos para demostrar radicalmente los nuevos enfoques que los servicios militares de Estados Unidos tendrán que adoptar en vista de acostumbrarse a la nueva matriz de amenazas" (p. 52). Sin embargo, Estados Unidos no ha sido el único caso, tanto las fuerzas de defensa de Israel en la guerra de Líbano (2006) como el reciente desarrollo del complejo militar de China son otros tantos intentos destacados en este sentido (p. 52-53).

Algo que no puede dejar de subrayarse es que esta transformación militar no debe reducirse a un mero progreso de tecnología sofisticada sino a un cambio en la propia mentalidad del ejército y los profesionales del Departamento de defensa (p. 53). Los valores promovidos en la estrategia de fuerza conjunta son integridad, competencia, coraje moral y psicológico, trabajo en equipo, honestidad y confianza, delegación y cooperación. Se trata de un paquete de actitudes que buscan evitar las construcciones dogmáticas del pasado y así asegurar la articulación (jointness) de sus miembros (p. 55).

El estado actual de la “fuerza conjunta” estadounidense

Se espera que la estrategia de fuerza conjunta de los Estados Unidos continúe desplegándose en los próximos 25 años. El General Martin E. Dempsey, presidente de la Junta de Jefes de Estado Mayor de Estados Unidos, es el hombre clave para liderar la completa integración del ejército estadounidense al programa de Fuerza Conjunta 2020 (p. 56).

Romaniuk y Burgers presentan una serie importante de características de la estrategia de fuerza conjunta:

1) Operaciones integradas globalmente, es decir, organizar los servicios militares como una red en la que unos y otros se complementen (p. 56).

2) Dotar de flexibilidad al "comando de misiones" permitiendo cierta libertad en la toma de decisiones de algunas tareas. Apelar al "componente humano" (p. 56-57).

3) Tener la iniciativa en la regulación de conflictos a nivel micro y macro, es decir, adelantarse al control de las posibles amenazas estatales, no estatales e híbridas (p. 56).

4) Agilizar las respuestas ante cualquier tipo de amenazas mediante un incremento de bases militares. Actualmente Estados Unidos cuenta entre 700 y 800 bases e instalaciones militares en el mundo con presencia de personal militar en 150 países, sobre todo en Medio Oriente (p. 57) y más recientemente en África (p. 59).

5) Reconfigurar las operaciones futuras con prioridades estratégicas. En lugar de involucrarse en conflictos de largo plazo y larga escala como la guerra contra Irak y las operaciones en Afganistán, se apostará por seleccionar estratégicamente operaciones de inversiones modestas como el papel de Estados Unidos en las operaciones militares de Libia (p. 58).

6) La asociación con otros estados para demostrar a los posibles enemigos la capacidad de respuesta militar a nivel mundial (p. 58).

7) Proximidad geográfica. Cerrar la brecha espacial entre las fuerzas conjuntas es la clave central para producir una "sinergia entre los dominios" que haga frente a las "amenazas híbridas" (p. 59).

8) Mejorar la capacidad de información y comunicación al interior del ejército estadounidense. Operaciones cibernéticas, operaciones de fuerzas especiales, reuniones de inteligencia, capacidad de ataque a nivel regional y todo tipo de actividades militares que requieren un ámbito asegurado, restringido y discreto.

Todas estas tareas no se han desarrollado completamente. El dilema al que se ha enfrentado Estados Unidos con la estrategia de "dominación de espectro completo" es que, por un lado, no tiene experiencia en estrategias y tácticas de guerra contrainsurgente a través de campañas de largo plazo; por otro lado, no está completamente preparado para intervenir en zonas altamente conflictivas mediante el uso de vehículos blindados. Esto se explica por la existencia de un desacuerdo entre las autoridades del ejército y el cuerpo gubernamental de Washington (p. 60).

La salida propuesta por la administración de Obama fue el uso de sistemas aéreos piloteados a control remoto. De esta manera, el ejército estadounidense logró proyectar su poder militar en zonas poco accesibles para fuerzas convencionales. El uso de drones y vehículos aéreos no tripulados posibilitaron la reducción del daño del personal militar y el monitoreo y acceso a zonas antes imposibles de conocer. La cuestión a subrayarse aquí, señala Romaniuk y Burgers, es la inevitable inter-operación entre el ejército, aliados y las agencias gubernamentales.

Conclusiones

El análisis de Romaniuk y Burgers sirve para ilustrar el estado actual de las estrategias militares estadounidenses. Presenta las características centrales de éstas y los actores principales a quienes están dirigidas.

Probablemente la principal lección destacada por los autores sea que estas prácticas son irreductibles a un mero incremento del armamento. El desarrollo de tecnología tuvo que estar necesariamente acompañado de un cambio de mentalidad en la propia estructura del ejército estadounidense para mantener su influjo en la geopolítica contemporánea. La integración global de las operaciones de fuerza ha sido la clave del "espectro de dominio completo".

Trabajo de Fuentes: 

Rees, W. (2016). “The United States and Transformation,” Eadie, P. y Rees, W. (eds.), The Evolution of Military Power in the West and Asia: Security Policy in the Post-Cold War Era. Abingdon, UK: Routledge.

Nexo con el tema que estudiamos: 

La configuración de las fuerzas armadas de Estados Unidos sigue el cambio en la doctrina militar sintetizada como "dominación de espectro completo". Ello ha llevado a impulsar nuevas tecnologías de guerra y nuevas formas de prepararse para y de hacer la guerra. La importancia creciente de las acciones a control remoto, las operaciones especiales y la interoperatibilidad, muestra que las fuerzas armadas de Estados Unidos han desplazado su centro de gravedad. El balance que queda por hacer es si, a pesar de ser un buen negocio para la industria de armas y las empresas de mercenarios, estos cambios han logrado mantener la primacía estadounidense: el empantanamiento (y sus costos de todo tipo) de las campañas en Afganistán e Irak levantan grandes interrogantes al respecto.