Russia under Putin. The struggle for Russia is just beginning. Although Vladimir Putin is at the height of his power, Russia's elites are already jockeying for position

Cita: 

The Economist [2018], “Russia under Putin. The struggle for Russia is just beginning. Although Vladimir Putin is at the height of his power, Russia's elites are already jockeying for position”, The Economist , London, 18 de marzo, https://www.economist.com/leaders/2018/03/22/the-struggle-for-russia-is-...

Fuente: 
The Economist
Fecha de publicación: 
Jueves, Marzo 22, 2018
Tema: 
El surgimiento de una nueva élite joven con valores más próximos a Occidente que podría disputarle el poder a Putin en el futuro
Idea principal: 

Con las papeletas y a la vista de las cámaras, sólo se destaca la impunidad de Vladimir Putin en los recientes comicios. Los resultados oficiales el 18 de marzo dieron un total de 77% a favor de Putin. La elección no fue “un genuino ejercicio de elección” sino un ritual de reconocimiento de quien mantiene el poder en Rusia desde hace casi dos décadas; en Rusia, “Vladimir Putin no es sólo el presidente sino la estrella”. Pero no hay que olvidar que tan importantes son las “contiendas” como la lucha que viene después de ellas.

El actual presidente ruso no podrá optar legalmente para las elecciones a la presidencia de 2024. Las posibilidades pueden ser dos, la primera es una mezcla de persuación y represión brutal con las que él forzaría su permanencia a través de cambios constitucionales, como ya lo ha hecho Xi Jinping en China. O bien, él podría retirarse de la vida pública, como Deng Xiaoping, pero seguir ejerciendo el poder tras bambalinas. Aun nada es claro, pero de nuevo, si Putin falla en sus resoluciones podría él mismo ocasionar una situación en la que sea dejado de lado cuando concluya su mandato.

Las élites en Rusia están compitiendo por su posición. La salida es incierta. En el peor escenario, se mira un país que podría abrazar una más extrema forma de nacionalismo (la cual ha definido la política de Putin en los últimos años). Esta perspectiva ya ha alimentado una nueva Guerra Fría con un tinte de manipulación en elecciones y de asesinatos políticos en el exterior (por ejemplo, en Crimea, Ucrania y Siria).

Pero aún hay una alternativa, que surge entre una élite joven que anhela que Rusia sea un país “normal”. Para ellos muchas de las reglas de Putin parecen arcaicas. “Ellos se avergüenzan de su agenda conservadora, sus valores tradicionales, ortodoxia y aislamiento”.

Esta nueva generación jugará, sin duda, un papel central para dar forma a lo que venga después del periodo presidencial de Vladimir Putin. Este nuevo grupo se conforma de figuras que destacan como gobernadores regionales, gente de negocios y políticos independientes. Son un grupo heterogéneo, sin embargo, sus diferencias son menores de aquellas de las que mantienen con sus jefes (que conforman la vieja guardia del Kremlin). Estos jóvenes han tendido a vislumbrar el final de la Guerra Fría durante 1990 como un victoria de sentido común más que como una derrota de Rusia. Con una perspectiva amplia e informados, la nueva generación no sufre del complejo de inferioridad que guía a la generación de Putin frente a Occidente.

Miembros de una clase media-alta han sido testigos de cómo la vida pública ha sido corrompida en la era Putin, y en este sentido, ellos anhelan los beneficios de las reglas, leyes y transparencia.

Su avance ha sido progresivo y los think tanks y periódicos muestran su influencia reflejando el despliegue de sus ideas. De igual forma, han ido ganando cada vez más escaños en el ámbito público: en una joven –pero prometedora- tecnocracia, así como en el gobierno de ministros del Kremlin elegidos por el propio Vladimir Putin. La elección no es fortuita, a cambio Putin busca preservar su legado, pero los esquemas de lealtad en la alta esfera política se rompen con facilidad y el mismo dirigente de Rusia sabe que no puede confiarse (él mismo consolidó su posición rechazando –traicionando, en parte- a su predecesor Boris Yeltsin, quien primero lo trajo al poder).

The Economist advierte como algo necesario un poco de realismo político, pues el surgimiento de una nueva generación no garantiza que Rusia se vuelva más “normal” (y en este aspecto, su historia habla por sí sola).

La fortaleza de la mentalidad que Putin ha adoptado ha puesto la semilla de los celos, resentimientos y victimización. Esto ha llevado a que incluso el principal opositor de Putin, Alexei Navalny, objete que “su principal enemigo no es Putin y sus aliados, sino la debilitante convicción que los rusos tienen de su impotencia. (incluso) Si los servicios de seguridad intentan utilizar el miedo para adherirse a sus privilegios y a su poder, posiblemente la población rusa se comporte como su cómplice”.

La lucha tendrá que decidirse dentro de Rusia, pero occidente sigue formando parte del tablero en el que Putin se juega su influencia hacia el futuro. La legitimidad del dirigente ruso sigue dependiendo del conflicto en casa y en el exterior.

Aún cuando los objetivos de Occidente se vinculan con él y sus compañeros con sanciones y protestas, Putin necesita generar un contra-discurso que le permita mantenerse ante la población rusa como líder nato. Aun cuando occidente imponga sanciones a Rusia, debe tener también una narrativa contraria a la de Putin que le permita involucrarse con la población Rusa. Si bien, Putin restringe el contacto de Rusia con occidente, el mundo del otro lado del hemisferio debería comprometerse con la ciudadanía rusa.

No será fácil castigar al gobierno de Putin afectar a todos los rusos. Cultivar la nueva élite también podría justificar la siguiente purga de sus enemigos, pero Occidente cada vez desilusiona más dejando de ser el modelo que antes había sido con la desacreditación de Unión Europea y el gobierno tan debatido de Donald Trump, situación –de decepción- que Putin se empeña en fomentar.

La debilidad del bloque occidental se hizo visible con la felicitación de Donald Trump a Putin por su victoria. Esto fue un error, pues el mensaje sólo colabora en la frustación del alzamiento de voces de jóvenes rusos abiertos y justifica la represión en contra de sus oponentes (los que operan contra Putin). Como lo menciona el Premio Nobel de la Paz ruso, humanista y físico nuclear, Andrei Sakharov, ésto es malo no sólo para Rusia, sino para todos “un país que viola los derechos humanos de su propia población, no puede mantenerse a salvo del exterior”, no puede ser seguro para su población.

Nexo con el tema que estudiamos: 

El gobierno de Vladimir Putin necesita reforzar sus alianzas tanto empresariales, políticas y militares para mantenerse dentro de la vida política de Rusia a largo plazo. El Kremlin es demasiado conservador, y se necesita considerar que pese a los múltiples miembros favorables con respecto a Putin, existe un núcleo por ahora pequeño de jóvenes que no se encuentra de acuerdo con sus políticas represivas en varios ámbitos. Estos jóvenes no se encuentran alejados de la esfera pública de Rusia y conocen la situación ecónomica por la que actualmente atraviesa el Kremlin. La situación puede ser contradictoria pues una mayor apertura implicaría una mayor intervención de Occidente en los valores y en la situación Rusa. Vladimir Putin precisa de conciliar más para no decaer como uno de los principales eslabones a nivel mundial, Rusia necesita robustecer su economía y apuntalarla, y sí, volverse más transparente.