El ostracismo que han vivido los esfuerzos de los gobiernos nacionales en materia ambiental, contrastan con los esfuerzos regionales, en septiembre de 2018, el gobernador de California, cuyo estado por sí sólo representa la cuarta economía más grande del mundo, firmó un proyecto de ley que establecía como fecha límite 2045 para una transición completa a la electricidad renovable y otras fuentes de energía sin emisiones de carbono, en sintonía con el acuerdo de París en 2015.

Estas acciones estatales contrastan con las de Donald Trump, quien planea abandonar el acuerdo en cuanto la regla se lo permita: 2020, año de elecciones. Ha bloqueado la ayuda a nivel nacional y para los países emergentes destinados a paliar los efectos del cambio climático, y ha sumado esfuerzos para facilitar la liberación de gas metano por las empresas.

No es el único caso, de los 197 países firmantes del acuerdo, no se ven propuestas concretas. El actual conjunto de las "contribuciones determinadas a nivel nacional" (NDCs, por sus siglas en inglés), como se conocen las promesas de los países, ponen a la Tierra en curso hacia 3°C de calentamiento y António Guterres, secretario general de la ONU ha manifestado molestia al respecto, por lo que planteó una cumbre climática de jefes de Estado para el 2019.

Contrastes entre esfuerzos regionales e internacionales. En agosto de 2018, 19 ciudades, entre ellas París y Tokio, se comprometieron a hacer que todos los nuevos edificios sean neutros en carbono a partir de 2030. Otros esfuerzos se ven desde el Reino Unido, que pretende ser una ciudad sin emisiones de carbono en los próximos años.

Los esfuerzos y propuestas regionales se han aglutinado en torno a la Zona de Actores No Estatales para la Acción Climática (NAZCA, por sus siglas en inglés), gestionado por las Naciones Unidas. El 12 de septiembre de 2018, se llevó a cabo una cumbre en San Francisco, la cual sesionó 3 días con el objetivo de mantener el impulso del acuerdo de París, en esta misma cumbre, se planteó llevar a cabo una reunión más amplia en diciembre de 2018 en Polonia.

En principio, los gobiernos regionales podrían desempeñar un papel importante en la lucha contra el cambio climático. El tamaño de su población a nivel mundial y el consumo energético las vuelven actores centrales, impactan en el clima y sufren sus estragos. Los esfuerzos y las políticas han sumado, pero al parecer no hay motivos aún para alegrarse de ello.

Un estudio de la Universidad de Yale, ha examinado los compromisos asumidos por casi 5 900 ciudades y 76 regiones y ha encontrado reducciones de las emisiones anuales de dióxido de carbono de entre 200 y 700 millones de toneladas con intenciones de aumentar a l 500 y 2 000 millones de toneladas para el 2030, muy poco comparado con las 52 000 millones de toneladas emitidas cada año en todo el mundo. Otros estudios que analizan a las empresas estiman una reducción posible de 26 millones de toneladas en los próximos 7 años.

De acuerdo a Philip Drost, del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, dice que muchas son "iniciativas de selección" que son poco específicas. De las 220 promesas, sólo 48 han adoptado objetivos cuantificables. Incluso en algunos casos los remedios han resultado peor que la enfermedad, como en el caso de China, cuando Shougang Corporation, una empresa siderúrgica china trasladó su planta de Pekín a Hebei, si bien, contribuyó a la reducción de emisión de carbonó en Pekín, para Hebei resultó un aumento drástico en sus niveles de contaminación.

Estas historias podrían indicar un desaliento para los esfuerzos regionales, siendo así, ¿cuáles son las perspectivas futuras? Se cree que los esfuerzos regionales pueden fungir un papel de vanguardia para impulsar cambios a niveles nacionales. La Coalición Under2, una coalición de gobiernos subnacionales que tiene como objetivo lograr la mitigación de las emisiones de gases de efecto invernadero, quiere llegar a 250 miembros en los próximos años. De cumplirse los acuerdos, esto bastaría para que el mundo se encamine hacia el cumplimiento de la meta de París, quizás incluso a la aspiración a 1.5°C.

Por otra parte, hay quienes tiran en la dirección opuesta, pareciera que hay una falta de interés en adherirse a esta iniciativa en los últimos años. Para hacer posible cumplir las metas del acuerdo de París, es necesario que los que no se están adhiriendo lo hagan, también se requieren serios dictámenes que supervisen de arriba a abajo todos los acuerdos.

El caso de California es paradigmático, siendo ejemplo perfecto de la paradoja de las políticas climáticas de abajo hacia arriba. Un gobierno nacional que echa por la borda los acuerdos por el clima y un estado que va a la vanguardia en estos temas y sin embargo, de acuerdo a su alcalde, la eficacia de estas medidas sólo será posible si forman parte de la agenda nacional.