“El 10 de marzo de 2000, dos semanas antes de las elecciones presidenciales rusas, Tony Blair hizo un viaje desde Downing Street a San Petersburgo para acompañar a Vladimir Putin a la presentación de "Guerra y paz" de Sergei Prokofiev”. 18 años después, Gran Bretaña está liderando nuevamente el compromiso de occidente con Rusia, pero en la dirección opuesta.

Putin ha rechazado tener que ver con las campañas rusas de desinformación para la anexión de Crimea, una guerra en Ucrania. A pesar que las agencias de inteligencia occidentales, reconocen que Rusia es la responsable de varios ataques cibernéticos, en esta ocasión Gran Bretaña y sus aliados -especialmente Holanda-, decidieron correr el riesgo de exponer al Kremlin. El aviso comunicado en La Haya, guió a la exposición de más de 300 agentes sospechosos por parte de los sitios web Bellingcat e Insider. Algo como esto no se daba desde la guerra fría.

Putin y sus servicios de seguridad han utilizado durante un largo periodo la inteligencia para reprimir y humillar a los países occidentales. Un ejemplo de ello fue en 2014, cuando filtraron conversaciones de diplomáticos estadounidenses con el objetivo de retrasar el levantamiento en Ucrania como conspiración estadounidense.

Sergei Boeke, del Instituto de Seguridad y Asuntos Mundiales menciona que Rusia rompió la regla no escrita del juego de espionaje, al utilizar la inteligencia con objetivos ofensivos, cuando esto habitualmente esta reservado para la guerra.

La táctica utilizada por Gran Bretaña y Holanda tiene dos finalidades: por un lado, disuadir al Kremlin de realizar más ataques y por el otro, debilitar la fuerza moral de Putin. Romper las reglas internacionales ya no puede pasar desapercibido.