Cuando un megaproyecto no tiene viabilidad comercial, existen dos posibilidades. O sus patrocinadores son tontos, o tienen otras motivaciones. Dado que Vladimir Putin no es tonto, hay que suponer que su nuevo proyecto (el gasoducto Nord Stream 2) no es realmente una empresa comercial, y que los tontos son los europeos, en particular los alemanes. Después de la presión sostenida de Alemania, la Unión Europea acordó cómo se deberían aplicar sus reglas de energía al Nord Stream 2, un gasoducto de 11 mil millones de dólares y mil doscientos kilómetros, que se extiende desde Vyborg en el oeste de Rusia a través del mar Báltico hasta Greifswald en el oeste de Alemania.

Este proyecto es económicamente innecesario, pues no hay escasez de capacidad en las redes rusas existentes, que se extienden de este a oeste, principalmente a través de Ucrania y Polonia, o a través del gasoducto Nord Stream 1 existente en Alemania. Tampoco se espera que la demanda europea del gas importado alcance un nivel que requiera del nuevo gasoducto en el corto plazo, debido a la eficiencia energética, la débil demanda de fabricación y el aumento de las energías renovables.

Gazprom, el gigante de la energía de propiedad estatal de Rusia, es el único accionista del plan. Los objetivos reales de este megaproyecto son políticos. Existen tres aspectos para definir esta situación:

1. Primero, Nord Stream 2 daña directamente a Polonia y Ucrania, dos países que el presidente Putin detesta y uno de los cuales invadió en 2014. La mayor parte del gas ruso que se dirige a Europa pasa a través de Ucrania. Nord Stream 2 facilitará que Rusia corte los suministros a Ucrania sin afectar a Alemania.

2. Evitará que Ucrania arrastre a Alemania a una disputa con Rusia al interferir con el suministro de gas.

3. Privará al gobierno de Ucrania de las tarifas de tránsito. Sin Nord Stream 2, hay un límite a los daños que Rusia puede hacer a Ucrania antes de poner en peligro su propia economía.

En efecto, eludir a Ucrania y en menor medida Polonia, es el punto principal de este proyecto. Nord Stream 2 también proporciona infraestructura a Rusia en la región del Báltico, una posible justificación para reforzar su presencia militar en ese lugar. Ese hecho es una preocupación para los estados bálticos y nórdicos, así como para Polonia. Así entonces Nord Stream 2 aumentará la dependencia de Europa de la energía rusa. Al reducir los países y tarifas de tránsito, abaratará el gas que importan y consumen los usuarios alemanes. Pero confiar más en Rusia contradice la política de la Unión Europea, que durante la última década ha consistido en diversificar su suministro de energía, en parte por razones de seguridad. Angela Merkel, la canciller de Alemania, parece valorar más la energía barata que la seguridad europea. Esto es un error, como lo demostró Rusia en 2006 y 2009, cuando restringió el flujo de gas a través de Ucrania. Rusia está listo para usar el gas como un arma política.

Finalmente, Nord Stream ha divido a los aliados occidentales, enfrentado a Europa oriental con gran parte de Europa occidental y ha abierto una brecha entre Europa y Estados Unidos, que se ha opuesto a la construcción del gasoducto. Donald Trump, presidente de Estados Unidos, quiere que Alemania importe gas estadounidense, y puede imponer sanciones a las empresas que participen en Nord Stream. Así entonces, Nord Stream 2 podría hacer que Ucrania, Polonia y los países bálticos sean menos seguros, socavar la estrategia energética de la Unión Europea, dar a Rusia mejores condiciones para amenazar a Europa occidental y sembrar la discordia entre los aliados de la OTAN. Para Vladimir Putin, lograr todo esto por sólo once mil millones de dólares es una excelente idea, pero para Europa podría ser una trampa. El misterio es por qué Alemania ha caído en ella y ha incitado a los franceses a que hagan lo mismo.

Desde la invasión de Ucrania, la señora Merkel se ha convertido en uno de los defensores más fuertes de la presión de la Unión Europea sobre Rusia. Merkel confía en su coalición con los socialdemócratas (SPD), defensores de Nord Stream 1 y 2. Gerhard Schröder, ex canciller alemán y miembro del SPD, forma parte de las juntas directivas de Nord Stream 2 y también de Rosneft, el gigante petrolero de Rusia. Muchos alemanes están alarmados por esta situación, a diferencia de Vladimir Putin, quien esta feliz de alimentar la incertidumbre concluye The Economist.