El arte y la nueva era espacial

Cita: 

Díaz, Eva [2018], "El arte y la nueva era espacial", New Left Review, Londres, 112, septiembre-octubre, pp. 157-176.

Fuente: 
Artículo científico
Fecha de publicación: 
Septiembre, 2018
Tema: 
La representación artística de los proyectos espaciales contemporáneos
Idea principal: 

Introducción

El proyecto privado Nuevo Espacio es resultado de la unión de cuatro grandes firmas multimillonarias: Blue Origin de Jeff Bezos, SpaceX de Elon Musk, Breakthrough Starshot de Yuri Milner y Virgin Galactic de Richard Branson. El principal objetivo del proyecto es abrir el mercado de la exploración turística del espacio exterior. Ningún vuelo ha tenido lugar todavía, pero ya se estima que el costo del boleto será aproximadamente de 250 mil dólares. Además de este objetivo, el proyecto Nuevo Espacio elabora propuestas sobre el uso de energía solar, la minería de asteroides y la construcción de colonias autosuficientes en las lunas y planetas.

La fuerte inversión en la exploración espacial es comparable a la inversión realizada en 1970 por un grupo de científicos y ecologistas entusiasmados por la conferencia del doctor en física de partículas Gerard O'Neill sobre colonización espacial. Sterart Brand, director de Whole Earth Catalog, fue quien financió la conferencia. Las charlas sobre los recursos espaciales estimularon ideas sobre el modo en que éstos podrían solucionar los problemas energéticos, de sobrepoblación y contaminación de la Tierra. En los años noventa, los grupos Space Frontier Foundation y National Space Society impulsaron la privatización de la infraestructura espacial de Estados Unidos. El resultado de estas negociaciones fue que en 2005 surgiera el proyecto Nuevo Espacio, formado por empresarios de tecnologías de vanguardia, inversionistas de capital de riesgo, personal de la NASA y de la industria aeroespacial, según informa el etnógrafo David Valentine. En 2010, Nuevo Espacio recibió un impulso por parte de la administración del presidente Obama para la financiación con capital privado de las misiones de transporte de la NASA y servicios en la Estación Espacial Internacional. Al respecto Díaz es contundente: "El espacio exterior se ha convertido de facto en una zona privatizada donde una inmensa riqueza en manos privadas se beneficia ahora de lo que una vez fueron programas espaciales nacionales de naturaleza pública" (p. 159).

La diversidad de personal en el proyecto Nuevo Espacio significa una diversidad de objetivos: ecológicos, económicos y hasta migratorios. Todos participan de la convicción de solucionar problemas políticos y sociales a través de los desarrollos tecnológicos. Díaz encuentra el influjo de estas ideas en el trabajo de Buckminster Fuller, inventor y diseñador estadounidense de mediados del siglo XX conocido por su metáfora de la "Nave Espacial Tierra". Es un modo de referirse al planeta como una gran "nave" que, como tal, puede ser mejorada tecnológicamente para su desarrollo sustentable. De esta manera, los miembros del proyecto Nuevo Espacio asumen la tecnología como un proceso imparable de desarrollo neutral políticamente.

Mundos de imágenes

El papel de los artistas en materia de la exploración espacial es paradigmático. El problema sobre los "derechos al espacio" es abordado como crítica a las imágenes que los proyectos tienen sobre la vida en el espacio exterior. Es decir, ¿quiénes podrán tener derecho a la experiencia espacial? ¿bajo qué criterios normativos se pretende "colonizar" el espacio? La investigación estética de la arquitectura permite visibilizar cuestiones políticas y sociales. Tanto el aspecto material como el de organización de los proyectos espaciales son sometidos a críticas por los artistas.

Por ejemplo, Jane y Louise Wilson, Conni Smaras y Matthew Day Jackson utilizan el cine, la fotografía y la escultura para examinar comparativamente los lugares dónde se han realizado programas espaciales en el pasado y dónde se realizan en la actualidad. Tom Sachs y Tavares Strachan elaboran prototipos de arquitecturas para el viaje y exploración espacial. Los artistas Rachel Rose y MPA son críticos respecto al control y supervisión científica al que se verían sometidos los seres humanos que vivieran fuera del planeta; asimismo, señalan la represión que implicaría vivir encapsulados y la aplicación de instrumentos científicos a través de una lógica capitalista. También existen propuestas artísticas que critican cosas tan elementales como el “pobre” diseño arquitectónico de las naves espaciales.

La era homérica

El presupuesto destinado a la exploración del espacio exterior cambió drásticamente con el final de la Guerra Fría. Los casos más destacados y que quedaron impresos en la memoria cultural global son el Sputnik soviético de 1957 y el alunizaje de 1969 de Estados Unidos, acontecimientos que dejaron huella en la producción artística.

Por ejemplo, Robert Rauschenberg elaboró una serie de litografías llamadas Stoned Moon. Se trató de impresión de fotografías serigrafiadas de los aparatos técnicos de la cápsula espacial, cohetes impulsores, rampas de lanzamiento, etcétera. El trabajo destaca, afirma Díaz, el contraste del paisaje de Florida con la sobriedad e imponencia de la tecnología espacial. Este trabajo se debió a una invitación de la NASA al lanzamiento del Apolo XI en Cabo Cañaveral, Florida.

Sin embargo, el empuje financiero para los viajes a la luna acabó en 1972, y el accidente del Challenger en que murieron 7 astronautas en 1986 redujo el ánimo en la carrera espacial. La tendencia a la baja se pronunció en los años noventa. Tras 1989 Estados Unidos reconsideró los costos de mantener objetivos en el espacio exterior. En 1999 se desmanteló la estación espacial Mira de la otrora URSS. Así, los proyectos espaciales militares y comerciales se centraron en hardware orbital (satélites para espionaje, detección de misiles, vigilancia, navegación, radar, comunicación y meteorología). Hoy la Estación Espacial Internacional, la única misión tripulada, es gestionada por Rusia y Estados Unidos y está diseñada para seis astronautas. El proyecto es modesto en sus intenciones comparado al entusiasmo de colonizar el espacio de los años setenta. Este proceso es representado en distintas manifestaciones artísticas.

Las hermanas Jane y Louise Wilson, artistas británicas, en Star City (1999) y Proton, Unity, Energy, Blizzard (2000) documentaron la caída de los programas espaciales, particularmente el de la URSS. En el primer documental, registraron la decadencia del Cosmódromo de Baikonur, en donde Yuri Gargarin fue lanzado al espacio. En el segundo documental, registraron el Centro de Formación de Astronautas Yuri Gargarin que para 1999 estaba casi abandonado.

Otro caso es el de Matthew Day Jakson, artista escultor estadounidense, que contrasta la filia tecnológica de Fuller con el abandono de la carrera espacial. Destacan sus obras Dymaxion Biotrons (2009) y The Tomb (2010) que básicamente muestran, con un poco de melancolía, el desgaste y decadencia de las misiones espaciales en la actualidad.

Puertos espaciales desiertos

La caída de los precios de la infraestructura excedente espacial estadounidense fue aprovechada por el capital privado. El abandono de Ciudad de las Estrellas y de Baikonur, centros de misiones espaciales del siglo XX, ahora tienen su contraparte en la multimillonaria estación de Cabo Cañaveral. Destacan las firmas SpaceX, Blue Origin y Virgin Galactic. Esta renovada carrera espacial de capital privado tiene un interés marcado por el turismo espacial y viajes a la Luna y Marte.

Las firmas multimillonarias se han visto muy beneficiadas por el monopolio que ejercen en el sector. Díaz menciona el caso de Virgin Galactic de Richard Branson que logró que el gobierno de Nuevo México financiara con 212 millones de dólares el Spaceport America, obra edificada en 7 mil 33 hectáreas donadas por el estado y por las que pagaba una renta de 1 millón de dólares al año. La fotógrafa estadounidense Connie Samaras documentó el caso en 2011: mostró el área de construcción y las instalaciones que significan un déficit anual del estado por 500 mil dólares. El puerto espacial se encuentra a 140 kilómetros al norte de El Paso, Texas; existen otras estructuras como una carretera de acceso, el abovedado Centro de Rescate Aéreo e Incendios y una torre de control de misiones. Lo paradigmático de las fotografías de Samaras es que en el lugar no aparece gente. Es una enorme infraestructura espacial que ha sido construida sin noticias sobre su apertura y que por sus dimensiones supone un enorme costo ecológico. Por las características topológicas y el aislamiento en general del puerto espacial, Samaras cree que se trata de un destino elaborado para las élites ricas y la visión de abrir el mercado del turismo espacial.

Díaz menciona que el capital privado y el individualismo figuran como elementos en las representaciones que el arte y los medios de comunicación hacen de la exploración espacial actual. Por ejemplo, el artista Tom Sachs critica en The Space Program el funcionamiento “burocrático” de la NASA y defiende las iniciativas privadas. Lo polémico del caso es que se tratan de iniciativas privadas que, sin embargo, esperan exenciones fiscales y compra de infraestructura con dinero público a bajos precios.

Una vida administrada

El proyecto Nuevo Espacio está asentado en una contradicción. Los empresarios presionan por una desregulación del “mercado espacial”, pero dependen de la infraestructura del gobierno y de los contratos de la NASA. La gran falta en las propuestas de Nuevo Espacio, señala Díaz, es su poca atención a las consecuencias de lo que significaría vivir en el espacio. Significa una interdependencia total de la vida humana en las cápsulas espaciales, una regulación completa del cuerpo humano mediante dispositivos técnicos, la necesidad de un intenso ejercicio físico diario para disminuir el acelerado atrofiamiento muscular, una intensa exposición a la radiación solar y el agobio psicológico de estar encerrado en una cápsula constantemente vigilada. “El astronauta se convierte en un cuerpo completamente administrado, monitorizado y limitado por tecnologías creadas y dirigidas desde la Tierra, diseñadas por programas informáticos adaptables” (p. 170).

Esta dependencia tecnológica de los viajeros espaciales ha sido señalada por distintos artistas. El mexicano Rufino Tamayo dedicó unos comentarios sobre el control de los humanos por ordenadores durante la exploración lunar de 1969. Tavares Strachan, artista de Bahamas, en The Orthostatic Tolerance (2006-2010) documentó los impactos negativos en el cuerpo humano por el vuelo espacial, sobre todo en las presiones y desgastes que significa el regreso a la Tierra. Rachel Rose en su película Everything and More (2015) muestra el testimonio de David Wolf, experimentado astronauta de la NASA, sobre la difícil readaptación de su cuerpo a la gravedad de la Tierra.

La locura de la cápsula

Díaz afirma: “mantener la cordura en una cápsula científicamente gobernada es la lucha clave en los viajes espaciales” (p. 172). El principal conflicto es luchar contra la claustrofobia y las inflexibles rutinas la vida espacial.

Joshua Tree, artista californiano de performance, junto a Amapola Prada y Elizabeth Marcus-Sonenberg realizaron un maratón de 10 días en el Whitney Museum denominado Orbit. Buscaron emular lo que significaría vivir en una colonia en el espacio. Las artistas vivieron aisladas en una cápsula de vidrio de 11 por 1 metro, tras el final del performance narraron su experiencia agobiante de reclusión y exhibición. Díaz compara la similitud del performance con la novela The Three Stigmata of Palmer Eldrith de Philip K. Dick, sobre todo en lo que se refiere al aislamiento de las personas en cápsulas de las que no pueden salir.

¿Reclamando el espacio?

El Nuevo Espacio está constituido por una retórica de “supervivencia competitiva”. El acceso al espacio exterior es simplemente, señala Díaz, el proyecto de un recurso desigualmente distribuido. “Crear una demanda de botes salvavidas para huir de la Tierra, en vez de invertir en una calidad de vida igualitaria para todos se convierte en el lujo final en que gastas el valor excedente generado con la explotación de las divisiones de clase” (p. 175). Es una dominación del espacio exterior ante el agotamiento de los recursos de la Tierra. Se mantiene una fe inquebrantable sobre el desarrollo tecnológico. En cambio, los artistas son quienes, según Díaz, se empeñan en preguntar las posibilidades de utilizar de otra manera los recursos espaciales, fuera de todo privilegio económico y/o militar.

Concluye Díaz: “Reivindicar un proyecto progresista de especulación sobre el espacio exterior requiere una nueva imaginación, así como nuevas formas revolucionarias de invención; en resumen de una nueva era del espacio, no una era de Nuevo Espacio” (p. 176).

Datos cruciales: 

1. Buckminster Fuller nació en Massachusetts en 1895. Diseñó viviendas resistentes y dinámicas de fácil montaje. Fue contratista para el ejército estadounidense a través del Pentágono. En el libro Operating Manual for Spaship Earth expone sus convicciones sobre la tecnología como solución a los problemas políticos. (p. 158-159).

2. Estados Unidos tiene más de 800 satélites orbitando la Tierra; más de la mitad son militares o gubernamentales. China tiene 204 satélites y Rusia 142. En total, existen más de mil 800 satélites orbitando el planeta y más de mil 500 piezas de basura espacial. (p. 163, n. 13).

3. En 2011 la NASA desmanteló el Atlantis, el último transbordador espacial con capacidad de enviar seres humanos a la órbita terrestre.

Nexo con el tema que estudiamos: 

La disputa estratégica por los recursos del espacio exterior no está en manos de únicamente los estados nacionales y sus fuerzas armadas, sino de los capitales privados. La economía de la guerra es un asunto evidente en la exploración espacial, Díaz indica que más de la mitad de los satélites estadounidenses en órbita son militares.

Las subjetividades que se constituyen a raíz de estos procesos son no sólo técnico-científicas sino también artísticas. La atención del proyecto en el mercado geopolítico de la guerra debe trascender, según lo visto en el artículo, a zonas extraterrestres que están a un paso de su completa privatización.