¿Ciudad corporativa? Espectros del pasado insurgente de Seattle

Cita: 

Wilson, Cal [2018], "¿Ciudad corporativa? Espectros del pasado insurgente de Seattle", New Left Review, Londres, 112, septiembre-octubre, pp. 141-156.

Fuente: 
Artículo científico
Fecha de publicación: 
Septiembre, 2018
Tema: 
Seattle. Ciudad sindical a principios del siglo XX. Ciudad corporativa a principios del siglo XXI
Idea principal: 

Seattle es una ciudad de contradicciones sociales. Actualmente, la también conocida como Ciudad Esmeralda es el área urbana con mayor crecimiento poblacional de Estados Unidos. En su territorio se están construyendo complejos de oficinas tecnológicas para grandes firmas como Amazon y, en un futuro inmediato, Google y Facebook. Otro dato interesante es que Bill Gates y Jeff Bezos, dos de los hombres más ricos del mundo, residen en Seattle. Pero una consecuencia de la importancia corporativa de Seattle se refleja en los pocos espacios públicos disponibles, el tráfico citadino y los altos precios de vivienda. Existe errancia de mucha gente desempleada y pequeños poblados con tiendas de campaña.

La edificación de Seattle como ciudad corporativa está hecha sobre las ruinas y restos de una ciudad antes conocida como el "soviet de Washington". El caso más representativo que menciona Wilson es el de la huelga general de Seattle de 1919, "la única verdadera huelga general de la historia de Estados Unidos" (p. 142) liderada por trabajadores astilleros de los barrios marginales.

El eje del pacífico
El territorio conocido como Seattle pertenecía originariamente a tribus indígenas. En 1851 llegaron migrantes de Illinois a asentarse en ese territorio tras el Tratado de Oregón que estableció la frontera entre Estados Unidos y la región británica en el paralelo 49. En 1855 se firmó el Tratado de Port Elliot para ceder el territorio de hoy Seattle a los colonizadores. Precisamente porque las tribus locales de duwamish y suquamish no se unieron a la resistencia contra el tratado, es que los colonizadores adoptaron el nombre del jefe de estas tribus, el jefe Sealth. En 1869 Sealttle contaba con 2 mil habitantes y para el siglo XX 80 mil. Fue el principal centro de distribución para la cuenca septentrional del Pacífico y dominó el comercio y la industria pesquera de Alaska. Con la apertura de empleos en el comercio de distribución, muchos migraron hacia Seattle para salir de urbes degradadas: empleados de ferrocarril, mineros y cultivadores de trigo.

A principios del siglo XX la industria maderera era fundamental. Los leñadores trabajaron en condiciones precarias de salario a destajo, jornadas de 12 horas y falta de vivienda. El refugio de los leñadores durante épocas lluviosas era Skid Road, una zona urbana habitada por gente pobre. “La burguesía de Seattle los despreciaba y se refería a ellos como ‘las bestias de la madera’” (p. 144). Las clases altas vivían, en consecuencia, alejadas de Skid Road en los bulevares de First Hill y Capitol Hill, en Magnolia Bluff, Madrona y Washington Park. A pesar de la división de clase, la política en Seattle era progresista con sufragio femenino, cooperativas, propiedad municipal y crecimiento. En 1911 el puerto fue municipalizado dando un golpe a las grandes compañías navieras y favoreciendo a las pequeñas empresas manufactureras, navieras pequeñas y granjeros.

En Ballard y Rainier Valley vivieron comunidades de trabajadores en condiciones precarias. Su situación fue poco o nada atendida por las reformas municipales. El trabajo manual se caracterizó por ser mal pagado y peligroso. En 1914 John Commons, especialista en derecho del trabajo de Wisconsin, declaró que la relación entre empleados y empleadores en Seattle era más “amarga” que en cualquier otra ciudad de Estados Unidos. La respuesta política de los trabajadores fue construir sindicatos, circular un periódico propio (Seattle Union Record), escuelas socialistas, coros de la Industrial Workers of the World, bailes comunitarios y picnics. Es más, agrega Wilson, “diversos programas utópicos de reorganización de la tierra en los alrededores de Seattle atrajeron librepensadores e idealistas” (p. 145).

A diferencia de Milwaukee y Los Ángeles, en Seattle los socialistas pertenecían a la clase obrera y no a la clase política. Durante mucho tiempo Washington tuvo miles de militantes socialistas. También Oklahoma tuvo gran cantidad de miembros adheridos al partido socialista. En 1912 la izquierda de Seattle se hizo con el control del Partido, una de las principales demandas era apoyar el principio de los sindicatos industriales y la toma de control por parte de los obreros. Sin embargo, el control de la mayoría de los sindicatos siguió bajo el mando de la American Federation of Labor Gompers (AFL), la federación gremialista de sindicatos. El resto de los sindicatos eligieron a James Duncan, presidente del Seattle Central Labor Council (SCLC), como líder sindical. Duncan era un obrero metalúrgico escocés influenciado por el sindicalismo. El movimiento obrero de Seattle se concentró en la SCLC para coordinar a los sindicatos de cada gremio y así asegurar el cumplimiento de cada uno de los convenios sectoriales de las industrias. Muchos obreros estaban escindidos entre ser miembros del AFL para el trabajo y miembros de la IWW por los principios.

Aunque existía cierta comunidad laboral a través de los sindicatos, esto no se tradujo en un apoyo a todas las minorías de Seattle. Por ejemplo, Wilson menciona el caso de una huelga de trabajadores envasadores de carne en septiembre de 1917 donde demandaban la exigencia de un cocinero blanco y no un cocinero negro (p. 146). Otro caso es el de Alice Lord, reconocida organizadora de trabajadoras de la ciudad, principalmente de las camareras, que era excluyente sobre los miembros que podían participar. En las primeras dos décadas del siglo XX los trabajadores negros eran mínimos, aproximadamente 1 de 100 de la población. Por su condición marginal, los negros tuvieron que aceptar cualquier tipo de trabajo como el de “rompehuelgas” en la huelga de estibadores de 1916. También hubo excepciones. Kate Sadler, el orador más popular de Seattle, daba sus charlas en iglesias de población negra y se manifestaba en contra de la segregación y exclusión en los lugares de trabajo.

El viaje del Verona
El 1 de junio de 1916 estalló una huelga en la zona costera occidental de Estados Unidos. Tras la apertura del canal de Panamá en 1914, las compañías navieras se vieron beneficiadas por el estímulo del comercio y, en consecuencia, los estibadores demandaron una serie de requisitos: una contratación exclusiva de trabajadores afiliados al sindicato, aumentos salariales y una jornada de nueve horas de trabajo. Los trabajadores de San Francisco llegaron a un acuerdo rápido. Seattle y Tacoma continuaron la huelga. “La huelga hizo temblar la ciudad de Seattle” (p. 147). Se desplegó la Guardia Nacional de Washington en los puertos para romper la huelga a través de la infiltración de esquiroles y golpeadores entre los huelguistas. En Seattle acabó la huelga el 4 de octubre del mismo año, se estima la participación de 850 esquiroles que acabaron con el control de los estibadores. No se cumplieron las demandas.

Sin embargo, los trabajadores de las fábricas madereras de Everett, ciudad a 48 kilómetros al norte de Seattle, extendieron la huelga. El 5 de noviembre de 1916 unos 300 miembros de la IWW tomaron unos buques de vapor hacia la ciudad maderera, fueron recibidos por las autoridades y el conflicto terminó violentamente con disparos y muerte. Para Wilson se trata de una “masacre”, “un ataque a la libertad de expresión, al juego limpio y a la noción misma de ‘derechos’” (p. 148). Esta experiencia generó muestras de indignación en los distritos obreros de Seattle. La opinión pública dio un giro significativo a la izquierda, pero también se dio cabida a la difusión de lo que hoy denominamos “fake news”. El diario Seattle Daily Call denunciaba que los miembros de la IWW habían contratado organizaciones a sueldo, es decir, grupos de personas dedicadas a nutrir artificialmente las manifestaciones.

En Seattle la IWW comenzó a organizar a los leñadores y trabajadores aserraderos del oeste de Estados Unidos. Se convocaba a la realización de una huelga general para demandar mejores condiciones de trabajo, cocinas salubres, camas individuales, una reducción de la jornada laboral a 8 horas con descanso los domingos y días festivos, abolición del trabajo en lo aserraderos para menores de 16 años, ausencia de discriminación entre los miembros de la IWW. De esta manera, en julio de 1917 se llevó a cabo una concentración multitudinaria de 3 mil 500 trabajadores organizada por el sindicato en la pista de hielo de Dreamland Rink de Seattle. La huelga fue reprimida violentamente por la Guardia Nacional y el ejército. Fueron encarcelados líderes de la huelga y miembros de la IWW. No todo estuvo perdido. La IWW mejoró sus tácticas huelguistas y en marzo de 1918 fue aprobada la jornada laboral de 8 horas para los leñadores y la mejora de las condiciones de trabajo. Probablemente fue el mayor logro de la IWW.

Tras este triunfo brotaron nuevos sindicatos; aumentaron las afiliaciones de los trabajadores de tranvía y los operadores telefónicos. Wilson menciona el activismo de las lavanderas que iniciaron una huelga general que dejó a los hoteles y clubs sin ropa de cama limpia. Ciertamente, este incremento de la conciencia de la clase trabajadora tuvo como consecuencia una agudización de la represión gubernamental. En opinión de Wilson, el movimiento obrero de Seattle era “fuerte”, pero no “hegemónico” en los términos de Gramsci (p. 150). Así, en abril de 1917 el gobierno estadounidense actuó directamente en contra la de IWW acusando a sus miembros de “pro bolcheviques” o “germanófilos”. Condenaron a miembros de la IWW en Chicago, la opinión pública de Washington manifestaba su desprecio a los obreros de Seattle, hubo redadas policiacas, registros en oficinas y arrestos masivos.

Homenaje al Shilka
“La revolución llegó a Seattle el viernes antes de las navidades de 1917” (p. 150). Llegó un carguero ruso (Shilka) con sus banderas rojas en la Bahía de Elliott, un estuario que llega a Seattle y Washington. Shilka fue recibido por los socialistas, estibadores, miembros de la IWW, obreros metalúrgicos, camareros, leñadores. La zona estuvo resguardada por la marina y la policía de Seattle. Shilka no llegó a la costa con intenciones de ataque, en realidad, llevaba una bodega de guisantes y pretendía reposar. Fue un acto circunstancial que, sin embargo, motivó la efervescencia revolucionaria de la clase trabajadores de Seattle. “Se homenajeó a los marineros. Hubo testimonios, discursos y cantos espontáneos de ‘La Marsellesa’ a ‘Bandera roja’. Cientos de personas se agolparon en el pabellón de la IWW en Second Avenue en Seattle” (p. 151).

Fue la mayor muestra de solidaridad con la Revolución de Octubre. El acontecimiento bolchevique de Rusia influyó en la huelga general de Seattle de 1919. “Los trabajadores de Seattle vieron en la Revolución de Octubre su propia imagen reflejada, la encarnación de aquello por lo que luchaban en casa” (p. 152). En la prensa, por ejemplo, el Seattle Union Record se publicaron cartas de Lenin; el Industrial Worker organizó conferencias laboristas-socialistas. Un creciente número de trabajadores dejó de estar del lado de la AFL. Celebraron los aniversarios de la revolución rusa. El 7 de noviembre de 1919, con la celebración del segundo aniversario de la revolución, 2 mil estibadores se reunieron y el líder J. T. Doran de la IWW pronunció un discurso donde afirmó “la revolución de los trabajadores en Rusia como ‘el acontecimiento más formidable desde la caída del feudalismo’” (p. 152).

Ciudad sindical
La expresión “ciudad sindical” no es exagerada. Wilson afirma que desde 1915 las afiliaciones de los trabajadores a sindicatos se cuadruplicaron. Las autoridades estuvieron en aprietos para infiltrar rompehuelgas dado el tamaño del movimiento. Los sindicatos de migrantes japoneses fueron aceptados en los comités de huelga y los trabajadores negros también fueron aceptados en la Asociación Internacional de Estibadores (ILA por sus siglas en inglés) de Seattle como miembros de pleno derecho.

La huelga general inició con los trabajadores de los astilleros de la SCLC en busca de apoyo para un conflicto salarial. Aproximadamente había 35 mil trabajadores en los astilleros de Seattle respecto a una población de 300 mil habitantes. El llamado del Comité de Huelga General fue atendido por 100 mil obreros. Durante una semana los trabajadores tomaron las calles, pero los resolutivos del sindicato terminaron incumplidos por la reacción de la policía, agentes especiales, tropas federales, la opinión pública de los grandes medios, líderes nacionales de la AFL y sus afiliados. Como contrapeso, Anna Louise Strong se convirtió en una portavoz de la huelga general en el Seattle Union Record gracias a su vínculo con círculos socialistas y emigrados rusos.

Para Wilson la huelga general de Seattle fue el acontecimiento desencadenador de una serie de intensas luchas laborales en Estados Unidos, por ejemplo, la lucha de la policía en Boston, el activismo de los trabajadores de la industria de acero, industria textil y minería del carbón. Enseguida se dio el período de repliegue de las luchas de los trabajadores. En los años 20 del siglo pasado fue destruida la IWW, desapareció el Socialist Party of America y los empresarios eliminaron cualquier tipo de consideración hacia los sindicatos. La Watterfront Employers Association reintrodujo la contratación de trabajadores no sindicalizados.

El legado de la huelga general de 1919 y la lucha política de la IWW, apunta Wilson, quedó en la memoria colectiva de los socialistas de la década de los 30 del siglo pasado. Se dio el movimiento Washington Cooperative Commonwealth para colocar un líder comunista en el Congreso.

De Boeing a Amazon
Seattle pasó de la segunda mitad del siglo XX a inicios del siglo XXI de ser una ciudad de aeronáutica a una ciudad de corporaciones. Wilson sostiene que en la Segunda Guerra Mundial Seattle fue sede de los bombarderos Boeing, una planta con ocupación de 45 mil trabajadores que manufacturó las armas de destrucción masiva que atestaron la Europa ocupada y Corea. Tras la experiencia de la guerra, la industria aeronáutica empezó a invertir en aviones de pasajeros. Sin embargo, en los años 70 los efectos de la crisis mundial condujeron a Boeing a recortar su planta de 85 mil trabajadores a 20 mil.

El declive de la ciudad de la aeronáutica quedó olvidado con el auge del boom tecnológico. Microsoft expandió el mercado tecnológico desde la década de los años 80 en el área de Redmond, a 24 kilómetros de Seattle. Actualmente Amazon ocupa 40 mil trabajadores en Seattle y ocupa un espacio de tres docenas de sedes en el mundo. El influjo de Amazon se ha visto en su capacidad para bloquear la existencia de un impuesto municipal sobre el empleo en su ciudad natal. Según Wilson, más de 80% de la inversión de la infraestructura del South Lake Union resulta de presupuestos públicos y el resto proviene de Amazon. Con esa pequeña participación Amazon se jacta de “invertir en su ciudad”. Los antiguos barrios obreros o el hábitat de los leñadores de la IWW son ahora residencias valladas.

No ha habido episodios que rememoren la experiencia de Seattle de 1919. A lo sumo, apunta Wilson, en 1999 hubo una alianza entre trabajadores manuales, ecologistas y otro tipo de activistas en contra de una conferencia de la Organización Mundial de Comercio. Logró ser suspendida la cumbre de la OMC y también se canceló un discurso del presidente Clinton. El control de la ciudad no se comparó al de 1919, pero ha sido una de las experiencias de lucha política contemporánea.

Nexo con el tema que estudiamos: 

Si la guerra del siglo XXI se caracteriza por su privatización (una lucha entre empresas privadas), la guerra del siglo XX se caracterizó por el enfrentamiento entre las clases, el Estados y los empresarios. El caso de Seattle de principios del siglo XX sirve para contrastar el cambio de paradigma al que asiste nuestro inicio de siglo en lo que respecta a los sujetos de la guerra. La revisión de la historia es de la mayor pertinencia en nuestro proyecto de investigación para poder registrar el cambio del tablero geopolítico y la reapropiación de los espacios por parte del capital.