Las actitudes hacia la tecnología policial están cambiando, no solo entre los civiles estadounidenses, sino también entre los propios policías. Hasta hace algunos años, la incorporación de la tecnología a cuerpos policiales fue vista con aprobación por parte de la sociedad. Sin embargo, el crimen se ha vuelto más raro de lo que era durante la década de 1990, y el escepticismo tecnológico está creciendo. En mayo de 2019, la ciudad de San Francisco se convirtió en la primera ciudad de Estados Unidos en prohibir el uso de sistemas de reconocimiento facial. Otras ciudades como Somerville en Massachusetts, pronto podrían seguir el ejemplo de la ciudad californiana.

Amazon vio dos desafíos por parte de sus accionistas. Uno de ellos consistió en elaborar un estudio para determinar si “Rekognition”, su plataforma de reconocimiento facial, pone en peligro los derechos civiles, humanos y de privacidad. Los activistas también querían prohibir la venta de dicha plataforma a los gobiernos hasta que el cuerpo directivo de Amazon concluya la situación.

Por su parte, los policías de alto rango argumentan que la tecnología es útil para combatir el crimen. Daniel Stevens, director de información del Servicio de Policía de Ottawa, afirma que una unidad de robos pasó seis meses probando un sistema de reconocimiento, que redujo el tiempo promedio requerido para que una persona identificara a un sujeto de una imagen de 30 días a tres minutos. Ante esto, otros oficiales enfatizan que un reconocimiento facial nunca establece culpa. Es solo una pista a investigar. Muchos distinguen entre el tipo de software de reconocimiento facial que usaba el departamento del Sr. Stevens, que compara a los sospechosos con fotos policiales que ya están en una base de datos policiales, con la versión más temida, utilizada en China, por ejemplo, que cubre las ciudades con cámaras que emplean reconocimiento facial y monitorea a ciudadanos acusados de ningún delito.

Otros piensan que la distinción es menos clara. Las bases de datos con fotografías pueden ser utilizadas con fines poco éticos. Clare Garvie, una experta en reconocimiento facial en el Georgetown Law’s Centre on Privacy and Technology, argumentó ante el Congreso de Estados Unidos que debido a que el reconocimiento facial puede someter a las personas a una vigilancia secreta, esta situación representa “una amenaza única para nuestros derechos civiles y libertades”. Así mismo, a Sra. Garvie ha encontrado que, en un cálculo conservador, la mitad de los estadounidenses tienen sus rostros en bases de datos a las que la policía puede acceder.

A veces el escepticismo sobre la tecnología proviene de la policía. The Washington Post informó que muchos departamentos de policía estaban abandonando los programas de cámaras debido al costo que implica. A pesar que el equipo es barato, los oficiales pueden generar 15 gigabytes por turno; el costo de almacenamiento se incrementa. Otros oficiales se quejan de la cantidad de tiempo requerido para revisar y redactar las imágenes en respuesta a las solicitudes de información pública.

Ninguno de estos hechos significa que la vigilancia policial se volverá menos sofisticada tecnológicamente. La policía ha recopilado grandes cantidades de datos durante mucho tiempo, pero no siempre los ha organizado bien. Varias firmas que se dedican a la búsqueda de negocios, en la conferencia en Jacksonville ofrecieron herramientas diseñadas para organizar las enormes cantidades de información que la policía genera y recibe, en lugar de vender aparatos que generan más datos. Dichas herramientas hacen que los datos tomados de distintas fuentes sean fácilmente accesibles e investigables.

Chris Fisher, director ejecutivo de iniciativas estratégicas para el Departamento de Policía de Seattle, supervisó la construcción de un sistema de datos que vincula flujos de información previamente aislados, como registros de llamadas de emergencia, paradas basadas en sospechas razonables y uso policial de la fuerza. Esto permite al Departamento de Policía saber con exactitud dónde ocurren anomalías.