Big business, shareholders and society. What companies are for

Cita: 

The Economist [2019], "Big business, shareholders and society. What companies are for", The Economist, London, 24 de agosto, https://www.economist.com/leaders/2019/08/22/what-companies-are-for

Fuente: 
The Economist
Fecha de publicación: 
Sábado, Agosto 24, 2019
Tema: 
Cambio de estrategias de las grandes empresas para generar beneficios a largo plazo.
Idea principal: 

Parece que en Occidente el capitalismo no funciona tan bien como se supone. A pesar de que los trabajos son abundantes, el crecimiento es lento, la desigualdad es abismal y el medio ambiente padece los estragos de la contaminación. Se espera que los gobiernos promulguen reformas para hacer frente a esto, pero la política en muchos lugares es bloqueada o boicoteada, por lo que al preguntarse como dar marcha atrás a la dinámica, muchas personas piensan que la respuesta está en las grandes corporaciones.

En Agosto de 2019 más de 180 directivos, incluidos los directores generales de Walmart y JPMorgan Chase, acabaron con tres décadas de ortodoxia para afirmar que el propósito de sus empresas ya no era servir solo a sus accionistas, sino a los clientes, proveedores y al resto de la comunidad. Los motivos son en parte tácticos, ya que con ello esperan evitar ataques de la izquierda del Partido demócrata, pero el cambio también es parte de la agitación que presiona a las corporaciones en ambos lados del Atlántico.

The Economist no concuerda con la postura de los directores empresariales, pues considera que aumenta el poder de esos directores y amenaza la prosperidad a largo plazo, condición para que el capitalismo tenga éxito.

La discusión sobre la retribución que merecería la sociedad empezó con la expansión de los negocios en Francia e Inglaterra, y encontró su momento esperado con el capitalismo gerencial a mitades del siglo XX, pero tras el estancamiento de la década de los setenta, el valor para accionistas tomó el control y la obtención de ganancias por medio de la eficiencia se volvió la norma en Estados Unidos, expandiéndose después a Europa y Japón. Este proceso se caracterizó por la pérdida de ética en los negocios, los banqueros exigían bonos al tiempo que pedían rescates, pero el problema central es que la maximización del valor para el accionista genera resultados negativos, desde una obsesión con ganancias a corto plazo e inversión negligente, hasta salarios decrecientes, explotación y fallo en el reparo de negligencias causadas como la contaminación.

Sin embargo, no todos estos señalamientos son totalmente precisos, en Estados Unidos el nivel del Producto Interno Bruto fue mayor que en la década de los sesenta, mientras que el tamaño del mercado de valores llegó dimensiones históricas por sus ganancias a largo plazo. Aunque otras críticas son ciertas, la participación de trabajadores en el valor creado por empresas es menor, el mal trato a consumidores es recurrente y la movilidad social se ha venido abajo.

Estas críticas contra la maximización del valor para accionistas perecen generar tensiones: los altos directivos están dando visto bueno a inversiones en causas que no promueven la eficiencia, pero que son bien recibidas por consumidores y trabajadores. Incluso hay políticos como Elizabeth Warren que desean ir más allá, al promover la implementación de licencias federales que puedan ser removidas si compañías abusan de su posición.

El problema del llamado "capitalismo colectivo" es que adolece de dos fallas, la falta de rendimiento de cuentas y de dinamismo. La primera es que no es evidente la manera en que los directivos sabrán lo que la gente espera de sus compañías, y por tanto la gente no tendría voz en esa decisión. Por otro lado, el dinamismo se perderá en un capitalismo que se aleje del cambio, debido a que ciertos inversores tendrán que ver reducidos sus capitales para que estas pérdidas permitan un re-acomodo en otros sectores que generen movilidad en el sistema.

Por lo que la forma de hacer que el capitalismo funcione mejor para todos no es acortándolo, sino avanzando en ambos sentidos. Esto requiere que el propósito de las compañías sea establecido por sus dueños, y no por alguien más. Así al pensar en beneficios a largo plazo, las empresas deben aceptar las transformaciones en las preferencias de la sociedad, y en este proceso los empleados deben servir de catalizador para su adaptación.

Ampliar el numero de propietarios podría ser una solución, debido a que el porcentaje de hogares estadounidenses implicados en el mercado de valores representanta solo 50%, y los más acaudalados acaparan la mayoría de valores. A pesar de que el sistema tributario debería alentar una distribución en la propiedad más equitativa, al ser la competencia decisiva para mejorar continua, desde la década de los noventa, la consolidación de los grandes capitales ha dejado dos tercios de la industria estadounidense en manos de unas cuantas personas.

Una economía competitiva requiere un gobierno con capacidad para evitar la proliferación de practicas monopolistas, de cabildeo y de compadrazgo. Pero en la actualidad impera el beneficio para los jefes de grandes empresas, y se espera que sirvan como sustitutos del gobierno, dejando a un lado la antigua política que funcionaba para las mayorías. No obstante el mundo occidental necesita una clase de capitalismo ilustrado que englobe innovación, propiedad distribuida y empresas que sirvan a las necesidades de la sociedad.

Datos cruciales: 

1. Las empresas están desplegando capital por razones distintas a la eficiencia: Microsoft está financiando 500 millones de dólares en nuevas viviendas en Seattle.

2. Elizabeth Warren, candidata demócrata para la Casa Blanca quiere que empresas tramiten autorizaciones ante el poder federal para que en caso de abuso hacia clientes o comunidades, sus licencias puedan ser revocadas.

3. A juzgar por las ganancias, el capitalismo emprendedor ha triunfado: en Estados Unidos la parte de las ganancias en el PIB ha aumentado de 5 a 8% entre 1989 y 2019.

Nexo con el tema que estudiamos: 

Frente a las dificultades de la acumulación de capital, algunos propietarios y directores generales de grandes corporaciones avanzan una proposición que, como bien señala The Economist, toma como pretexto las grandes desigualdades en los ingresos para reforzar su poder en nuestras sociedades. El problema no es sólo que las corporaciones tomen como objetivo la maximización de las ganancias sino el cómo y qué se produce, así como su monopolio sobre los medios de producción y de vida. Será interesante ver si tales declaraciones empresariales (al igual que las propuestas para gravar con mayores impuestos las grandes fortunas) tienen un efecto duradero, traduciéndose en medidas concretas y afectando los imaginarios sociales; por ahora son sólo palabras.

Desde la lógica de acumulación de ganancias y concentración del ejercicio del poder, la propuesta del "capitalismo ilustrado" se muestra como una completa ingenuidad ante la forma en cómo se hacen los negocios en el mundo actual.