Does the U.S. Economy Require Military Spending?

Cita: 

Reich, Michael [1972], “Does the U.S. Economy Require Military Spending?”, The American Economic Review, Pensilvania, 62(1/2): 296-303.

Fuente: 
Artículo científico
Fecha de publicación: 
1972
Tema: 
Tres proposiciones sobre la importancia del gasto militar en la economía estadounidense en el periodo de la segunda posguerra.
Idea principal: 

Michael Reich es profesor de economía y director del Instituto de Investigación sobre Trabajo y Empleo en la Universidad de California en Berkeley.


Michael Reich analiza el gasto militar estadounidense desde la década de los años cincuenta del siglo XX y realiza 3 proposiciones que explican por qué la economía estadounidense requiere cambios profundos para disminuir su dependencia hacia ese tipo de gasto.

Reich argumenta que el aumento desmesurado del gasto militar es resultado “natural” para un país que registra niveles insuficientes de demanda privada y que ha asumido el papel de protagónico en la expansión y el mantenimiento del sistema capitalista a nivel mundial. Con este preámbulo, Reich propone:

1. Dada la insuficiencia de la demanda privada desde inicios de 1950, la economía estadounidense requiere del gasto gubernamental para asegurar su crecimiento.
2. El gasto del gobierno asume la forma de gasto en defensa debido a que proporciona una salida conveniente: se puede agrandar fácilmente y no representa una amenaza para las corporaciones, más bien complementa su producción.
3. El gasto gubernamental no puede asumir la forma de gasto social porque no alcanza la magnitud del gasto militar y porque su expansión significaría una reducción de bienes y servicios obtenidos en el mercado haciendo caer la rentabilidad de las corporaciones y poniendo en riesgo los pilares de la ideología capitalista.

Antes de analizar a profundidad estas tres hipótesis, Reich señala los argumentos de los economistas de la época con respecto al gasto militar. En primer lugar, en la opinión de los economistas el gasto en defensa no es un elemento que explique la prosperidad de la economía estadounidense: dado que lo que importa es el monto de la demanda agregada, cualquier tipo de gasto gubernamental funciona, ya sea militar o social. En todo caso, la mayor dificultad para reconvertir el tipo de gasto, sería político. En segundo lugar, señalan que otras economías avanzadas, como las europeas o la japonesa, registran altas tasas de crecimiento con bajos niveles de gasto militar. Finalmente, argumentan que existe una tendencia a la disminución del gasto en defensa como porcentaje del PIB. Así, los economistas concluyen que la economía estadounidense se aleja de la dependencia al gasto militar.

Reich encuentra que los argumentos señalados no son convincentes, por lo que desarrolla a profundidad las tres proposiciones mencionadas.

I. La insuficiencia de la demanda privada
Según Reich, desde 1940 la economía estadounidense necesitaba del gasto del gobierno para estimular la demanda agregada y asegurar bajos niveles de desempleo y una tasa de crecimiento alta. El trabajo de Bert Hickman (1965), Investment demand and US Economic Growth, demuestra que el lento crecimiento de la inversión privada entre 1948 y 1963 se explicaba por la desaceleración de la inversión en capital fijo así como un superávit gubernamental, es decir, lejos de que el gasto del gobierno desplazará a la inversión privada, la incentivaba.

Reich nota que el gobierno puede actuar positivamente sobre la demanda agregada a través de dos mecanismos: la reducción de impuestos y el incremento del gasto. En el caso estadounidense, desde 1950 el gasto militar se ubicó alrededor de 10% del PIB funcionando como estimulante para la economía.

De manera similar, otras economías capitalistas estarían enfrentando niveles insuficientes de demanda agregada. El autor sugiere que las exportaciones de los países europeos y de Japón no habrían tenido un buen desempeño de no haber sido porque el mercado estadounidense absorbió esas importaciones. Por lo que se puede inferir que el crecimiento de esos países está explicado en parte por la expansión del mercado estadounidense, estimulada, a su vez, por el gasto militar.

II. El atractivo del gasto militar
En este apartado el autor justifica porqué el gasto en defensa es la forma más conveniente que puede adoptar el gasto del gobierno estadounidense.

En primer lugar, Reich señala que el gasto militar puede expandirse fácilmente ya que no compite con la demanda del sector privado (hogares y empresas), sino que lo complementa. Además, existe una “racionalización de la necesidad de armamento” construida sobre la base del anticomunismo y la Guerra fría que refuerza la idea de que es racional ampliar el gasto en defensa.

En segundo lugar, los productos de la industria armamentística tienden a ser consumidos o se consideran obsoletos muy rápidamente. Ya sea porque son destruidos en el campo de batalla o porque nuevas mejoras son introducidas, la demanda de este tipo de productos es siempre insuficiente. Asimismo, las armas nuevas o las innovaciones introducidas requieren nueva maquinaria para su manufactura, por lo que la industria puede expandirse indefinidamente.

En tercer lugar, no existen datos precisos del gasto que el gobierno realiza en defensa. La falta de información sobre el tema reduce la capacidad de la sociedad para reconocer el nivel de desperdicio que se hace de los recursos públicos.

Finalmente, Reich señala que los contratos militares son altamente rentables para las empresas que los reciben. En el mercado militar, las ganancias y el desperdicio son los dos rasgos que la caracterizan. La falta de restricciones al gasto militar permite que el Pentágono ignore los bajos costos y la eficiencia como criterios para la asignación de contratos. De hecho, es el Departamento de defensa el que proporciona la mayor parte del capital físico y la mano de obra a sus contratistas, financia gran parte de la investigación tecnológica y negocia contratos con sobrecosto para proteger a los contratistas ante cualquier pérdida. Por tales razones, la producción militar es significativamente más rentable que cualquier producción civil. Así que no es sorpresa que la mayoría de las grandes corporaciones estadounidenses aparezcan como contratistas militares (Datos cruciales).

En efecto, el aumento en los contratos militares explica el dinámico comportamiento a nivel sectorial. Por ejemplo, las industrias más dinámicas de la posguerra (aeroespacial, electrónica, comunicaciones) deben gran parte de su crecimiento al financiamiento gubernamental para investigación y desarrollo. Además, a diferencia de las 100 mayores empresas civiles que obtienen solo 35% de las ventas de manufacturas al gobierno, en el sector de defensa 50 empresas acaparan 60% de los contratos militares, lo que significa una mayor concentración en el sector de la defensa.

III. La oposición al gasto en servicios sociales
En tercer lugar, Reich argumenta que para estimular la economía estadounidense, el gasto gubernamental no puede asumir la forma de gasto social.

En efecto, el gasto en programas sociales no es un sustituto viable del gasto militar debido a que no es tan rentable ni tan expansible. Por ejemplo, la inversión en instalaciones para ofrecer servicios sociales puede considerarse de largo plazo y dicha infraestructura no requiere mejoras inmediatas, a diferencia de los productos de la industria militar; lo mismo sucede con la tecnología utilizada en esas instalaciones. En general, “el gasto social después de cierto punto no puede ser rápidamente expandido”.

También existe cierta resistencia del público al desperdicio de recursos cuando se trata de gasto para servicios sociales. Esto debido a que una falla en los servicios sociales levanta la indignación de la comunidad; al contrario, en la industria militar, una mala planeación lleva a la asignación de un nuevo contrato.

Además de la incapacidad infinita de expandirse, Reich enfatiza que el gasto social no es idóneo para estimular a la economía debido a que interfiere con la reproducción de las relaciones sociales de producción capitalistas. En primer lugar, porque el gasto social representaría una afrenta al sector privado al demostrar que es posible proveer servicios a menores precios o que pueden orientarse a usos distintos del mercado.

En segundo lugar, porque un gasto social masivo amenazaría la propiedad privada y el control de la producción por privados. En efecto, es necesario limitar la provisión social a aquellos bienes que no pueden ser vendidos individualmente en el mercado, como agua y aire limpio.

Un alto gasto en provisión social también pondría en cuestión el mercado de trabajo. Si el gobierno ofreciera servicios sociales de calidad, los trabajadores no tomarían trabajos mal pagados o no soportarían condiciones laborales degradantes. Así, se pondría en cuestión una noción básica del capitalismo, a saber, que el trabajador no tiene otra fuente legítima de ingresos que vender su fuerza de trabajo.

En cuarto lugar, el gasto social amenaza la estructura de clases al ofrecer a las clases trabajadoras las bases para una mejor educación, salud y condiciones generales de vida.

Finalmente, Reich argumenta que el gasto en servicios sociales podría llenar una serie de necesidades que impulsa el consumismo en la sociedad: “si las necesidades de las personas fueran satisfechas plenamente por el sector público, es decir, si tuvieran acceso a vivienda adecuada, transporte efectivo, buenas escuelas y buena salud, dejarían de ser presa de los comerciantes”. Así, cualquier forma de consumo colectivo pondría en riesgo el crecimiento de los mercados privados.

A diferencia del gasto en defensa, el gasto social pone en cuestión los intereses corporativos y los cimientos del sistema capitalista por lo que no podría de ningún modo ser mayoritario en el gasto gubernamental.

Esto no significa, como aclara Reich, que no exista una partida para el gasto social en las economías capitalistas. Por el contrario, su existencia es necesaria para garantizar la producción capitalista, pero sólo por esta razón y no para satisfacer las necesidades humanas. Así, el aumento del gasto social siempre se corresponde con una expansión de la producción capitalista en tanto garantiza crecientes ganancias privadas.

Para concluir, Reich cuestiona qué tan necesario es el gasto militar en el sector militar. Su respuesta es que, en una situación de demanda agregada insuficiente, es más probable que se elija el gasto militar sobre el social debido a que el primero no pone en cuestión las ganancias privadas ni las relaciones capitalistas de producción. En el caso de que tal orientación enfrentara una masiva oposición, es más probable que esa economía se reconvierta al sector industrial en lugar de dirigirse al sector social. En todo caso, una economía capitalista, basará su crecimiento en el sector de defensa tanto como genere ganancias.

Datos cruciales: 

Según el estudio “Capitalism and the Military Industrial Complex: The Obstacles to Conversion” escrito por Michael Reich y David Finkelhor (1970), 100 corporaciones recibían dos tercios de los mayores contratos militares. De estas 100, 20 pertenecían a las 25 mayores empresas industriales de Estados Unidos.

Nexo con el tema que estudiamos: 

El trabajo de Reich pone de relieve la importancia del gasto militar en dos dimensiones: como estimulante del crecimiento económico y como garante de la continuidad de las relaciones sociales bajo el capitalismo. Este es uno de los aportes más novedosos de su trabajo, pues además de enfatizar el impacto que tiene el gasto militar en la dinámica económica, muestra cómo el destino del gasto mantiene inalterados y refuerza los pilares ideológicos sobre los que se sostiene el capitalismo.

Su propuesta no deja de ser controvertida puesto que el gasto social aparece como amortiguador frente a cualquier oposición, lejos de ser un instrumento de liberación, como Reich parece sugerir. No obstante, el texto nos ayuda a pensar los efectos ideológicos de la guerra y los diversos mecanismos a través de los cuales pone límites o no, al funcionamiento del capital.