El enfrentamiento entre las dos grandes superpotencias, Estados Unidos y China, se establece desde la disputa en varias dimensiones, como los aranceles al acero o las visas otorgadas a estudiantes. Pero es la Inteligencia Artificial (IA), uno de los escenarios que resalta por la incomprensión de su trascendencia en la forma en que se van llevar a cabo los conflictos. Mientras China se preocupa por los avances realizados por las transnacionales occidentales en cuanto a juegos de estrategia, Estados Unidos teme que su rival asiático realice espionaje al tener acceso a la base de datos de empresas tecnológicas.

Las amenazas presentadas por la Inteligencia Artificial se conciben menos catastróficas (en comparación con amenazas nucleares) debido a que aún son poco claras las repercusiones por la novedad del asunto. Sin embargo esta tecnología tiene el potencial de determinar hacia donde se va inclinar la balanza de poder. Su aplicación tiene ventajas tanto en la precisión de objetivos como en la toma de decisiones, lo que no deja espacio a soluciones que sean fruto del dialogo diplomático.

El inconveniente de la situación abre paso al imperativo de encontrar soluciones análogas que eviten escenarios no deseados, sobre todo en el ámbito militar. Como ejemplo están los protocolos que prevean la detonación de armas nucleares. Pero la magnitud de la armas que usan IA debe ser comprendida de manera tan clara que no quede espacio para ambigüedades al momento de su aplicación.