¿Pueden replantearse las empresas transnacionales mismas el papel que desempeñan en la sociedad? Al parecer en Estados Unidos, sí. O al menos eso intenta la Business Roundtable, asociación que aglutina a los directores ejecutivos de las 200 empresas más poderosas de ese país.

A través de un desplegado que salió a la opinión pública el 10 de agosto, dicha asociación declaró tener la intención de modificar la tendencia actual que les permite reportar ganancias anuales de 7 billones de dólares. Finalmente se han dado cuenta de la necesidad de acortar la distancia entre los accionistas y aquellos grupos interesados en el buen desempeño de las compañías, tales como clientes, proveedores, trabajadores y sociedad en general, en aras de reducir la inequidad que amenaza la convivencia social.

Atrás quedaron los tiempos en que cabildeaban en favor de los grupos monopólicos, la reducción de impuestos y las altas compensaciones para los ejecutivos. O lo que es lo mismo, la maximización de las ganancias como propósito único de las grandes corporaciones, expresado en el mantra “Los accionistas primero”.

Aunque de carácter simbólico y sin mecanismos vinculatorios, el desplegado es indicativo del clima de época que permea en la sociedad norteamericana, marcado por la estrechez que padece el ciudadano norteamericano. El ejercicio retórico no es nuevo, pues en la década 1990 también apelaron a la responsabilidad social que las empresas debían desempeñar al interior de un contexto marcado por las recesiones y la inestabilidad económica.

¿Se trata de una señal de mal agüero? Podría serlo, aunque lo más probable es que los tiempos electorales sean un elemento significativo para el despliegue de dicho documento, especialmente cuando tópicos como desigualdad económica, exclusión social y altas concentraciones de riqueza, son capitalizados por algunos candidatos demócratas que buscan una opción reformista al interior del sistema económico estadounidense para las elecciones de 2020.