Ronald Coase en Pekín

Cita: 

Connery, Christopher [2019], “Ronald Coase en Pekín”, New Left Review, 115, Londres, marzo-abril, pp. 31-61.

Fuente: 
Artículo científico
Fecha de publicación: 
Marzo, 2019
Tema: 
El neoliberalismo normativo de la economía china.
Idea principal: 

Christopher Connery es profesor de literatura mundial y estudios culturales de la Universidad de California Santa Cruz con líneas de investigación en literatura e historia intelectual de China.


El artículo reseñado se propone mostrar que la economía china después de la muerte de Mao puede estudiarse como un caso límite del neoliberalismo.

Antes de mencionar en qué consiste la referencia al economista neoinstitucionalista Ronald Coase, Connery presenta la problemática relación entre China y el neoliberalismo. Esta puede resumirse de la siguiente manera: en una participación en Davos en 2017, el presidente chino Xi Jinping manifestó sus simpatías con la apertura y libertad de los mercados. Sin embargo, desde ese año hasta 2019 las políticas del Partido Comunista Chino han sido totalmente opuestas, a saber, fortalecimiento de empresas estatales; revitalización del marxismo leninismo; ataques de censura contra la prensa liberal reformista; ataques contra las corrientes de pensamiento subversivas (valores universales, democracia constitucional); suspensión de los blogs del Unirule Institute, institución educativa neoliberal de China, entre otras.

Es un error pensar que las ideas liberales y neoliberales no tienen impacto en las universidades chinas. En realidad, afirma Connery, es el espacio donde son más difundidas. Recientemente se ha agudizado la vigilancia del gobierno en los campus universitarios (controles de planes de estudio y contenido de clases, informes de conducta de los profesores, etcétera). Xi promueve, en palabras de Connery, un “neoautoritarismo” que ataca por igual a la izquierda como a la derecha y, al mismo tiempo, se presenta ante el escenario internacional como “el protector del libre comercio y de un armonioso orden económico institucional” (p. 32). Esta situación “sin coordenadas” no implica, en opinión de Connery, el abandono del neoliberalismo en China sino, por el contrario, el afianzamiento más fuerte de un “neoliberalismo normativo”, esto es, “la realización de los valores neoliberales en la política de Estado” (p. 32).

El “neoliberalismo normativo” es, afirma Connery, una doctrina político-económica seguida por China y que se ha extendido en distintas partes del mundo. Se trata básicamente de lo siguiente: “el mercado como procesador de la información y revelador de la verdad; la competencia como la garantía del rendimiento óptimo; la intervención del Estado para mantener formas de competencia apropiadas; la generalización de los valores empresariales a escala institucional e individual; y un explícito o implícito antiigualitarismo” (p. 32). Así, Connery sostiene que el neoliberalismo es una doctrina que “ha atravesado numerosas mutaciones históricas” (p. 33).

Un enfoque singular

La pertinencia de introducir en el análisis al economista Ronald Coase es que “quizá [sea] el más abierto a múltiples y variables versiones de la gobernanza neoliberal” (p. 33).

Connery resume la vida y pensamiento de Coase de la siguiente manera. No hay registro de que Ronald Coase se asumiera como neoliberal ni que fuera partidario de la ortodoxia doctrinal. Sin embargo, fue seguidor de Hayek y miembro de la Sociedad Mont Pelerin. Destacó como principal promotor del análisis económico del derecho en la Universidad de Chicago. Sus líneas de investigación fueron la economía de los servicios públicos, radiodifusión, servicios postales, agua, electricidad y gas. Su trabajo La naturaleza de la empresa (1937) es uno de las reflexiones más influyentes sobre la necesidad de la coordinación de la dirección de las empresas a pesar situarse en un escenario de competencia; la tesis de Coase es que la razón de existencia de las empresas consiste en los “costos de transacción” implicados en cualquier sistema de asignación de precios. De esta manera, Coase abrió la Nueva Economía Institucional como corriente de pensamiento económico. Con el artículo “El problema del costo social” (1961) consolidó su reputación como economista. En ese trabajo, Coase refutó la tesis de Arthur Pigou de La economía del bienestar (1920) sobre la necesidad de la intervención gubernamental para eliminar las “externalidades negativas” de empresas ineficientes. Coase postula que las negociaciones entre las empresas involucradas conducen a acuerdos que optimizan la riqueza “al margen de los derechos implicados” (p. 35). Así, el artículo se convirtió en uno de los más citados en los departamentos universitarios de economía “abriendo el camino para la radical agenda antirreguladora del neoliberalismo en Estados Unidos y superando a los economistas de Chicago en su propio terreno” (p. 35). En 1991 Ronald Coase fue galardonado con el Premio Nobel de Economía.

Por tales razones, continua Connery, es sorprendente la defensa de Ronald Coase sobre el capitalismo chino. La influencia del trabajo de Coase en China es muy importante desde 1980: “Coase fue la fuerza intelectual impulsora del desarrollo de la versión china de la Economía Institucional y prácticamente todos los economistas institucionales chinos se consideraban así mismo coasianos” (p. 36). En la década de los años noventa, Coase organizó la visita de importantes economistas chinos a la Universidad de Chicago. Uno ellos, Steven Cheung, se convirtió en uno de los economistas más influyentes en China. En 2012 Ronald Coase junto con su asistente Ning Wang publicó How China Became Capitalist, un análisis de la trasformación capitalista de la economía china desde una perspectiva neoliberal. Un año después, el libro se tradujo al chino con censuras considerables (“capitalismo” se tradujo por “economía de mercado”; “socialismo” usado peyorativamente por “economía planificada”; las referencias a los acontecimientos de Tiananmen de 1989 fueron eliminadas). “A través de los ojos de Coase y Wang podemos ver indicaciones de que el neoliberalismo sin duda ha hundido profundamente sus raíces en China” (p. 37).

Tigres y piedras

Coase y Wang en How China Became Capitalist afirman, según Connery, que la transformación de la economía china al capitalismo sucedió a través de acontecimientos no programados. No se trató de una decisión de los líderes del Partido Comunista de China sino, por el contrario, de su adaptación y flexibilidad hacia una reforma capitalista de China. El cambio económico estuvo dirigido por el “conocimiento que resulta de la competencia de mercado” (p. 38). Dicho análisis carece de una vinculación del proceso chino con las mutaciones del capitalismo a nivel mundial y de otras regiones. “Las condiciones estructurales que facilitaron la competencia y la experimentación, el conocimiento así producido y la gradual expansión de la lógica del mercado y del precio de mercado fueron los determinantes clave” (p. 38). Connery menciona que Coase y Wang encuentran la condición estructural para la reforma capitalista de China en la política de 1957-1958 de descentralización de la era de Mao.

Conocimiento y beneficio

En 1977 académicos fundaron en China la revista Lilun Dongtai (Tendencias teóricas) con la finalidad de criticar la doctrina socialista y las políticas radicales de la herencia maoísta. Connery señala que este tipo de experiencias generaron, hasta cierto punto, debates que contribuyeron a la “acumulación de conocimiento”.

Según Coase y Wang, el pragmatismo de las políticas económicas de China de finales de los años setenta se empalmaba con una “tendencia epistemológica hayekiana” aunque en los hechos faltaba mucho para la maduración de sus mercados. La reforma de la empresa consistió en una dotación de mayor autonomía a los gestores empresariales, ciertamente situada en al ámbito socialista. La reforma fracasó, afirman los autores, por falta de una reforma en el sistema de asignación de los precios. “La importancia que Coaste y Wang atribuyen a estos primeros fracasos refleja la convicción de que la reforma de la empresa, una vez adoptada como concepto, debe finalmente acabar en una reforma de los precios y en un mayor papel del mercado” (p. 41).

Hablan los autores de “cuatro revoluciones marginales” que contribuyeron a dirigir a China hacia una economía de mercado: pequeños negocios privados urbanos, agricultura familiar, empresas municipales y zonas económicas especiales. Se trató de una descolectivización de ciertos ramos productivos desde el Estado. Coase y Wang “apoyan las reformas dirigidas por el Estado siempre que sean favorables al mercado” (p. 41). El resultado de tales “revoluciones marginales” son el crecimiento del conocimiento, la diversidad organizativa, la competitividad y el surgimiento de una consciencia económica.

En la década de los años ochenta se normalizó el discurso y la disciplina del crecimiento económico en China. Los encargados de formular la política económica del país tenían fuertes vínculos con los economistas occidentales y del este de Europa. En esta década, Zhang Weiyng, destacado neoliberal chino, propuso una reforma de los precios de “doble pista”, esto es, precios bajo cuotas del Estado y precios de mercado para la producción externa a tales cuotas. La reforma fue un fracaso, generó volatibilidad, inflación y políticas de austeridad. Propició el contexto de malestar social de la mitad de la década de los ochenta que finalizó con la masacre de Tiananmén. Independientemente de esto, Cosae y Wang destacan de la década el papel de los intelectuales en la vida pública (universidades) y la reconstrucción del sistema jurídico.

Cambios cognitivos

Coase y Wang sostienen que en la década de los años ochenta en China se gesta un importante “cambio cognitivo” a través de la edificación de nuevas instituciones que definen una identidad individual y colectiva interesada en el cumplimiento de funciones sociales. Se trató, según los autores, de un “giro pragmático” en la política china donde el socialismo pudo ser objeto de comprobación empírica y, en consecuencia, ser evaluado a partir de los resultados de tales pruebas. En ese contexto se dio también una difusión de las ideas sobre la economía de mercado como fuentes de una nueva identidad político económica.

De 1992, con Deng Xiaoping, a 2001, con la entrada de China a la OMC, se consolidó el “capitalismo con características chinas”. En este proceso complejo participaron, apunta Connery siguiendo a Coase y Wang, factores estructurales ideológicos, políticos y microambientales. Hubo una redefinición de la ortodoxia marxista, de manera que todo lo que estimulara el “desarrollo de las fuerzas productivas”, incluyendo la economía de mercado, fue bienvenido. En 1992 a propósito del XIV Congreso del Partido Comunista Chino se reconoció el desarrollo de la economía de mercado como objetivo final de las reformas económicas “y todos los congresos del partido desde entonces han afirmado la centralidad del mercado” (p. 44). El contenido ideológico del Partido Comunista Chino quedó en segundo término.

Se registró una reforma gradual de los precios. En 1995, 78% de los bienes y servicios se intercambiaban a precios de mercado. Las reformas fiscales de 1994 impulsaron el desmantelamiento del sistema de gestión de contratos que aislaban a las empresas estatales de las “fuerzas del mercado”. Se incentivó la competencia regional a través de la eliminación del impuesto sobre el producto, los gobiernos locales organizaron estrategias productivas para la atracción de inversionistas en infraestructura y gestiones empresariales de los negocios. Por otra parte, la reforma de la empresa consistió en privatización, emisiones de deuda pública para financiar empresas estatales y supervisión horizontal de los activos. Para Coase y Wang, lo importante no consiste en si las empresas eran propiedad del gobierno chino o de empresarios privados, sino en el funcionamiento competitivo y eficiente de las mismas.

Otro impulso de la reforma de mercado estuvo concentrado en la competencia de las comarcas chinas para atraer importantes industrias en sus territorios. Coase y Wang destacaron que los resultados fueron el desarrollo del capital humano, la extensión de la tecnología industrial y organizativa. De esta manera creyeron ver confirmada su teoría sobre la apertura de los mercados como condición de un adecuado rendimiento de las empresas. Así, los cambios en las estructuras jurídicas también son orientadas por criterios empresariales.

Mercados de ideas

En la parte final del libro How China Became Capitalist, Coase y Wang critican que ausencia de un “mercado de ideas” en China, esto es, la liberta de expresión está obstaculizada por una dinámica de control y censura del gobierno chino. A juicio de los autores, la consecuencia negativa de esto es la “falta de innovación y creatividad, incapacidad de los industriales chinos para establecer ‘marcas’ globalmente reconocidas, insuficiente desarrollo del potencial humano” (p. 46).

La tesis de Coase y Wang, continua Connery, es que las ideas deben tener como “terreno de prueba” al mercado. En el artículo “The Market for Goods ant the Market for Ideas” de 1974, Coase postula que no debería existir una diferencia en los mercados de bienes y de ideas, ambos deberían circular sin restricciones. Connery aclara que aquella apertura del “mercado de las ideas” no se debe a un ideal político de fomentar la acción colectiva, en realidad, Coase concluye que “lo que más necesita el mercado de ideas es más ideas sobre el mercado” (p. 47).

El logro del neoliberalismo chino consiste en haber establecido un comportamiento totalmente economicista en sus consumidores. Siguiendo a Mirowski, Connery afirma que la cualidad política más provechosa para el neoliberalismo no ha sido otra que presentarse como una “fuerza externa antisistémica, liberadora” (p. 47). Todo se vuelve susceptible de ampliarse mercantilmente y desregularse. “La razón neoliberal puede por ello funcionar simultáneamente como sentido común hegemónico y como fuerza externa liberadora y ello es tan cierto en china como en otras partes” (p. 47).

En la medida en que el capitalismo chino surgió en el contexto global del neoliberalismo, afirma Connery, las universidades chinas refundaron los departamentos de teoría económica, la política gubernamental y los think tanks se orientaron a la formación del homo economicus en la sociedad en general.

Política departamental

En noviembre de 2016 Coase participó en un debate público de la Universidad de Pekín con Zhang Weiying, decano de la Escuela de Guanghua de administración de empresas de la Universidad de Pekín, y Justin Yifu Lin, economista exjefe del Banco Mundial. En opinión de Connery, el debate “representa prácticamente todo el abanico de posiciones en la disciplina económica china en la actualidad” (p. 48). Hay economistas partidarios de la teoría de la elección pública y la intervención estatal (como Lin), otros neoliberales (Zhang) y neoinstitucionalistas (como Coase). El marxismo-leninismo no tiene cabida en China en los departamentos de economía ni de políticas públicas, sino en los de historia y teoría social.

De esta manera, Connery señala que un aspecto importante del viraje capitalista de China tiene que ver con la reforma de los departamentos de economía de las universidades chinas. Antes de la Revolución Cultural china, la teoría económica estudiada en las universidades provenía de los manuales soviéticos, enfrascados en las discusiones sobre la cuestión del valor y los modelos de aplicación a una economía socialista. La reforma de los departamentos de economía sucedió a finales de los años setenta. Xue Muqiao, participante de las reformas, publicó el texto Research on Questions About China’s Socialist Economy, una crítica de la planificación económica socialista y su culpabilización de los problemas económicos. El libro fue muy popular y vendió más de 10 millones de copias.

En 1980 el Banco Mundial aprobó el reingreso de China. En ese año un grupo de economistas llegó a China para elaborar el informe del Banco Mundial, China: Socialist Economic Development, publicado en 1981. El libro se tradujo rápidamente al chino y se leyó en los departamentos del gobierno y de las universidades. Sirvió para establecer un criterio estándar de los informes económicos gubernamentales.

Poner la economía al mando

Los departamentos de economía y la política económica de China fueron reformadas desde finales de los años setenta bajo la protección de Deng Xiaoping. El Estado financió visitas de su personal a Europa occidental, Estados Unidos, Europa del este y demás potencias económicas. Los estudiantes universitarios chinos fueron apoyados para graduarse en economía en universidades estadounidenses y británicas. La Academia China de Ciencias Sociales de 1977 organizó visitas de economistas extranjeros desde 1979 para dar mayor autonomía a las empresas y a las fuerzas del mercado.

La Fundación Ford y la American Economic Association participaron en la reforma de los departamentos chinos de economía. La dirección de estos vínculos con occidente fue de Gregory Chow, profesor de Princeton que estudió en Chicago con Milton Friedman. Este último fue invitado a dar conferencias a China en 1980 para presentar reflexiones sobre la cuestión de los precios y la inflación.

Así, a partir de 1984 comenzó la implementación en las universidades de programas de gestión para la transformación de la economía china. Para el año 2000 sumaban un total de setenta programas, todos con planes de estudio originados en occidente. Las asignaturas de economía y gestión tuvieron un auge importante en las universidades. En 2007 los estudiantes de ciencias económicas se acercaban a un millón, pero los estudiantes de gestión empresarial superaban los 3.5 millones, esto es, más de la cuarta parte del total de los universitarios chinos.

En 1986-1987 se dio el último de los intentos obreristas para dirigir las reformas de la economía. Un grupo de financieros propusieron la autogestión de los trabajadores para dar guía a las reformas de las empresas. La propuesta fue vetada por Deng Xiaoping. Friedman fue invitado a dar unas conferencias en China en 1988 y en 1993 con la finalidad de consolidar en el público las doctrinas del libre mercado.

Propagando la palabra

En 1993 Antony Fisher, empresario neoliberal inglés, fundó el Unirule Institute en Pekín. Dicho instituto funcionó como una sucursal de la Altas Network, institución que garantiza la extensión de los think thanks y su financiamiento.

Unirule Institute no es el think thank económico más grande de China, sin embargo, es el que está más cercano y centrado en la ideología neoliberal. No es un instituto financiado por el Estado, pero realiza trabajo de consulta e investigación para agencias públicas. Apunta Connery: “A través del trabajo de Unirule y de sus miembros más activos, la doctrina neoliberal se convirtió en parte del discurso de las discusiones políticas a escala nacional y local” (p. 54). En realidad, el Partido Comunista de China se sintió cómodo con la perspectiva neoclásica de sus economistas.

China tradujo y publicó textos de economía de divulgación para extender las perspectivas económicas en todos los aspectos de la vida cotidiana, es decir, para la construcción del homo economicus. Asimismo, desde 1980 se tradujeron mucho los libros de Adam Smith, von Mises y Hayek. La Sociedad China de Economistas, fundada en 1985, sacó una serie de 14 volúmenes: Colección de libros populares sobre economía de mercado. La colección está dirigida a funcionarios gubernamentales, investigadores, gestores de empresa y estudiantes universitarios para ampliar su conocimiento básico en economía. La mayor parte de los economistas de aquella Sociedad se formaron y trabajaron en Estados Unidos como Mao Yushi, director fundador de Unirule y, en palabras de Connery, “el neoliberal más conocido en China” que fue un año profesor visitante en Harvard.

Homo economicus sinensis

Connery rescata los estudios críticos sobre el neoliberalismo para indicar las características que mejor sirven para la definición del homo economicus neoliberal. Destacan las siguientes determinaciones: ampliación de la lógica económica en todos los aspectos de la vida cotidiana; formación de la individualidad con criterios empresariales; reducción de la esfera política y su capacidad de acción; funcionamiento impersonal del mercado; ejercicio pragmático del gobierno sin recurso de las experiencias históricas; privatización de los apoyos institucionales y concentración de los mismos en la estructura familiar y no en otro tipo de estructuras colectivas. “No se trata tan solo de una sociedad polarizada, sino de una sociedad, que sin conmiseración alguna de arrepentimientos se divide entre ganadores y perdedores” (p. 56).

En opinión de Connery, las características anteriores del neoliberalismo son aplicables al caso chino, sobre todo, desde la entrada del gigante asiático a la OMC en 2001. El viraje neoliberal de China ha sido demasiado rápido y de mayores alcances en comparación con los países de occidente. Connery describe sucintamente el proceso de transición del comunismo chino a un capitalismo neoliberal.

La conformación del individuo con mentalidad empresarial partió con el debilitamiento de los recursos sociales y colectivos desde la década de los años setenta del siglo XX. Se trató, afirma Connery, del desmantelamiento de la cultura de gestión democrática de las fábricas y centros de trabajo, disminución de la previsión para el cuidado infantil y familiar por parte del Estado y la empresa. En 1982 se eliminó el derecho de huelga de los trabajadores. En 1990 la clase trabajadora industrial de empresas estatales tuvo muchos despidos. En 1997 se eliminaron las garantías laborales vitalicias. También la estructura colectiva del sector agrícola fue eliminada. Para finales de los años noventa las empresas cooperativas fueron desmanteladas y las empresas municipales fueron privatizadas. “La nueva clase trabajadora, formada por migrantes rurales-urbanos de núcleos campesinos, y trabajadores despedidos de diversos sectores industriales antes de la reforma, afrontaría el mercado laboral como una colección de individuos aislados, sin garantías sociales u organizativas” (p. 57).

Connery muestra que esta conformación de una “sociedad propietaria” tuvo implicaciones en la constitución de una nueva subjetividad. La propiedad privada de la vivienda se incentivó desde 1988 y una década después se prohibió a las empresas asignar viviendas a sus empleados. “La propiedad de la vivienda se convirtió rápidamente en un valor ideológico y cultural central” (p. 57). La protección legal de los derechos de propiedad se alcanzó en 2007, aunque sigue siendo bastante limitada.

También existe un auge de la cultura de la auditoría en China. Se realiza desde los cuadros del Partido Comunista de China hasta las instituciones educativas. Para las universidades, indica Connery, la asignación de los presupuestos y salarios depende de las clasificaciones de los departamentos. En la vida académica esta situación se ha traducido en criterios cuantitativos de evaluación. Se paga por publicar, de manera que se han multiplicado las prácticas de plagio y solicitud de patentes sin sentido.

La sociedad en general es influida por la ideología de la “exitología” a través de la venta de seminarios, cursos en internet y libros como los de Chen Anzhi y su Véndete a ti mismo, no los productos del año 2000. Se menciona que son los libros más populares en China, consumidos sobre todos por las trabajadoras de fábricas con la esperanza de abrir pequeños negocios propios.

El Estado contribuyó a la mercantilización de la sociedad china a través de la implementación en 2010 de “certificados de calificación profesional”. Tales certificados incluyen profesiones comerciales hasta artísticas. Las industrias ganan miles de millones de dólares en preparar ciudadanos chinos para acreditar los exámenes de certificación. Generalmente las personas adquieren múltiples certificados para garantizarse mayores oportunidades en el mercado de trabajo. Asimismo, se generalizan prácticas de “economía de la influencia” a través del cultivo de la imagen personal en las redes sociales.

Contra

La izquierda ha tenido un movimiento ecléctico durante la transformación capitalista de China. Connery indica que en la década de los años ochenta, con el “descubrimiento del yo”, los jóvenes izquierdistas de China se describían a sí mismos como “liberales” en contrapunteo al régimen autoritario del Partido Comunista de China. Sin embargo, con la consolidación del neoliberalismo, esos mismos jóvenes izquierdistas se volvieron críticos del proceso de individualización en la década de los años noventa porque “el individuo había sido preparado no para la liberación, sino para el consumo y el egoísmo” (p. 60).

Todavía existen en la izquierda china posturas que apelan a una corrección del Partido Comunista para obstaculizar la neoliberalización total del país. “Así podemos ver gente de izquierda defendiendo una ampliación del papel de las empresas de propiedad estatal, a pesar del hecho de que en su estructura, funcionamiento y relaciones laborales poco se diferencian de las empresas privadas” (p. 60).

Los intelectuales de izquierda muestran simpatías con la diversidad de movimientos sociales contemporáneos, sin embargo, se limitan a sí mismos en las declaraciones públicas que dan ya que no quieren perder su influencia sobre la política del gobierno chino. “Una característica particular del escenario de los movimientos sociales en China es la relativa ausencia de un componente teórico o intelectual crítico” (p. 60). De esta manera, no existen trabajos académicos críticos sobre la penetración del neoliberalismo en el tejido social de China.

Concluye Connery: “Como muchos neoliberales, Coase no utilizaba la palabra ‘neoliberalismo’, pero el capitalismo que aplaudía en China, orgánicamente adaptado a una lógica neoliberal, creció en suelo chino y ha echado allí profundas raíces” (p. 61).

Datos cruciales: 

1. En 2013 los editores del periódico liberal reformista Yanhuang chunqiu anunció que cerraba su publicación (iniciada en 1991) por las constantes interferencia del gobierno chino. El periódico no cerró, pero fue suplantado su equipo editorial (p. 31).

2. En 2017 al economista Mao Yushi, director fundador del Unirule Institute y, afirma Connery, el neoliberal más conocido de China, se le prohibió publicar. En 2018 la sede principal de la institución en Pekín fue clausurada.

3. En China los títulos de propiedad inmobiliaria tienen un límite de setenta años.

Trabajo de Fuentes: 

Chu, Yin-wah y Alvin So [2010], “State Neoliberalism: The Chinese Road to Capitalism”, en Yin-wah Chu (ed.), Chinese Capitalisms: Historial Emergence and Political Implications, Londres, Palgrave Macmillan.

Philip Mirowski [2014], Never Let a Serious Crisis Go to Waste: How Neoliberalism Survived the Financial Meltdown, Londres, Nueva York, Verso.

Davies, Willian [2015], The Limits of Neoliberalism: Authority, Sovereignty and the Logic of Competition, Londres, Sage.

Nexo con el tema que estudiamos: 

Para el proyecto es de suma importancia el seguimiento de la disputa estratégica por la hegemonía del capitalismo mundial. Contra las opiniones del sentido común que miran en China un capitalismo de estado o, de plano, un sistema comunista, Connery ofrece una interpretación de la efectiva transformación capitalista de China bajo una lógica neoliberal. Analizar el caso particular chino sirve para tener un registro de la producción de subjetividades en el capitalismo contemporáneo.