United States of Fear

Cita: 

Egelhardt, Tom [2011], United States of Fear, Chicago, Haymarket Books, 231 pp.

Fuente: 
Libro electrónico
Fecha de publicación: 
2011
Tema: 
Los paisajes de guerra (warscapes) donde el poder militar estadounidense es desplegado por motivos de defensa después del 9/11
Idea principal: 

Tom Engelhardt es fundador del sitio web TomDispatch.com. Es el autor de The American Way of War, entre otros. Ahora es editor consultor de Metropolitan Books, así como cofundador y coeditor del American Empire Project.


Introducción

Un mundo hecho por la guerra

El autor comienza mencionando dos momentos que lo han influenciado en su vida: la guerra de Vietnam y el ataque del 11 de septiembre de 2001 a las Torres Gemelas (9/11). Para Engelhardt este suceso se asemeja al ataque a la base de Pearl Harbor, pero en el siglo XXI.

En ese momento, se desataron procesos que el autor veía con escepticismo: los estadounidenses estarían en un estado de constante guerra; enfrentarían a miles de terroristas sin estado; los niveles de seguridad nacional se elevarían más de lo que se elevaron cuando se enfrentaron a la Unión Soviética; la tortura se consideraría como “técnica de interrogación mejorada”; su país le destinaría fondos al Pentágono ascendentemente después de la crisis del 2008; pelearían guerras extremadamente caras en países lejanos y se construirían bases militares en esos países; la CIA dirigiría la primera guerra aérea utilizando drones; la mayoría de los estadounidenses vivirían desapegados de lo mencionado anteriormente; y escribiría permanentemente sobre the American way of war el autor diría que es una locura. No obstante, una década después de ese espectáculo bizarro el autor creó el sitio web TomDispatch.com, dónde escribía sobre la guerra.

Esas cosas que explotan en la noche

Engelhardt recuerda que ya contaba con experiencia en un permanente estado de guerra y un estado promotor de la guerra, ya que creció en los años de la guerra fría; por ejemplo, cuando paseaba por las calles de su ciudad en los tiempos de la guerra de Corea en los años cincuenta.

En esa época, no había contradicción entre el creciente poderío militar y la abundancia material; por el contrario, el presupuesto militar creciente y el miedo al comunismo fueron la base de una nueva economía de la seguridad nacional. Durante la Segunda Guerra Mundial, se formó una alianza entre la gran industria, la gran ciencia y el ejército que borró los límites entre lo militar y lo civil con dos objetivos: los avances tecnológicos mejorarían la producción de armas y harían más fácil la vida. La guerra armamentística y la guerra por la "buena vida" se peleaban juntas.

En la década de los años 50, el keynesianismo militar promovía un consumismo en que encontraba en las mismas corporaciones autos, misiles, televisiones o submarinos. Corporaciones como General Electric o General Motors producían los bienes del hogar estadounidense y el armamento para el Pentágono.

Actualmente, el Pentágono se mantiene en abundancia presupuestal y Estados Unidos se ha militarizado de las maneras más extrañas.

En la década de los años sesenta y setenta del siglo XX, el ejército estaba en crisis por la guerra de Vietnam, el único momento en esos años de abundancia en que la sensación de vivir en medio de la guerra se sintió en los hogares y la sociedad estadounidense. Pero, desde de los años setenta hasta 2001, el ejército se reconstruyó a sí mismo y se desplazó a tierras lejanas, alejándose de la vida cotidiana de los estadounidenses.

En 1989, el autor criticaba la existencia de una militarización velada: "En la era Reagan-Bush, los militares se han encubierto en el mundo que vemos, aunque no en el mundo que nos ve. Porque si está ausente de nuestra cultura cotidiana, su influencia es omnipresente en la América corporativa [...] Allí, la militarización de la economía y la corporativización del ejército son procesos tan avanzados que parece razonable preguntarse si Estados Unidos tiene una economía civil" (p. 13).

Hoy Estados Unidos casi tiene el monopolio del mercado de armas así como el mercado global de películas, lo cual los hace, irónicamente, expertos en explosiones de todo tipo.

Paisajes de guerra

Para el autor, un warscape es un paisaje, pero mortal, aunque hay toda una variedad de ellos, él habla de los siguientes, esto con el fin de hacer más visible el mundo y guerra estadounidenses, los cuales no se discuten, debaten o no se hace nada al respecto. Hay un mapa de lo que el ejército de Estados Unidos y el Pentágono imaginan como defensa y lo etiquetan así: el comando europeo (Eucom); el comando del Pacífico (Pacom- Asia); el comando del gran Medio Oriente y Norte de África (Centcom); el norte de América (Northcom); el Sur de América y el Caribe (Southcom), y el resto de África (Africom). Sin mencionar el Stratcom (US Strategic Command) que se encarga del espacio aéreo y el más reciente, el Cybercom, que ocupa alrededor de 1 000 hackers miembros del ejército, todos preparados para emprender una guerra preventiva en el ciberespacio. El autor señala que Estados Unido hace que gran parte del espacio geográfico del globo sea área bajo su responsabilidad.

Además, existe un ejército secreto dentro del ejército de Estados Unidos: las fuerzas de operaciones especiales que entrenan en sesenta países. Esta élite se expandió en la era Bush como parte de la guerra contra el terror con el fin de cubrir las operaciones de la CIA que estaban bajo la responsabilidad del Pentágono. De esta manera, el Pentágono también formó una amplia "Comunidad de inteligencia". Esta se compone por diecisiete agencias, incluida la Oficina del director de inteligencia nacional, creada en 2004, cuenta con 1 500 empleados y su objetivo supuestamente es coordinar el laberinto disfuncional de la Comunidad de inteligencia (Ver Dato crucial 3).

Al autor no le sorprende que el Pentágono haya asumido un espectro de actividades civiles previamente controladas por el Departamento de estado, que van desde el ayuda humanitaria y el desarrollo (también conocido como "construcción de la nación") hasta la diplomacia real. Sin mencionar sus roles crecientes como administrador nacional de desastres y traficante global de armas. Ciertamente, esta presencia del Pentágono en la cotidianeidad no está visibilizada: cuando los estadounidenses miran a su alrededor, es posible que no se den cuenta de las formas en que su país continúa militarizado.

El autor examina otro paisaje de guerra, particularmente apropiado en un momento en que varios comentaristas señalan que Estados Unidos se está transformando de una nación que “puede hacer” a una nación que “no puede hacer”, observación basada en los titulares llenos de informes sombríos sobre la infraestructura envejecida del país. Estos paisajes de guerra son las bases militares, especialmente las construidas en las zonas de guerra. Así como en Bagdad, en abril de 2003, el Pentágono y las corporaciones, invirtieron miles de millones de dólares en la construcción de ciudades estadounidenses bien fortificadas, se hizo lo mismo en Irak donde las ciudades incluían múltiples rutas de autobuses, lugares con comida rápida, salones de masajes, cibercafés, plantas de energía, tratamiento de aguas, etc.

Cientos de bases militares se construyeron solo en Iraq incluyendo el complejo de la “Base de la victoria” en el borde del Aeropuerto internacional de Bagdad, con al menos nueve sub-bases importantes ubicadas en su interior, y la base aérea de Balad, que maneja un tráfico aéreo similar al del aeropuerto de Chicago. También en Afganistán se construyeron bases: el ejército de Estados Unidos creó cuatrocientas bases de todo tipo, desde los puestos de combate más pequeños hasta instalaciones monstruosas como la Base Aérea Bagram.

Cómo las películas salvaron mi vida

Durante su infancia el autor no se identificó como un explorador, no era un temerario ni un arriesgado, tenía más bien, un carácter templado. Sin embargo, en la década de los años cincuenta se encontró con paisajes exóticos que otros niños nunca hubieran imaginado. Su país todavía estaba devastado por la guerra y poblado en un grado sorprendente por los enemigos actuales y anteriores: los alemanes, japoneses, italianos y rusos que se encontraban allí, éstos estaban vivos de una manera, emocionante, en la que los estadounidenses no estaban. El autor creció en 40 East 58th Street, justo al lado de Madison Avenue, en el corazón de Manhattan a dos cuadras del Hotel Plaza. Sus padres se mudaron allí en 1946. Los años cincuenta se recuerdan como una edad de oro cuando los estadounidenses, blancos, irrumpieron en los suburbios, mientras que todas las gratificaciones consumistas diferidas por la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial fueron satisfechas. Fue la era del televisor y las tostadoras, de los congeladores lo suficientemente grandes "para toda la familia", de teléfonos "de extensión" y cigarrillos tan "relajantes para los nervios" que los médicos y los jugadores de béisbol estaban orgullosos de respaldar.

Con buenos empleos y salarios en alza en un mundo aún devastado por la guerra, Estados Unidos era mucho más eficiente que el resto del planeta, fabricando los elementos grandes de la vida pacífica (automóviles, sobre todo) y el armamento de guerra, a menudo en las mismas corporaciones dominantes. La Gasolina no era tan cara; filetes baratos y ojivas confiables que podrían terminar la vida tal como se conocía. Y si se era un niño y se quería más, Hollywood estaba allí: era un momento en que, en la pantalla, los marines siempre avanzaban antes de que terminara la película. Fue el momento en que, por primera vez en la historia, los adolescentes tenían dinero en sus bolsillos y podían comenzar a gastarlo en ropa, discos y otros entretenimientos.

El autor tuvo su primera televisión en abril de 1954. Por supuesto, las comedias que le permitieron ver, así como las películas de guerra de Hollywood y las comedias, tenían una notable tendencia a terminar ordenada y optimistamente. Sin embargo, cuando comparaba ese tipo de entretenimiento con su realidad y su entorno familiar, las comedias no se parecían en nada a su vida. Su familia luchaba por mantener la apariencia de una familia de clase media. Escuchar a sus padres pelear verbalmente, fue su primera inclinación para volverse escritor.

Sin embargo, la geografía le salvó la vida ya que en la calle en la que vivía se podía recorrer una buena distancia en la década de 1950 en Estados Unidos, cientos o posiblemente miles de millas, sin tropezar con una sala de cine dedicada a "películas extranjeras", y aún así, entre la Sexta Avenida y la Avenida Lexington, en menos de tres cuadras y media de la ciudad, tenía tres salas de cine: el París al oeste de la Quinta Avenida, el Plaza de su casa, y entre Park y Lexington, la sala de Bellas Artes. Y así, cuando el autor entró en la oscuridad de esos cines y de repente fue transportado a otra parte de la Tierra, se relacionó con el enemigo y se sumergió en vidas que no podrían haber parecido más extrañas (o atractivas).

Cuando él tenía trece años, el gerente del cine le dejaba entrar en cualquier película que le interesara ver, por ejemplo, “A taste of honey” que era una historia sobre la mayoría de edad de una niña inglesa de clase trabajadora: Rita Tushingham con sus ojos conmovedores. Otras películas le interesaron como “The last year” de Alan Resnais, “Billy Liar” o “The virgin spring” de Ingmar Bergman, sin embargo, raramente no tenía la menor idea de a qué le dirigían, lo cual no podría haber sido más desorientador o glorioso para el autor.

Cada película le causaba conmoción ya que le ofrecieron lecciones de historia capaces de cambiar lo que el autor creía saber, por ejemplo, “This island earth” en la que se podía ver la bomba atómica y sus efectos, a través de fantasías sobre armas extraterrestres y monstruos mutantes radiactivos. En la década de los años 50 en los Estados Unidos era posible vivir sin aprender mucho ni ver nada sobre lo que dos bombas atómicas reales le habían hecho a Hiroshima y Nagasaki, a menos que el cine local mostrara la película de 1959 de Alain Resnais, “Hiroshima mon amour” (escrita por la novelista Marguerite Duras). Esa película le dio una introducción en política nuclear y destrucción nuclear disponible en ningún otro lugar. El autor se cuestiona qué lo llevó a ser editor y a escribir críticamente sobre la forma estadounidense de hacer la guerra; no tiene una respuesta final sino suposiciones, pero él no escribiría esto si no creyera que esas horas en la oscuridad (viendo películas) tuvo algo que ver en enviarlo, como editor de un libro, a Hiroshima: en 1979 publicó “Unforgettable fire: pictures drawn by atomic bomb survivors”.

Por otro lado, en sus tiempos mozos, era indudablemente típico imaginar que la derrota de Hitler era un triunfo estadounidense en Europa, hasta que vio “The cranes are flying”, del director ruso Mikhail Kalatozov: la cual parte de un momento de ruptura cinematográfica post-estalinista, su heroína y héroe, Verónica y Boris, son jóvenes enamorados, filmados en ángulos artísticos. Pero ese estado de ánimo solo dura hasta que los nazis invaden París. Un año o dos después, vería “Balada de un soldado”, otro película de guerra rusa: una odisea a través de un paisaje devastado.

Luego, sobre el tema de los adolescentes en guerra, estaba “The bridge”, una feroz
película antiguerra de 1959 dirigida por Bernhard Wicki en la que se identificó con esos niños soldados alemanes ya que ver esa guerra a través de sus ojos, significaba territorio prohibido, sin embargo, esos niños eran tan humanos como el piloto francés en la película de 1962 de Serge Bourguignon, “Sundays and Cibele”, que padecía el trastorno de estrés postraumático después de matar a un niño en la versión francesa de la Guerra de Vietnam.

Estas películas y otras similares le dieron un espacio donde tuvo el privilegio de absorber secretos que nadie en su mundo conocía. Le confirmaron un sentido de que el mundo no era como le habían dicho. Finalmente, el autor le agradece a Alain Resnais, Mikhail Kalatozov, Serge Bourguignon, Bernhard Wicki, François Truffaut, y todos los demás que conoció en el cine hace tanto tiempo porque cambiaron su mundo.

Datos cruciales: 

1. El Centcom, que ahora supervisa las guerras en Afganistán e Iraq, se formó en 1983, como resultado de la Doctrina Carter, es decir, de la decisión del presidente Jimmy Carter de hacer que la protección del petróleo del Golfo Pérsico fuera una necesidad militar, mientras que el Northcom (2002) y Africom (2007) fueron creaciones de la guerra global contra el terror.

2. Según el Washington Post, 13 000 tropas de operaciones especiales se desplegaron aproximadamente en 75 países como parte de una guerra global contra el terror. En otras palabras, las tropas de operaciones especiales ahora operan en cerca de 40% de los 192 países que componen las Naciones Unidas.

3. En total, al menos 263 organizaciones antiterrorismo se han creado o reorganizado como respuesta al 11 de septiembre de 2001. De esta manera, 1 271 organizaciones gubernamentales y 1 931 empresas privadas trabajan en programas relacionados con el antiterrorismo, la seguridad nacional y la inteligencia en alrededor de 10 000 ubicaciones en todo Estados Unidos. En Washington y sus alrededores, se están construyendo 33 complejos de edificios para el trabajo de inteligencia o se han construido desde septiembre de 2001. Juntos ocupan el equivalente de casi tres pentágonos o 22 edificios del Capitolio de los Estados Unidos.

6. El presupuesto del Pentágono alcanzó 700 mil millones de dólares para el año fiscal 2010 (e incluye una factura complementaria de 33 mil millones de dólares para la guerra), un aumento de 4.7% en tiempos de reducción del presupuesto. Se proyecta que alcance 726 mil millones de dólares en el año fiscal 2011. Sin embargo, Chris Hellman, del Proyecto de Prioridades Nacionales, descubrió que el presupuesto total de seguridad nacional de los Estados Unidos en 2010 era en realidad más de 1.2 billones de dólares.

Cápitulos relevantes para el proyecto: 

Capítulo 3, “Their dead and ours”
Capítulo 4, “Obama’s flailing wars”
Capítulo 5, “Waist deep in the Washington quagmire”

Nexo con el tema que estudiamos: 

Este libro es muy útil para entender por qué Estados Unidos ha fundado la base de su economía en la seguridad nacional después de la Segunda Guerra Mundial. Estos dos temas, economía y guerra, van de la mano. El libro evidencia cuántos recursos se han invertido al ejército estadounidense, al Pentágono y a sus respectivas agencias de seguridad e inteligencia en la era Bush-Obama, siendo la seguridad nacional y la defensa los motivos que justifican lo antes mencionado; dichas justificaciones se utilizaron como narrativas de gran impacto después del atentado del 9 de septiembre de 2001. Así, la mayoría de los estadounidenses ignoran, apoyan o no se interesan por cuánto dinero, el gobierno, destina a estos fines sin importarles que países de todo el mundo son afectados por sus operaciones poco transparentes.

Mientras que las corporaciones se benefician también ya que participan en la producción y venta de armamento, es decir, “corporatizan” al ejército y militarizan la economía.