Mixing up Humans and Military Technology

Cita: 

Moelker, Rene y Narda Schenk [2018], “Mixing up Humans and Military Technology”, Caforio, Giuseppe y Marina Nuciari (eds.), Handbook of the Sociology of the Military, Springer, Cham, pp. 443-462.

Fuente: 
Libro electrónico
Fecha de publicación: 
2018
Tema: 
Impulsos y obstáculos del desarrollo de la tecnología militar (armas y organización) en el siglo XXI
Idea principal: 

Rene Moelker es profesor asociado de sociología militar en la Academia de Defensa de Países Bajos. Investiga temas relacionados con tecnología militar, procesos de socialización, profesión militar y teoría del estrés.

Narda Scenak es maestra en psicología social de la Universidad de Ámsterdam y trabajó temas de tecnología militar en la Academia de Defensa de Países Bajos.


El ascenso de los transhumanos

El artículo comienza refiriendo al pensamiento de Bruno Latour (1947-), filósofo, sociólogo y antropólogo de la ciencia francés, que propone una sociología de la tecnología con implicaciones morales. Es reconocido por el artículo “Mixing Humans and Nonhumans Together: The Sociology of a Door-Closer” que reflexiona sobre las puertas y los cierrapuertas no solamente como tecnología sino “reinventadas” como categorías sociológicas y epistemológicas.

A Rene Moelker y Narda Scenak les interesa la obra de Latour porque analiza la relación entre el ser humano y la tecnología de la siguiente manera: “los artefactos tecnológicos adquieren características humanas y los humanos son descritos como máquinas, robots o computadoras” (p. 443). De esta manera la tecnología queda descrita como “profundamente antropomórfica” y “lugarteniente” o “remplazo” de funciones humanas que, generalmente, están involucradas con la disciplina y el poder: influir en el comportamiento de los demás. “La gente no es disciplinada por naturaleza” (p. 443). Por ejemplo, se puede delegar a las personas cerrar las puertas, pero como las personas son en su mayoría indisciplinadas, dicha función queda delegada al mecanismo del cierra puertas. Aquel estatuto de “lugarteniente” o “remplazo” también afecta al ser humano, sobre todo con las tecnologías más desarrolladas, de manera que Moelker y Scenak deciden hablar de “transhumanos” para referir la compenetración de la tecnología y el ser humano.

La difuminación de la línea que separa lo humano de lo no humano es particularmente pronunciada en el caso de la tecnología militar. “La borrosidad de todo está en el hecho de que la tecnología es construida por el ser humano, pero también ella es constructora del ser humano” (p. 444). Probablemente uno de los proyectos de la tecnología militar que mejor ejemplifica esto sea el traje conocido por la prensa como “Iron Man”, esto es, el Traje Táctico de Operador Ligero de Asalto Táctico (TALOS por sus siglas en inglés). TALOS es un exoesqueleto robótico diseñado para la multiplicación de la fuerza corporal y sentidos de los soldados en actividades altamente riesgosas. El traje funciona con tecnología invasiva al cuerpo humano que permite manipular y monitorear funciones vitales como la presión sanguínea.

Moelker y Scenak se encargan en los apartados siguientes de desmantelar la ideología del determinismo tecnológico, esto es, la convicción de que el desarrollo técnico es un inevitable progreso óptimo de la civilización humana. La convicción del artículo es que “desde que la tecnología puede ser usada como herramienta de transformación o como herramienta para solidificar relaciones de poder, la tecnología puede ser una bendición o una maldición” (p. 444).

Introducción a la tecnología y las preguntas de “investigación”

La tecnología es una noción difícil de definir porque existen posturas totalmente contrapuestas respecto a la misma. Algunos definen la tecnología con un ciego optimismo, otros ser resisten a la introducción de nuevas tecnologías. La postura de Moelker y Scenak es que no hay procesos, por decirlo así, limpios. Influyen siempre aspectos culturales, tradiciones e intereses alrededor del apoyo o resistencia de las nuevas tecnologías.

Esta situación no es una excepción en los ejércitos. “La tecnología es sin lugar a dudas uno de los factores más impactantes en los cambios de la profesión militar” (p. 446). Actualmente se habla de “guerra moderna”, esto es, conflictos bélicos que no toman la forma de confrontaciones directas sino de operaciones inteligentes, pequeñas y rápidas que eluden el contacto directo con el enemigo. Es más, apuntan Moelker y Scenak, los teóricos de la “guerra moderna” comienzan a cuestionar la existencia del frente (frontline) en los campos de batalla. “La tecnología del dron solamente subraya el hecho de que el concepto de frente se ha disuelto” (p. 446). Se menciona que los ataques de la “guerra moderna” están concentrados en los “daños colaterales”. “El frente en el ámbito doméstico (home front) es el blanco inmediato de la guerra moderna causando daño colateral, de hecho, aunque los políticos nunca lo admitirían, parece que el daño colateral se ha convertido en el objetivo de la guerra moderna” (p. 446).

Existen distintas experiencias que ponen en tela de juicio las expectativas optimistas en torno al desarrollo tecnológico de las últimas décadas. Moelker y Scenak mencionan los casos de los “robots asesinos” y de cualquier tipo de tecnología que opera de forma autónoma. Existen objeciones éticas y legales en el uso de tecnologías autónomas para traspasar fronteras en países que castigan tales acciones con la muerte. En Estados Unidos se intenta usar un robot denominado “Perro grande” para cargar armas y provisiones de las tropas del ejército. “Un robot no se cansa ni pierde la concentración” (p. 447). Los drones desempeñan operaciones de vigilancia. Los robots con sensores brindan información imposible de detectar con los sentidos humanos. Como puede verse, cumplen funciones humanas de una manera más eficiente: “Los robots no experimentan emociones que perjudiquen su funcionamiento y por lo tanto son menos propensos a violar estándares éticos de comportamiento [...]. Sin embargo, pueden hacer el trabajo sucio mientras los operadores se encuentran fuera de peligro, así que las nuevas tecnologías salvan las vidas de sus propios soldados” (p. 447).

Pero se trata de armas de doble filo. Al tiempo que perfeccionan algunas funciones humanas, también eliminan otras igualmente importantes. Es más, el uso de las tecnologías militares autónomas ha desencadenado que la muerte en los conflictos sea en su mayoría de civiles y no de militares. “Mientras las oportunidades de supervivencia de los soldados promedio nunca han sido tan favorables, la población no combatiente parece ser el objetivo principal y la víctima de los conflictos modernos” (p. 447). Con la automatización mecánica de funciones humanas, se elimina la creatividad y capacidad adaptativa de los seres humanos. De esta manera, se incrementa la posibilidad de minar las decisiones morales. “Si los seres humanos dan un paso afuera y dejan las decisiones clave a robots, aquellos son privados de la oportunidad de actuar moralmente” (p. 447).

A pesar de estas tendencias conflictivas para definir la tecnología, Moelker y Scenak mencionan un trabajo de Berting para indicar tres campos de significación de la tecnología: 1) la tecnología como una combinación de artefactos hechos por los seres humanos y seres humanos construidos por artefactos; 2) tecnología referida a actividades humanas concentradas en el uso de artefactos técnicos, y 3) tecnología como un nivel superior de conocimiento para generar nuevas soluciones.

A continuación, Moelker y Scenak ofrecen ejemplos históricos para refutar la convicción del determinismo tecnológico. Nuestros autores tratan de demostrar que dicha convicción es, en realidad, un mecanismo impuesto para la consolidación de relaciones de poder en las agencias y las organizaciones militares.

Desenmascarando el determinismo

La proposición inicial de Moelker y Scenak es la siguiente: “La idea básica detrás de todo modelo de determinismo descansa en el paradigma de control” (p. 448). Es decir, el determinismo tecnológico postula que la tecnología es el mecanismo para controlar efectivamente la realidad.

En opinión de Moelker y Scenak, las raíces de dicho determinismo se encuentran en la Ilustración. La Ilustración, continúan, sostiene al menos los siguientes tres postulados: 1) el mundo se transforma con el ser humano y la tecnología; 2) los modelos científicos son aplicables a todas las áreas de la vida y 3) la tecnología es el factor principal. “Un mundo desencantado es un mundo dominado por la ciencia, tecnología y burocracia (como un instrumento racional de control)” (p. 448). Es la “mano de hierro de la tecnología”. Pues bien, este modelo ilustrado o de determinismo tecnológico concluye que la forma y estructura de la organización social está determinada por las “mejores tecnologías”. La cultura queda reducida a un remanente de la sociedad.

Según Moelker y Scenak, el determinismo tecnológico conduce a la idea de que la tecnología es el factor más importante para el cambio político. Pero no solo eso. Sostiene que el desarrollo tecnológico hace que los distintos sistemas políticos tiendan a converger. “Las diferencias en sistemas políticos -capitalismo y socialismo- por fin desaparecería. La tecnología causa que las sociedades converjan mutuamente” (p. 449).

Los estrategas e intelectuales militares generalmente se mueven bajo el paradigma de control tecnológico. “Las herramientas tecnológicas contemplan la dulce promesa de que cuando la maquinaria de violencia es liberada, la élite militar permanece en control” (p. 449). Sin embargo, la introducción de nuevas tecnologías a los ejércitos nunca es automática. Contrario a lo que opina el determinismo tecnológico, muchos intereses y la diversidad cultural entra en juego para la introducción de nuevas tecnologías. Moelker y Scenak se sirven de los casos de las ametralladoras y los tanques para ilustrar la cuestión.

El mito de la introducción automática; ametralladoras y tanques

Las fuerzas armadas inglesas tuvieron numerosos episodios de resistencia para introducir las tecnologías de las ametralladora y los tanques en su arsenal de guerra. Tales tecnologías se abrieron paso a través de corporaciones privadas (la Machine Corps en 1915 y la Tank Corps en 1917), pero su oficialización en las fuerzas armadas recorrió un largo y obstaculizado proceso.

Introducción de la ametralladora

Se menciona que desde el siglo XIX se inventó por ingenieros civiles (no técnicos de armas) un arma de fuego con alta velocidad de disparo. Las fuerzas armadas no prestaron atención al invento por razones completamente alineadas a la tradición militar de la época. “La segunda mitad del siglo XIX fue la era de la invención, producción en masa y progreso tecnológico, pero en el ejército la idea persistente fue que las guerras se decidían por el coraje de los individuos que están motivados por el patriotismo, el honor y el heroísmo” (p. 449).

Pero esto no significa que la ametralladora no fuera utilizada. Moelker y Scenak cuentan que esta innovación tecnológica tuvo sus primeros usos en las colonias africanas. “Era un arma que no se consideraba honorable para usar contra los europeos civilizados” (p. 449). Aunque el uso de la ametralladora se extendió en las experiencias coloniales y la guerra ruso-japonesa de 1904-1905, el ejército no cambió su forma de pensar. Ciertamente, los oficiales que participaron en la experiencia colonial expresaron lo favorable que sería para la infantería adoptar las ametralladoras; como el capitán George M. Lindsay, participante en las guerras bóeres de 1880-1881 y 1899-1902. Pero los oficiales de infantería reprobaron lo pesado y la dificultad para transportar las ametralladoras en el campo de batalla, de manera que algunos oficiales las situaron en la zona de artillería, esto es, muy por detrás del frente de batalla.

“En 1914, al comienzo de la Primera Guerra Mundial, ninguna rama del ejército estaba dispuesta a adoptar la ametralladora” (p. 450). Sin embargo, con la guerra de trincheras en el invierno de 1914-1915 cambió la situación para las ametralladoras porque todas las tácticas tradicionales de guerra resultaban inútiles. El paradigma de la guerra se trastocó. “La batalla fue dominada por mero poder de fuego dejando de lado los viejos valores militares de coraje y sacrificio” (p. 450). Tras la experiencia de la eficiencia de las ametralladoras en el campo de batalla, estas fueron equiparadas al poder de ochenta soldados de infantería. Fue así como los políticos empezaron a señalar el uso de ametralladoras como una tecnología que permitiría salvar vidas.

El capitán Lindsay intentó en vano procurar la independencia de la Machine Corps, pero fue obligado a desplegar sus actividades muy cerca de la infantería y la artillería. En 1915 la ametralladora se desarrolló como un elemento nuclear para el poder de fuego de las tácticas de infantería. En 1918 se escribieron las primeras regulaciones sobre importancia del poder de fuego. La Machine Corps prontamente fue asediada por la emergencia de una nueva tecnología: los tanques.

Introducción del tanque

También hubo resistencia en los ejércitos para la incorporación de los tanques en su arsenal de guerra. Wiston Churchill fue uno de los principales promotores del tanque, el ejército rechazó la sugerencia, pero quedó en consideración en la armada. El tanque estaba pensado como “las nuevas máquinas que deberían ser capaces de destruir las ametralladoras y superar obstáculos y trincheras en el terreno” (p. 450).

Las primeras construcciones del tanque se encargaron en Francia en 1916. Se mandó a construir por partes separadas bajo el pretexto de ser piezas de tanques de agua para Rusia y Medio Oriente. De tal coartada viene que se le llame “tanque” a los enormes vehículos de guerra. Asimismo, se estableció una Tank Corps de forma independiente, pero la incorporación de sus tecnologías a los ejércitos no fue inmediata. Para 1923 todavía no se encontraban integrados los tanques en la organización y procedimientos tácticos de los ejércitos. También en Estados Unidos hubo resistencia, aunque el tanque pertenecía a la infantería desde 1920. “Entre la caballería, el ideal de los oficiales como caballeros y deportistas continuaba siendo uno de los valores centrales [...]. Barreras culturales detuvieron la implementación de la nueva tecnología” (p. 451).

Estos casos conducen a la conclusión, según Moelker y Scenak, de que la tecnología no conduce automáticamente a cambios en la organización social, en este caso militar. Intervienen determinaciones culturales que se resisten a tales cambios.

La resistencia política bordeando la negligencia criminal: el M16

La historia sobre la incorporación del fusil M16 en las fuerzas armadas estadounidenses durante la guerra de Vietnam está rodeada de sucesos e intrigas que, según afirman Moelker y Scenak, se acercan a teorías de la conspiración.

El M16 fue producido por la Armalite Corporation para competir con el M14 producido conjuntamente por el ejército (Ordnance Corps, cuerpo del ejército encargado de probar rifles) y una industria civil. El M14 es un rifle pesado, incontrolable en disparo automático y con carga explosiva dañina para el propio soldado. En cambio, el M16 se mostró como un rifle de menor calibre y peso, pero mucho más letal y fácil de operar y controlar en disparo automático. Con el M16, Ordnance Corps perdió el monopolio del mercado armamentístico. “Esta es la razón por la que Ordnance Corps hizo unas ‘mejorías’” (p. 452).

Moelker y Scenak cuentan que para la incorporación del M16 en las fuerzas armadas estadounidenses, Ordnance Corps puso como condición hacerle unas modificaciones. Tales modificaciones no fueron una mejoría del M16. En realidad, provocaron un fácil y continuo atascamiento del arma en situaciones de combate. Moelker y Scenak recogen testimonios de soldados en Vietnam que reprochan a sus pares en Estados Unidos que muchas de las bajas de las filas del ejército estadounidense se debieron al atascamiento del M16. Incluso se llega a mencionar que los vietnamitas, al ganar algunas pequeñas batallas contra el ejército estadounidense, recogían todo tipo de provisiones, pero dejaban tirados los M16. Para Moelker y Scenak se trató de un sabotaje del M16: “La historia de la inutilización del M16 es una historia de terror burocrático que ejemplifica que la política es un factor esencial en la introducción de nueva tecnología” (p. 452).

Agencia e invención planificada: el eje de restricción organizativa

Como pudo verse, Moelker y Scenak afirman que el poder político tiene la capacidad de postergar la introducción de nuevas tecnologías.

De la mano de un trabajo de Travers (Ver Trabajo en fuentes), los autores mencionan que existe un patrón de comportamientos en el desarrollo de la restricción organizativa de la tecnología: 1) la introducción de nueva tecnología presenta resistencia por el orden establecido; 2) aceptación en los niveles bajos del orden; 3) no hay desarrollo ni en la doctrina ni en las tácticas que permitan la introducción de las nuevas tecnologías; 4) opositores y promotores de las nuevas tecnologías comienzan a hablar con mayor claridad sobre la situación; 5) se elabora un papel táctico para la introducción de la nueva tecnología en el orden establecido.

Sin embargo, Moelker y Scenak mencionan que existen casos históricos que evidencian una integración creativa de las nuevas tecnologías fomentada por los propios agentes oficiales. Se trata de una invención planificada donde el trabajo político jugó un papel relevante para superar obstáculos tradicionales. En el artículo se mencionan dos casos: el del príncipe Mauricio de Holanda para derrotar el dominio español a principios del siglo XVII y el del general francés De Gribeauval para reformar la artillería en el siglo XVIII.

Organización para poder de fuego: el príncipe Mauricio

Moelker y Scenak inician con un par de proposiciones que articulan todo su análisis: “Uno necesita transformar conscientemente las configuraciones del poder para implementar la tecnología” (p. 453). Y luego: “La tecnología está profundamente integrada en la organización” (p. 453). En opinión de los autores, el príncipe Mauricio de Holanda inauguró en el siglo XVII una transformación en la organización militar al saber explotar el vínculo político-militar.

El príncipe Mauricio de Holanda (1567-1625) es conocido por luchar por la independencia de su país del reino de España. El arma convencionalmente considerada más avanzada de la época era la caballería. Pero a finales del siglo XVI surgió una tecnología militar constituida por un escuadrón organizado de soldados con picas (al centro) combinados con mosqueteros (a los lados). En el campo de batalla los mosqueteros disparaban contra la caballería enemiga y, cuando esta se acercaba, se refugiaban detrás de las picas para cargar sus moquetes y repetir la operación. Moelker y Scenak señalan que esta estrategia organizativa de la tecnología militar tuvo como consecuencia dotar de mayor importancia a la infantería que a la caballería.

El suceso más importante es que la dificultad que implicaba el uso de mosquetes (tardaban 3 minutos en recargar) y picas (su peso y balance) fue compensada por una reforma de la organización militar en el campo de batalla. Los factores que permitieron esta reforma fueron disciplina, maniobra y movilidad. Se estandarizó la tecnología del mosquete, ahora el ejército entregaba un armamento homogéneo a sus soldados ya que anteriormente cada soldado llevaba su propio mosquete. Asimismo, se acompañó con un entrenamiento específico para la movilidad de los mosqueteros durante la batalla; un grupo de mosqueteros dispara, luego se marchaba detrás del escuadrón para recargar, enseguida otro grupo de mosqueteros dispara y marcha detrás del escuadrón para recargar, y así sucesivamente.

Mencionan Moelker y Scenak que, por tal procedimiento, se ha llegado a afirmar que la organización militar del príncipe Mauricio es bastante analítica, casi científica. Esta experiencia demuestra que las innovaciones tecnológicas están vinculadas con transformaciones organizativas. “El modo en que la organización se transforma hace que forme parte de la nueva tecnología. Sin una reforma integral organizativa la nueva tecnología no podría desempeñarse tan bien” (p. 545). En este caso, el factor determinante no fue el dispositivo tecnológico per se, sino la agencia y organización del mismo.

Superando la resistencia al cambio: De Gribeauval

El cambio introducido por De Gribeauval estuvo basado en análisis científicos, experimentación e integración organizativa. Para introducir cambios en las facciones tradicionales del ejército, De Gribeauval tuvo que persuadir estratégica y deliberadamente a los opositores de la reforma de artillería y caballería.

Los cambios tecnológicos de la artillería en el siglo XVIII fueron múltiples, pero con muchas irregularidades. Por ejemplo, los cañones resultaban muy pesados para transportar en el campo de batalla, de manera que generalmente estaban fijados para la protección de las fortalezas. Pero fue con la experimentación de Jean Maritz y su hijo, ambos ingenieros suizos, que se logró aligerar el peso del material del cañón y de las balas para poder ser utilizado en el campo de batalla. Con tal desarrollo, el personal encargado de transportar los cañones fue militarizada.

Según Moelker y Scenak, el teniente De Gribeauval fue la pieza clave para comprender los desarrollos tecnológicos de la segunda mitad del siglo XVIII en términos de formatos de organización sustentados en métodos racionales, científicos y experimentales. De esta manera, De Gribeauval edificó escuelas para oficiales de artillería no sólo para la instrucción de cuestiones teóricas, sino tácticas de operaciones conjuntas de la artillería con la infantería y la caballería. Los cursos eran impartidos por antiguos oficiales de artillería del ejército francés, de manera que conocían los defectos de la estrategia militar establecida. Toda la organización propuesta por De Gribeauval daba el papel más importante a la artillería, pero lo justificaba con técnicas y habilidades matemáticas con tal de abrir un moderno método de guerra. Precisamente por esto, la mayor oposición estuvo encabezada por la caballería y la infantería.

Se interpusieron criterios ideológicos y culturales para realizar la reforma de la artillería. El uso de cañones era concebido como la interposición de un dispositivo tecnológico que mataba al enemigo a distancia y a través de un contacto impersonal. De esa manera quedaba fuera del conflicto bélico cualquier actitud de coraje y valentía. Sin embargo, De Gribeauval pudo persuadir a las ramas de caballería e infantería del ejército a través de demostraciones fácticas en el campo de batalla. Toda la planeación estratégica del uso de la artillería pesada, los autores lo comparan a las funciones de los actuales departamentos de investigación y desarrollo. De Gribeauval llegó a tales resultados por la experimentación. Sus estudios de la artillería prusiana y austriaca le permitieron proyectar un plan de reforma de la estrategia seguida por el ejército francés hasta ese momento.

El logro de De Gribeauval, concluyen Moelker y Scenak, consiste en combinar su acercamiento científico a los menesteres militares con los logros políticos de generar coaliciones y alianzas que impulsaran sus reformas.

La borradura del ser humano y la máquina

El desarrollo de las revoluciones tecnológicas han culminado en la constitución del ser humano y la tecnología como una sola entidad híbrida. Si la “sociedad de información” generalmente es referida como la tercera revolución tecnológica, Moelker y Scenak afirman que las impresoras 3D son la cuarta revolución tecnológica porque permiten a las personas imprimir su propia tecnología. “Este es también el primer paso para que las máquinas creen máquinas” (p. 457).

Los desarrollos tecnológicos de los últimos años inscriben al ser humano en cuatro fronteras, a saber, el espacio, el ciberespacio, la robótica y la biometría. Empero, lo verdaderamente novedoso del asunto se da, en opinión de Moelker y Scenak, en las guerras y la profunda integración de la tecnología en los seres humanos. Gracias a la tecnología ya no existe el frente de batalla, asimismo, la línea divisoria entre seres humanos y tecnología es cada vez más tenue “y se desvanecerá completamente en un futuro cercano” (p. 457).

El impacto de la tecnología en los seres humanos alcanza un nivel psico-social ya que la integración e invasión de dispositivos tecnológicos en el ser humano termina por fusionar lo humano con lo no humano.

Drones

Para Moelker y Scenak el dron es el entrelazamiento del mundo real y virtual. Una de sus principales consecuencias es la pérdida de las experiencias sensibles, de manera que la realidad queda confundida con los objetivos virtuales de las pantallas.

En ese sentido, existen preocupaciones de que los operadores de los drones tengan un comportamiento poco o nada ético al momento de tomar decisiones, es decir, que se pierdan las implicaciones éticas de los conflictos. Los autores mencionan el testimonio de un operador de un dron en Qatar que afirmaba que tal experiencia virtual es similar a la de un videojuego y “puede llegar uno a sentir un poco de sed de sangre” (p. 457). O, de otra manera, están los casos de nuevos desórdenes de estrés post traumáticos en algunos operadores de drones. Un malestar generado no por estar su vida en peligro sino por “daño moral”.

Por otra parte, aunque legalmente se mantiene el uso de drones porque todas las operaciones están supervisadas por el parlamento, en realidad el parlamento no puede garantizar que no habrá daños colaterales.

Robots asesinos

De la mano de Singer, Moelker y Scenak afirman que existen distintos tipos de robots asesinos. Hay robots guardianes que registran los movimientos sospechosos en distintos puntos del planeta. También hay robots auxiliares que cumplen funciones como quitar (o poner) bombas. La particularidad de estos robots es que se están diseñando con rostros humanos, de manera que los soldados los traten como “compañeros de guerra”.

Un dato importante que se menciona es que los robots son programados para emprender funciones específicas, así que no son capaces de decidir en situaciones de vida o muerte ni realizar juicios morales. “Los robots no tienen agencia por fuera de su programación. No tienen conciencia y no pueden tomar responsabilidad por sus actos” (p. 458). En suma, lo robots no son verdaderos sujetos de derecho.

Guerreros cyborg

Un cyborg es definido por Moelker y Scenak como un ser humano cuyas capacidades han sido desarrolladas más allá de los niveles normales de su funcionamiento gracias a la integración de tecnología en su cuerpo o vestimenta.

Ya no se trata de hardware ni de software, ahora el desarrollo tecnológico militar apuesta por el mindware, esto es, un entrenamiento en realidad virtual que modifica la mente de los soldados. Se trata de un soldado cyborg programado para integrar sistemas de armas de control virtual que permitan generar una disociación moral con sus enemigos. En otras palabras, se busca disciplinar la mente para “mejorar la habilidad [de los soldados] de usar sus armas contra los enemigos, mientras mantienen alejadas las consecuencias psicológicas del asesinato” (p. 458). Moelker y Scenak indican que esto puede lograrse con el uso de psico-farmacéuticos. “Todos estos métodos de crear cyborgs tienen algo en común, esto es, la deshumanización parcial de los soldados” (p. 458).

La revolución del movimiento creador

Como ya se dijo, la tecnología tiene efectos ambiguos o dobles, unos para bien y otros para mal. Por ejemplo, las impresoras 3D sirven para la disposición de cualquier tipo de herramienta que se necesite, permitiendo dotar de cierta autonomía sus procesos de producción. Pero, a medida que se generalice tal tecnología, podría usarse para la producción ilegal de armas.

Tal como pasó con el dron, se provoca una revolución en la milicia porque dota de acceso al público en general de sistemas tecnológicos con altas posibilidades de uso armamentístico. Se pone en juego el monopolio de la violencia del estado.

Discusión: ¿Dónde esta el final de la borradura de los límites entre la tecnología y los humanos?

Moelker y Scenak concluyen su artículo indicando una serie de proposiciones muy sugerentes. Las enumeramos a continuación:

1) No hay una definición preestablecida de lo que es un ser humano, esto es, el significado de lo que es un ser humano cambia constantemente.
2) La tecnología puede ser vista como una promesa optimista de autodeterminación e independencia material de los seres humanos.
3) La tecnología también puede ser vista, con la integración completa del ser humano y la tecnología, como el peligro de la creación de un robot asesino transhumano sin escrúpulos.
4) El campo de batalla del futuro no contará con la presencia efectiva de soldados reales, sin embargo, las víctimas serán seres humanos reales, esto es, los civiles.

Datos cruciales: 

1. Se estima que en promedio la extensión del campo de batalla durante la Primera guerra mundial fue de 17 km; en la Segunda guerra mundial, 57 km; en la guerra de Yom Kipur, 70 km. La longitud de la línea frontal también se extendió: en la Primera guerra mundial, 14 km; en la Segunda guerra mundial 48 km; y en la guerra de Yom Kipur, 57 km.

2. En 1967 el Congreso de Estados Unidos abrió una investigación sobre el problema del M16.

3. En 2016 Estados Unidos bombardeó Yemen, Irak, Siria, Libia, Afganistán, Paquistán y Somalia con drones sin haber declarado guerra a ninguno de los países.

Cápitulos relevantes para el proyecto: 

2. "The Study of the Military. Models for the Military Profession" por Marina Nunciari.
4. "The Order of Violence. Normas and Rules of Organized Violence and the Civil-Military Paradox" por Wilfred Bredow.
14. "Participation and Change in Gendered Organisations. Women in the Military Forces" por Marina Nuciari.

Trabajo de Fuentes: 

Singer, P. [2011], "Military robotics and ethics: A world of killer apps", en Nature, 477(7365), pp. 363-380.

Travers, T. [1990], The killing ground. The British Army, the Western Front and the emergence of modern warfare 1900-1918, Londres: Unwin Hyman.

Osinga, F. [2013], "Bounding the debate on dornes: The paradox of postmodern warfare", en H. Amersfoort, R. Moelker, J. Soeters & D. Verweij (eds.), Moral responsability and military effectivness, La Haya: T.M.C. Asser Press, pp. 243-478.

Nexo con el tema que estudiamos: 

El capítulo de Moelker y Scenak contribuye al estudio de las nuevas subjetividades de la guerra del siglo XXI. La definición de la relación de los seres humanos con la tecnología en una entidad "transhumana" tiene la virtud de mostrar los fenómenos que resultan de la intervención directa del cuerpo de los humanos para la agudización de las funciones y capacidades que normalmente disponen.

Merece la atención el texto porque presenta las dos caras de la moneda, por un lado, indica los grandes avances técnicos que permitirían autonomizar los procesos productivos de la tecnología (como el caso de las impresoras 3D), por otro lado, indica los peligros de desencadenar una deshumanización de los "transhumanos" a través de una programación maquínica de las acciones de los soldados acompañada con una eliminación de barreras éticas y morales.