Capital has an Internationale and it is going fascist: time for an international of the global popular classes

Cita: 

Robinson, William I. [2019] “Capital has an Internationale and it is going fascist: time for an international of the global popular classes”, Globalizations, 16:7, 27 de agosto, https://doi.org/10.1080/14747731.2019.1654706

Fuente: 
Artículo científico
Fecha de publicación: 
Martes, Agosto 27, 2019
Tema: 
La ofensiva neofascista del capital trasnacional y la necesidad de construir una nueva internacional de los pueblos
Idea principal: 

William I. Robinson es profesor de sociología, estudios internacionales, globales, latinoamericanos e iberoamericanos en la Universidad de California en Santa Barbara. Sus últimos trabajos abordan el capitalismo global y su crisis. Este trabajo forma parte de una selección de ensayos que responden al llamado que poco antes de su muerte hiciera Samir Amin a los pueblos y trabajadores del mundo para formar una nueva internacional.


Ante un nuevo embate de la derecha neo-fascista, las fuerzas de izquierda alrededor del mundo necesitan renovar su proyecto revolucionario y elaborar un plan para refundar el Estado, y, atendiendo el llamado de Samir Amin, conformar una organización mundial que logre unir a los pueblos y trabajadores del mundo en torno a un programa mínimo. Aunque el autor coincide en gran parte con el llamado de Samir Amin, en el artículo se exponen sus diferencias políticos-teóricas respecto al capitalismo global, como un primer paso necesario para la construcción de una organización de este tipo.

Como resultado de la agudización de lo que parece ser el principio de una crisis general del sistema capitalista, la sociedad global ha enfrentado un fuerte proceso de polarización entre fuerzas populares de izquierda, de un lado, y fuerzas de extrema derecha, del otro, en cuyos márgenes conviven tendencias abiertamente fascistas. Estos últimos han sido más exitosos que la izquierda en movilizar el descontento alrededor del mundo y han logrado ganar importantes posiciones políticas e institucionales. Ante esta situación, que aunada a la magnitud que han alcanzado los medios para ejercer violencia, y frente al holocausto ecológico en ciernes, la sentencia “¡socialismo o barbarie!” se hace más actual que nunca. Es por esto que la izquierda necesita unirse en una organización global con un programa mínimo en torno al cual trasnacionalizar la lucha y pasar al contraataque.

La internacional del capital y el espectro del fascismo del siglo XXI

Durante la crisis estructural de la década del 70, y al disminuir la tasa de ganancia, el capital se transnacionalizó como una estrategia para liberarse de los límites a la acumulación que le imponían el Estado-nación, las políticas redistributivas del fordismo-keynesianismo y la lucha popular revolucionaria alrededor del mundo. Una nueva clase capitalista transnacional tomó, entonces, la ofensiva contra los trabajadores y las clases populares del mundo. Esta ofensiva logró cambiar la correlación de fuerzas alrededor del mundo en favor de la clase capitalista transnacional al minar la capacidad del Estado para capturar y redistribuir los excedentes, y con esto la base lógica del proyecto socialdemócrata.
 
A pesar de manejar una retórica nacionalista y populista, lo que el autor llama “fascismo del siglo XXI”, no representan una salida al capitalismo. Sus intereses se identifican con los intereses del capital transnacional, pues el corazón del fascismo del siglo XXI es la triangulación entre capital transnacional, poder político represivo y neofascismo en la sociedad civil. Los diferentes proyectos del fascismo del siglo XXI nacen como una respuesta a la crisis del sistema, representan el contradictorio intento de restaurar la legitimidad del Estado bajo las condiciones de desestabilización propias de la globalización capitalista. Frente a a la ruina del bloque histórico capitalista, este nuevo fascismo es la extensión de la globalización capitalista por otros medios, es decir, por medio de un Estado policial en expansión y por medio de la movilización neofascista de las masas.

Recientemente la derecha internacional celebró la llegada de Bolsonaro al gobierno en Brasil. Bolsonaro triunfó en las elecciones con un programa similar al de Trump, que incluye privatizaciones y desregulación de la economía, la apertura del Amazonas a la tala, la minería y los agronegocios, una reforma fiscal regresiva, austeridad general acompañada de la criminalización y represión de los movimientos sociales y los comunidades vulnerables que podrían presentar oposición a este programa. Por otra parte, esta victoria ha puesto de manifiesto la coordinación a nivel global de los agentes del proyecto neofascista del siglo XXI, como Steve Bannon, quien trabajó en la campaña de Bolsonaro. Mientras que la significativa alza de los mercados y fondos brasileños en las bolsas del mundo al día siguiente de su triunfo en las urnas, son tan sólo una muestra de la deriva fascista que ha tomado el capitalismo global en crisis.

Una nueva Internacional y un frente unido contra el fascismo del siglo XXI

Lo que ha preparado el camino a la derecha neofascista ha sido principalmente la incapacidad de la izquierda para presentar una alternativa al capitalismo global. Los gobiernos progresistas en América Latina a principios de siglo levantaron muchas expectativas. Sin embargo, la izquierda una vez en el poder ignoró las demandas populares por transformaciones estructurales con el pretexto de atraer inversión corporativa transnacional para generar desarrollo. Así, los movimientos sociales que llevaron a estos gobiernos al poder fueron entonces desmovilizados, sus líderes cooptados por las instituciones del estado y sus masas subordinadas a la lógicas electoralistas de los partidos de izquierda. Mientras que los reconocidos  programas sociales de estos gobiernos, con los que pretendieron distribuir la riqueza, dependían por completo de los caprichos del mercado mundial de materias primas, y cuando estos no les fueron favorables, principalmente a partir de 2011, la izquierda perdió la condición de posibilidad de su tibio programa reformista.
 
Las lecciones históricas nos han mostrado que, por un lado, las élites políticas y económicas ante la incapacidad de estabilizar el capitalismo con un programa de reformas moderadas recurrirán siempre a la salida fascista. Por otro lado, una parte importante de la masas al no ver atendidas su necesidades por un programa de izquierda, se decantarán también por el fascismo. Es por esto que una nueva internacional de los pueblos tiene que llevar a cabo un ataque frontal contra el capitalismo con un proyecto alternativo claro y un programa mínimo que coordine la lucha a través de las fronteras y las regiones.

En este sentido, para que un contraataque popular sea exitoso es necesario construir un frente unido contra el fascismo que aglutine tanto a movimientos sociales como a partidos políticos de izquierda en torno a un programa mínimo. Por otro lado, el bloque histórico capitalista ha comenzado a desmoronarse tras el colapso financiero de 2008, las luchas intestinas que han comenzado a fracturarlo podrían presentar nuevas oportunidades para que las clases populares construyan alianzas amplias en la lucha contra el fascismo. Esta vez, sin embargo, un frente amplio antifascista tiene que partir de un análisis del capitalismo global, y su crisis, esforzándose porque sean las clases populares las que ejerzan la hegemonía dentro de este frente, y no estén subordinadas a una burguesía demócrata reformista como fue el caso de los frentes contra el fascismo del siglo pasado. Aunque a una organización de este tipo le tomará muchos años dar resultados concretos y su concreción dependerá inevitablemente de un proceso de debate entre muchas opiniones diferentes y antagónicas que no estará exento de conflictos. 
 
El desafío del llamado de Amin para una Internacional de trabajadores y pueblos 

La construcción de dicho programa mínimo debe partir de un detallado análisis del capitalismo global. Un debate que debe ser al mismo tiempo teórico y político. Es aquí donde Robinson expone sus diferencias con el análisis de Amin, que si bien, advierte la tendencia a la concentración del capital y el poder en el capitalismo contemporáneo, su obstinación con un marco interpretativo territorializado, basado en el Estado-nación, en donde los países de la triada (Estados Unidos, Europa y Japón) son los únicos que importan, no le permite advertir el proceso de transnacionalización del capital, el ascenso de una clase capitalista trasnacional en lo que fue el tercer mundo y la “tercermundizacion” de amplios sectores de las clase trabajadora en lo que fue el primer mundo.
 
Es precisamente la desestabilización de las clases obreras del primer mundo y su nueva movilidad descendente lo que está preparando el terreno para el fascismo del siglo XXI, pero por otro lado, también está abriendo nuevas oportunidades para las solidaridades desde abajo norte-sur. Sin embargo, para Robinson, los antagonismos que se deben priorizar en la nueva internacional son los antagonismos de clase, sobre otro tipo de contradicciones secundarias aunque relevantes, como centro-periferia o norte-sur. Para el autor, lo que Amin llama la “recolonización” del mundo por el “imperialismo colectivo” de los países de la triada, es en realidad la recolonización del mundo por la clase capitalista transnacional. En este sentido, estas diferencias teóricas alcanzan implicaciones políticas, debido a que las pretensiones de construir alianzas con una supuesta burguesía nacional “progresista” se encuentran canceladas pues los intereses de la clase capitalista en el tercer mundo, en este momento, se identifican completamente con la defensa y consolidación del capitalismo.

Una nueva organización internacional de los pueblos y trabajadores del mundo deberá incluir tanto a partidos políticos como a movimientos sociales, e impulsar un modelo de lucha que les permita a estos últimos preservar su autonomía respecto a los primeros. Este punto es crucial, pues es solo la movilización masiva, desde abajo, la que ofrecerá un contrapeso al control que el capital trasnacional ejerce desde arriba sobre los estados nacionales. Debemos aprender de las experiencias como las de Grecia y América Latina, en donde fuerzas de izquierda al ganar el gobierno se ven arrastradas a gestionar el estado capitalista y su crisis, obligadas a defender ese Estado y su dependencia al capital transnacional, lo que finalmente acaba por enfrentarlas con los pueblos y movimientos que los llevaron al poder. Aunque, ciertamente, no hay una respuesta sencilla a estos dilemas, dicha respuesta pasará necesariamente por la construcción de una nueva internacional que impulse un nuevo proyecto socialista en este momento crucial.

Datos cruciales: 

Forbes señala que los súper ricos (ultra-high net worth individuals) del tercer mundo han aumentado su fortuna mas rápidamente que en ningún otro lugar. Entre 2012 y 2017 los ultra ricos han crecido en Bangladesh 17.3%, en China 13.4%, Vietnam 12.7%, Kenya 11.7% e India 10.7%. Mientras que Estados Unidos quedo en decima posición con un 8.1% (McCarthy, 2018).

Trabajo de Fuentes: 

McCarthy, N. [2018]. Where super rich populations are growing fastest. Forbes, 27 September. Retrieved from https://www.forbes.com/sites/niallmccarthy/2018/09/27/where-super-rich-p...

Nexo con el tema que estudiamos: 

Ante una situación de crisis sistémica, el capital  trasnacional, producto de la contrarrevolución neoliberal, está recurriendo a una nueva ofensiva antipopular, esta vez de carácter neofascista, en un intento de continuar la acumulación y la concentración de poder por medio de medios cada vez más represivos. El llamado a construir una nueva internacional popular para enfrentar esta ofensiva tiene ante sí importantes retos y paradojas difíciles de superar. Una de las principales será crear un debate abierto entre todas las fuerza de izquierda sobre el capitalismo contemporáneo y su crisis y el papel que los Estados nacionales jugarán en superarla.