Economy of Force. Counterinsurgency and the Historical Rise of the Social

Cita: 

Owens, Patricia [2015], Economy of Force. Counterinsurgency and the Historical Rise of the Social, Cambridge, Cambridge University Press, pp. 1-48.

Fuente: 
Libro electrónico
Fecha de publicación: 
2015
Tema: 
Contribución a una teoría contemporánea de la contrainsurgencia a través de los conceptos de "domesticidad" y "Oikos".
Idea principal: 

Patricia Owens es profesora británico-irlandesa de relaciones internacionales en la Universidad de Sussex. Destaca por su trabajo en historia y teoría de la contrainsurgencia de la guerra, historia y las mujeres en el pensamiento internacional, historia social y política, y por su estudio sobre guerra y relaciones internacionales en el pensamiento de la filósofa Hannah Arendt. Por el libro Economy of Force recibió en 2016 el Premio Susan Strange por el mejor libro sobre estudios internacionales por la sección teórica de la Asociación de Estudios Internacionales.


Nota de traducción: Owens hace un estudio de la historia del sentido de la palabra “domestic” y se sirve de la noción de “household” para diferenciarla del significado cotidiano de una construcción habitacional (“house”) o de la vinculación de esta con la estructura familiar (“home”). En este sentido, habría que señalar un par de cuestiones. 1) En inglés el término “domestic” suele usarse con un sentido más amplio que el término “doméstico” castellano, por ejemplo, puede aludir a algo “nacional” o “interior” y no solo a algo “casero”, por tanto, aquí se utiliza el término en cursivas (doméstico) cuando se quiera enfatizar dicho sentido amplio. 2) No existe equivalente en castellano del sustantivo household, su traducción es “casa”, igual que “house”; puesto que en el texto de Owens es fundamental la apertura de sentido de la noción de household se decide, a falta de una propuesta mejor, diferenciarlo tipográficamente como con mayúscula (“Casa”).

1. Introducción: oikonomia en el uso de la fuerza

Owens afirma que la teoría de las relaciones internacionales está determinada por la distinción entre lo extranjero y lo doméstico. La mayoría de dichas teorías establecen analogías entre las relaciones político-legales domésticas de los individuos pertenecientes a un estado y las relaciones político-legales exteriores entre distintos estados. El problema con esta “analogía doméstica” es que no se preocupa por definir el significado de lo doméstico. “Si la teoría internacional depende de una forma de distinción entre lo doméstico y lo extranjero, entonces hay que hablar más sobre la domesticidad misma. ¿Cuáles es su significado, sus orígenes, su ontología?” (p. 1).

La etimología indica, continua Owens, que “doméstico” proviene del latín domestic-us, de la raíz domus, esto es, “casa”. El registro en inglés más viejo de la palabra “doméstico” data de 1521 y refiere a ser o estar dentro de una Casa (household), el “internado en una casa” (p. 2). Así, desde muy temprano, existe una vinculación entre “doméstico”, “hogar” (home) y Casa (household). Se trata de una vinculación semántica presente hasta nuestros días. Sin embargo, “Casa (household), casa (house) y hogar (home) no deberían ser tratados como sinónimos” (p. 7). De momento basta decir que por Casa debe entenderse una estructura que “puede abarcar más de una casa (house) en el sentido de un refugio para personas específicas, que pueden o no estar relacionadas biológicamente” (p. 7).

Ahora bien, en los estudios internacionales, merced al uso de la “analogía doméstica”, se recurre a la distinción de lo doméstico y lo extranjero por medio de referencia a una frontera o borde que limita la determinación de uno y otro. Este sentido de la palabra doméstico como “metáfora dominante para el estado-nación” (p. 2) fue consolidado por el jurista alemán Hugo Grotius en 1665. Se trata de un recurso poderoso para el discurso político; en la actualidad la opinión pública habla en términos de política doméstica, esto es, una política interna o nacional.

El trasfondo de la idea de política doméstica es la presuposición de un “espacio de la Casa”, de un Oikos. A juicio de Owens, el término griego de Oikos consigna la problemática del pensamiento político e internacional sobre la domesticidad, a saber, el arraigo de lo doméstico en la gobernanza de la Casa (household governance). Se trata de una forma histórica de gobierno, norma, dominio o reglamento de la Casa.

Pues bien, las formas de gobierno de la Casa son histórica y geográficamente variables. Los antiguos griegos tenían su gobernanza de la Casa como oikonomía; los romanos, en cambio, tenían un paterfamilias como “cabeza” de la gobernanza que poseía la autoridad legal absoluta sobre los demás miembros de la Casa. Desde la perspectiva romana de la domesticación de las personas en el espacio de la Casa, gobierno doméstico significa que los habitantes de dicho espacio “se someten a la autoridad disciplinaria de la Casa” (p. 3).

“La Casa está en la raíz del lenguaje de la economía moderna y la asociación tradicional del gobierno de la Casa con las relaciones familiares está a la base de las principales teorías de gobierno, de la gestión y el control, de la dominación. Podríamos decir que todas las tradiciones de pensamiento político que asumen la gobernanza o la soberanía como la esencia del gobierno y la política encuentran sus orígenes en las prácticas de gobierno de la Casa” (p. 3). El problema consiste, afirma Owens, en que los estudios internacionales no se han detenido a investigar tal vinculación semántica del gobierno de la Casa con la historia del pensamiento político y económico moderno.

Según Owens, existen dos causas que explican aquella falta y ambas son características del liberalismo. En primer lugar, el predominio de teorías del contrato que rechazan los modelos patriarcales de gobierno, modelos que surgieron en el gobierno de la Casa. En segundo lugar, la transformación estructural y lingüística del problema del gobierno de la Casa desde el siglo XVIII. “Investigaciones explícitas sobre el significado de la gobernanza de la Casa declinaron con el ascenso histórico del ámbito social (social real) y distintas formas sociales de gobernanza y discurso: regulación social, teoría social y sociología” (pp. 5-6). Con la expansión del capitalismo y las burocracias estatales en el siglo XVIII la oikonomía consolidó su dominio público en ámbito social.

La tesis de Owens es que las “sociedades de contrato” no clausuraron la gobernanza de la Casa, sino que sólo la transformaron. El estado-nación es una forma social, moderna y burocrática de gobierno de la Casa. “La terminología doméstica y la iconografía persiste […]. Como todo el libro argumentará, la ontología del ámbito social y la distintiva regulación social son comprendidas de mejor manera en los términos de la gobernanza de la Casa donde los procesos de vida de las poblaciones son administrados y domesticados” (p. 6).

Para los objetivos del pensamiento internacional resulta más riguroso plantear lo doméstico en términos de homología y no de analogía. Por “homología” Owens entiende “una correspondencia, en tipo y estructura, no simplemente una analogía, entre formas de regulación claramente social a nivel nacional, imperial e internacional que se aprehende a través del análisis histórico y teórico de la gobernanza de la Casa” (p. 7). Con este planteamiento puede afirmarse que la regulación social a nivel nacional e internacional tiene un tipo moderno y capitalista de gobernanza de la Casa, es decir, el ámbito social moderno es tan solo una de las formas históricas posibles en las que se mantiene la unidad colectiva de la Casa.

Owens menciona que durante el siglo XIX, bajo la influencia del liberalismo, el significado de Casa se transformó para referir exclusivamente al espacio doméstico de la familia burguesa, quedó reducido a un sinónimo de hogar “y oscureció el más amplio y anterior sentido de una unidad de gobierno en la que un jefe de Casa busca maximizar el bienestar del conjunto a través del arte de administración de la Casa”. (p. 7).

Otro elemento crucial del análisis de Owens es que “el gobierno de la Casa siempre tiene género” (p. 7). Sin embargo, esto no significa que la historia de las distintas formas de Casa sea igual a la historia de las relaciones sexuales y de género. Como ya se dijo, Casa es una estructura que puede involucrar varias casas (houses) en la que sus miembros no necesariamente tienen vínculos biológicos. Es más, Owens señala que la noción de “familia” en un sentido exclusivo de miembros vinculados biológicamente es “relativamente reciente y parroquial” (p. 8). Por ejemplo, en la Edad Media la familia aludía a todos los miembros de la Casa sin importar su parentesco. Si esto es así, continua Owens, el aspecto determinante en la gobernanza de las Casas es el carácter de las relaciones entre las personas.

Un aspecto común entre las distintas formas de gobernanza de las Casas es que su organización está constituida alrededor de las necesidades de la vida de sus miembros. Las actividades que permiten cumplir dicho objetivo están organizadas jerárquicamente por los supuestos atributos biológicos o de otro tipo de los miembros de la Casa. “El gobierno de la Casa es generalmente despótico” (p. 8).

En del estado moderno, su administración es burocrática, anónima y con una gobernanza de Casa despersonalizada. El estado no está fijado para siempre en un área espacial en específico, de manera que puede afirmarse que las Casas son móviles. Todo depende de las técnicas de gobernanza de la Casa para la organización de las relaciones internacionales e imperiales de los estados.

Si algo caracteriza al texto de Owens, es la claridad con que expresa sus intenciones. Dice: “Este libro afirma tres asuntos. Primero, en contraste con la mayoría de la teoría política e internacional, se argumenta que los significados de social y sociedad solo pueden ser entendidos en el contexto de una constelación histórica específica, que se desarrolla después del ascenso de los estados territoriales” (p. 9). Se trata de una historia que, a juicio de Owens, debe contarse en los términos de transformaciones y crisis de formas de gobierno de las Casas. “Segundo, contra el liberalismo, existe una fuerte evidencia histórica y teórica para sugerir que el ámbito social moderno es una escala adelante y modificada de la gobernanza de las Casas” (p. 9). Este punto puede parecer polémico ya que, continua Owens, desde el siglo XIX la noción de Casa fue desplazada por la hegemonía de la teoría social y la economía política. “Tercero, para ilustrar la importancia de la atención brindada al ascenso y transformación de las formas sociales de gobierno de la Casa, el libro examina la historia y la teoría de una práctica militar que ha desempeñado un papel formativo en la difusión de la gobernanza social, las guerras de contrainsurgencia en el extranjero llevadas a cabo por imperios/estados liberales” (p. 9).

Owens reitera que la historia y teoría de la contrainsurgencia son elementos clave para examinar el ascenso del ámbito social y, en consecuencia, la transformación del gobierno de las Casas. Asimismo, el “trabajo social armado” (armed social work) que despliegan las fuerzas armadas estadounidenses para organizar comunidades, brindar asistencia doméstica y dar apoyo económico representa una forma social de “pacificación” que involucra un tipo específico de gobernanza y “domesticación” de las poblaciones. Según Owens, existe una homología entre las prácticas de regulación social por el surgimiento de los estados imperiales europeos y el gobierno liberal de contrainsurgencia. Es la “contrainsurgencia como una forma de oikonomia por otros medios” (p. 11).

El objetivo general de Owens es mostrar con la reconstrucción de aquella historia y teoría de la contrainsurgencia las Casas del ámbito social moderno son una entidad histórica concreta, una forma de gobernanza, una categoría de pensamiento político e internacional y un objeto de estrategia militar.

Una cuestión social

Owens se propone mostrar la historia del surgimiento y consolidación de las nociones de “sociedad”, “lo social” y “fuerzas sociales” como categorías explicativas de la realidad. Se pone en cuestión la idea común de que tales categorías surgieron durante la Ilustración francesa y escocesa. Existe la posibilidad de que fueran producidas en un contexto muy específico. Owens cree que “el ascenso del gobierno y el pensamiento social no fue primeramente un avance metodológico, sino un ataque contra los modos políticos de acción y pensamiento” (p. 12).

El centro de la crítica de Owens está dirigido contra el uso ahistórico de “lo social” como un concepto universal que puede ser aplicado a todo fenómeno. En realidad, es una noción que fue efecto de las contradicciones del liberalismo político europeo del siglo XIX. Owens indica que el término “socialización” fue usado por primera vez en 1840 como consecuencia de una crisis política e ideológica en el gobierno liberal. El asunto es, por tanto, analizar de qué manera el discurso social se tornó dominante en el pensamiento político.

La antigua Grecia no hablaba de “lo social” sino de polis y Oikos, no había un ámbito social que mediara la política. El término “social” y “sociedad” es latino, socialis, que significa compañero o amigo. Sin embargo, en el siglo XVII el significado de “sociedad” se extendió merced a la expansión del corporativismo moderno. La sociabilidad comenzó a designar el vínculo entre los miembros de las sociedades comerciales de Europa, desplazando la problemática del control absolutista de un estado singular. “El punto crucial es que el lenguaje de la sociabilidad y el comercio estaba intrínsecamente vinculado” (p. 14).

A principios del siglo XVIII se concebía al conjunto de la población en Europa en términos todavía religiosos o político-legales. Solo con el ascenso de la Ilustración y sus teorías sobre la “sociedad burguesa” los términos de “social” y “sociedad” adquirieron un significado más referido a la organización de los seres humanos. “Los seres humanos dejaron de ser definidos como animales políticos, como Aristóteles afirmaba. […] Los humanos en adelante serían definidos como seres fundamentalmente sociales” (p. 14).

Owens postula que dicho giro en el discurso fue resultado de un cambio fundamental en las estructuras de organización de los procesos de vida de las personas, esto es, una transformación en la gobernanza de la Casa. El desarrollo del capitalismo inauguró una distinción tajante entre la administración pública del estado y la economía privada. “Por primera vez, las actividades y las relaciones de dependencia adquirieron su propio dominio público, el ámbito social” (p. 15). La teoría sobre el ámbito social pudo edificarse como el modo dominante del discurso y el pensamiento gracias a las separaciones entre público y privado, política y economía. Las relaciones estatales, interestatales e imperiales fueron determinantes para tal edificación y separación. Además de esto, Owens enfatiza que se trata de un “espacio capitalista” de regulación pública.

Si bien los primeros usos del discurso sobre el ámbito social se remontan al siglo XVIII, la generalización de su significado vigente hasta hoy se dio después de mediados del siglo XIX durante los procesos revolucionarios en los imperios europeos. Entraron en crisis las ideas ilustradas de autonomía y civilidad de la sociedad burguesa, los trabajadores sufrieron una vulnerabilidad económica sin precedentes, los efectos de la revolución industrial y las contradicciones entre el capitalismo y la democracia evidenciaron los límites de la burguesía o sociedad civil. “La famosa Cuestión Social que definió al pensamiento europeo del siglo XIX: ¿era posible gestionar con éxito el bienestar de los trabajadores cada vez más radicalizados de tal manera que el capitalismo no fuera derrocado?” (p. 16). El espectro ideológico del centro de Europa respondió afirmativamente el asunto: la “revolución desde abajo” fue desplazada por la “reforma social” dirigida y administrada “desde arriba”.

De esta manera, “las políticas sociales emergieron como intervenciones estatales y no estatales para pacificar los ‘problemas sociales’ de manera mejorable, aunque siempre confiando en medios más violentos” (p. 17). Y, en consecuencia, los nuevos discursos sociológicos, dadas las múltiples crisis del XIX, se abocaron a clasificar y analizar las poblaciones de acuerdo a sus condiciones y necesidades “sociales”, su clase, género, raza, nacionalidad, sexualidad, etcétera.

Pensadores como Comte, Spencer, Tönnies, Maine, Marx, Durkheim y Weber son efecto de esta “Era de lo Social”. En un inicio, afirma Owens, el discurso social se desarrolló para contrarrestar las insurgencias, pero una de las grandes excepciones fue la teoría del capitalismo de Karl Marx. Sin embargo, al extender la noción ilustrada del ser humano como un “ser social”, Marx y el marxismo quedaron atrapados en el bagaje teórico del pensamiento social, a saber, uso de metáforas biológicas, concepción teleológica de la historia, creencia en la perfectibilidad de los humanos, fe en la administración tecnocrática. “El análisis revolucionario de Marx sobre el capitalismo es indispensable, pero no así su antropología filosófica y teleología histórica que lo acompañan. […] Con su adopción moderna de lo social, Marx -y sus seguidores- no pudieron identificar la sociedad moderna como una Casa transformada y ampliada” (p. 19).

Para construir una historia del pensamiento sobre las teorías de la política y las relaciones internacionales, afirma Owens, es necesario examinar la historia del ámbito social como una transformación de la gobernanza de la Casa, una forma social específica que se caracteriza por ser la versión moderna del oikonomikos. El proceder de Owens no consiste en ofrecer una nueva definición de lo social y la sociedad, sino en situar históricamente el surgimiento de estos en el pensamiento y discurso político modernos. “Lo social no es un objeto teórico, sino un objeto contingente que necesita ser históricamente recuperado” (p. 21).

De la pacificación a la domesticación: ¿qué tipo de trabajo es el trabajo social armado?

La eliminación forzosa y la concentración de la población es el preámbulo del “trabajo social armado” en forma de “políticas de atracción” como reformas laborales, educativas y de salud. Tales prácticas fueron descritas explícitamente por sus ejecutores como una “limpieza interna (housekeeping)” en el extranjero, esto es, una suerte de “ingeniería doméstica” para el control de la población y el territorio. Según Owens, “la construcción del imperio liberal demostró ser muy susceptible a los discursos del trabajo social armado porque realmente eran discursos sobre la limpieza interna en el extranjero” (p. 22).

Existen varios precedentes de trabajo social armado. Bajo la idea de la “reforma social” de finales del siglo XIX países como Estados Unidos justificaron la ocupación colonial de Filipinas. En esa misma época, la estrategia colonial del ejército francés comenzó a enfatizar la importancia del “ambiente social” y la posibilidad de manipulación de la población local como objetivo reformista de la “administración social”. Sin embargo, un caso paradigmático fue el del trabajo social armado de las fuerzas armadas británicas durante la campaña de la Emergencia Malaya 1948-1960 donde los oficiales de asistencia social determinaron quiénes se integrarían a la “sociedad” malaya.

La situación cambió en el siglo XXI con las ocupaciones de Estados Unidos en Afganistán e Irak. Los civiles desplazados dejaron de ser administrados por las fuerzas armadas y se sometieron a las decisiones de las agencias y organizaciones internacionales como la ONU.

El aspecto que interesa estudiar a Owens es que detrás de las experiencias del trabajo social armado existen concepciones sobre la manipulación de las poblaciones. En los casos de Malaya, Kenia, Vietnam, Afganistán e Irak, continua Owens, destaca que la contrainsurgencia era una forma sociocrática de gobernanza de Casa. La estrategia militar consistió en innovar formas organizativas de la gobernanza de la Casa para producir unidades poblacionales que debían ser domesticadas. Unas prácticas recurrentes son: entrega selectiva de suministros en los hogares familiares, detención y concentración de la población en campos, reconcentración poblacional en nuevas villas y aldeas estratégicas, entre otras.

Owens se da a la tarea de presentar las “teorías de contrainsurgencia” existentes. Las clasifica en tres grupos: 1) realismo político, vinculada a Max Weber; 2) solidarismo-liberal, vinculado al funcionalismo estructural de Durkheim; y 3) la biopolítica, vinculada a la genealogía del poder de Foucault y Agamben.

Según Owens, las prácticas del trabajo social armado realizadas a través de estrategias militares fueron justificadas por asesores, académicos y propagandistas que recurrieron a un lenguaje vinculado al realismo político y el solidarismo liberal. Pero lejos de pretender asociar tales prácticas como una consecuencia implícita o no deseada del pensamiento de Weber o Durkheim, Owens quiere demostrar que la teoría social es una forma moderna del oikonomikos, “la ciencia de la administración de la Casa” (p. 24).

En gran parte de la ciencia política la concepción dominante es la que deriva de los trabajos de Weber sobre la historia de la construcción del estado europeo. Se asume que el estado tiene la capacidad de imponer orden a través del control y la violencia, asimismo, la provisión y/o retención de suministros se presenta como el mecanismo por excelencia para lograr dicho orden. “El propio Weber fue explícito sobre el papel de la política social como una especie de realpolitik aplicada a las poblaciones internas” (p. 26).

El límite que Owens identifica en las concepciones weberianas es que no proveen un análisis del carácter de la contrainsurgencia misma, sino que simplemente repiten los objetivos declarados de los estados de contrainsurgencia. El realismo político es un paradigma históricamente específico de regulación social y no tanto una descripción precisa de la realidad política y militar. “Busca participar en la creación de un cierto tipo de autoridad estatal contra las insurgencias (de clase o anticoloniales), y luego describe esta ‘relación de hombres que dominan hombres’ como el resultado natural de la relación fundamental entre política y violencia” (p. 27).

Por otra parte, están las concepciones de Durkheim que desplazan la realpolitik por una socialpolitik. El presupuesto principal de esta teoría es que la “sociedad” está constituida por partes separadas, pero funcionalmente interdependientes con capacidad de lograr una dinámica armoniosa. Se asume la sociedad como un orden moral que se sostiene por la solidaridad y las creencias compartidas de sus miembros. Desde estos postulados se emprendieron esfuerzos por plantear analogías entre los “sistemas sociales” con los sistemas biológicos.

El límite del solidarismo liberal es, según Owens, que es incapaz de teorizar adecuadamente la homología entre el trabajo social armado durante la contrainsurgencia y la regulación y teoría social que surgió en los imperios europeos del siglo XIX. El solidarismo se desarrolló para contrarrestar la insurgencia de los trabajadores industriales, no esclarece el modo en que se ejecutan las guerras ni entiende las consecuencias de las llamadas “guerras de pacificación”.

Señala Owens: “Es la naturaleza de estas guerras interdisciplinarias peleadas por soldados, antropólogos sociales y trabajadores sociales para atacar directamente los procesos de vida de las poblaciones. Sin embargo, las contrainsurgencias no deben definirse principalmente en términos de trabajo social, como generalmente se entiende, y no solo porque los fondos asignados son solo un pequeño porcentaje de los costos de la campaña general. Ver los aspectos del trabajo social armado de la contrainsurgencia como extensiones del humanitarismo benigno sería equivalente a teorías el capitalismo en términos de las políticas sociales que lo acompañan” (p. 31).

Por último, en el marco de la teoría crítica internacional, está el trabajo de Foucault que comprende la contrainsurgencia desde la biopolítica. Esta última concepción es la que Owens analiza con mayor detenimiento. La postura de Foucault es que desde el siglo XVIII la vida biológica se convirtió en un objeto de intervención del gobierno y el discurso científico bajo la justificación de mejorar y normalizar lo se que entendía en ese momento por “vida humana”.

El “descubrimiento de la población” desencadenó el ejercicio del poder no solo para destruir la vida, sino para fomentarla en formas muy específicas. “El biopoder reguló la vida a través del cuidado pastoral, produciendo poblaciones enteras susceptibles de movilización ante nuevas amenazas y vulnerabilidades” (p. 32). Foucault rechazó la tesis del solidarismo liberal al subrayar que la “guerra social” tiene un carácter disciplinario y coercitivo. “La biopolítica es un oxímoron ya que para los foucaultianos es esencialmente despolitizante” (p. 33).

En efecto, continua Owens, Giorgio Agamben afirma que cuando los estados suspenden “legalmente” la ley, los seres humanos se reducen a la nuda vida donde la excepción al funcionamiento de la ley se convierte en regla y los sujetos no tienen discursos ni libertades políticas. En las concretas “zonas de indistinción” como los campos de concentración los seres humanos son reducidos a una existencia meramente animal. Los “estados de excepción” son fenómenos que revelan el verdadero carácter del orden judicial y político establecido. Ciertamente, la contrainsurgencia no se plantea sus estrategias militares en término biopolíticos, sin embargo, se jactan de haber descubierto la población como el “terreno humano” donde se disputa la lucha la contrainsurgencia.

Para Owens la teoría de la biopolítica ofrece elementos más precisos que el realismo político y el solidarismo liberal para pensar las prácticas de contrainsurgencia. El punto clave es que se sirve de un análisis histórico donde explícitamente muestra las formas en que los procesos de vida de las poblaciones son sometidos por la contrainsurgencia y, asimismo, hace notar el carácter coercitivo del trabajo social armado. Sin embargo, el límite de la biopolítico, “este feo oxímoron” (p. 34), es que la historia sobre el “descubrimiento de la población” está basado en una premisa falsa: la erradicación de la familia como modelo de gobernanza es la condición de posibilidad para el descubrimiento de la población.

En realidad, critica Owens, la Casa, “no la familia como tal” (p. 35), fue el origen y modelo del “buen gobierno”. “No existe una contradicción histórica ni teórica entre el descenso del modelo familiar de gobierno, necesario para realizar las teorías liberales de ‘contrato’, y la regulación de las poblaciones a través de técnicas de gobernanza de la Casa” (Ibidem). El gobierno de la Casa se puede desplegar a través de una maquinaria anónima y burocrática. Criticando a Locke y Foucault, Owens postula que la gobernanza de la Casa se transformó, no se destruyó, durante el ascenso de los imperios comerciales europeos del siglo XVIII.

Una de las principales tesis de Owens, retomada de Arendt, es que “la contrainsurgencia busca reducir las poblaciones a seres puramente sociales y no-políticos a través de su ‘exposición desnuda a las exigencias de vida’” (p. 36). El poder soberano y la vida no se relacionan sin mediaciones, como Agamben sugiere. Según Owens la vida siempre está forjada a través de mediaciones históricamente específicas como relaciones de clase, género, raza y jerarquías al interior de la Casa. “En otras palabras, está siempre mediada por la oikonomia” (Ibidem).

Pues bien, Owens sentencia que el realismo político, el solidarismo y la biopolítica son teorías modernas sociales que resultan inadecuadas para historizar y teorizar con precisión la contrainsurgencia.

La contrainsurgencia es una forma de gobernanza de Casa que procura construir unidades de gobierno en las que la población pueda ser domesticada. “Es una forma de oikonomia por otros medios” (p. 37). La forma de gobierno de la contrainsurgencia es despótica, pero su espacio de organización en la actualidad es indirecto y descentralizado. Se basa en la violencia y encubre las guerras de pacificación que en realidad son “guerras de domesticación” (p. 38).

Metodología y visión general
La introducción del texto termina con una breve descripción del proceder metódico seguido por Owens y una indicación del contenido de los capítulos del libro.

Tres problemas son los que interesan a Owens dentro del contexto del pensamiento político e internacional de la actualidad:

1) El ahistoricismo del “giro social” reciente.
2) El olvido histórico y teórico del significado de la gobernanza de la Casa y la domesticidad.
3) El déficit de las teorías contemporáneas sobre la contrainsurgencia.

Asimismo, son tres cuestiones las que Owen aborda en su investigación:

1) La historicidad de lo social.
2) La ontología de lo social como una transfiguración de la gobernanza de la Casa.
3) La homología entre distintas formas de gobernanza de Casa y el trabajo social armado.

La primera parte del libro se ocupa de estudiar el modo se revela la ontología de la Casa en el ámbito social moderno. Se analizan los cambios en la antigüedad, el feudalismo, la modernidad temprana y la modernidad. En cambio, la segunda parte del libro estudia en detalle el trabajo social armado de cinco casos: Malaya, Kenia, Vietnam, Afganistán e Irak.

El capítulo 2 del libro analiza el contexto intelectual de las primeras formas de discurso social, esto es, desde los discursos modernos sobre la “ley natural” hasta las teorías ilustradas sobre la “sociedad burguesa” y el surgimiento de las teorías sociales propiamente dichas en el siglo XIX.

El capítulo 3 estudia la importancia histórica y teórica de las formas de gobernanza de las Casas. También analiza la función simbólica e ideológica de la domesticidad.

El capítulo 4 examina los límites del nuevo discurso de la sociedad civil y la mejora liberal. Se comprende el imperio liberal como una forma social de gobierno para domesticar la estructura familiar y las ideologías.

El capítulo 5 estudia el caso de Malaya y Kenia como colonias británicas.

El capítulo 6 estudia el caso de las múltiples “casas de contrainsurgencia” construidas por Estados Unidos en la guerra de pacificación de Vietnam.

Finalmente, el capítulo 7 estudia el caso de las campañas “poblacionales” en Afganistán e Iraq para mostrar la regulación social en la era del neoliberalismo.

Cápitulos relevantes para el proyecto: 

2. The really real? A history of "social" and "society" (pp. 49-87).
4. The colonial limits of society (pp. 131-172).

Nexo con el tema que estudiamos: 

El libro de Owens es un elemento crucial para estudiar el contexto histórico y social en el que los discursos políticos y militares adquieren su difusión. La propuesta de analizar el Oikos o la “Casa” y la domesticidad como las formas históricas y primeras de estructuración de la “sociedad” moderna es un ejercicio bastante original en los estudios contemporáneos sobre la contrainsurgencia. Habría que evaluar con más detenimiento si desde el trabajo de Owens es plausible comenzar a edificar un nuevo paradigma en el modo de aprehender los fenómenos de la guerra contemporánea.