La devastación ocasionada en Australia, producto de los incendios, se entiende mejor si se presta atención a ciertas imágenes. Cerca de 11 millones de hectáreas fueron destruidas, casi la misma área que abarca Bulgaria. Además de las 26 personas que perdieron la vida, aproximadamente 2 300 casas han sido destruidas, mientras que cerca de 500 000 animales han muerto como consecuencia de los incendios.

Factores como el aumento inusitado en la temperatura y la profundización de los niveles de sequía contribuyeron a amplificar la magnitud del fenómeno y a minar el sistema de prevención de incendios con que contaba Australia, uno de los mejores en el mundo. Durante el 2019, la temperatura promedio en Australia fue la más alta desde que comenzó el registro en 1910; 1.5°C por arriba de la media. Mientras que la cantidad de lluvia registrada fue 40% menor al promedio registrado a largo plazo, su nivel más bajo desde 1900. Este panorama de vulnerabilidad que mantiene a Australia ardiendo podría repetirse en otras zonas del mundo que comparten las mismas condiciones medioambientales: la costa oeste de Norteamérica, el Mediterráneo, el sur de África, así como franjas de Asia Central.

Al respecto, ¿Qué lecciones se pueden extraer de lo sucedido en Australia? La primera tiene que ver con la capacidad que comprende el cambio climático para dibujar infiernos de este tipo, situaciones que de hecho ya habían sido previstas por los modelos climáticos y que fueron ridiculizadas por algunos escépticos.

La segunda comprende la realización de cambios en la manera de controlar y atacar esté tipo de fenómenos, pues todo parece indicar que los incendios podrían ponerse todavía peor. Por esta razón, el foco de atención ahora debe situarse en cómo convivir con los incendios. Esto es, pensar en construir estructuras más resistentes a los incendios o cambiar las locaciones disponibles para habitar. Si los gobiernos y residentes no actúan, los mercados financieros lo harán por ellos. Tan solo en California las firmas de seguros perdieron 24 mil millones de dólares durante los últimos incendios. Como resultado, el costo de agrupar y re-asegurar estos riesgos se ha vuelto altísimo en la medida en que los inversores están menos dispuestos a asegurar casas en lugares peligrosos.

Por último, la clase política que reniega del cambio climático necesita realizar grandes modificaciones si no quieren ver que su credibilidad se esfume como el humo. Aunque el primer ministro de Australia, Scott Morrison, ganó la elección de manera abrumadora en parte gracias al ofrecimiento de una plataforma política escéptica sobre el cambio climático, la tendencia se ha revertido como resultado de sus políticas titubeantes en materia ambiental y su torpe respuesta ante la serie de incendios, al grado de que 61% de los australianos consideran que el cambio climático es un problema urgente.