The Blue Fix: What's driving blue growth?

Cita: 

Brent, Zoe, Mads Barbesgaard y Carsten Pedersen [2020], "The Blue Fix: What's driving blue growth?", Sustainability Science, London, Springer, 9 de enero, pp. 31-43, https://doi.org/10.1007/s11625-019-00777-7.

Fuente: 
Artículo científico
Fecha de publicación: 
Jueves, Enero 9, 2020
Tema: 
El "crecimiento azul". Acumulación de capital en los océanos.
Idea principal: 

Zoe W. Brent es investigadora del Transnational Institute of Social Stidies (Holanda) donde trabaja temas de políticas de alimentación, tierra y agua.

Mads Barbesgaard es candidato a doctor en el Departamento de geografía humana en la Universidad de Lund (Suecia), trabaja temas de política sobre océanos y tierra.

Carsten Pedersen es profesor asociado del Departamento de ciencias medioambientales en la Universidad de Copenhague.


Introducción

Zoe Brent, Mads Barbesgaard y Carsten Pedersen realizan un análisis crítico sobre las políticas detrás de la promesa del "crecimiento azul", esto es, el desarrollo de actividades comerciales, extractivas, productivas e industriales en el área marítima del planeta que presumen de ser compatibles con la sociedad y la ecología.

Dados los avances tecnológicos y los nuevos métodos de extracción, el océano está siendo regulado como un espacio para la "economía azul". Quienes proponen el desempeño de un "crecimiento azul" prometen el desarrollo de los frentes ecológicos, sociales y económicos a través del uso sustentable de los océanos y los recursos marítimos.

En ese horizonte temático, los autores analizan los debates actuales sobre el "crecimiento azul" y postulan la tesis de que dicho fenómeno responde a la persistencia del capital por realizar arreglos espaciales y medioambientales. "Argumentamos que el discurso sobre el crecimiento azul, la economía azul, la revolución azul y similares intenta facilitar una serie de soluciones a las diferentes barreras políticas y económicas que ha encontrado la acumulación contemporánea en el espacio oceánico" (p. 31). Generalmente, dichos "arreglos" adquieren las siguientes modalidades: a) "arreglo de conservación", procesos relacionados con las demandas sociales para el combate del cambio climático; b) "arreglo de proteína", procesos sobre la producción alimenticia para satisfacer la demanda global a través de la expansión del capital en la acuacultura; c) "arreglo de energía", procesos de expansión de la energía eólica y minería en aguas profundas acompañada de la consolidación de infraestructura petrolera y gasera en los océanos.

La sinergia de las modalidades del "crecimiento azul" es lo que le otorga tanta relevancia en la economía contemporánea. Estos elementos están siendo acompañados con una reformulación de las políticas oceánicas impulsada por muchas partes interesadas con fines de lucro.

El "arreglo" como una perspectiva teórica

Brent, Barbesgaard y Pedersen retoman la noción de "arreglo" (fix) de los trabajos del geógrafo marxista británico David Harvey. En Los límites del capitalismo, Harvey habla de "arreglo espacial" (spatial fix) para referir el impulso del capitalismo de solucionar provisionalmente sus crisis internas mediante la expansión y reestructuración geográfica. De esta manera, el "arreglo espacial" es, por un lado, un modo particular de extracción y producción de la reproducción del capital y, por otro lado, una superación temporal de un problema de dicha reproducción. La característica principal de los "arreglos espaciales" es que son periódicamente necesarios para el desarrollo capitalista, sobre todo, ante las situaciones de crisis de sobreacumulación de capital.

Complementando la noción de Harvey, los autores hablan de "arreglos socio-ecológicos" para subrayar las prácticas emergentes del capital sobre las barreras medioambientales y ecológicas (la degradación de suelos y reservas de peces, por ejemplo). Con los "arreglos socio-ecológicos" el capital intenta reducir la presión sobre los recursos naturales involucrados en las barreras medioambientales, sin embargo, lo hace involucrando el uso de otros medios de producción (infraestructura para acuacultura, por ejemplo) para facilitar la extracción de recursos y la obtención de ganancias en el corto plazo.

Arreglos espaciales y los océanos

Brent, Barbesgaard y Pedersen recurren al trabajo del investigador Philip Steinberg de la Universidad de Durham que propone estudiar la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (CONVEMAR), iniciativa de la ONU referida por la opinión pública como la "constitución de los océanos" aprobada en 1982, en términos de "arreglo espacial".

La crisis contemporánea de gobernanza de los océanos compromete las distintas facciones del capital y la regulación del espacio oceánico como sitio de comercialización y de inversión. La gestión del espacio oceánico a nivel internacional sigue un modelo territorial donde los gobiernos cada vez más incorporan zonas costeras en calidad de territorios soberanos para garantizar la seguridad de sus inversiones en pesca y extracción minera.

Los antecedentes de la CONVEMAR se remontan a las iniciativas de la ONU sobre la Ley del mar en 1958 para coordinar el control territorial sobre el mar. En 1973 se realizó una tercera conferencia para desarrollar la Convención de las Naciones Unidas sobre la Ley del Mar (UNCLOS, por sus siglas en inglés). La convención fue ratificada por 167 países y la Unión Europea para reconocer los derechos de los estados costeros para "explotar, desarrollar, gestionar y conservar todos los recursos que se encuentren en el agua, en el suelo oceánico y en el subsuelo en un área de 200 millas desde su orilla". Estas áreas se conocen como zonas económicas exclusivas (EEZ, por sus siglas en inglés).

Uno de los objetivos de UNCLOS era intentar reconciliar los intereses contrapuestos en los distintos usos del océano. Por un lado, se procura facilitar el libre flujo de mercancías y proveer acceso a mercados lejanos a través de alta mar, por otro lado, se definen áreas de derecho de propiedad dentro de las EEZ para gestionar inversiones fijas. De esta manera, el océano quedó dividido en zonas costeras gobernadas territorialmente para la inversión fija y extracción de recursos y zonas de mar profundo no gobernadas territorialmente para facilitar la circulación de capital.

Las luchas contemporáneas sobre el "crecimiento azul" se disputan en un horizonte que los autores califican, siguiendo al geógrafo Michael Fabinyi, como "política de la geografía". Los "arreglos" del océano como UNCLOS generalmente son analizados de forma aislada, sin embargo, un análisis integral permite revelar que están vinculados a procesos de desarrollo capitalista. El impulso detrás de las preocupaciones corporativas sobre el océanos es, afirman los autores, "la búsqueda de arreglos espaciales para el problema generalizado de sobrecumulación de capital" (p. 33).

La promesa del crecimiento azul

La Conferencia de Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible (UNCSD), mejor conocida como Rio+20, fue un encuentro de jefes de estado y de gobiernos realizado en 2012. El objetivo de Rio+20 fue establecer un compromiso político renovado para el desarrollo sostenible del planeta a través del desarrollo de una economía verde y un marco institucional adecuado a ésta. Brent, Barbesgaard y Pedersen comentan que la problemática de los océanos tuvo un lugar importante en la agenda de Rio+20.

A lo largo de las sesiones oficiales de Rio+20, los participantes apelaron en varias ocasiones al término "economía azul" para referir al problema de los océanos. El sentido con que fue utilizado el término estuvo marcado, según los autores, por una gran ambigüedad. Representantes de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés), el Programa de Naciones Unidos para el Desarrollo (UNDP, por sus siglas en inglés), Pequeños estados insulares en desarrollo (SIDS, por sus siglas en inglés) y otras organizaciones presentes en Rio+20 hablaron de "economía azul" para empalmar el término en favor de sus agendas particulares. Algunos sentidos atribuidos a la "economía azul" estaban encaminados a determinar los océanos como capital natural; o las oportunidades económicas de los océanos para las industrias extractivas; o la atracción de fondos de inversión en los océanos.

Lo que buscan resaltar Brent, Barbesgaard y Pedersen con la experiencia de Rio+20 en cuestiones de la "economía azul" y el "crecimiento azul" es que no existe consenso en el significado de los términos. Y, sin embargo, el discurso del "crecimiento azul" se ha extendido a la escala nacional e internacional. Después de Rio+20, las Organizaciones No Gubernamentales (ONG), la academia y las instituciones corporativas y financieras han impulsado conferencias internacionales, artículos, reportes, marcos políticos inter-gubernamentales y estrategias nacionales sobre el "crecimiento azul".

Se mencionan algunos ejemplos de la extensión del discurso del "crecimiento azul" entre distintos actores y agendas. En 2013 la FAO impulsó el programa Blue Growth Initiative; en 2014 la FAO y el Banco Mundial impulsaron el Global Oceans Actions Summit para discutir el "crecimiento azul"; el Departamento de estado de Estados Unidos incorporó las discusión en la conferencia anual Our Ocean; lo mismo emprendieron el Foro Económico Mundial y la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. Pero el caso que más llama la atención es el de los gobiernos de Kenya y Barbados que han establecido departamentos o ministerios para la "economía azul" y el "crecimiento azul".

El arreglo de conservación

La Agenda 21 es un acuerdo de la ONU para promover el desarrollo sostenible. Sobre el océano, la agenda registró planes de protección marina, uso sustentable y gestión responsable de los recursos en las EEZ y alta mar, y combate al cambio climático. A pesar de estos objetivos, no se han detenido las emisiones de carbono que acidifican los océanos, blanquean los corales y disminuyen las poblaciones de mariscos. Desde un punto de vista ecológico, afirman Brent, Barbesgaard y Pedersen, la Agenda 21 ha fracasado rotundamente.

A nivel internacional proliferan compromisos de conservación y desarrollo sustentable, pero los presupuestos disponibles gracias a los gobiernos nacionales y donantes privados se encuentran muy lejos de los cálculos estimados para cumplir los objetivos globales de sustentabilidad. Algunas ONG sostienen que la inversión de capital privado es esencial para ello.

Para los autores la estructura de los actuales esfuerzos de conservación de los océanos en las agendas de "crecimiento azul" continuan repitiendo el formato convencional de conservación de hace dos décadas: la conservación con fines de lucro. Son propuestas de mitigación del cambio climático y conservación de la diversidad biológica sin recortar el crecimiento económico. "En su núcleo, esto sigue el razonamiento basado en medioambientalismo de mercado donde la degradación medioambiental y el cambio climático son vistos como el resultado de fallas del mercado, como remanentes naturales de una insuficiente integración al sistema mercantil" (p. 35). De acuerdo a esta perspectiva, la solución consiste en "hacer legible y visible la naturaleza al capital" (p. 35), es decir, una vez integrados los servicios de los ecosistemas al mercado, las corporaciones trasnacionales e inversionistas desempeñarían una conservación racional de los recursos.

No son pocas las organizaciones privadas, ONG y gobiernos que aprovechan las políticas del "crecimiento azul" como oportunidades de inversión: el proyecto National Geographic Pristine Seas, Pew Charitable Trust Pew Bertarelli Ocean Legacy Proyect, Conservation International Seascapes Program, Credit Suisse y WWF. El énfasis en el turismo es significativo en las propuestas. Según la OCDE, el turismo representó 26% del valor agregado de la economía de los océanos en 2010, únicamente superado por las empresas petroleras y de gas.

Las opiniones se encuentran divididas respecto a la conservación de los océanos con fines de lucro. Por un lado, están quienes lo asumen como un mal negocio en general y poco eficiente para el cuidado de los recursos en particular; por otro lado, están quienes muestran preocupación por las implicaciones de largo plazo de la transferencia de control sobre los océanos en actores corporativos.

El arreglo de la proteína

De acuerdo a la FAO y la OCDE, la pesca a nivel mundial se estancó en 2016 con 90.9 millones de toneladas y resulta poco probable que en las décadas siguientes experimente un crecimiento. Las principales consecuencias ecológicas de la pesca desmedida son la destrucción del hábitat y la contaminación de los océanos. En cambio, la producción de acuacultura en 2016 ascendió a 80 toneladas y, de acuerdo a la FAO, se estima un crecimiento de 2.1% anual.

El estancamiento de la pesca, afirman los autores, ha contribuido a emprender un arreglo para estimular la acuacultura. El arreglo de la proteína consiste, por tanto, en la extensión a gran escala de la acuacultura para satisfacer la demanda global de pescado que resulta imposible de cumplir con la pesca convencional. En términos de capital, significa que las barreras ecológicas para la aumulación de capital en los sectores de pesca convencional, intentan ser superadas con el desvío de la inversión de capital a otros sectores, en esta caso, la acuacultura. También ha sido denominado este fenómeno como "arreglo tecnológico" ya que desarrolla nuevos métodos para producir pescado.

En los últimos 30 años la tasa de crecimiento promedio anual de acuacultura superó 8.6% la pesca de captura. Actualmente, la producción total de acuacultura es casi igual a la de los desembarques totales de la pesca de captura. Sin embargo, un problema de este "arreglo de proteína" es que el volumen de acuacultura depende del volumen de la pesca de captura. De acuerdo con la FAO, se estima que 15 millones de toneladas de pescado, aproximadamente 8% de la producción mundial de pesca de captura, se utilizaron para la producción de harina de pescado.

Turquía es uno de los países donde la acuacultura se ha extendido significativamente dado que se regularon las inversiones de piscifactorías para rechazar aquellas solicitudes de producción menores a 250 toneladas. Naturalmente, dicha regulación significó la concentración de la acuacultura en grandes empresas y, por tanto, la eliminación de los pequeños productores de pescado. La dependencia de la acuacultura hacia la pesca de captura se ha manifestado respecto a la obtención de materias primas en los océanos. Los impactos socio-ecológicos de la expansión de la acuacultura no son menores.

Aunque la producción de acuacultura busca mitigar los impactos ecológicos de la pesca de captura, en realidad, concentra la captura de recursos marinos que le sirven de materia prima y, además, estresa a las pequeñas comunidades locales que dependen de la pesca para su sustento material.

El arreglo de energía

El discurso de la "economía azul" presta atención al problema de las industrias emergentes como las de energía alternativa de viento y marea o la extracción minera en alta mar para tecnologías de energía renovable. Sin embargo, la industria de petróleo y gas sigue siendo la más grande de las industrias oceánicas. Según la OCDE, en 2010 equivalía a 34% del valor total de las industrias oceánicas, 510 mil millones de dólares. Comparativamente, la pesca de captura en el mismo año equivalía a 15 mil millones de dólares (véase Dato crucial 1).

Brent, Barbesgaard y Pedersen señalan que es indudable el impacto ecológico de la extracción de petróleo y gas en los océanos, así como el efecto de las emisiones de carbón y combustibles fósiles. La infraestructura petrolera de redes de pozos, oleoductos y tanques petroleros son responsables de casi 40% de las emisiones globales de CO2. El crecimiento de la industria no se detiene. Se estima que la producción de petróleo y gas en los años venideros estará concentrada en la exploración de aguas profundas, particularmente, la producción de gas en alta mar se extenderá 69% (a una tasa anual de 2.2%) de 2016 a 2040.

Es complicado desarrollar una agenda sustentable en el marco del "crecimiento azul" sin enfrentar a la industria gasera y petrolera. Se trata de una barrera que habría que esclarecer a través de la política espacial internacional de los océanos. En este sentido, el caso de Holanda y Noruega es representativo ya que han impulsado a nivel nacional políticas de "crecimiento azul" y, al mismo tiempo, no han limitado el desarrollo de petróleo y gas en alta mar. "Los casos de Holanda y Noruega ilustran que el marco de crecimiento azul no parece frenar la extracción de combustibles fósiles" (p. 39).

A nivel internacional los discursos sobre el "crecimiento azul" apelan a la necesidad de implementar compromisos de sustentabilidad, pero a nivel nacional las políticas no han frenado el crecimiento de la combustión fósil.

Minería de aguas profundas

Las industrias extractivas se están extendiendo en el marco del "crecimiento azul". Se trata de la apertura de nuevos mercados para la comercialización de minerales escasos y el desarrollo de tecnología necesaria para la extracción. Son industrias impulsadas por los gobiernos vinculados con capitales privados.

La extracción de minerales raros sucede en su mayoría en aguas internacionales. Como ya se dijo, la EEZ es un área oceánica de 200 millas desde la costa. Más allá de esta zona existe el océano en calidad de bien común y es denominado "el área". "El área" representa casi la mitad de la superficie planetaria y es resguardada por la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos (ISA, por sus siglas en inglés).

La ISA se constituye por 168 representantes de los gobiernos del mundo. Una de sus funciones consiste en delegar a 36 individuos la Comisión Legal y Técnica (LTC, por sus siglas en inglés) para que gestionen las solicitudes y permisos para la minería en aguas internacionales. De acuerdo a la política de ISA, la extracción minera en "el área" por compañías privadas solo es posible si son patrocidas un estado miembro de la ISA y cuentan con una compañía subsidiaria de ese estado.

En agosto de 2018, bajo la autorización de ISA, se firmaron 29 contratos para la exploración en "el área". Destacan países como China, Corea, Japón, India, Rusia, Brasil, Reino Unido, Alemania y Francia. En otras palabras, "tienes 30 personas tomando decisiones sobre la mitad del planeta a puerta cerrada" (p. 39).

Por su parte, los científicos medioambientales subrayan que los impactos ecológicos en la minería en aguas profundas es subestimado por las empresas. Una de sus consecuencias es la alteración irreversible del medioambiente marino.

Observaciones finales

El "crecimiento azul" es un concepto ambiguo. Está plagado de muchas perspectivas e ideologías que ha permitido a los diversos actores establecer un vínculo del concepto con las preocupaciones particulares de sus agendas institucionales o corporativas. No obstante, existen esfuerzos de resistencia contra tal ambiguedad para dotar al "crecimiento azul" de un significado preciso de sustentabilidad no necesariamente lucrativa.

Datos cruciales: 

1. Gráfica 1. Valor agregado de las industria oceánicas en 2010 por sectores. Procesamiento industrial de pescado 5%; pesca de captura industrial 1%; industria de acuacultura marina 0.8%; transporte de agua 5%; construcción de navíos y reparaciones 4%; actividades portuarias 13%; turismo marítimo y costero 26%; equipo marítimo 11%; petróleo y gas 34%.

Nexo con el tema que estudiamos: 

El artículo de Brent, Barbesgaard y Pedersen presenta el fenómeno de nuevas oportunidades de inversión para las grandes corporaciones en los océanos bajo el pretexto de estar desplegando una "economía azul". El desarrollo de proyectos sustentables lucrativos es una de las prácticas del capitalismo contemporáneo. Por otra parte, habría que prestar mayor atención a la permanencia de las corporaciones petroleras y gaseras en los océanos y a las iniciativas de extracción minera en aguas internacionales. Lejos de representar un "bien común" de la humanidad, las zonas oceánicas no regidas por un gobierno se prestan a contratos privados de explotación de recursos estratégicos.