Facing the Anthropocene. Fossil Capitalism and the Crisis of the Earth System

Cita: 

Angus, Ian [2016], Facing the Anthropocene. Fossil Capitalism and the Crisis of the Earth System, New York, Monthly Review Press, 277 pp.

Fuente: 
Libro electrónico
Fecha de publicación: 
2016
Tema: 
Destrucción ambiental y capitalismo en la era del antropoceno.
Idea principal: 

Ian Angus (1945) es un activista ecosocialista canadiense. Es editor de Climate and Capitalism, fundó y editó Socialist History Project y editó Socialist Voice. Ha publicado A Redder Shade of Green: Intersections of Science and Socialism (2017) y Canadian Bolsheviks: The Early Years of the Communist Party of Canada (1981); en coautoría con Simon Buthler publicó Too Many People? Population, Immigration, and the Environmental Crisis (2011). También es editor de The Global Fight for Climate Justice: Anticapitalist Responses to Global Warming and Environmental Destruction (2009).


Se reseña primero el prefacio de John Bellamy Foster y, posteriormente, los capítulos 8 (La realización del capitalismo fósil) y 9 (Guerra, lucha de clases y petróleo barato).

Prefacio

John Bellamy Foster define el antropoceno como una nueva época geológica que sucede al holoceno, época de los últimos 10 o 12 mil años, y marca una "grieta antropogénica" en la historia del planeta. Se trata de un término formulado por el climatólogo Paul Crutzen en el año 2000 a propósito de una discusión medioambiental y científica que plantea a los seres humanos como la "fuerza primaria geológica emergente que afecta el futuro del Sistema Tierra" (p. 9). Aunque el antropoceno suele ubicarse históricamente en la revolución industrial del siglo XVIII, Foster sugiere que su ascenso es más notorio a finales de la década de los años cuarenta del siglo XX.

Al ubicar el antropoceno a mediados del siglo XX es plausible, según Foster, percibirlo en correspondencia con la emergencia de los movimientos medioambientales modernos. Éstos surgieron después de la segunda guerra mundial a través de las protestas de los científicos en contra de los experimentos con energía nuclear. Sin embargo, el movimiento medioambiental se radicalizó con la publicación de Primavera silenciosa de Rachel Carson, bióloga marina y conservacionista estadounidense, en 1962.

De esta manera, Foster opina que el libro de Ian Angus se mueve en la "interrelación dialéctica" entre la aceleración del planeta hacia el antropoceno y la aceleración del movimiento medioambiental radical.

En la discusión contemporánea, el concepto de antropoceno se enmarca en la concepción del Sistema Tierra y, a su vez, con mayor frecuencia los estudios estiman que el impulso de la base física del antropoceno se dio en la denominada "Gran Aceleración" después de la segunda guerra mundial. Sin embargo, Foster señala que al menos desde el siglo XIX se produjeron formulaciones preocupadas por los daños del medioambiente tras el ascenso del capitalismo.

Unos antecedentes decimonónicos de la concepción del Sistema Tierra y el antropoceno son, según Foster, George Perkins Marsh en Hombre y naturaleza (1864) con la idea de que ya no existen zonas de naturaleza "pura" sino que los fenómenos naturales están siempre vinculados con los fenómenos históricos humanos; Ernst Haeckel con la acuñación del término "ecología" en 1866; y Karl Marx en El capital (1867) con la cuestión de la "relación metabólica entre el hombre y la naturaleza".

Empero, un paso decisivo lo da a principios del siglo XX, el geoquímico soviético Vladimir I. Vernadsky con La biosfera (1926). La formulación del concepto científico de "biosfera" surgió en la misma época que Aleksei Pavlov, geólogo soviético y colega de Vernadsky, formuló el término "antropoceno" y "antropogeno" para aludir a "un nuevo periodo geológico en que la humanidad es el impulsor principal del cambio geológico del planeta" (p. 11). Por su parte, en esos mismos años Alexander I. Oparin, bioquímico soviético, y J. B. S. Haldane, biólogo socialista británico, desarrollaron, cada uno de modo independiente, una teoría del origen de la vida conocida como "teoría de la sopa primitiva" cuya principal tesis es que la vida se originó de materia inorgánica.

Posteriormente, la ya referida Rachel Carson en un discurso dirigido a la población estadounidense titulado "Nuestro medioambiente contaminado" (1963) justificó la necesidad de hablar en términos de "ecosistema", esto es, una perspectiva ecológica integral que debe ser tenida en cuenta en las acciones humanas.

Foster menciona que en Occidente hubo poca o nula recepción de las teorías científicas de los soviéticos sobre la biosfera y los ciclos bioquímicos. Tanto así que, por ejemplo, el libro La biósfera de Vernadsky se tradujo al inglés hasta 1998. Sin embargo, a partir de los años setenta del siglo pasado el concepto de "biosfera", aunque separado de su origen soviético, adquirió un lugar central en los debates estadounidenses sobre el clima como en la revista Scientific American.

Muchos debates sobre el clima adquirieron relevancia pública. En 1970 el biólogo socialista estadounidense Barry Commoner en El círculo se cierra advirtió sobre los peligros medioambientales de la energía nuclear y el desarrollo moderno en química sintética y subrayó la responsabilidad del capitalismo en la fractura de los ciclos de vida. En 1972 Evgeni K. Fedorov, climatólogo y miembro del Presidium del Soviet Supremo de la URSS, señaló la necesidad de transitar a energías eólicas e hidráulicas en lugar de reacciones nucleares y combustibles fósiles para evitar el incremento de la temperatura del planeta. De esta manera, fue en los años sesenta y setenta cuando los climatólogos tanto de la URSS y como de Estados Unidos encontraron "evidencias" sobre el "metabolismo mundial".

Asimismo, Foster menciona que con el desarrollo de las misiones espaciales y el impacto que generó en la sociedad la vista desde el exterior del planeta Tierra se impulsaron los esfuerzos por comprender el medioambiente en una concepción ecológica integral similar a la de Sistema de la Tierra.

El concepto contemporáneo de antropoceno alude a dos realidades, por un lado, un reconocimiento de los impulsos antropogénicos en los procesos biogeoquímicos, por otro lado, una advertencia de que el mundo está siendo lanzado a una nueva fase ecológica. Así, Foster concluye que el libro de Angus demuestra que el capitalismo fósil debe ser detenido para no conducir al medioambiente global a una situación catastrófica donde las condiciones de existencia de millones de personas se verían comprometidas. La ciencias sociales juegan un papel crucial para proveer las respuestas que se necesitan en la era del antropoceno; a juicio de Foster, la respuesta es "crear una lógica socioeconómica diferente que apunte a distintos fines humanos-medioambientales: una revolución eco-socialista" (p. 16).

Capítulo 8. La construcción del capitalismo fósil

El comienzo del pensamiento ecológico es, según Angus, el reconocimiento de que el capitalismo causa destrucción ambiental. El daño a los ecosistemas es un fenómeno que el capitalismo ha desplegado a lo largo de cientos de años, sin embargo, poner en jaque al Sistema de la Tierra en su conjunto es un fenómeno de reciente desarrollo.

El crecimiento del capital en los siglo XVIII y XIX marcó un viraje de época hacia la economía basada en combustibles fósiles. Las limitaciones productivas de la energía eólica, hidráulica y humana para la acumulación de capital fueron superadas por el recurso a los combustibles fósiles cuyo costo de extracción y uso no mitigaron las ganancias. La ruptura del ciclo de carbono es una de las principales consecuencias de la emisión de dióxido de carbono y otro gases por la combustión fósil.

La tesis de Angus es que si bien el antropoceno, visto retrospectivamente, fue posible por el desarrollo de la revolución industrial, en realidad, fue a partir de la segunda mitad del siglo XX que la fractura del ciclo de carbono llegó a un punto de no retorno.

Carbón, vapor y capital

El comienzo del capitalismo en los siglos XV y XVI tuvo como principal fuente de energía la madera, el viento, el agua y el músculo animal y humano. El carbón era usado de forma limitada, sólo se tornó decisivo hasta el siglo XVIII, cuando desplazó a la madera en los procesos de producción gracias a los desarrollos tecnológicos de la revolución industrial.

Siguiendo el trabajo de Andreas Malm Fossil Capital [reseñado por el LET http://let.iiec.unam.mx/node/2631], Angus señala que la adopción general de carbón y vapor en la producción manufacturera de Europa, principalmente Inglaterra, no fue un proceso homogéneo ni automático. Todavía a principios del siglo XIX, la mayoría de las fábricas textiles de algodón funcionaban con energía hidráulica de los ríos, no con carbón. En 1800 apenas 84 fabricadores ingleses de algodón operaban con maquinaria de vapor, mientras miles de fabricantes estaban rezagados tecnológicamente. Para 1830 el uso de molinos de vapor igualó al uso de energía hidráulica.

Ahora bien, la tesis de Malm que le interesa subrayar a Angus es que el viraje de la producción capitalista hacia las fuentes de energía del carbón y el vapor no respondió a motivos de costo económico ni confiabilidad de negocios. En realidad, el motivo del uso de carbón y vapor en la fábrica es que permitía un mejor control sobre la fuerza de trabajo. Como los molinos de vapor ya no dependían de estar localizados en zonas con corrientes naturales de agua, podían ser incorporados en las estructuras de las ciudades existentes, es decir, cerca las grandes poblaciones donde el desempleo crónico permitía un fácil reemplazo de los trabajadores que no se acotaban a los mandatos del capitalista.

De esta manera, la adopción del vapor y el carbón en las fábricas se extendió al sector de los transportes. En 1804 en Inglaterra, las locomotoras de vapor fueron usadas para transportar carbón de las minas a canales o puertos marítimos y en 1830 se construyó el primer ferrocarril público para transportar algodón crudo de Liverpool a Manchester. El éxito de las locomotoras de vapor impulsó su rápida expansión en la segunda mitad del siglo XIX. Para 1850 habían tendidas 6 mil 200 millas de vías de ferrocarril en Gran Bretaña; en cambio, para 1877 en Estados Unidos había 79 mil millas tendidas.

Angus afirma, por lo anterior, que Gran Bretaña fue la primera nación en adoptar el uso de los combustibles fósiles. En 1825 Gran Bretaña producía 80% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero relacionadas con el uso de combustibles fósiles; en 1850 generaba 62%, más del doble que Estados Unidos, Francia, Alemania y Bélgica juntos. El consumo de carbón de Gran Bretaña entre 1850 y 1873 se triplicó de 37 millones a 112 millones de toneladas; en el mismo lapso Francia pasó de consumir 7 millones a 25 millones de toneladas y Alemania de 5 millones a 36 millones de toneladas. Sin embargo, para finales del siglo XIX Estados Unidos estaba consumiendo más carbón que Gran Bretaña.

Combustible, imperio y guerra

El uso de carbón como base de los procesos productivos a principios del siglo XIX significó una transformación de las sociedades europeas con implicaciones geopolíticas a nivel mundial. Por mencionar un caso, el uso de barcos con motores de vapor permitió a Gran Bretaña y sus rivales continentales extender su dominio en territorios asiáticos, africanos y del Medio Oriente.

Las guerras coloniales de Gran Bretaña, Francia y Alemania estuvieron impulsadas por los barcos de vapor. Se trató de un balance favorable para el poder militar europeo sobre las sociedades asiáticas y africanas. El propósito de las expediciones británicas a finales del siglo XIX fue tener control sobre los depósitos de carbón y establecer estaciones para que sus naves mercantes pudieran navegar por los océanos sin problemas.

De igual manera, los ferrocarriles jugaron un papel importante en los conflictos bélicos europeos. El movimiento de tropas y municiones en la guerra civil de Estados Unidos o en la guerra franco-prusiana de 1870-1870 fue posible gracias a la extensa red ferroviaria y la explotación de carbón.

Con la invención del motor de combustión interna a finales del siglo XIX y el avión a principios del siglo XX se abrió la puerta a un nuevo mercado para el petróleo, en un comienzo, utilizado meramente como lubricante y material de iluminación. Las dos primeras décadas del siglo XX fundaron el uso de petróleo como gasolina, una parte del petróleo que anteriormente las refinerías consideraban inútil y peligrosa. Los ejércitos imperiales de Europa y Estados Unidos construyeron máquinas de guerra que dependían de gasolina. Por ejemplo, los aviones italianos en contra de Turquía en 1911 y en contra de Marruecos en 1912 o los casi seiscientos camiones estadounidenses en contra de las fuerzas rebeldes de Pancho Villa en 1916 utilizaban gasolina.

El paso decisivo del carbón al petróleo en las máquinas de guerra fue dado por Gran Bretaña cuando construyó buques de guerra que usaban petróleo. La decisión, como en el caso de las manufacturas, estuvo impulsada por la necesidad de tener un rol predominante en la lucha de clases. Angus menciona el caso de Winston Churchill que en 1910 usó al ejército para romper las huelgas de los mineros de carbón de Gales, en el momento en que el carbón era la única fuente de energía de los buques de guerra. En 1911, decretó la transición hacia buques de guerra basados en petróleo para evitarse este tipo de inconvenientes.

En la primera guerra mundial jugaron un papel decisivo los tanques, aviones, destructores y submarinos movidos con petróleo. Gran Bretaña desplegó 100 mil camiones y carros, Estados Unidos 50 mil vehículos y 15 mil aviones. Entre 1914 y 1918 el tonelaje mundial de naves impulsadas con petróleo se triplicó y la producción de gasolina para vehículos se quintuplicó.

Automovilización

Siguiendo a Paul Baran y Paul Sweezy en El capital monopolist, Angus habla de la "época de las innovaciones" en la vuelta de siglo XIX-XX por los inventos del motor de combustión interna, el ferrocarril y el automóvil. Se trata de tres inventos que dependen de los combustibles fósiles, de manera que, continua Angus, habría que denominarlos como parte de una época de invención de carbón/motor de combustión interna, carbón/ferrocarril y petróleo/automóvil. Son combinaciones tecnológicas específicas del modo de producción capitalista que brindaron la maduración de la economía fósil.

En el caso de la industria del automóvil, la Ford Motor Company lideró una organización técnica y tecnológica de producción en masa. La primera fase del proceso, en palabras de Baran y Sweezy, de "automovilización" se dio en Estados Unidos de un poco antes de la primera guerra mundial hasta la crisis de 1929. La venta de vehículos terrestres pasó de 4 mil en 1900 a 1.9 millones en 1919 y 5.34 millones en 1929.

Junto a la "automovilización", las compañías petroleras impulsaron una red de ventas y soporte inexistente hasta ese momento. En 1920 la gasolina era un producto vendido sin marca y accesorio a las ferreterías y supermercados. Para 1929 había más de 120 mil estaciones de servicio con marca registrada en todo Estados Unidos, en 1939 el número se duplicó. Se estima que dos terceras partes del petróleo mundial era vendido por compañías estadounidenses.

Industria química

La industria química desarrolló nuevos productos hechos de petróleo o que requerían altos niveles de energía fósil para su producción. Un cambio cualitativo en la estructura productiva se dio en el siglo XX cuando la invención de productos se convirtió en un negocio, es decir, cuando dejó de ser resultado de científicos individuales. Angus menciona que las corporaciones empezaron a contratar científicos y financiar sus propios laboratorios para impulsar invenciones productivas. En 1920 había en Estados Unidos 300 laboratorios corporativos, en 1940 había 2 mil 200. Se estima que durante la segunda guerra mundial 13 compañías estadounidenses emplearon un tercio de todos los investigadores científicos del país. Siguiendo a Ernest Mandel, Angus señala que a mediados del siglo XX se consolidó la fusión entre ciencia, tecnología y producción.

Capital concentrado

La concentración de capital y el crecimiento de grandes corporaciones en el siglo XX tuvo su más importante representante en Estados Unidos. Angus menciona que en 1930, 106 de las 200 compañías más grandes de Estados Unidos estaban dedicadas al sector de químicos, petróleo, metales, caucho e industrias de transporte, es decir, ramos productivos estrechamente vinculados al complejo de petróleo-automóvil.

Con cálculos de la Comisión Federal de Comercio de Estados Unidos, Angus señala que en 1935 las 200 firmas estadounidenses más grandes tenían 35% de la facturación total de las empresas del país, en 1947 subió a 37%, en 1950 a 40.5% y en 1958 a 47%.

Retomando el trabajo de John Kenneth Galbraith, Angus señala que en 1976 las cinco corporaciones industriales más grandes del mundo, que sumaban un total de 113 mil millones de dólares en activos, tenían menos de 13% de los activos utilizados en la producción; al considerar las 50 corporaciones más grandes la proporción ascendía a 42% de los activos; y al considerar las 500 corporaciones más grandes la proporción era de 72% de los activos.

Capítulo 9. Guerra, lucha de clases y petróleo barato

La segunda guerra mundial es asumida por Angus no sólo como una división pasiva del holoceno y el antropoceno, sino como el conflicto que asentó las condiciones para que el capitalismo comenzara la "Gran Aceleración" de la destrucción del ambiente.

Las ganancias de la guerra

El Sistema de la Tierra entró en una fase peligrosa cuando surtieron efecto los cambios en el capitalismo tras la crisis de 1929 y la segunda guerra mundial. En los seis años del conflicto bélico, murieron 60 millones de soldados y civiles por acciones militares y otros 20 millones por hambre y enfermedad; 27 millones de personas murieron en la URSS; 3 millones de personas murieron de hambre en India, víctimas de la llamada "guerra secreta de Winston Churchill". Ciudades europeas, bosques, granjas y plantas industriales fueron destruidas completamente. 100 mil personas fueron asesinadas por la bomba atómica en 1945.

En tal escenario repleto de catástrofes sólo Estados Unidos resultó ganador. La economía de guerra estadounidense casi duplicó su Producto Nacional Bruto, dos terceras partes de la producción industrial mundial se concentraba en compañías estadounidenses. Se convirtió en el país hegemónico del mundo.

Ganancias para el capital monopolista

Angus señala que la segunda guerra mundial fue, en términos económicos, la empresa más lucrativa para la plutocracia estadounidense pues los convirtió en los capitalistas más ricos y poderosos de la historia. Angus retoma los fenómenos del capítulo 8 sobre la concentración de capital, el petróleo y los automóviles y la industria química para mostrar sus consecuencias después de la segunda guerra mundial.

a) Concentración corporativa. Durante la segunda guerra mundial se generaron contratos de producción de guerra por un monto de 175 mil millones de dólares, dos terceras partes de ese monto se destinaron a 100 compañías y más de la mitad a sólo 33. 80% de las fábricas construidas con recursos públicos fueron operadas por las 250 corporaciones estadounidenses privadas más grandes. Después de la guerra las fábricas construidas con recursos públicos fueron vendidas a las corporaciones privadas a un cuarto de su valor origina; dos terceras partes de dichas fábricas fueron compradas por 87 compañías. En términos de empleo, se menciona que en 1939 13% de trabajadores eran contratados en corporaciones de más de 10 mil empleados, en 1945 aumentó la proporción a 31%. Las corporaciones que empleaban menos de 500 trabajadores disminuyeron en ese mismo lapso de 52% a 34%.

b) Petróleo y automóviles. 6 de cada 7 barriles de petróleo usados por los Aliados durante la segunda guerra mundial provenían de pozos estadounidenses y fueron refinados por compañías estadounidenses. En 1942 se detuvo en Estados Unidos la producción de autobuses de pasajeros, camiones comerciales y autopartes, sin embargo, el sector automotriz prosperó con 29 mil millones de dólares para la producción de tres millones de jeeps y camiones, motores de avión, tanques, autos blindados, metralletas y bombas.

c) Industria química. El gobierno estadounidense gastó 3 mil millones de dólares durante la segunda guerra mundial para expandir plantas petroquímicas que produjeran nitrógeno explosivo, caucho sintético para llantas, naylon para los paracaídas, etcétera. Después de la guerra, las grandes compañías de petróleo y químicos (Standard Oil, Monsanto y DuPont) compraron a bajos precios las petroquímicas instaladas para la economía de guerra.

Keynesianismo militar

Un rasgo característico de la economía estadounidense después de la segunda guerra mundial, señala Angus, fue el mantenimiento de un enorme gasto en cuestiones militares. "La economía de Estados Unidos entró en una época de permanente economía de guerra" (p. 141). En este sentido, con la expresión "keynesianismo militar" se quiere referir el masivo gasto militar para mantener o incrementar el crecimiento económico.

Para Angus el keynesianismo militar consistió en un aspecto fundamental de la economía estadounidense durante 50 años sin importar si la gestión era demócrata o republicana. En cifras se menciona que el presupuesto militar estadounidense de 1930 era de 500 millones de dólares anuales; de 1946-1949 el gasto en personal militar y armamento ascendió a 19 mil millones de dólares; durante la guerra de Corea, incrementó a 62.2 mil millones de dólares para tropas, divisiones de armas, fuerza aérea y naves.

Reconversión y lucha de clases

Los años inmediatamente siguientes al final de la segunda guerra mundial fueron de especial dificultad para los trabajadores estadounidenses y europeos. En 1945 las empresas manufactureras de Estados Unidos recortaron horas de trabajo y despidieron trabajadores; también se inflaron los precios de los alimentos y otros productos básicos. Hacia octubre del mismo año se calcula que hubo dos millones de desempleados y una caída del salario real en 15%.

Ante tal situación, Estados Unidos padeció una época de importantes huelgas, según Angus, las más grandes de su historia. Se menciona que en 1945 aproximadamente 3.5 millones de trabajadores participaron en 4 mil 750 huelgas; en 1946, 4.6 millones de trabajadores en 4 mil 985 huelgas. En su mayoría, se trataron de huelgas no organizadas por los líderes de los grandes sindicatos estadounidenses, sino por los propios trabajadores de General Motors, empacadores de carne, industriales de acero, electricistas, ferrocarrileros, entre otros.

La respuesta del gobierno y las corporaciones no se hizo esperar: se aprobó la ley Taft-Hartley para prohibir huelgas violentas; pusieron barreras legales en los modos de organización de los trabajadores; consolidaron la autoridad de líderes sindicales conservadores y liberales; se rompieron huelgas a través de legislación de tiempos de guerra para controlar las minerías, refinerías y otras industrias; se castigó la falta de cooperación de los líderes de los trabajadores con los sindicatos consolidados; se apostó por la seguridad laboral a cambio de contratos que garantizaban una producción ininterrumpida.

De esa manera, para 1950 la clase dominante de Estados Unidos tenía el control de la oposición de los trabajadores nacionales.

El paso de Europa al petróleo

El propósito del Plan Marshall no fue establecer una reconstrucción desinteresada de Europa, sino un fortalecimiento de las corporaciones, principalmente petroleras, de Estados Unidos a nivel nacional e internacional. Gran parte de los recursos del Plan Marshall se destinaron a compras necesarias para las corporaciones estadounidenses, es decir, indirectamente se estimuló la economía de Estados Unidos con compras del gobierno a las corporaciones de su país.

De hecho, apunta Angus, la familia Rockefeller, dueña de Standard Oil Company (luego Exxon), fue una de las principales fuerzas que presionaron al Congreso de Estados Unidos para la autorización del Plan Marshall. Conforme se fue desplegando el plan, los Rockefeller se convirtieron en uno de los principales beneficiarios.

Se menciona que más de la mitad del petróleo que se vendió a Europa occidental por compañías petroleras de Estados Unidos fue pagado con fondos del Plan Marshall. "El Plan Marshall trató los intereses del país y de la industria petrolera indistintamente" (p. 147). Europa se vio forzada a comprar gasolina y diésel a precios elevados en lugar de petróleo crudo más barato. Es más, el Plan rechazó financiar proyectos de industrias petroleras o refinerías en Europa (que fueron destruidas durante la guerra) que posteriormente se convirtieran en competidores para las corporaciones estadounidenses.

Petróleo barato y abundante

En los sesenta años posteriores a la segunda guerra mundial, 60 mil millones de barriles de petróleo crudo fueron extraídos de Arabia Saudita; un petróleo abundante y barato que convirtió a Medio Oriente en el más grande depósito de petróleo del mundo. Angus comenta que una de las explicaciones de la denominada Edad de Oro del capitalismo es que el precio de los barriles de petróleo de Arabia Saudita impactó el precio general del petróleo en 1950-1973.

La condición de la "Gran Aceleración" mencionada al principio de la reseña fue, por tanto, la existencia de petróleo barato. Entre 1945 y 1973 la economía fósil se consolidó y globalizó en el Norte global. Se estima que el consumo mundial de energía entre 1946 y 1973 fue mayor que el consumido entre 1800 y 1945. En la Edad de Oro del capitalismo la producción mundial de petróleo incrementó más de 700%.

Anticipaciones de la izquierda

Después de la segunda guerra mundial se dieron los mayores contrastes entre la sociedad humana y el ambiente mundial, asunto que no pasó desapercibido por la izquierda. Destacan tres propuestas que fundaron el ambientalismo radical: Rachel Carson, Murray Bookchin y Barry Commoner.

Angus finaliza mencionando que en 1991 Commoner anticipó la tesis sobre el crecimiento del impacto humano en el Sistema de la Tierra; y en 1994 Bellamy Foster innovó la investigación de Commoner al integrar el análisis marxista sobre los cambios económicos y sociales en el fenómeno de la "Gran Aceleración". En opinión de Foster, el periodo posterior a la segunda guerra mundial dio apertura a una "transformación cualitativa en el nivel de destrucción humana" (p. 151).

Nexo con el tema que estudiamos: 

El libro de Angus muestra el impacto del desarrollo capitalista en el medio ambiente. Los capítulos 8 y 9 tienen la virtud de mostrar el papel jugado por la economía de la guerra en: 1) el asentamiento de las condiciones que permitieron la devastación del ambiente por la consolidación de la economía fósil; 2) el papel jugado por la economía militar para el impulso de lo anterior; y 3) el papel de las corporaciones para la normalización de las prácticas de las inversiones de la economía fósil y militar.