Entre las limitantes para la innovación en China se señala su laxitud en reglas de protección a la propiedad intelectual y la proliferación de empresas "imitadoras" de tecnologías y productos ajenos. Dos estudios recientes argumentan sobre los avances de China en innovación.

La consultora McKinsey Global Institute publicó en 2014 el estudio "The China Effect on Global Innovation", donde se analizan los datos financieros de 20000 empresas chinas, estableciendo en qué medida el valor agregado deriva de inversiones en investigación básica, contratación de ingenieros, mejoras en los procesos productivos y otros factores similares. El esfuerzo ha estado centrado en la absorción de tecnologías y faltan avances en la creación de productos de "clase mundial". Se detectan dos campos donde China está convirtiéndose en líder: mejora de productos de consumo y de los modelos de negocios asociados a ellos, hacer que los procesos de manufactura sean más baratos, más rápidos y con mejores desempeños. En ello influyen no sólo las mejoras empresariales sino también los niveles de exigencia de los mercados chinos.

La obra de Edward Tse, "China’s Disruptors", señala el papel de las políticas de innovación del gobierno chino para el despegue de las empresas en ese terreno. Un elemento esencial es el importante gasto en innovación: China invierte más de 200 mil millones de dólares en investigación y desarrollo (público y privado), situándose por encima de la Unión Europea (medido como porcentaje del PIB) y aún por debado de Estados Unidos. También son importantes los cambios en la legislación (y su aplicación) que protege la propiedad intelectual.

El artículo critica las acciones del gobierno chino que interviene con sus empresas en actividades como la aviación y la automotriz, pues la intervención directa es distinta al apoyo.