The Clash of Capitalisms. The Real Fight for the Global Economy's Future

Cita: 

Milanovic, Branko [2020], "The Clash of Capitalisms. The Real Fight for the Global Economy's Future", Foreign Affairs, New York, enero-febrero, https://www.foreignaffairs.com/articles/united-states/2019-12-10/clash-c...

Fuente: 
Otra
Fecha de publicación: 
Enero, 2020
Tema: 
Pugna entre dos modelos de capitalismo: capitalismo liberal-meritocrático y capitalismo político-estatal.
Idea principal: 

Branko Milanovic es un académico senior en Stone Center on Socio-Economic Inequality en el CUNY Graduate Center y profesor en la London School of Economics.


Introducción

“El capitalismo gobierna el mundo” (p. 10). De esta manera tan sucinta comienza Branko Milanovic su artículo. Nuestros tiempos contemporáneos transcurren en un momento en el que capitalismo es el único modo de producción. El capitalismo no está en pugna con distintas organizaciones de producción ni se plantea en el horizonte la posibilidad de un modo de producción alternativo. “La verdad ineluctable es que el capitalismo está para quedarse y no tiene competidor” (p. 10). La batalla que se está gestando, sentencia Milanovic, es entre dos modelos distintos de capitalismo, a saber, el “capitalismo liberal” representado por Estados Unidos y el “capitalismo político” representado por China.

Así como en el cristianismo, el islam o el propio comunismo, el capitalismo se consolidó a través de distintas variantes de sí mismo. Los modelos de capitalismo arriba mencionados tienen aspectos políticos, económicos y sociales diferentes. El capitalismo liberal de Europa occidental, Estados Unidos, India, Indonesia y Japón se caracteriza por una forma meritocrática, es decir, un sistema que concentra la mayoría de la producción en el sector privado, impulsa el ascenso de talentos y trata de garantizar oportunidades. En cambio, el capitalismo político liderado por la administración estatal de China, Myanmar, Singapur, Vietnam, Rusia, Argelia y otros es un sistema que privilegia altas tasas de crecimiento por el costo de restringir derechos individuales, políticos y cívicos.

Ambos modelos de capitalismo, afirma Milanovic, compiten entre ellos mismos dado su profundo entrelazamiento. Por mencionar un dato relevante, Asia, Europa occidental y Estado Unidos representan 70% de la población mundial y 80% de la economía. Por ello, el capitalismo liberal y el capitalismo político se encuentran en permanente vinculación a través del comercio, inversiones, tecnología, migración e ideas. Se trata, pues, de una relación de competencia que dará forma a la economía global del futuro.

Por si hubiera dudas sobre el carácter capitalista de China, Milanovic menciona lo siguiente. En 1978 100% de la producción económica china se concentraba en el sector público, actualmente representa apenas 20%. Es más, China cumple con las tres características básicas de la economía capitalista: la mayoría de la producción se encuentra en las manos del sector privado, el estado no impone a la compañía decisiones sobre la producción y los precios, y la mayoría de los trabajadores son asalariados.

Cada modelo de capitalismo estructura de diferente manera el poder económico y político de la sociedad. Milanovic afirma que el capitalismo político brinda una mayor independencia a las élites políticas y, al mismo tiempo, promete altas tasas de crecimiento económico a la sociedad. “El éxito de China desestima la tesis occidental de que es necesario generar un vínculo entre capitalismo y democracia liberal” (p. 12). Empero, China tiene como limitante verse en la obligación de generar crecimiento económico para legitimar su gobierno, restringir el crecimiento de la clase capitalista para proteger el poder del estado burocrático y, además, lidiar con los altos niveles de corrupción de sus funcionarios. El capitalismo liberal, por su parte, tiene la ventaja de contar con democracia y el acatamiento a leyes. Gracias a ello cuenta con un desarrollo económico acelerado merced al impulso de la innovación y la movilidad social. No obstante, el defecto más evidente del capitalismo liberal es el crecimiento de una profunda desigualdad.

El capitalismo liberal

Un acontecimiento que está cambiando la situación del capitalismo mundial es el giro del poder económico de Occidente a Asia. Actualmente los ingresos de los países asiáticos se están tornando cada vez más próximos a los de Europa occidental y Estados Unidos. En 1970 Occidente disponía de 56% de la producción económica mundial y Asia 19%; en nuestros días la proporción es de 37% para los primeros y 43% para los segundos.

A Milanovic le interesa subrayar que el efecto de la globalización fue distinto en Occidente y en Asia. Mientras el capitalismo occidental generó las tecnologías de la información y la comunicación que impulsaron la globalización, muchos países asiáticos dirigieron la globalización para abolir estructuras anacrónicas de sus sociedades e impulsar el crecimiento económico. De esta manera, a nivel internacional la desigualdad de ingresos se redujo significativamente en la década de los años noventa.

Lo paradójico de la globalización consiste, según Milanovic, en que “a pesar de que la desigualdad entre países ha disminuido, la desigualdad al interior de los países -especialmente en Occidente- ha crecido” (p. 13). El debilitamiento de los sindicatos, el estancamiento de los salarios y el descalabro de los trabajos manufactureros son las consecuencias de la globalización en la mayoría de los países desarrollados de Occidente.

Para tener un poco de claridad sobre el desarrollo del capitalismo desde un punto histórico, Milanovic habla de un “capitalismo clásico” y un “capitalismo socialdemócrata” previo al surgimiento del capitalismo liberal o meritocrático. El capitalismo clásico fue predominante en el siglo XIX donde las fortunas pertenecían a propietarios no trabajadores y la fuerza de trabajo sufría desigualdades más drásticas (étnicas y de género). El capitalismo socialdemócrata fue predominante desde la segunda guerra mundial hasta la década de los años ochenta, estaba estructurado alrededor de la industria, contaba con gran presencia de sindicatos y la riqueza se distribuía de mejor manera para beneficiar a la población. El capitalismo liberal meritocrático se caracteriza por propietarios de fortunas que al mismo tiempo son trabajadores, cuenta con mayor igualdad de oportunidades respecto al capitalismo clásico, rompe con la clase trabajadora industrial, debilita los sindicatos y generaliza la desigualdad económica al interior de las economías nacionales.

Ahora bien, particularmente en el caso de los nuevos ricos del capitalismo meritocrático, Milanovic menciona que, aunque suelen presentar su éxito como producto de su propio trabajo, la realidad es que se encuentran respaldados por los privilegios heredados de sus progenitores. La clase dominante está altamente educada y tiene acceso a las mejores oportunidades de inversión. Son élites que invierten demasiado en la educación de sus hijos y en establecer control político para asegurar su posición. “Los dos juntos (educación y transferencia de capital) dirigen la reproducción de la clase dominante” (p. 14).

La democracia contemporánea permite a los ricos utilizar sus contribuciones políticas y fondos para la creación de think tanks que impulsen la gestión de políticas públicas que los beneficien en el futuro. A medida que la clase dominante consolida su lugar en las altas esferas de la política y la riqueza, el resto de la sociedad crece resentida. La globalización en Occidente es, por tanto, la responsable de la enorme brecha entre una pequeña élite y las grandes masas del resto de la población. “La enfermedad que supuestamente sólo afectaría a los países en desarrollo parece haber golpeado al Norte global” (p. 16).

El capitalismo político de China

La reputación de la globalización en Asia es distinta a la de Occidente. Milanovic menciona que fue gracias al comunismo de países como China y Vietnam que se asentaron las condiciones para el desarrollo eventual de una transformación capitalista. “Las revoluciones comunistas en China y Vietnam jugaron funcionalmente el mismo papel que el ascenso de la burguesía en Europa en el siglo XIX” (p. 16).

La transformación de la sociedad china semifeudal al capitalismo fue comandada ordenada y autoritariamente por el poder estatal. El sistema del capitalismo político tiene tres características: 1) el estado está dirigido por una burocracia tecnocrática que legitima su gobierno a través del crecimiento económico; 2) el estado aplica arbitrariamente las leyes en beneficio de las élites; 3) la autonomía del estado sirve para actuar libremente por fuera de restricciones legales. Dichas características producen corrupción como una parte integrante del capitalismo político.

Como en el caso de las economías occidentales, al interior de China el crecimiento económico se ha manifestado en un incremento masivo de la desigualdad en áreas rurales y urbanas. También las clases propietarias se han modificado drásticamente. En 1988 los trabajadores industriales especializados y no especializados y oficiales del gobierno representaban 80% de las personas con los ingresos más altos de China. En 2013 se tuvieron muestras de la consolidación de una nueva élite capitalista conformada por empresarios (20%) y profesionistas (33%). Milanovic señala que gran parte de esta nueva élite se debe a una movilidad intergeneracional. Son hijos de padres campesinos o trabajadores manuales.

Ahora bien, un aspecto milenario de la cultura china aún vigente en nuestros días es la resistencia a permitir que la clase de los ricos se vuelva independiente al control del poder central. De esta manera, la nueva élite capitalista china se encuentra en condiciones de ascender en calidad de individuo, pero no como una clase coherente con su propia agenda política y económica.

Un choque de sistemas

En opinión de Milanovic muchos países, no se especifica cuales, suplantarán su régimen liberal de capitalismo por el del capitalismo político dado el protagonismo internacional de China.

Como ya se mencionó, una de las ventajas del capitalismo liberal es su sistema político democrático. Según Milanovic, la democracia es un poderoso correctivo a los tratados económicos y sociales que perjudican el bienestar común. Las decisiones democráticas permiten desarrollar dinámicas de enmendar la implementación de política erróneas. Sin embargo, la estrategia del capitalismo político de generar grandes tasas de crecimiento económico se refleja en el establecimiento de inversiones internacionales significativas como la Ruta de la Seda. Así, mientras Occidente se ocupa de construir instituciones democráticas, China destina sus recursos económicos en construir bienes materiales.

El aspecto seductor de China, al menos para los países pequeños, radica en que impulsa la igualdad en el trato con los países. No busca intervenir en la política interna extranjera. Por otra parte, China se esfuerza por la construcción de instituciones internacionales como el Banco de Inversión de Infraestructura Asiático para funcionar como contrapeso al Banco Mundial y al Fondo Monetario Internacional.

El futuro del capitalismo

Milanovic señala que la experiencia del capitalismo político de China muestra que la jerarquía es más eficiente y genera salarios más altos. ”Donde gana la tecnología, pierde la democracia” (p. 20). En algunos sitios del mundo, sugiere Milanovic, es probable que las personas estén dispuestas a renunciar a algunas libertades democráticas con tal de recibir ingresos más altos. Al menos en este respecto, el capitalismo político es superior al capitalismo liberal.

No obstante, el problema del capitalismo político permanece: constantemente se ve forzado a demostrar su eficiencia a través de altas tasas de crecimiento económico. Este es el único mecanismo para dotar de legitimidad a su control estatal de la economía que se edifica con corrupción sistemática por la ausencia de un apego claro a la ley. “El capitalismo político necesita promoverse a sí mismo en su propio terreno para mostrar que tiene una mejor gestión de la sociedad, altas tasas de crecimiento y una administración más eficiente” (p. 20).

Por último, un problema crucial sobre el desarrollo del capitalismo político consiste, en opinión de Milanovic, en determinar si los capitalistas chinos lograrán tener el control del estado. Y, si lo llegaran a lograr, ¿recurrirían a la democracia representativa?

¿Convergencia plutocrática?

El futuro que podría deparar al capitalismo de las sociedades occidentales, lejos de incorporarse al capitalismo político, es el desarrollo de un “capitalismo de la gente”, esto es, un sistema capitalista donde el capital y el trabajo se distribuyan de una manera más equitativa. Esto se lograría, opina Milanovic, generando mayor acceso a las mejores escuelas y trabajos independientemente de contar con un respaldo familiar que lo facilite.

El capitalismo de la gente sería similar al capitalismo socialdemócrata en la medida que se preocuparía por la desigualdad. Sin embargo, la diferencia consiste en que el primero se concentraría a otro tipo de igualdad: en lugar de la distribución del ingreso, promovería una mayor igualdad en la disposición de activos financieros y en términos de habilidades.

Finalmente, Milanovic advierte que entre más se fusione el poder político y económico en el capitalismo liberal, el sistema tiende a acercarse a una plutocracia similar a la que existe en el capitalismo político. Esto conduciría a un callejón sin salida, a saber, la reproducción infinita de la élite.

Nexo con el tema que estudiamos: 

El artículo de Milanovic contribuye a reflexionar sobre la problemática del tipo de capitalismo al que nos enfrentamos. En su opinión, existen dos modelos de capitalismo que permiten pensar distintos modos de gestión del poder económico y político de las sociedades. Nuestro trabajo sobre las corporaciones vinculadas a la economía de la guerra del capitalismo contemporáneo puede servirse de este tipo de reflexiones para proyectar en un marco analítico más amplio el sitio histórico en el que se desenvuelven nuestros casos de estudio.