The problematic politics of climate change. Why tackling global warming is a challenge without precedent

Cita: 

The Economist [2020], "The problematic politics of climate change. Why tackling global warming is a challenge without precedent", The Economist, London, 25 de abril, https://www.economist.com/schools-brief/2020/04/23/why-tackling-global-w...

Fuente: 
The Economist
Fecha de publicación: 
Sábado, Abril 25, 2020
Tema: 
El papel de la conferencia de Toronto en los avances para el cambio climático
Idea principal: 

El texto comenta lo que fue la conferencia mundial sobre cambios en la atmósfera, ocurrida en Toronto en junio de 1988, en la que la mayor alarma era debido al dióxido de carbono, por lo que se acordó reducir las emisiones globales 20% para 2005. Al comenzar las mediciones de este Gas de Efecto Invernadero (GEI), a finales de la década de los cincuenta, los niveles eran de 315 partes por millón, mismas que al subir a 350 ocasionaron en ese verano olas de calor récord en Estados Unidos. Incluso una semana antes de la conferencia, James Hansen científico de la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio (NASA, por sus siglas en inglés) señaló al senado estadounidense que era momento de terminar con la charlatanería y aceptar la evidencias sobre los GEI.

Fue hasta 1992 que se firmó el tratado mundial contra el cambio climático, con el impulso del fin de la Guerra Fría que mostró de nuevo la posibilidad en acciones en conjunto para dejar atrás el armagedón nuclear. Sin embargo, los acuerdos son distintos a las acciones globales y al ser los combustibles fósiles la base de la sociedad industrial, aunque las energías renovables son más plausibles que en 1988 aún significa un cambio desgarrador. A pesar de que ambientalistas están de acuerdo con el cambio para impactar de menor manera en el mundo, la voluntad individual para sacrificar una vida de alto consumo energético no es suficiente, si otros países e individuos no lo hacen. Por ello The Economist señala que el reto de la política climática es negociar y encontrar la forma de lograr un consenso general.

Los asistentes a la conferencia de Toronto confiaron en reducir los GEI debido al acuerdo para limitar la producción de químicos que destruyen la capa de ozono, logrado un año antes, entre los que destacaban los clorofluorocarbonos empleados en refrigerados y latas de spray. The Economist menciona que el protocolo de Toronto parecía una modelo por dos cuestiones: la primera, debido a que tenía un carácter global, a diferencia de los demás esfuerzos desde la década de los sesenta; la segunda, al sustentarse en la ciencia, debido a que se basó como no se había hecho hasta entonces, en la posibilidad de afectaciones futuras al no ser una cuestión que en aquel momento lastimara a las personas.

Además, lo anterior dio como resultado la consolidación del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), al ser necesario generar un consenso sobre los peligros. En él se concentraron investigadores de gobiernos, de la academia, de la industria y de organizaciones no gubernamentales, y en el que la firma de los gobiernos a las conclusiones del grupo tenían como fin reducir la posibilidad de que se ignoraran. Con la primer evaluación del IPCC publicada en 1990, se predijo que de continuar aumentando los GEI, la temperatura aumentaría entre 0.2 y 0.5 grados por década, mientras que el nivel del agua aumentaría en el mismo tiempo de 3 a 10 centímetros.

Después, en 1992 con la Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro, se acordó la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (UNFCCC, por sus siglas en inglés), los países miembros se comprometieron a reducir los GEI a un nivel para prevenir los riesgos antropogénicos al sistema climático. A pesar de eso, el acuerdo no sentó objetivos a la par de la reducción de la conferencia de Toronto. Además, en años siguientes las discusiones sobre el corte de las emisiones dejaron de lado la cuestión de cómo se ayudaría a los países pobres para lidiar con los cambios, sería hasta 5 años después, que se especificarían los cortes que se harían en la emisiones en el protocolo de Kyoto. No obstante, dichas medidas serían seguidas sólo por países desarrollados, no tenían una gran ambición y no fue ratificada por Estados Unidos, el mayor emisor de GEI.

La UNFCCC adquirió legitimidad universal, pero crear un tratado que todos pudieran aceptar resultó en tener poco efecto práctico, además de no contar con mecanismos coercitivos para hacer cumplir lo establecido y vincularlos a los compromisos. The Economist señala que de haber sido tomado con urgencia por todos los países no hubiesen ocurrido tales deficiencias, ya que el progreso de la política ambiental doméstica está en encargarse de los grupos que más contaminan. Sin embargo, añade que pudieron haber sido aplicadas las medidas de limpieza al resto de la economía. Pero como lo señala el texto, los países ricos que se benefician de los combustibles fósiles notaron las consecuencias que esto traería, al desplazar las ganancias hacia otros países.

Las dificultades fueron exacerbadas por el apoyo público hacia estas medidas. Por ello, la industria petrolera y sus aliados políticos comprendieron la importancia de un consenso científico, que dio como resultado, una campaña para poner en duda el reporte del IPCC por las incertidumbres que arrojó, e incluso hasta señalarlo como fraudulento. Algo que aprovecharon políticos de derecha para negar la implementación de las medidas en Estados Unidos y Australia.

Otro punto de resistencia ante estas medidas ocurrió en China, país que no estaba obligado a seguir las medidas del Protocolo de Kyoto. No obstante, para 2002 su Producto Interno Bruto (PIB) se había multiplicado siete veces, mientras las emisiones de dióxido de carbono lo hicieron tres veces, de 2 mil 700 millones de toneladas a 9 mil 600 siendo más contaminante que Estados Unidos. Será hasta 6 años después de la Cumbre de Copenhage, que se logrará un objetivo global específico, con el Tratado de París en 2015. Con el que se estableció un estabilización de los niveles en la segunda mitad del siglo XXI, con un aumento de dos grados en la temperatura respecto al nivel preindustrial.

The Economist menciona que el éxito se debió a las charlas entre China y Estados Unidos, a la diplomacia francesa y la participación astuta de países en desarrollo, aunque sobre todo, por la disminución en el costo de las energías renovables y su proliferación, al poder reducir las emisiones con el mismo gasto de energía. Pero las reducciones ofrecidas en París son muy pequeñas para alcanzar el objetivo de los dos grados, lo que ha hecho que nuevos activistas demandan mayores acciones en la próxima cumbre, en Glasgow, misma que fue pospuesta por el Covid-19, por lo que The Economist termina señalando que los activistas no tienen forma de forzar a quienes no comparten su misma pasión y compromiso.

Datos cruciales: 

1. El objetivo de la conferencia global de Toronto sobre cambios en la atmósfera, sobre lograr reducir 20% las emisiones de dióxido de carbono para 2005 no se cumplió, en su lugar hubo un aumento de 37%, mientras que para 2017 aún se mantuvo un aumento de 22%.

Gráfica 1: Muestra por un lado las partes por millón de dióxido de carbono existentes en la atmósfera desde 1960 hasta 2020, que se han incrementado desde 300 partes por millón en 1960 hasta 410 en 2020. Junto con un aumento en la temperatura desde 0 grados al principio de la muestra hasta casi 0.9 grados en 2020. En la segunda gráfica se muestra la cantidad de dióxido de carbono en gigatones, desde los 15 gigatones registrados en 1970 hasta los 36.6 en 2020. Además, se añade la producción de energías renovables, la cual tuvo su mayor avance de la década de los ochenta a los noventa.

Nexo con el tema que estudiamos: 

Así como los avances en las energías renovables van tomando un impulso con el antecedente del Tratado de París, y se ha afianzado en el plano internacional un tecnooptimismo, al poder reducir las emisiones sin que se reduzca la producción energética. Estos avances podrán expandir las fronteras del capital, sin embargo, para una transición global es preciso que las grandes beneficiarios de los combustibles fósiles negocien y se incluyan, para lograr un consenso que abarque tanto a los estados como corporaciones implicadas. Sin dejar de contemplar el hecho de que estos últimos harán todo para no perder la posición privilegiada que ostentan.