The Price of Primacy. Why America Shouldn't Dominate the World

Cita: 

Wertheim, Stephen [2020], "The Price of Primacy. Why America Shouldn't Dominate the World", Foreign Affairs, New York, marzo-abril, https://www.foreignaffairs.com/articles/afghanistan/2020-02-10/price-pri...

Fuente: 
Artículo científico
Fecha de publicación: 
Marzo, 2020
Tema: 
Cuestionamientos y alternativas a la hegemonía estadounidense en el siglo XXI
Idea principal: 

Stephen Wertheim, historiador centrado en el papel estadounidense en el mundo, director adjunto en Investigación y Política en el Quincy Institute for Responsible Statecraft, además es investigador académico en el Instituto Saltzman de Estudios de Guerra y Paz en Columbia University.


El texto introduce la idea del escenario para Estados Unidos después de la caída de la Ex-Unión Soviética, en el que queda como única potencia con la posibilidad de crear un mundo pacífico, al fortalecer las leyes e instituciones que limitan la guerra, posición desde la que pudo ejercer su liderazgo para enfrentar problemas como el cambio climático y la riqueza ingobernable. No obstante decidió hacer lo contrario, con una estrategia que enorgullece y da lugar a amenazas militares, al construir un sistema internacional en el que los intereses de pocos prevalecen ante los de la mayoría. Wertheim añade que lo peor es que Estados Unidos se convirtió en un actor destructivo, ya que con las guerras consecuentes en Afganistán en 2001, Irak en 2003 y Libia en 2011, sólo trajo la muerte a cientos de miles civiles, dañando no sólo la estabilización del mundo sino la de Estados Unidos al reducir la seguridad.

Por ello, al dedicar los recursos hacia estas amenazas, falló en proveer bienestar al resto del mundo. Sin embargo, desde 1990 a pesar de sólo contar con 4% de la población mundial, Estados Unidos ha generado 20% de las emisiones de dióxido de carbono, y aunque China es ahora el mayor emisor, en términos per cápita duplica sus emisiones. Mientras los líderes estadounidenses se han turnado entre negar el problema y realizar acciones insuficientes, por lo que es incierto lograr mantener un aumento en la temperatura entre 1.5 y 2 grados, algo que provocará la proliferación de inundaciones, incendios y sequías. Además, el crecimiento económico no ha beneficiado lo suficiente, aunque es cierto que la pobreza mundial ha disminuido desde entonces, ha sido por el crecimiento de China e India. También, en el mismo tiempo el ingreso del 1% por ciento de la población se ha exponenciado mientras que el del 50% más pobres se ha estancado. Por lo que el autor señala que los líderes estadounidenses son culpables de tal situación, al esparcir un orden internacional en el que el capital es primero.

Wertheim señala que Estados Unidos ha fallado en su estrategia post-guerra fría, debido a que Trump ha intensificado la agenda de sus predecesores en tres aspectos: no escatimar en el gasto de guerra, no aportar más al planeta y no preocuparse por lo pobres. Acciones que el presidente ha dado catalogado como el re-engrandecimiento de Estados Unidos, en lugar de un liderazgo a futuro. A causa de esto, es que el autor señala que deben cambiar este camino por uno que se preocupe por la protección del planeta y el apoyo hacia las mayorías, aunque esto requiera de una gran estrategia.

La Máquina de Guerra

A pesar de que tanto críticos como seguidores han bautizado la estrategia post-guerra fría como hegemonía liberal, Estados Unidos siempre ha sido más hegemónico que liberal, los presidentes estadounidenses aunque han divergido en cómo promover el liberalismo han coincidido en lo que el Pentágono sentó en 1992: contar con una capacidad militar que disuade a sus enemigos de retar su autoridad. Sin embargo, esa superioridad jugó en su contra al convertirse en algo cada vez más difícil de controlar por los enemigos que generó, al buscar dominación en lugar de la defensa. Dicha estrategia permaneció oculta durante los noventa, con una China pobre y una Rusia aplastada, la reducción en defensa y el aumento a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) para las misiones en Yugoslavia y Oriente medio. Por lo que al final de la década hubo un retroceso, Osama Bin Laden declaró la guerra al país de las barras y las estrellas por su presencia en Arabia Saudita, Al-Qaeda atacó sus embajadas en Kenia y en Tanzania matando 223 personas, algo que exageraron las autoridades al justificar su intervención en Estados débiles con la promoción de la democracia y los derechos humanos. Abriendo paso a una guerra sin fin.

No obstante, en 2020 Estados Unidos lucha por salir de Oriente medio y aún así sucedió lo que intentó evitar con dicha superioridad, —el auge económico-político Chino y a Rusia como revelación—, que aunque no sean un peligro directo por la capacidad nuclear estadounidense, las medidas de contención provocarán un intercambio de agresiones e inseguridad. Así Washington podría empujar a Beijing a militarizar el Este de Asia.

Asumir el Precio

A pesar de su "superioridad", Estados Unidos no sólo ha fallado en brindar seguridad, también ha afectado al medio ambiente, minando los intereses económicos de los estadounidenses y desestabilizado la democracia. De acuerdo a la universidad Brown, el ejército estadounidense emite más gases de efecto invernadero que cualquier otra institución en el mundo, incluso más que Dinamarca o Suecia.

Por otro lado, esta posición permite beneficios económicos, el autor señala que desde la década de los cuarenta hasta Bretton Woods hubo una expansión del dólar hacia las mercancías al contener el comunismo, pero después esto y de la caída de la Ex-Unión Soviética, los mercados mundiales se integraron y las mercancías predominaron separando al ejército estadounidense del orden económico internacional. El hecho de que el dólar sea la moneda de reserva mundial, permite a Washington pedir prestado a un bajo costo, pero se sustenta en la dependencia y en no existir otras alternativas atractivas, y ya no, en el papel de su ejército. A cambio el mantenimiento de esta posición le está costando su propia posición financiera, al buscar hostilidades con países como Irán, imponiendo sanciones y presionando a terceros para que sigan su ejemplo. Ocasionando que países europeos decidan buscar alternativas y reducir la participación del dólar en las reservas de divisas.

El ejército de Washington funge como protector del flujo de mercancías, pero esto no significa para el autor que deba tener una superioridad, sino que construya lazos con sus socios para apoyarlos cuando no puedan lidiar con un desafío. A pesar de los beneficios económicos, el mantenimiento de esta fuerza militar la quita la mitad de su presupuesto federal a Estados Unidos, al ser superior que el de las 7 potencias militares combinadas. El autor añade que los 6.4 billones de dólares empleados para la guerra contra el terrorismo, pudieron haber reconstruido comunidades en Estados Unidos devastadas por la crisis financiera de 2008 y la recesión. También menciona que esta posición ha corroído su sistema político, al producir presidentes irresponsables que buscan mantener este papel, y señala la diferencia entre lo que ocasionó antes y después de la guerra fría, ya que en un principio logró que facciones políticas se unificarán, pero después provocó un kaleidoscopio de enemigos que gracias a los medios de comunicación la población ha temido y aceptado su castigo. E incluso el caso de Donald Trump, quien llega a la presidencia aprovechando esta estrategia.

¿Cómo arreglar la Globalización?

Wertheim señala que los líderes en Washington deben cambiar la espiral en picada, lo que no significa abandonar sus intereses fundamentales, sino concebir que estamos en 2020 y no en 1947. En cambio, señala que Washington debe hacer que la globalización sea una fuerza sustentable y gobernable, que proteja el medio ambiente y expanda la riqueza equitativamente. Dicha estrategia debe ubicarse entre el nacionalismo del America First y la nostalgia del orden liberal. El autor expone que la visión estadounidense actual es hostil ante el mundo exterior al definirse como contrario a otras posturas y no al definirse por sus propios intereses, sino sólo buscar la subordinación del mundo entero. Por ello, propone un enfoque de intereses definidos y seguir amenazas más allá de las fronteras que en verdad requieren intervención.

Pone como ejemplo el cambio climático, y añade que el mundo puede evitar los daños más severos, pero para eso necesita el poder del mercado estadounidense y su influencia, ya que Estados Unidos dispone de al menos 81 mil millones de dólares en energías fósiles para el suministro militar alrededor del mundo, de acuerdo a Securing America’s Future Energy. Y señala cambios que se debe hacer a escala federal y global: internamente, un aumento en la inversión en el Departamento de Investigación y Desarrollo de la Energía, recaudar impuestos para productores e importadores de carbono y la expansión de créditos para vehículos eléctricos. A la par de estándares de regulación verde que se deban adoptar para condicionar la entrada a su mercado, como lo hizo Obama con los automóviles importados; en el plano internacional, debe no sólo reincorporarse al Tratado de París, sino ratificar la enmienda de Kigali al Tratado de Montreal para limitar los clorofluorocarbonos, insistir a las organizaciones multilaterales de desarrollo sólo aceptar propuestas que sigan esa línea y dirigir a los países industrializados para proveer a los países que no lo son con tecnología y financiación para la transición. El autor añade que podría empezar con invertir 200 mil millones de dólares al Fondo Climático Verde de Naciones Unidas, mientras abre discusión sobre confiar créditos a países del Sur global.

En el caso de China, al ser el mayor emisor de dióxido de carbono, pero al mismo tiempo el mayor inversor en energías renovables, el autor comenta que Estados Unidos debe promover el comportamiento verde en Beijing como la mayor prioridad en sus relaciones. Lo que se lograría al hacerlo de manera interna, mientras se empuja a China para implementar la tecnología en su producción de energías tanto a escala nacional como global.

Weirtheim menciona que una nueva estrategia no sólo enverdecería el mundo, sino que lo democratizaría. Y recupera la propuesta de Stiglitz, Todd Tucker y Gabriel Zucman sobre imponer una campaña global para acabar con la evasión de impuestos, lo que proporcionaría sólo a Washington un aumento de 15% en su recaudación con lo que podría apoyar a sus trabajadores en la transición. Mientras se impondría un impuesto mínimo global para acabar con paraísos fiscales, de esta forma se conjunta protección del medio ambiente, justicia económica y la recuperación de la confianza en el gobierno.

Terminar guerras sin empezar nuevas

El autor menciona que Estados Unidos tendrá que desmilitarizar su Política Exterior, ya que se ha obligado así mismo a defender a una tercera parte de los países en el mundo. El primer paso que señala el autor es que debe terminar con la era de guerras costosas y contraproducentes, que empezaron desde 9/11. Por lo que añade que debe retirar sus tropas de Afganistán en 12 o 18 meses, además de retirar de manera más rápida a los soldados en Irak y Siria, asegurándose de que regresen a su país y no reposicionarlos en la región. Mientras ofrece asistencia a los gobiernos facilitando el equipo necesario, y aceptando su retirada aún cuando no haya acuerdos para terminar el conflicto, debido a que el autor piensa que Washington no tiene la influencia para exigir lo que no pudo lograr en 20 años de guerra. De esta manera, la región debe obtener su propio equilibrio de poder, para que pueda adquirir paz y orden con el tiempo.

Wertheim menciona que los líderes deben promover una política de moderación, para eliminar los ataques indiscriminados, así cuando ocurran ataques, Estados Unidos debe tener claras la restricciones y saber a quién, dónde y por cuánto tiempo será. El ataque con drones deberá ser decidido en situaciones de amenaza inminente, y no en la definición elástica empleada por las administraciones Obama y Trump. También, el Congreso debería reemplazar su autorización para la acción militar modificado desde 9/11, por una forma en la que sólo se permita el ataque contra objetivos en particular por un determinado tiempo y prohibiendo ataques letales a terceros. Aunque también puede disuadir al empoderar a las cortes federales para revisar las demandas posteriores en nombre de las víctimas.

Incluso Estados Unidos debe dejar de tomar enemigos innecesarios, cuando son estados débiles que no son una amenaza, y en el caso de Corea del Norte, Washington debe deshacerse de la idea de desnuclearizar por medio de presión externa. En cambio, el autor dice que debe normalizar las relaciones con Pionyang y estabilizar la península, por medio de un proceso para levantar sanciones en compañía de sus aliados, y se ofrezca asistencia para el desarrollo. Mientras el régimen de Kim Yong Un, acepta limitar su armamento nuclear, terminar sus acciones beligerantes y permitir una inspección de Naciones Unidas a sus instalaciones.

De esta manera, para el autor, se ofrecería la mejor manera de atender la amenaza nuclear. Ya que si bien surgirían condiciones de algunos países por cuestiones de derechos humanos, esto disminuiría desde que el régimen deje de sentirse asediado.

En el caso de Irán, Washington debe levantar las sanciones y volver al plan acordado con Teherán y los demás aliados. Al mostrar que dicho plan es la mejor forma de lidiar con tensiones bilaterales, además de que la diplomacia con la república islámica es posible. Mientras en el resto de la región debe primar la máxima de que no hay enemigos ni aliados permanentes, así en el caso de Arabia Saudí se dejaría en claro que cada país se defiende así mismo. El cierre de bases militares es otro punto, ya que el autor menciona que sólo deben permanecer aquellas para la fuerza aérea y naval, en Qatar o Bahrein, lo que daría a Estados Unidos la habilidad de acceder para resolver amenazas que no se puedan manejar. Además, de dejar de tomar partido en disputas como en Yemén o el conflicto palestino-israelí, de esta manera apoyaría más al confiar en la diplomacia.

Lidiar con China y Rusia

El texto señala la estrategia great-power competition propuesta desde 2017 por la administración Trump y un grupo de analistas de defensa, que consiste en aprovechar la intensificación de disputas geopolíticas, y que éstas beneficien el poder militar estadounidense. Por ello, el autor señala que es lo contrario a lo que necesitan, ya que el enfrentamiento entre los grandes poderes es inevitable pero esto debería ser una consecuencia del seguimiento de intereses propios; añade, que así como Washington ha intentado vincular a China y Rusia a la lucha contra el cambio climático, debería evitar problemas militares en Europa y Asia. Para mantener la capacidad de intervenir ante actores que en verdad cuestionan su hegemonía en el continente americano.

A pesar de las alarmas, China no tiene contemplado el control militar de su región, su ejército se conforma con enfocarse a los problemas locales como las disputas fronterizas, por islas y con Taiwán, al considerarlo una cuestión de guerra civil sin resolución.

Wertheim señala que Washington debe cambiar la tendencia de alarmarse y exagerar la expansión militar china, para evitar un problema en la región, donde Beijing tiene más intereses. Además, dejar los problemas de jurisdicción marítimos y de vigilancia debido a que no valen la pena para enemistarse con China. En cambio, añade que debería fortificar a sus aliados asiáticos sin amenazar a China, al proporcionar sistemas de vigilancia y de misiles sin mostrar postura ofensiva, ya que es un hecho que su fuerte crecimiento lo hará más beligerante. En el caso de Taiwán, esto ayudaría de dos formas: defender un posible ataque chino y acabar con la idea de Taiwán de una independencia con tropas estadounidenses.

Recalca que Washington tiene que pensar y priorizar sobre los riesgos de un planeta inhabitable. Ya que Estados Unidos tendría tiempo para moverse si China se vuelve belicoso, por eso debería enfocarse a guiar a Beijing hacia problemas más profundos como el cambio climático, en lugar de hacer que este dirija sus esfuerzos en militarizarse por la contención.

En cuanto a Rusia, Wertheim menciona como necesaria una restructuración de la estrategia, al hacer notar el tamaño de la economía rusa la cual no es una amenaza que espire controlar Europa. Sin embargo, señala que de acuerdo a una encuesta de Gallup la mayoría de estadounidenses observan a Moscú como una amenaza, lo que adjudica por 2 razones: al ser fruto de décadas de políticas fallidas como la expansión de la OTAN y las intervenciones estadounidense; y a la hostilidad rusa. Por ello sugiere que la nueva administración debe terminar esto y seguir una política que acepte los intereses vitales de Rusia, como la preservación del régimen, evitar gobiernos hostiles en sus fronteras y su participación en la diplomacia de Europa.

Al seguir esto y alinearlo con los intereses de Washington, se pondrá resolver las problemáticas con Ucrania y la expansión de la OTAN, incluso menciona el regreso de sus tropas en Europa a 10 diez años. Algo que podría resolverlo con sus aliados y que sólo permanezcan las pertinentes a tratados. Además Estados Unidos debe alentar a Moscú para que cese su apoyo a los separatistas en Ucrania, al tiempo que acepta su jurisdicción sobre Crimea. Lo que reduciría las sanciones y sentaría las bases para mejorar las relaciones.

Estas medidas en conjunto además de afiliarse a los intereses de Washington, permitirían a Rusia una mayor tranquilidad en materia de seguridad, y ayudarían a enfrentar juntos el cambio climático y la corrupción financiera. Ya que desde su punto de vista ninguna estrategia podría hacer que Rusia se desapegue del petróleo y la cleptocracia, por lo que al minimizar la fricción se le podría orillar a seguir estas campañas. O por lo menos, evitar que opte por la desesperación y agresividad ante la presión.

Wertheim culmina el texto mencionando que la era unipolar ha terminado, al pasar más de 30 años tras los que Estados Unidos ha llegado al punto de ruptura. Su administración de la globalización a dejado de lado al planeta y a sus ciudadanos, y añade que debe tomar conciencia de retirarse militarmente, debido a que es mejor un mundo habitable, gobernable y prospero. Y sugiere una estrategia amplia en el ámbito político, en la que debe usar su influencia para resolver aquellas problemas que las balas no solucionan, en la que la mayoría demande a los líderes por el bien común.

Nexo con el tema que estudiamos: 

Es cierto que en el contexto de la competencia mundial los países van a ceñirse y dedicarse a la persecución de sus intereses, en la lucha por lograr la hegemonía. Pero habría que repensar la definición de hegemonía en el siglo XXI a la par de las nuevas características que configuran y determinan la realidad actual, y aceptar que la hegemonía ya no será posible en los mismos términos que fue en siglos anteriores. También, es interesante observar al ejército estadounidense como sujeto de la guerra independiente, ya que su misma expansión y supervivencia dependen de generar un mundo cuyas características principales no sean la gobernabilidad y la prosperidad, sino todo lo contrario, un escenario internacional donde las disputas prevalezcan y se siga justificando las acciones armadas. Razón por la que no será tan sencillo su retroceso como lo piensa el autor.