C'est la lutte finale

Cita: 

Davis, Mike [2020], "C'est la lutte finale", Progressive International, 30 de abril, https://progressive.international/blueprint/34da398a-af05-43bb-9778-c270...

Fuente: 
Otra
Fecha de publicación: 
Lunes, Abril 20, 2020
Tema: 
¿Podrá sobrevivir el capitalismo global después de la pandemia?
Idea principal: 

Mike Davis es un sociólogo, historiador, teórico urbano y activista político estadounidense.


Covid-19 es el terremoto biológico del que la ciencia ha estado advirtiendo durante casi una generación

El artículo comienza contextualizando las consecuencias de la pandemia en diferentes lugares y menciona que adelantó la recesión inminente que ya ha sido considerada por economistas y observadores financieros desde 2019. También ha atacado las estructuras socioeconómicas y los sistemas políticos aún profundamente perturbados por la crisis económica de 2008, lo cual podría propiciar el crecimiento del nacionalismo extremo y del capitalismo de vigilancia (ver dato crucial 1).

En Estados Unidos, la situación es grave también ya que uno de cada tres trabajadores están desempleados y se espera que de 15 a 20 millones de estadounidenses, especialmente niños y minorías, se agreguen a la lista de pobreza para fines de año, mientras que las filas de los no asegurados aumentarán a aproximadamente 40 millones en junio a medida que los desempleados pierdan la cobertura social que les daba estar empleados. Mientras que los países de la OCDE en su conjunto se enfrentan a años de estancamiento, altos niveles de desempleo estructural, la extinción de una cuarta parte o más de las pequeñas empresas y las crisis de la deuda.

Sin embargo, los países de bajos ingresos enfrentan las posibilidades más complicadas: Oxfam advierte que en todo el mundo la recesión económica podría sumir a 500 millones de personas en la pobreza, mientras que la FAO, que antes de la pandemia había advertido sobre la posibilidad de la peor hambruna desde la Segunda Guerra Mundial, ahora estima que unos 265 millones de personas podrían estar muriendo de hambre para fin de año.

El autor señala que en la pandemia se puede observar dos humanidades y dos pandemias: una humanidad está bien alimentada, tiene acceso a atención médica competente y sufre principalmente de obesidad y enfermedades crónicas, en el Norte global. La otra humanidad está desnutrida de forma episódica o continua, tiene acceso deficiente o inexistente a la atención médica y está expuesta regularmente a enfermedades infecciosas, en el Sur global.

La segunda humanidad, que comprende a unos 2 mil millones de personas, está inmuno-comprometida por la desnutrición, la contaminación fecal generalizada y las altas tasas de enfermedades infecciosas y parasitarias. Los cuerpos de las personas pobres, por lo tanto, ofrecen un festín más rico para el SARS-CoV-2 y, a medida que avanza por los barrios bajos de África e India, la mortalidad entre las personas menores de 50 años puede dispararse.

Fallo de sistema

La pandemia ha sido imparable en Europa occidental y Estados Unidos porque ha podido explotar vulnerabilidades políticas importantes en los sistemas de salud pública nacionales e internacionales: la crisis económica de 2008-09 fue un gran choque fiscal para las instituciones de salud en todas partes, y los recortes en la mayoría de los países se han mantenido y racionalizado como "austeridad necesaria" tanto por los gobiernos de derecha como de centroizquierda (ver dato crucial 3).

Estas medidas de austeridad han socavado la seguridad de la salud pública en las naciones ricas y han erosionado la infraestructura mundial de prevención de enfermedades que tradicionalmente han financiado: la OMS ha sido una especie de caparazón hueco durante años, debilitada por una crisis presupuestaria crónica que la obliga a buscar 80% de su financiación a través de negociaciones individuales con un puñado de países ricos, empresas farmacéuticas gigantes y algunas mega filantropías como la Gates Foundation.

Mientras tanto, los Centros para el control y la prevención de enfermedades (CDC) en Estados Unidos, han estado bajo ataque desde la toma de posesión de Trump, perdiendo una gran parte de su presupuesto, así como investigadores clave y agentes de campo internacionales. El año pasado, solo tres meses antes de que China informara sobre el brote en Wuhan, la administración canceló el financiamiento para el programa PREDICT de amenazas de pandemia emergente, un sistema de alerta temprana muy elogiado que fue creado por la USAID para trabajar en conjunto con los proyectos en el extranjero de los CDC.

Por otra parte, Boris Johnson en Reino Unido también se centró en las ganancias y no en las vidas cuando comenzó la pandemia: su gobierno se opuso a cualquier medida (distanciamiento social, cierre de escuelas, órdenes de quedarse en casa, etc.) afirmando que podrían dañar la economía. Mientras que la OMS estaba advirtiendo sobre la pandemia emergente, Johnson estaba celebrando el Brexit y burlándose de las demandas para comenzar a analizar el virus.

En Europa continental, las acciones contra la pandemia no han sido menos desorganizadas y mezquinas que las de Estados Unidos y Gran Bretaña: durante dos meses, los líderes de Unión Europea (UE), respaldados por expertos del Centro Koch de Alemania y el Centro europeo para la prevención y el control de enfermedades (ECDC), sostuvieron que la amenaza para Europa era solo de baja a moderada. En febrero llegó la temporada de carnaval y los esquiadores acudieron en masa a las montañas. En las concurridas estaciones de esquí de Austria e Italia, el Covid-19 se extendió mediante personas que regresaban del este de Asia.

Los comisionados de UE descubrieron tardíamente, al igual que Reino Unido, una escasez aguda y no reportada de equipo de protección personal; la mayoría de los países habían agotado las existencias bajo el falso supuesto de que los fabricantes cumplirían fácilmente con la creciente demanda.

El 3 de marzo, Francia detuvo las exportaciones de máscaras y ventiladores y selló sus fronteras. Su ejemplo fue seguido rápidamente por Alemania y gran parte del norte de Europa. La famosa Área común de viajes de UE fue abolida sin discusión diplomática. El ECDC elevó a regañadientes el nivel de amenaza de "moderado a alto", y la burocracia de Bruselas finalmente creó un equipo de emergencia de respuesta al coronavirus.

El 10 de marzo el representante permanente de Italia en la UE publicó un artículo de opinión que denunciaba el egoísmo que lleva a la adopción de una lógica de perder-perder, mendigo-vecino y comparó a los líderes actuales de la UE con aquellos quienes en 1914 llevaron a Europa a la destrucción. Italia exigió la creación de una línea de crédito europea para salvar a las pequeñas y medianas empresas del cierre permanente; luego, España se alió con Italia para pedir el tema de los 'bonos corona' [por coronavirus]. Sin embargo, Amsterdam y Berlín se opusieron inmediatamente a la propuesta, indicando que esperaban que Italia y España vivieran con las mismas raciones de hambre que forzaron a Grecia a principios de la década.

Con la Asamblea general de Naciones Unidas paralizada y la OMS incapaz de liderar, el FMI y el Banco Mundial quedaron como el núcleo institucional que apoya la globalización económica. Además, con el debilitamiento de las finanzas de la OMS, el Banco Mundial, que había devastado los presupuestos de salud pública en los países más pobres con sus regímenes de ajuste estructural en la década de 1980-90, se ha convertido irónicamente en el líder en salud mundial.

De esta manera, si la OMS sobrevive a la crisis (es decir, si Biden gana las elecciones presidenciales en Estados Unidos y restablece los fondos para la OMS), es probable que la agencia se convierta en un simple satélite del Banco Mundial, con la seguridad sanitaria colectiva subordinada a las otras prioridades de éste.

El destino de la pobre humanidad

En la introducción del ensayo, el autor sostuvo que había dos pandemias diferentes: el impacto del virus en los grupos de personas más jóvenes podría diferir radicalmente en los países pobres y entre los grupos de alta pobreza. De esta manera, el autor cita la historia de la llamada gripe española, ya que la pandemia de 1918-1919, es el mayor evento de mortalidad individual en la historia humana, que se estima que mató de 1 a 2% de la humanidad. Asimismo, la gripe se extendió en los campamentos del ejército y las trincheras del campo de batalla, donde derribó a cientos de miles de jóvenes soldados.

El autor continúa señalando que la crisis de la gripe española se convirtió en un factor importante en la batalla de los imperios: el colapso de la gran ofensiva alemana de primavera de 1918 y, por lo tanto, el resultado de la guerra, se atribuyó al hecho de que los Aliados, en contraste con su enemigo, podrían reponer a sus ejércitos enfermos con nuevas tropas estadounidenses.

Sin embargo, la situación es distinta en los países del Sur global: casi 60% de la mortalidad mundial ocurrió en el Punjab, Bombay y otras partes del oeste de la India, donde las exportaciones de granos a Gran Bretaña y la sequía generó escasez de alimentos, lo cual, llevó a millones de personas pobres al borde de la inanición.

Además de la desnutrición, otro factor detonante para una explosión viral es la gran cantidad de personas con sistemas inmunes paralizados: el VIH ha matado a 36 millones de africanos en la última generación, y los investigadores estiman que actualmente hay 24 millones más de casos. Al menos 3 millones de personas tienen tuberculosis y el número de niños pequeños cuyo crecimiento se ha visto obstaculizado por el hambre ha aumentado desde 2000 (ver dato crucial 4).

Por otra parte, Estados Unidos ha abandonado cualquier pretensión de liderazgo humanitario. Trump recientemente ordenó a la Agencia de Estados Unidos para la ayuda internacional (USAID) que prohíba que las organizaciones no gubernamentales de los países más pobres utilicen su ayuda para comprar máscaras y otros equipos de protección que se necesitan desesperadamente. Aparentemente, tiene la intención de obtener la mayor parte del suministro global posible. Asimismo, desde que comenzó la pandemia, también redujo la asistencia médica a Yemen y reforzó los embargos a Cuba e Irán.

Mientras tanto, Europa ha transferido a las pequeñas organizaciones no gubernamentales la responsabilidad principal de atender la salud de decenas de miles de refugiados en campamentos. Al comienzo de la crisis, Macron, desesperado por salvar el decadente imperio neocolonial de Francia en África, movilizó un pequeño tramo de ayuda europea para equipar a los países africanos con aparatos de prueba. Pero una vez que Covid-19 apareció a la sombra de la Torre Eiffel, su atención se dirigió bruscamente a su país.

Hasta ahora, solo 5 naciones realmente se han apresurado a brindar ayuda humanitaria: Cuba, Noruega, Irlanda, Rusia y China. Éste último país, ha contribuido con suministros médicos y su experiencia acumulada en el manejo de la pandemia. Además, ha acumulado una gran influencia económica mundial en los últimos veinte años, convirtiéndose, en el mayor socio comercial de Alemania, Brasil, Australia e Indonesia.

La iniciativa china Belt-and-Road, es una razón importante por la cual la relación deuda-PIB en las economías emergentes ha aumentado en 58% en la última década. Particularmente en África subsahariana, donde los préstamos e inversiones en infraestructura de China lo han convertido en el principal acreedor de la región. China ha sido el principal prestamista bilateral del continente africano con un promedio de 10 mil millones de dólares anuales, siendo Angola el mayor prestatario, seguido de Etiopía y Kenia, y las ganancias del petróleo son la garantía más importante de los préstamos chinos.

Por otra parte, los bancos extranjeros ahora han cerrado sus puertas a los países subsaharianos; pero cuando se detiene el crédito, la deuda nacional continúa apreciando su valor gracias al fortalecimiento del dólar y al debilitamiento de las monedas locales. Todo esto podría generar una depresión económica y una implosión de la deuda que destrozaría las economías de la mayoría de los países y dejaría a su paso un gasto aún menor en salud, asistencia alimentaria y educación.

La misión de China es imposible

A diferencia de las economías atlánticas y la mayor parte de América Latina, los países de Sudeste asiático han actuado de manera eficiente, gracias a que sus poblaciones tienen cobertura nacional de salud. Los dos casos más notables son Taiwán y Vietnam.

En el caso de Taiwán, es necesario observar que este país construyó el sistema de salud pública número uno del mundo, que respondió de inmediato en diciembre a los rumores de un brote similar al SARS. Cuando Taipei hizo un inventario de sus reservas médicas y se dio cuenta de que se agotarían los suministros de máscaras, su Centro de comando epidémico central ordenó a los militares que se hicieran cargo de su producción y ésta se incrementó de dos a diez millones de unidades en menos de tres semanas.

Vietnam cuenta con algunos de los especialistas mejor calificados del mundo en enfermedades epidémicas y también con una red nacional de estaciones de salud comunales capacitadas para responder a los brotes. A diferencia de China, también tiene un historial de transparencia médica, informes inmediatos de grupos de infección y una estrecha colaboración con la OMS.

Sin embargo, para el autor, la única experiencia alternativa que realmente importa en el escenario mundial es la de China en un momento en el que Trump no se interesa por los asuntos humanitarios, así, este país está prácticamente al frente de una crisis mundial, probando su acción contra la inacción de Washington y la UE.

Se podría plantear que la pandemia está acelerando el cambio en la hegemonía mundial de la estadounidense a la china. Pero la analogía se queda corta porque exagera la estabilidad de la economía china, así como su capacidad para sacar al mundo de una profunda recesión. La economía china está amenazada por el colapso actual del comercio mundial, lo cual podría conducir a una desglobalización parcial de la producción y por lo tanto, una recesión.

Aunque China ha dado grandes pasos en el desarrollo de industrias y servicios tecnológicos basados ​​en la ciencia, las exportaciones de bienes intermedios y de consumo, desde muebles hasta teléfonos inteligentes, siguen siendo su principal sostén y fuente de divisas. Entonces, si existirá una pérdida permanente de una parte significativa del mercado de exportación, ya sea por la disminución de la demanda global o la repatriación de la inversión en manufactura, China enfrentaría una masa enorme de desempleados.

China es consciente de la necesidad de reducir su dependencia de las exportaciones, aumentar los salarios y profundizar su mercado interno, sin embargo, esta transición ha resultado difícil. Por otra parte, lo que ha sido excepcional en el crecimiento industrial de China son las altas y sostenidas tasas de inversión en infraestructura y construcción urbana. Esto ha sido financiado por una depresión sostenida de la participación del trabajo en el PIB (ver dato crucial 5).

El autor también cita una investigación de las perspectivas futuras de China por parte del Banco Central Europeo (BCE), que señala todos los signos clásicos de sobreinversión y la mala asignación de recursos, como el exceso de capacidad de la industria básica, gasto en infraestructura que excede la demanda potencial, la construcción especulativa de viviendas inaccesible para la mayoría familias, etc.

El estudio del BCE, sugiere que el impulso al crecimiento económico de las nuevas inversiones en China está disminuyendo. Es decir, la inversión no está aumentando la productividad general a los niveles esperados, y el gasto mal administrado en capital fijo está teniendo un efecto negativo en el PIB. Así, la increíble máquina china de crecimiento se acerca a un punto de inflexión y continuar presionando contra estos límites confiando en una mayor inversión y deuda sólo empeorará los desequilibrios existentes y amenazará la sostenibilidad del crecimiento a mediano plazo.

Por esta razón, sería muy difícil para China repetir sus medidas posteriores a la crisis económica de 2008. De esta manera, el autor concluye que es más probable una depresión liderada por China que una recuperación económica. Esto garantizaría una parálisis del crecimiento en los tres grandes bloques económicos de la economía mundial: América del Norte, Unión Europea y Sudeste asiático, sin que ninguno de ellos sea capaz de impulsar una recuperación mediante una acción unilateral.

El autor continúa apuntando que la asociación bilateral, que en teoría podría frenar el colapso, sería un plan de gastos coordinado entre Estados Unidos y China, pero su relación, económica y política es desequilibrada: Estados Unidos consume en exceso, China produce en exceso; en Estados Unidos crece un enorme déficit comercial, pero luego China compra la deuda para permitir que los estadounidenses continúen su desequilibrio.

Sin embargo, los populistas estadounidenses de extrema derecha solo ven un lado de este intercambio: los costos de empleo interno de la subcontratación de las cadenas de valor y el balance comercial negativo de Estados Unidos. Ignoran el papel recíproco de China como principal comprador de la deuda nacional de Estados Unidos, y parecen creer que una guerra económica contra el principal acreedor no tendrá consecuencias negativas para el país.

Por otra parte, el comité de reelección de Trump ahora está probando culpar a China por la pandemia siendo éste el motivo principal de la campaña. Así, se ha planteado castigar a China confiscando electrónicamente 1.1 billones de dólares en bonos del Tesoro estadounidense, lo cual es un acto de guerra según el derecho internacional.

China, hasta ahora, no ha rebatido la amenaza de represalias financieras por temor a perder su mayor mercado de exportación y porque la apreciación del dólar durante las crisis aumenta el valor de sus reservas. Pero si el comercio con Estados Unidos continúa deteriorándose y las cadenas de valor clave no se recuperan, las restricciones a China se aflojarán. Esto generaría una situación caótica en la geoeconomía existente.

Finalmente, el autor se cuestiona si la globalización capitalista se ha vuelto biológicamente insostenible y si son sostenibles las infraestructuras logísticas y financieras de la globalización en una era post-hegemónica. La respuesta a tales interrogantes depende de si la cooperación internacional de alto nivel y el gasto masivo en salud pública son perspectivas realistas. Para él, no lo son. Por otra parte, menciona que muy pocos economistas y expertos en política exterior pueden imaginar un mundo que se desglobaliza y se reactiva rápidamente.

Buscando solidaridad

El autor especula que vendrá un período oscuro que acusará al capitalismo como una amenaza para la supervivencia humana, por cuatro razones:

1. Como sistema mundial, es incapaz de generar ingresos y un futuro social para la mayoría de la humanidad.

2. No puede descarbonizar la economía ni adaptar las sociedades más pobres para soportar las consecuencias extremas del calentamiento global.

3. No puede garantizar la seguridad alimentaria o los recursos hídricos sostenibles.

4. Bloquea la traducción de los avances biológicos revolucionarios a la salud pública.

Además, el capitalismo financiarizado de la actualidad se ha convertido en una traba absoluta para el desarrollo de las fuerzas productivas necesarias para la supervivencia de la humanidad.

Así, Michel Aglietta, uno de los economistas más respetados de Europa, escribió que tres ideas erróneas peligrosas gobiernan la mayoría de los discursos oficiales sobre la pandemia:

1. La idea de que se debe dejar de lado la acción contra el cambio climático y la destrucción del hábitat para centrarnos en la amenaza viral.

2. La subestimación del papel de la deuda interna e internacional, que crece casi sin control desde 2009, en la aceleración y ampliación de la depresión actual. La pandemia finalmente producirá un pánico financiero, una demanda incesante de efectivo, que a su vez conducirá a una desinversión en la economía real, ahora obstaculizada por una gran sobrecapacidad. Las cadenas de producción industrial y el comercio de bienes intermedios, son particularmente vulnerables.

3. El nacionalismo y la idea que plantea que una depresión global puede evitarse con una simple suma de respuestas nacionales independientes y no coordinadas.

De esta manera, los mercados transforman los bienes comunes en males comunes. Ante esta situación, el Global Green New Deal (GGND) exige el liderazgo del poder público sobre el privado y los ejes estructurales del GGND deben ser la conversión de la industria a energía verde, un movimiento hacia ciudades bajas en carbono y un inmenso esfuerzo global para restaurar hábitats y agricultura sostenible.

Mike Davis coincide con Aglietta, al decir que el neoliberalismo ha abierto la caja de Pandora, y que solo la cooperación planetaria en la escala de un GGND puede asegurar la supervivencia común. Pero Aglietta usa eufemismos para rodear el tema de los problemas: la democratización del poder económico. La emergencia actual empuja mucho más allá del punto en el que se puede enmarcar la crisis como una cuestión de ley antimonopolio, una regulación más estricta o la colocación de trabajadores en juntas corporativas.

Para el autor, la condición previa ineludible para el liderazgo público de la economía es la propiedad social de sectores estratégicos como la producción farmacéutica, los combustibles fósiles, los grandes bancos y la infraestructura digital de la que depende la vida del siglo XXI. El regreso, en otras palabras, del proyecto socialista revolucionario.

Datos cruciales: 

1. El FMI ha pronosticado recientemente que la crisis podría eliminar 9 billones del PIB mundial en los próximos dos años. Esto fue antes de que el precio del petróleo cayera por debajo de cero en los Estados Unidos. Los trece países de la OPEP y las otras naciones productoras de petróleo independientes enfrentan un espectro de desastres que van desde la recesión turbulenta (Arabia Saudita) hasta la ruina probable (Angola).

2. Según David Beasley del Programa Mundial de Alimentos de la ONU, 300 000 personas podrían morir de hambre todos los días durante un período de tres meses y eso no incluye el aumento de la inanición debido al Covid-19.

3. Después de una década de austeridad, Unión Europea advirtió que los sistemas de salud pública están ahora en un punto de quiebre, y los profesionales de la salud ya no pueden soportar la peor parte de ser mal pagados, con poco personal y sin recursos suficientes. En algunos casos, como con el NHS de Gran Bretaña, la falta de fondos ha sido parte de una estrategia más amplia de la derecha de privatizar la provisión de salud. Mientras tanto, en Estados Unidos, la administración Obama en 2009 dio los primeros pasos importantes hacia la cobertura universal, pero la Ley de cuidado de salud a bajo precio sigue bajo un asedio implacable por la derecha.

4. El distanciamiento social en mega barrios marginales como Kibera en Kenia o Khayelitsha en Sudáfrica es una imposibilidad obvia, y más más de la mitad de los africanos carecen de acceso a agua limpia y saneamiento básico. Según Naciones Unidas, el agua limpia y el jabón son tan escasos que sólo 15% de los africanos subsaharianos tenían acceso a instalaciones básicas para lavarse las manos en 2015.

5. Durante la crisis económica de 2008, la relación inversión-PIB aumentó a 48% en 2012, y luego disminuyó a un estable 45%. Por el contrario, los estadounidenses consumían 70% del ingreso nacional e invertía sólo 15%. China gastó 4.6 billones de dólares en 2014, lo que representa 24.8% de las inversiones totales mundiales y duplica el PIB total de la India.

Nexo con el tema que estudiamos: 

Este texto brinda una perspectiva global de la pandemia y el capitalismo, así como los problemas y situaciones que se podrían generar después de la pandemia, por ejemplo, la crisis económica y cómo las soluciones aplicadas en 2008 pueden no ser las indicadas para la recesión que se avecina. No se centra solamente en el Norte global, sino que pone de manifiesto la pesada carga que la pandemia y la crisis significará para los países del Sur global.

Davis presenta una de las vertientes de "nuevo" progresismo -progresismo recargado- que intenta unir el posibilismo del Nuevo acuerdo verde y exigencias de las izquierdas radicales como las nacionalizaciones y un nuevo protagonismo estatal.