The end of the corporation?

Cita: 

Kelly, Marjorie [2020], "The end of the corporation?", State of power 2020, Transnational Institute, Amsterdam, enero, pp. 71-80, https://www.tni.org/files/publication-downloads/stateofpower2020-thecorp...

Fuente: 
Otra
Fecha de publicación: 
Enero, 2020
Tema: 
Alternativas empresariales a la organización corporativa contemporánea.
Idea principal: 

Marjorie Kelly es vicepresidenta ejecutiva en The Democracy Collaborative, centro de investigación estadounidense, y coautora del libro The Making of a Democratic Economy.


Introducción

Marjorie Kelly afirma que es momento de volver obsoleta la corporación maximizadora de ganancias controlada por los accionistas. Ante los problemas de la emergencia climática y la profunda desigualdad social es momento de reconfigurar la estructura corporativa.

Incluso algunos CEOs de las corporaciones más grandes de Estados Unidos, a propósito del acuerdo Business Rundtable de agosto de 2019, señalaron la necesidad de que las grandes firmas tengan como nuevo propósito corporativo servir a un espectro más amplio de partes interesadas. Por su parte, la élite financiera mundial señaló en enero del mismo año, durante el Foro Económico Mundial de Davos, la posibilidad de pensar en un “ajuste de cuentas con el capitalismo” (p. 72). Aunque Kelly reconoce que se tratan de comunicados altamente retóricos, advierte que no habría que subestimar la presencia de tales problemáticas en los debates públicos.

En opinión de Kelly, el aspecto más importante respecto a la reconfiguración de la estructura corporativa es la propiedad. Si las fuerzas estructurales de la propiedad corporativa permanecen sin cambios, ninguna retórica ni regulación externa podrá alejar a las compañías de su desmesura productivista. “Lo que debe cambiar es el diseño estructural y la propiedad de la corporación misma” (p. 72).

Ciertamente, reconoce Kelly, aquel reto puede parecer imposible de cumplir en la actualidad. Tan sólo las diez corporaciones más grandes de Estados Unidos (entre ellas, Apple, Exxon Mobil, General Motors y Walmart) tienen ganancias de 2.18 billones de dólares y emplean 3.6 millones de personas. Comparativamente, el gobierno de Estados Unidos tuvo ingresos totales de 3.1 billones y empleó (sin contar a las fuerzas armadas) 2.7 millones de personas en 2015. Esto significa que las diez corporaciones más grandes combinadas son tan ricas como dos terceras partes de los recursos del gobierno estadounidense.

En términos globales, según un estudio del Swiss Federal Institute of Technology de 2011, aproximadamente 737 corporaciones controlan 80% de los ingresos comerciales. Dichas corporaciones son propiedad de una pequeña élite. Y en Estados Unidos, se estima que el 10% más rico posee 84% de las acciones de empresas que cotizan en la bolsa.

Luces apagadas, luces encendidas

En opinión de Kelly, las formas democráticas y justas de propiedad empresarial tienen posibilidad de proveer mejores beneficios públicos.

Un caso que permite ilustrar tal proposición es el del apagón de California de 2019. La firma Pacific Gas & Electric (PG&E) careció de mantenimiento ocasionando incendios forestales en California en 2017 y 2018, incluyendo la tragedia de Camp Fire donde murieron 85 personas y quedó destruido el pueblo de Paradise. Durante la temporada de incendios de 2019 el propietario e inversionista de PG&E decidió cortar el suministro de energía durante semanas. Sin embargo, esta situación no se presentó en regiones atendidas por el distrito municipal de servicios públicos de Sacramento (SMUD), ya que se trata de una entidad de propiedad pública donde se ofrecen servicios más baratos y confiables y cuyo objetivo es servir a los clientes, no maximizar las ganancias.

La diferencia entre corporaciones privadas como PG&E y entidades públicas como SMUD es, afirma Kelly, el diseño de la propiedad. “¿Por qué una firma enorme, con ganancias de 17 billones de dólares en 2018, se negó a brindar una línea básica de mantenimiento? Porque estaba enfocada en algo más” (p. 73). En lugar de gastar para mantener segura a la comunidad, PG&E apoyó a los accionistas inflando artificialmente los precios de las acciones.

El tema decisivo es, pues, encontrar la conexión entre el diseño de la propiedad y el comportamiento corporativo. Algunas ciudades de Estados Unidos, como San Francisco, están comenzando a recurrir a modelos empresariales como los de SMUD. La apuesta es, enfatiza Kelly, construir una “empresa justa”.

Un nuevo paradigma

Para brindar seguridad y bienestar a la civilización en un planeta globalizado es necesario implementar un proceso democrático de toma de decisiones económicas. El núcleo de este proceso, insiste Kelly, se juega en plantear nuevos tipos de propiedad corporativa. Se requiere un nuevo paradigma empresarial para realizar un panorama económico de bienestar potencialmente amplio.

Kelly define una empresa justa de la siguiente manera: “Es una firma donde el bien público es la directriz, donde la propiedad ha evolucionado para volverse amplia, y donde las compañías han madurado más allá de la norma primitiva de maximizar ganancias financieras para una minoría y construir una nueva norma al servicio de la mayoría” (p. 74).

Al ser controladas por el capital, las empresas de dirigen hacia senderos que, según Kelly, las alejan del principal sentido de su existencia: satisfacer las necesidades humanas. Siguiendo a Keynes, Kelly señala que la sociedad entera puede convertirse en un “sub-producto de las actividades de un casino” si los empresarios convierten sus negocios en entradas para la especulación.

Una economía por y para la gente exige un nuevo arquetipo de empresa. Kelly afirma que no existe una única respuesta. En realidad, existe una diversidad de arquetipos de empresas alternativas: cooperativas, compañías de empleado-propietario, bancos comunitarios, uniones crediticias, empresas sociales, bancos estatales, compañías de propiedad estatal y comunitaria, entre otros. Estos tipos de propiedad empresarial tienen, según Kelly, “un interés natural en la buena salud de las comunidades y ecosistemas” (p. 74).

En su libro Owning the Future, Kelly señaló que existe un patrón lingüístico que describe los diferentes elementos del diseño de la propiedad, a saber: propósito, membresía, gobernanza interna, capital y redes. Un nuevo paradigma empresaria debe dirigir estos cinco elementos hacia los empleados, comunidades y líderes civiles vinculados con los empleos de la economía real de los hogares y familias. Se trata de empresas con objetivos sociales y ecológicos que, si bien generan ganancias, no priorizan la maximización de las mismas.

Las muchas variantes de un arquetipo emergente

Existen modelos empresariales que ya plantean arquetipos alternativos al de las grandes corporaciones. Por ejemplo, el sello B Corporation se otorga a aquellas firmas que, a través de un compromiso legal, buscan establecer un balance entre las ganancias y el bien público. En la actualidad existen 2 mil 655 empresas con el sello B Corporation en 60 países. Asimismo, existen 5 mil 400 empresas en 34 regiones de Estados Unidos que incorporaron objetivos públicos en sus estatutos. Si bien ambos arquetipos tienen sus límites, representan un paso importante para modificar el imaginario cultural sobre las empresas.

Las empresas sociales son otros arquetipos que buscan consolidar objetivos públicos. Un caso es el de la firma Tech Dump de Minneapolis que entrena personas ex convictas para reciclar electrónicos. La mayoría de las empresas sociales son sin fines de lucro y se destinan a mitigar problemas sociales. En Estados Unidos existe una alianza de empresas sociales que al día de hoy cuenta con 900 miembros. Por lo demás, Kelly menciona que en universidades como Harvard, Oxford y Yale se enseñan modelos de negocios vinculados a las empresas sociales.

La economía social es otro arquetipo con gran presencia en Quebec, con más de 7 mil negocios colectivos que anualmente generan ganancias de más de 40 mil millones de dólares.

El contraste con las empresas controladas por el capital salta a la vista. En las corporaciones dominantes sólo los accionistas son considerados miembros de la firma, no los empleados. Éstos no participan de las ganancias que ayudan a crear ni tienen voz en la gobernanza interna de la firma. En cambio, en firmas de empleado-propietario, los empleados no están fuera de la firma, sino que, aún más, son la propia firma. El arquetipo de empleado-propietario, señala Kelly, está avanzando en muchas regiones de Estados Unidos y Gran Bretaña.

Las cooperativas son el arquetipo alternativo más viejo y difundido, se trata de empresas poseídas por las personas a las que sirve. Incluye uniones crediticias, cooperativas agrícolas como las de Sunkist, Ocean Spray y Land O’Lakes. A nivel mundial, menciona Kelly, las cooperaciones cuentan con más de mil millones de miembros cuyas ganancias combinadas ascienden a 3 billones de dólares. La organización cooperativa de trabajadores más grande es la Mondragon Corporation of Spain, que cuenta con una federación de trabajadores propietarios de 80 mil trabajadores y 12 mil millones de euros de ganancia.

El arquetipo de propiedad pública se ha extendido tras la crisis financiera de 2008. En América Latina está el caso de los movimientos que reclaman una propiedad comunitaria de los sistemas hidráulicos. Existen al menos 235 demandas exitosas en 37 países que han beneficiado a 100 millones de personas. De igual manera, continua Kelly, la propiedad sobre el sistema bancario es un aspecto crucial para reconfigurar la estructura corporativa. Los bancos de propiedad estatal han jugado un papel significativo en países como China, Alemania, India y algunos países de América Latina.

El diagnóstico de Kelly es, pues, que “nuestra sociedad se encuentra en un punto de quiebre, pero también en un momento de profunda innovación y rediseño” (p. 76).

De la regulación al diseño institucional

Kelly afirma que regular el capitalismo ya no es suficiente. Las herramientas del pasado (como las leyes anti-trust) son inadecuadas para enfrentar los problemas económico-sociales contemporáneos.

Muchas de las estrategias de la regulación como los salarios mínimos, sindicatos y la seguridad social son recursos de los años treinta del siglo XX. Desde luego, Kelly no busca desestimar tales estrategias, sino señalar que deben ser fortalecidas. Pero, aún más, deben ser acompañadas con nuevas estrategias que hagan frente al capitalismo financiero, globalizado y turbulento. “El bien común debe erigirse como parte del ADN de las instituciones y prácticas económicas” (p. 77).

Las investigaciones científicas han mostrado, afirma Kelly, que los sistemas sociales no se estructuran sólo por reglas y regulaciones, sino también por valores. El valor central del sistema vigente está determinado por el “sesgo del capital: un favoritismo hacia las finanzas y los poseedores de riqueza entretejidos invisiblemente en todo el sistema, los valores, la cultura y las instituciones” (p. 77). Por tal motivo, es necesario cambiar dicho sesgo y dirigir la atención hacia el centro de la economía política, a saber, la pregunta por la propiedad y el control sobre el capital. El sistema económico que se necesita, continua Kelly, es un sistema económico eficiente y sustentable política y ecológicamente. Se debe diseñar una economía política democrática y moral.

Una falla en la imaginación

Es un hecho que la economía capitalista contemporánea da muestras de su insostenibilidad. En opinión de Kelly, nuestro tiempo exige una práctica que se sirva de dos herramientas: la legitimidad y la imaginación.

El capitalismo ha perdido su legitimidad, sin embargo, lo que ata a las personas a continuar siendo parte un sistema económico-político en decadencia es una falla de la imaginación. Los pensadores y activistas de la actualidad tienen el reto de dar propuestas y perspectivas audaces que permitan asumir nuevas formas de organizar la sociedad.

Estrategias sectoriales

El Green New Deal es una estrategia que busca conducir a las empresas a otros modelos de negocios ya que tiene como objetivo estimular el uso de fuentes energéticas limpias, renovables y libres de emisiones de gases de efecto invernadero.

Los proyectos energéticos comunitarios propuestos por Gar Alperovitz y Johanna Bozuwa a través de la Community Ownership of Power Administration son ejemplos de arquetipos alternativos de empresa que han logrado abastecer de energía eléctrica a 90% de áreas rurales que carecían de luz eléctrica. Tanto En Estados Unidos como en Gran Bretaña están ganando terreno los sistemas comunitarios de energías renovables.

Otro sector clave es el de cuidados de la salud, particularmente, el sector farmacéutico. Algunos académicos como Dana Brown han propuesto el desarrollo de un sector farmacéutico público en Estados Unidos como estrategia para frenar el alza artificial de precios y asegurar a las personas.

Innovación académica

Kelly concluye su artículo mencionando que se requieren teóricos y académicos que impulsen el desarrollo de teorías sobre la empresa justa. Debe reconceptualizarse la empresa, rediseñarla y desplazar la imagen de la corporación tal y como la conocemos. El primer paso para ello es, puntualiza Kelly, reconocer que la propiedad es el aspecto crucial de la estructura corporativa actual.

Aunque no se tiene claridad total sobre los efectos que tendrá la organización económica actual, algunos teóricos (incluidos Kelly) comparten una perspectiva positiva de que se podría reemplazar el capitalismo si se imaginan nuevas formas de diseño empresarial.

Nexo con el tema que estudiamos: 

El artículo de Kelly es un registro más para animar la reflexión sobre las características generales de la corporación capitalista del siglo XXI. El aspecto más novedoso del texto es que elabora un recuento de nuevos paradigmas empresariales que, en opinión de Kelly, podría desplazar la organización corporativa tal y como la conocemos.