Climate terror. A critical geopolitics of climate change

Cita: 

Doyle, Timothy y Sanjay Chaturvedi [2015], Climate terror. A critical geopolitics of climate change, London, Palgrave Macmillan, 264 pp.

Fuente: 
Libro electrónico
Fecha de publicación: 
2015
Tema: 
El cambio climático y la construcción de narrativas que justifican objetivos y acciones de interés geopolítico
Idea principal: 

Sanjay Chaturvedi fue profesor de ciencias políticas en la Universidad de Panjab, Chandigarh, antes de unirse a la Universidad del Sur de Asia en junio de 2018. Tiene más de 35 años de experiencia en investigación y enseñanza, incluyendo un post-doctorado en la Universidad de Cambridge, Inglaterra.

Timothy Doyle es profesor de política y estudios internacionales en la Universidad de Adelaida en Australia, donde enseña Política ambiental global, Economía política internacional y Ficción política. Es presidente fundador del Centro de investigación de gobernanza del Indo-Pacífico (IPGRC).


Capítulo 1. Introducción: una geopolítica crítica del terror climático: raíces, rutas y retórica

Al doomsday clock, que advierte cuán cerca está la humanidad de la destrucción catastrófica, se ha sumado el cambio climático, junto con las armas nucleares y la bioseguridad. Asimismo, la geopolítica del miedo, desplegada en diversos sitios por diferentes agencias, no ha logrado producir un cambio en el comportamiento público y privado ni en el liderazgo de movimientos sociales radicales. El texto continúa mencionando la idea del terror climático como un discurso de miedo multifacético que de alguna manera permanece abierto a la disputa política y al interrogatorio, que ahora está siendo ampliado y mejorado por varias agencias reguladoras. Este discurso borrará la esperanza de reordenar y regular espacios y sociedades vulnerables al cambio climático y sus efectos multiplicadores de amenazas.

Para Eddie Yuen, la prevalencia del catastrofismo basado en el miedo revela la profundidad de la aceptación del supuesto de la teoría de la elección racional en las ciencias naturales y sociales: la suposición de un cierto tipo de racionalidad instrumental subyace a la creencia delirante de que si las personas pudieran entender los hechos científicos, cambiarían su comportamiento y confiarían en los expertos.

De esta manera, el texto pretende contestar preguntas sobre las implicaciones que estos discursos tienen para comprender el cambio climático y elegir opciones y respuestas de política, o sobre los principios éticos mínimos relacionados con la equidad para que las políticas que aborden el cambio climático sean percibidas como equitativas por las partes interesadas y no den lugar a una mayor marginación de los países menos beneficiados en la globalización corporativa.

Se revisan las nociones de poder, conocimiento y tecnología y se defiende la resistencia de los futuros climáticos artificiales. De esta manera, se plantea una cuestión aún más compleja: ¿puede el clima, como un conjunto de discursos, ser utilizado para fines emancipatorios o es el discurso climático capturado por el Norte para controlar el desarrollo del Sur global?

Hacia una geopolítica crítica del antropoceno, el calentamiento global y el cambio climático

En la década de 1980 surgió un enfoque en Geografía Política llamado "geopolítica crítica", que tenía el objetivo de liberar los conocimientos geográficos de la vieja y la nueva geopolítica imperial de la dominación para exponer los juegos de poder involucrados en los grandes esquemas geopolíticos.

Su objetivo era cuestionar el poder de ciertas élites de seguridad nacional que formulan representaciones de la naturaleza de la política internacional: estas prácticas de representación de los intelectuales de seguridad nacional generaron guiones [scripts] particulares de política internacional sobre lugares, colectividades y problemas. Tales guiones son parte del maquillaje por el cual la hegemonía se implementa en los sistemas internacionales.

Por esta razón, los autores citan a Simon Dalby, quien puntualiza que han utilizado y abusado de los conocimientos geográficos que pretendían descubrir nuevos territorios durante la época colonial, lo cual, continuará sirviendo a varios intereses imperiales y proyectos neocoloniales en varias partes del mundo. Este marco analítico podría usarse también para cuestionar y criticar la violencia y las transformaciones que se han desatado en la biosfera.

Los autores del libro hacen una investigación sobre estos temas desde y para el Sur global. Retoman la idea de Matthew Sparke: entender a la geopolítica y a la geoeconomía como discursos estratégicos, para llevarlas al caso de la metanarrativa del cambio climático. Esta narrativa climática se produce en establecimientos de defensa nacional, de seguridad, grupos religiosos, sindicatos, industrias nucleares y de combustibles fósiles, ONGs ambientalistas con nuevas agendas de cambio climático y compañías de seguros.

Por otra parte, Derek Gregory apunta que las geografías imaginativas como representaciones de otros lugares y culturas, articulan los deseos, fantasías, así como los miedos de sus autores y las redes de poder entre ellos y los otros. De la misma forma, el "presente colonial" muestra cómo los discursos geopolíticos contemporáneos de miedo y enemistad tienen raíces y rutas en el imperialismo.

Un ejemplo de esto son las geografías imaginativas del orientalismo imperial (criticadas por Edward Said) que fueron desplegadas para organizar y legitimar la guerra contra el terror, viralizándolas en medios de comunicación mundiales.

El argumento de este libro consiste en visibilizar el ascenso del discurso del terrorismo climático y las formas en que las geografías imaginativas, que vinculan las consecuencias del cambio climático con varias facetas de la guerra contra el terrorismo, están siendo fabricadas por varios grupos de expertos de seguridad militar.

Geopolítica del miedo climático

Lo que les preocupa a los autores del libro son las narrativas inductoras de miedo construidas y utilizadas por políticos en la búsqueda de sus llamados intereses nacionales y las agendas diplomáticas relacionadas con la política exterior. Así, el desafío clave es discernir y deconstruir el razonamiento geopolítico práctico contenido en un discurso de política exterior.

En su análisis de la geopolítica del cambio climático se despliegan perspectivas geopolíticas críticas para exponer las técnicas de ocultamiento y fijación espacial asociadas con la doble disciplina geopolítica y la naturalización intelectual del mapa político mundial.

Por lo tanto, la geopolítica crítica debe prestar una atención mucho más sistemática a la forma en que las geografías imaginativas, ancladas en el miedo, se despliegan al servicio de la objetivación, encarnación e instrumentalización de riesgos, amenazas y peligros abstractos.

De esta manera, los autores señalan que en términos geopolíticos, los desafíos ambientales del siglo XXI representan una dialéctica de territorialización y desterritorialización. Y en este punto es cuando las cosas se vuelven más complejas ya que, según los autores, el cambio climático es un problema frecuentemente atribuido al Sur global superpoblado.

De acuerdo con John Keane, existe la preocupación por el descuido del concepto de miedo, idea que cobra importancia después del 9/11. Para los autores, en el contexto de la crisis climática, se debe reflexionar sobre la economía del miedo. Keane también afirma que las democracias establecidas tienden a privatizar el miedo y están en una mejor posición para reducir y controlar el miedo a través de formas innovadoras.

Para Rachel Pain, la nueva geopolítica del miedo está globalizada ya que las emociones se posicionan como producidas y circulando a escala global en lugar de enraizadas en las biografías existentes de lugares y sus relaciones sociales. De esta manera, el miedo globalizado es una metanarración que se constituye como omnipresente y conectada.

Sin embargo, para los autores es fundamental la comprensión del terror climático sin minimizar las tendencias que sugieren un fuerte impulso político de la coalición transnacional naciente dedicada a las innovaciones científicas y tecnológicas en la industria verde, y con la esperanza de beneficiarse de ellas para atemorizar al masas, especialmente los marginados y los vulnerables.

Un punto relevante que se resalta en este capítulo es que lo que parece ser común tanto a la guerra contra el terrorismo como a la militarización del cambio climático es la prevención especulativa de futuras amenazas para justificar las intervenciones políticas por parte de los poderes en nombre de lo que ellos llaman "economía moral", y que está sesgada por la seguridad del ciudadano del futuro. Desafiar los efectos aterrorizadores acumulativos de los temores climáticos no es una tarea fácil, mencionan los autores, ya que lo que está en juego son los intereses y las agendas de varios actores estatales y no estatales.

De esta manera, el miedo climático se basa en las ansiedades que surgen de los desastres naturales, sociales y políticos de diversas magnitudes y escalas. Por otro lado, sus raíces se remontan a la política geográfica del invierno nuclear.

Terrorismo climático y las "nuevas guerras": militarización del cambio climático

En esta sección, los autores señalan que parece haber una creciente militarización de las respuestas frente al cambio climático y la extensión de "miedo climático" a "terror climático" en el sector de defensa militar. Para los autores, es razonable temer que el terrorismo y el cambio climático podrían estar inextricablemente vinculados en los mapas mentales del establecimiento de la política exterior y del público en general, ya que ciertos grupos de expertos influyentes y sus analistas crean escenarios altamente alarmistas en los que la inestabilidad política inducida por el cambio climático se utiliza como pretexto para continuar la guerra contra el terror.

De esta manera, en el Norte global las geografías imaginativas de inestabilidad política, desplazamientos, conflictos, migraciones causadas por el cambio climático, están dando lugar a escenarios de defensa y seguridad militar que naturalmente alimentan la guerra contra el terror y su excepcionalismo jurídico-político.

Por ejemplo, un think tank llamado "Centro para una Nueva Seguridad Estadounidense", trata los impactos del cambio climático haciendo hasta 37 referencias a conceptos como “terror”, “terrorista” o “terrorismo “. Asimismo, los autores señalan que al hablar del "terrorismo de masas" y del "cambio climático catastrófico" se muestra cómo se establece una relación causal sin crítica entre estas dos abstracciones terroríficas.

Para los autores, es importante notar la convergencia entre los razonamientos geoeconómicos y geopolíticos-estratégicos de la seguridad nacional: varios estudios han aparecido en el transcurso de la última década y se han centrado más en las implicaciones del cambio climático para la seguridad nacional, impulsados ​​en parte quizás por un reconocimiento creciente de la vasta complejidad del cambio climático por parte de los poderes.

Otro de los primeros informes que recibió circulación y atención a gran escala fue escrito en 2003 por Peter Schwartz, consultor de la CIA y ex jefe de planificación de Royal Dutch/Shell Group y por Doug Randall de la Red Global de Negocios con sede en California, titulado “Un escenario de cambio climático abrupto y las implicaciones para la seguridad de los Estados Unidos”. El reporte mencionado señala que el cambio climático abrupto estirará la capacidad de carga de los países más allá de sus límites ya precarios por lo que es probable que se libren guerras agresivas por comida, agua y energía.

Los autores del informe, sin embargo, trataron de mitigar las terribles consecuencias de la erosión de la “capacidad de carga” por el cambio climático al decir que las muertes por guerra, así como el hambre y la enfermedad disminuirán el tamaño de la población, lo que a lo largo del tiempo se equilibrará con capacidad de carga.

De esta manera, se advierte la influencia del pensamiento maltusiano en el informe, que ofrecía un nuevo mapa discursivo del mundo en términos de la llamada "capacidad de carga". El reporte también apunta que, tanto a nivel regional como estatal, los países situados en el Norte global, dotados de una alta capacidad de carga, se adaptarían mucho más eficazmente al cambio climático abrupto.

Los autores continúan comentando que este informe sentó las bases de una tendencia que se ha vuelto más popular y pronunciada con el paso del tiempo: una fascinación creciente por el miedo. Una de esas tendencias se basa en una narrativa de conflicto climático neo-maltusiano, que se alimenta y alimenta los temores de sobrepoblación en el Sur global proyectando una sombra oscura perenne sobre la capacidad de carga "común" del planeta.

En efecto, cuanto mayor es el temor por parte del establishment de defensa militar en el Norte global de un inminente cambio climático catastrófico, mayor es la inclinación a buscar soluciones para futuros problemas climáticos a través de la intervención militar.

Conclusión: crisis de Estado, regulaciones neoliberales y gobernanza climática

Al finalizar este capítulo, los autores apuntan que gracias a procesos como la globalización y sus manifestaciones geoeconómicas y geoestratégicas regionales, la "naturaleza" de los estados soberanos de Westfalia parece estar cambiando. Los autores están conscientes de que no es factible ni deseable generalizar sobre la naturaleza, el alcance y las implicaciones de las transformaciones de casi doscientos países, sin embargo, los estados están experimentando serios desafíos, en muchos casos al borde de la crisis, a su autoridad, legitimidad y gobernanza a raíz de la globalización.

Así, para los autores el vínculo entre la crisis climática y la crisis de la política estatal es importante ya que exige un análisis de cómo los actores estatales soberanos están ampliando el discurso climático a la luz del “clima de miedo” causado por la movilidad desterritorializante de varios tipos de redes que desafían los límites y la fuerte disminución de la capacidad de gobernar con suficiente autoridad y legitimidad.

Uno de los desafíos clave a los que se enfrentan los estados modernos -antes de que su soberanía se debilite- es generar una estrategia combativa (comeback) a pesar de las crecientes dificultades que plantean los flujos de capital-material, humanos y de comunicación. En la sociedad global del riesgo constituida por el cambio climático, la escasez y la globalización neoliberal, se están gestando alianzas innovadoras y alineamientos con determinadas ideas que prometen lo suficiente para reconfigurar la geopolítica global en el siglo asiático.

Los autores señalan que la naturaleza convertida en medio ambiente ya no es externa al Estado. Además, la yuxtaposición políticamente inconveniente entre el fin de la naturaleza y la crisis del Estado ha llevado en algunos casos a situaciones, tanto en el Norte como en el Sur global, en que los desastres naturales son visto como uno de los mayores desafíos para la seguridad nacional, y no como una preocupación por la inseguridad humana causada por la crisis de gobernanza.


Capítulo 6. Seguridad climática y militarización: geoeconomía y geoseguridad del cambio climático

Introducción

En este capítulo, los autores mencionan que el interés en los recursos renovables y no renovables dentro de los marcos de seguridad ambiental ha aumentado dramáticamente desde el final de la guerra fría. De esta manera, se entiende la seguridad en términos centrados en el Estado.

Al igual que con el concepto ahora dominante de terrorismo, el medio ambiente y el cambio climático son conceptos multilaterales extremadamente poderosos. En esa lógica, un nuevo enemigo es imaginado: la naturaleza misma. Desde el siglo XVIII, se ha pensado a la naturaleza como un factor que amenaza la superviviencia humana. En la obra más famosa de Hobbes, Leviatán el autor describe la naturaleza como en un estado de guerra perpetua consigo misma. Hobbes utilizó esta visión conservadora de la naturaleza para justificar su llamado a crear una "máquina" autoritaria todopoderosa que sería el único medio para evitar una catástrofe ambiental global. Esta comprensión occidental del estado de naturaleza no se limita solo a los neohobbesianos, sino que tiene una credibilidad sustancial, ya que la guerra se interpreta como el estado natural.

El enfoque sobre la seguridad ambiental surgió con fuerza en el Informe Brundtland en 1987 y en la primera Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro en 1992. También se discutió el nexo entre el medio ambiente, el desarrollo y la seguridad en la Cumbre de la Tierra más diez en 2002. La noción de seguridad ambiental y climática, sin embargo, es muy controvertida: tiene que ver con el impacto del estrés ambiental en las sociedades, lo que puede conducir a situaciones de guerra. Por esa razón, las agendas de seguridad ambiental tratan de buscar temas que si no se abordan, pueden proporcionar la base para aumentar los conflictos humanos.

Los autores advierten que los conceptos de medio ambiente y la variante posterior, llamada cambio climático, están lejos de ser apolíticos. Son categorías intensamente politizadas que se utilizan para volver a trazar los límites de la identidad colectiva, el comportamiento, la actividad política, la seguridad y, lo más importante, la distribución del poder y los recursos.

Asegurar y militarizar el cambio climático en todo el espectro ideológico

En este apartado los autores harán referencia a dos posturas teóricas de Relaciones Internacionales. Comienzan con el realismo político y su visión sobre cómo los estados podrían lidiar con las amenazas a la seguridad nacional que la crisis del cambio climático podrían presentar. Los tradicionalistas tienden a provenir de la escuela realista: ven los problemas climáticos a través del prisma de los "intereses nacionales" dentro del contexto de un sistema mundial anárquico; además, ven el clima como otro tema relacionado con la lucha por el poder entre los estados. Además, el clima, como una forma de seguridad ambiental, generalmente se ve como un "multiplicador de amenazas", en lugar de una amenaza básica o fundamental.

Para esta postura teórica, el cambio climático puede exacerbar tensiones existentes entre estados nacionales y, desde la perspectiva de la seguridad climática, se considera que los estados-nación deben proteger sus fronteras de los refugiados climáticos expulsados ​​de la periferia global.

Además, desde que el concepto de “cambio climático global” se hizo prominente en la década de 1980, se han desplegado una serie de metáforas al servicio de geografías imaginativas (sobre consecuencias caóticas y catastróficas del cambio climático) como devastación masiva, clima violento, economías nacionales arruinadas, terror, peligro, extinción y colapso.

La otra postura teórica tiene que ver con el liberalismo, el multilateralismo y el cosmopolitismo. Estas nociones resurgieron después de la guerra fría y la caída de URSS. Para los autores, la década multilateralista empieza en 1990: en ese momento, se crearon conceptos más liberales de identidad y colectividad.

Por ejemplo, el concepto de “seguridad ambiental”, hace referencia e incluye, según los autores, los intereses de la mayoría de las personas en el Sur global. Por otro lado, esta perspectiva liberal no ve el estrés ambiental como una amenaza adicional dentro del conflicto tradicional, sino que intenta colocar el cambio climático en el centro de los modelos cooperativos de seguridad global.

Otra característica del enfoque es el peso que se le pone a los actores internacionales no estatales como ONGs. Los autores citan el ejemplo de E3G, una organización que tiene como objetivo convertir los objetivos ambientales en "opciones accesibles". Su CEO es John Ashton, quien lo cofundó E3G con Tom Burke, un académico y ex asesor especial de tres secretarios para el medio ambiente de Reino Unido.

Asimismo, los liberales, en términos de seguridad, se centran en la mitigación, lo cual incluye programas y políticas que se concentran en reducir las huellas ecológicas. A través de la promoción y el trabajo dentro de convenciones y protocolos internacionales cooperativos, se realizan esfuerzos para mitigar el cambio climático.

Finalmente, hay tradiciones teóricas más críticas dentro de la retórica de la seguridad ambiental. Los autores analizan dos posturas: el primer tipo de posición crítica no se concentra, como lo hacen sus contrapartes liberales, en las huellas ecológicas, sino más bien en las deudas ecológicas contraídas durante siglos de explotación del Norte sobre el Sur.

Por ejemplo, en la región asiática afectada por el tsunami en 2004, se utilizaron respuestas tanto realistas como liberales como justificaciones para desplegar personal militar en las zonas más afectadas. Por otro lado, una respuesta crítica revisaría y respondería a los factores causales que conducen a inestabilidades e inseguridades ambientales, buscando, reparaciones para comunidades vulnerables a la destrucción ambiental.

La ONG Amigos de la Tierra Internacional (FoEI, por sus siglas en inglés), mencionó en un informe que los países del Norte global son los principales contaminadores, por lo tanto, tienen la responsabilidad significativa por esta disrupción y, en efecto, debería hacerse responsable de reparaciones.

La deuda climática es el caso especial de la justicia ambiental, donde los países industrializados han sobreexplotado su "espacio ambiental" en el pasado, por lo que han tenido que pedir prestado a los países en desarrollo para acumular riqueza y acumular deudas ecológicas como resultado de este consumo excesivo histórico.

Amigos de la Tierra sostiene que la deuda climática que el Norte global le debe al Sur global se está acumulando debido a la extracción y consumo insostenibles de combustibles fósiles; por lo tanto, la deuda climática es un componente clave de una forma más equitativa de seguridad ambiental.

Al respecto, los autores hacen una crítica a la organización mencionando que los discursos sobre el cambio climático son dominados por la retórica realista y neoliberal. A pesar de las mejores intenciones de emancipación de FoEI, los autores señalan que en el mejor de los casos lograrán poco dentro de este marco y, en el peor de los casos, legitimarán un discurso climático que asegure que el Sur global sea absorbido por una agenda social y ambiental iniciada y controlada por el Norte global.

A este respecto, escritores como Simon Dalby también argumentan que el mismo acto de securitización, con su agenda implícita establecida por complejos militares-industriales, priva a las mayorías del discurso ambiental desde proyectos emancipatorios.

De esta manera, se hace referencia a Jon Barnett, quien reconoce que el discurso y la práctica de seguridad nacional tienden a apropiarse de todos los discursos de seguridad alternativos. Pero también intenta proporcionar opciones de política reales: propone que los científicos del Panel Intergubernamental de Científicos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), minimicen tales discursos militaristas sobre el cambio climático, siendo cautelosos sobre el tema del conflicto violento y, en cambio, enfocándose en los problemas de justicia climática.

Finalmente, los autores apuntan que su investigación señala que el conocimiento de la ciencia, tecnología, economía y seguridad se han fusionado. De esta manera, se enfocarán en la región del Indo-Pacífico (IPR, por sus siglas en inglés), ya que es un espacio "post político" que está emergiendo rápidamente y representa aproximadamente 60% de las personas de la Tierra; además es una las potencias actuales de la economía global e igualmente esencial para la seguridad de la Tierra.

El cambio climático como seguridad integral: geoestrategia y geoeconomía en el Indo-Pacífico

Los autores se centran en la región del Indo-Pacífico porque ha traído consigo formas nuevas de hacer mapas, redefiniendo espacialmente las relaciones entre la gobernanza nacional y regional, junto con los mercados transnacionales. Asimismo, los países dentro de la región generalmente "marcan" la región utilizando fronteras territoriales más tradicionales, aunque diferenciadoras, para satisfacer sus necesidades geoeconómicas y geoestratégicas.

Por lo tanto, el capítulo se centra en analizar una nueva forma de construcción regional (o desterritorialización) que es, de hecho, la creación del Indo-Pacífico como un continuo, una superregión o una no región. Este entendimiento de la región ha surgido como una visión dominante pero competitiva, ampliamente promulgada dentro de los círculos de defensa de Estados Unidos.

Estados Unidos se interesa en los efectos del cambio climático en esa región, ya que esta situación reafirma la entrada estratégica de los militares en todos los lugares y espacios: el cambio climático se construye como omnisciente y enemigo de todos, generalmente construido como un multiplicador de conflicto.

Así, los autores continúan mencionando que en la ciencia política, la geografía política y los círculos de relaciones internacionales, ha existido una suposición raramente cuestionada y ampliamente entendida de que la geoeconomía y la geoseguridad estaban claramente separadas tanto de manera conceptual como en términos de despliegues reales de poder.

Sin embargo, recientemente, es más aceptable argumentar que la economía y la política/seguridad están relacionadas integralmente. Al respecto, Michael Mastanduno ha argumentado que la urgencia estratégica y la incertidumbre percibidas por los funcionarios de Estados Unidos en los comienzos de la Guerra fría los llevaron a integrar políticas económicas y de seguridad. Este enfoque generó que los funcionarios estadounidenses buscaran crear un orden internacional en el que los instrumentos y las relaciones económicas fueran una parte vital de esa empresa. De esta manera, el argumento relacionado con la creciente inseparabilidad de la geopolítica y la geoeconomía, particularmente en tiempos de cartografías de poder que cambian rápidamente, es fundamental para el argumento de estos autores.

Se exploran ideas de seguridad no tradicionales como la de Luciani, quien escribe que la seguridad nacional puede definirse como la capacidad de resistir la agresión desde el exterior, pero analiza eso dentro del contexto de la agresión económica y no solo territorial. Esto es particularmente pertinente cuando se discute el poder de las corporaciones transnacionales y sus relaciones con los estados nacionales.

Aunque en la Guerra fría, como argumentó Mastanduno, las conexiones entre economía y geopolítica surgieron con fuerza, el afianzamiento del neoliberalismo en la década del multilateralismo liderado por Estados Unidos consolidó aún más los discursos de realismo político y de los mercados.

En términos económicos, particularmente desde los años ochenta del siglo XX, las instituciones financieras mundiales implementaron una importante reestructuración macroeconómica y adoptaron la llamada economía abierta. Posteriormente, también se introdujeron reformas laborales como la negociación empresarial y otras medidas para frenar el poder de la fuerza laboral en muchos países de la región del Indo-Pacífico.

Las reformas neoliberales se implementaron globalmente: el consenso internacional que rige las reglas del comercio internacional y las finanzas, que surgió del régimen de Bretton Woods después de la Segunda guerra mundial, aparentemente estaba en desorden en 1970: la persistente estanflación, el desempleo y el aumento de los disturbios laborales minaron la confianza en la teoría keynesiana del Estado.

El clima como neo-seguridad omnisciente

El cambio climático es parte de las áreas de política/seguridad no tradicionales que está bajo la creciente influencia militar. El ejército estadounidense presta atención y utiliza las lecciones estratégicas de los nuevos movimientos sociales (como el movimiento ecológico) y adopta el lenguaje y la superioridad moral de éstos. En particular, la política del cambio climático ahora ha sido utilizada cada vez más por los militares de todo el mundo para ampliar su alcance político.

Este movimiento hacia una mayor eficiencia y un creciente interés en las tecnologías verdes es de particular interés para los autores: el cambio climático pasa de ser solo un multiplicador de amenazas a un multiplicador de fuerzas, lo que permite que el ejército de Estados Unidos opere en "campos externos" de manera más eficiente, por períodos más largos.

Además, en un informe publicado por el Departamento de defensa ("Proyecto Pew sobre Seguridad Nacional, Energía y Clima" de 2011) se presentaron argumentos relacionados con la moral y la retórica de futuros más limpios de carbono: se están acelerando las innovaciones de energía limpia en un esfuerzo por reducir los riesgos para el ejército estadounidense, mejorar la seguridad energética y ahorrar dinero.

Las inversiones en energía limpia del Departamento de defensa aumentaron 200% entre 2006 y 2009, de 400 millones de dólares a 1.2 mil millones de dólares, y se prevé que gasten 10 mil millones anuales para 2030.

Conclusión

Los autores concluyen que los movimientos ambientales y de cambio climático han sido capturados por el prisma militar: los defensores de la seguridad ecológica no solo han cooptado, deformado y reenviado la gran narrativa del cambio climático, sino que las formas mismas de la nueva resistencia se han copiado y reelaborado para adaptarse a los contextos geopolíticos recientes.

Los autores apuntan que en el momento de la primera Cumbre de la Tierra (1992), las narrativas de seguridad también habían comenzado a abrirse camino en las doctrinas ambientales de la misma manera que lo había hecho la economía en la década anterior. Y tajantemente mencionan que estos movimientos son, en su forma actual, fruto del capitalismo. Por eso es necesario cuestionar el concepto ampliamente difundido de que los "verdaderos movimientos sociales" emergen de abajo hacia arriba y desafían radicalmente el status quo.

Quizás es el Movimiento de Neo-Seguridad (NSM, por sus siglas en inglés) del siglo XXI es el nuevo movimiento social más poderoso del planeta. Al igual que el movimiento ambientalista y el movimiento neoliberal que lo siguió, el movimiento de neo-seguridad se ha movido para definir cada parte de nuestras vidas, tanto en la esfera pública como en la privada, dentro y fuera del Estado.

Pero los autores señalan que la teoría NSM solo es apropiada en las sociedades postpolíticas, a veces encontradas en el Norte global, donde el capitalismo "ha ganado": en la mayoría de las partes del Indo-Pacífico, donde las personas luchan por la supervivencia diaria, el lenguaje de la pospolítica en realidad despoja la importancia de su lugar, y ese lugar determina cómo vivirán, cuánto tiempo vivirán y cómo morirán.

El cambio climático en el continuo construye espacios globales (como el Indopacífico), discursos que contienen significados de valores liberales. Pero la representación de la naturaleza sigue siendo realista: la naturaleza es anárquica y los estados nacionales deben ordenarla.

A eso se le llama seguridad omnisciente: asegurar la tierra utilizando una narrativa climática que no se puede ver, oler ni tocar en la vida de los humanos. Es arbitraria y solo puede ser desplegada por las coaliciones más poderosas y poco sistemáticas para proteger el "flujo libre" de capital. Es a la vez un conflicto y un multiplicador de fuerza.

Esta última interpretación permite que el ejército estadounidense y sus aliados temporales ataquen más duro (a través de una guerra más ecológica, sin uso intensivo de energía de carbono), cuando luchan en espacios de conflicto intermitente lejos de bases de combate y del país natal.

En este sentido, el Indo-Pacífico ahora se entiende en gran medida (en términos de defensa de los Estados Unidos) como una serie de rutas geoeconómicas y zonas elásticas que deben asegurarse; la soberanía se convierte en algo sin forma y arbitrario y el concepto de cambio climático se usa de una manera que acentúa esta idea de "seguridad integral" en un "continúo", a veces llamado Indo-Pacífico.

En consecuencia, los ejércitos ahora pueden realizar ataques preventivos, ya que tienen la capacidad de proteger a los más vulnerables desde el punto de vista climático. Los liderazgos de los países del Indo-Pacífico se vuelven marcadamente inseguros, disciplinados por fuerzas geoeconómicas predominantemente extranjeras.

Los autores apuntan que esto es simplemente una estrategia de la plutocracia (el gobierno de una élite mundial rica): desecuritizar y disciplinar a las economías y democracias nacionales más débiles y asegura aún más el poder de la élite en detrimento de la mayoría. Se dibujan nuevas líneas geoeconómicas, nuevos mapas geopolíticos que marcan nuevas fronteras y límites entre los que tienen y los que no tienen, cruzan y luego borran las historias, las culturas y la política de los estados nacionales problemáticos y organizaciones no estatales.

Este es un nuevo tipo de colonización: una transición de la colonización dirigida por el estado a la dirigida por las empresas transnacionales, hábilmente apoyada y protegida por regímenes militares poderosos (pero al mismo tiempo en declive) como Estados Unidos, el mismo país que se negó a firmar el Protocolo de Kioto, y en la actualidad, el Pacto de París.

Nexo con el tema que estudiamos: 

Los capítulos revisados de este libro son interesantes porque tienen una perspectiva crítica que toma en cuenta la posición del Sur global en cuestiones sobre la destrucción del ambiente y los posibles enfoques de combatirla. Se pone de manifiesto la idea del terror climático como una narrativa y una realidad que tendrán efectos tanto en el Sur como en el Norte global. El tratamiento de estos efectos y consecuencias variará de acuerdo a las capacidades de los países para sobrellevarlos. Evidentemente el Norte global tiene ventaja. Además la narrativa “terror climático”, genera una serie de imaginarios ideológicos que guiarán la toma de decisiones de los gestores de política pública y exterior. La asociación entre guerra contra el terror y terror climático abre un amplio campo de estudio y argumentación sobre el autoritarismo creciente que caracteriza al capitalismo contemporáneo.