The Pentagon Confronts the Pandemic. Or How to Make War, American-Style, Possible Again

Cita: 

Klare, Michael [2020], "The Pentagon Confronts the Pandemic. Or How to Make War, American-Style, Possible Again", Tom Dispatch, Bonn, 19 de julio, http://www.tomdispatch.com/blog/176729/

Fuente: 
Otra
Fecha de publicación: 
Domingo, Julio 19, 2020
Tema: 
El Pentágono y la Marina estadounidenses planean desarrollar el uso de robots y barcos no tripulados como estrategia frente a la pandemia.
Idea principal: 

Michael T. Klare es profesor emérito de estudios de paz y seguridad mundial en Hampshire College y miembro visitante de la Asociación de control de armas. Es autor de 15 libros, el último de ellos es: La perspectiva del Pentágono sobre el cambio climático.


Michael Klare señala que la estrategia militar estadounidense, que depende de grandes buques de guerra fuertemente armados para proyectar poder y derrotar a adversarios extranjeros, no es completamente sostenible en un mundo afectado por una pandemia. El 26 de marzo de 2020 el portaaviones llamado USS Theodore Roosevelt (TR) suspendió las operaciones de patrullaje y se refugió en el puerto. Para cuando el barco llegó al muelle en Guam, cientos de marineros habían sido infectados con la enfermedad y casi toda la tripulación tuvo que ser evacuada.

Con las tropas estadounidenses y aliadas cada vez más obligadas a permanecer aisladas unas de otras, resulta difícil llevar a cabo los ejercicios y operaciones habituales de entrenamiento y combate conjunto. La pandemia demostró que la preferencia de la Marina estadounidense por los grandes barcos con grandes tripulaciones era una estrategia sin salida (uno de los marineros infectados en el TR murió por complicaciones de covid-19).

En el corto plazo, los funcionarios de defensa estadounidenses han respondido a tales contratiempos con varias medidas provisionales, incluido el envío de bombarderos B-1, B-2 y B-52 con capacidad nuclear en misiones de "demostración de fuerza" en disputas áreas como el Mar Báltico (Rusia) o el Mar del Sur de China. Sin embargo, en otra señal de desesperación táctica, la Armada ordenó a la tripulación del TR que terminara la cuarentena en mayo de 2020 para que el barco pudiera participar en ejercicios en el Pacífico.

El texto continúa señalando que la pandemia podría persistir durante mucho tiempo y que una vacuna, incluso si se desarrolla con éxito, puede no ser efectiva para siempre. Además, muchos virólogos creen que más pandemias, potencialmente más letales que Covid-19, podrían desatarse. Esto significa que nunca podría haber un retorno a una situación pre-pandemia de normalidad.

Lo anterior le interesa al Pentágono porque se han visto obligados a reconocer que los fundamentos militares de la estrategia global de Washington, particularmente el despliegue avanzado de las fuerzas de combate en estrecha cooperación con las fuerzas aliadas, pueden no ser viables.

Por lo tanto, los estrategas estadounidenses están comenzando a diseñar un plan completamente nuevo para la guerra futura: uno que terminaría, o al menos reduciría, la dependencia de cientos de soldados en el extranjero y grandes buques de guerra tripulados, confiando en cambio en robots asesinos, naves no tripuladas y bases en alta mar.

Barcos sin marineros

Los planes de la Marina de reemplazar los grandes buques tripulados por pequeños no tripulados solo se aceleraron por el estallido de la pandemia. Varios factores ya habían contribuido a la tendencia: los portaaviones de propulsión nuclear y los cruceros armados con misiles son cada vez más caros de construir. El último, el USS Gerald R. Ford, costó 13 200 millones de dólares y aún no funciona según las especificaciones. También están demostrando ser cada vez más vulnerables a los tipos de misiles y torpedos anti buque desarrollados por China.

Así, se apunta que hasta el desastre a bordo del TR por la pandemia, lo más preocupante eran las armas chinas antibuque con base en tierra capaces de atacar a los transportistas y cruceros estadounidenses en partes distantes del Océano Pacífico.

En este contexto, los oficiales de la Marina comenzaron a adoptar una nueva estrategia, a veces llamada "operaciones marítimas distribuidas", en la que, en el futuro, buques de guerra tripulados más pequeños serían acompañados a la batalla por un gran número de embarcaciones pequeñas, no tripuladas, armadas con misiles, o "robots asesinos" marítimos.

Lo anterior se puede considerar como una señal temprana del surgimiento de la guerra robótica naval. Un gran número de embarcaciones no tripuladas (tanto de superficie como submarinas) deambulaáan por los océanos del mundo, informando periódicamente por medios electrónicos a los operadores humanos en tierra o en buques de comando designados.

Tal visión ha sido adoptada por el liderazgo superior del Pentágono, que ve la rápida adquisición y despliegue de barcos robóticos como la forma más segura de lograr consolidar una flota de 355 barcos en un contexto de presupuestos de defensa potencialmente estáticos, pandemias recurrentes y crecientes amenazas extranjeras (ver Dato crucial 1).

Lo que la solicitud de presupuesto de 2021 plantea es que la embarcación de superficie no tripulada (USV, por sus siglas en inglés) es una embarcación reconfigurable y de múltiples misiones diseñada para proporcionar naves de bajo costo, alta resistencia y reconfigurables capaces de acomodar diversas cargas útiles para misiones no tripuladas y aumentar la superficie tripulada de la Marina.

Dichos buques también estarían equipados con sofisticados sistemas informáticos que les permitirán operar de forma autónoma durante largos períodos de tiempo y, en circunstancias aún por aclarar, tomarán medidas ofensivas por sí mismos o en coordinación con otros buques no tripulados.

Luchando desde lejos

Desde el final de la Segunda guerra mundial, la estrategia militar estadounidense ha pedido a sus fuerzas militares que luchen en el territorio enemigo. Esto ha significado mantener alianzas militares con numerosos países de todo el mundo para que las fuerzas estadounidenses puedan tener cientos de bases militares.

En un mundo libre de pandemias, tal estrategia ofrece numerosas ventajas para una potencia imperial: en tiempos de guerra no hay necesidad de transportar tropas estadounidenses a la zona de combate desde bases a miles de kilómetros de distancia. Sin embargo, en un mundo de pandemias recurrentes, tal visión es potencialmente insostenible por las siguientes razones:

1. Es casi imposible aislar a miles de soldados y sus familias de las poblaciones circundantes. Como resultado, es probable que cualquier brote viral fuera de las puertas de la base encuentre su camino hacia adentro. El campamento Humphreys en Corea del Sur, por ejemplo, fue cerrado después de que cuatro dependientes militares, cuatro contratistas estadounidenses y cuatro empleados surcoreanos se infectaron con Covid-19.

2. Un mundo de pandemias recurrentes hará que sea casi imposible que las fuerzas estadounidenses trabajen con sus homólogos extranjeros, especialmente en las naciones más pobres que carecen de instalaciones adecuadas de salud y saneamiento. Esto ya es cierto en Irak y Afganistán, donde se cree que el coronavirus se ha extendido ampliamente entre las fuerzas locales amigas y a los soldados estadounidenses se les ha ordenado suspender las misiones conjuntas de entrenamiento con ellos.

Por lo tanto, para aislar las operaciones terrestres de la pandemia, se explora un modelo operativo similar: en lugar de desplegar contingentes de tropas grandes y fuertemente armados cerca de las fronteras enemigas, esperan estacionar fuerzas pequeñas y altamente móviles en islas controladas, donde pueden disparar misiles balísticos de largo alcance contra activos vitales del enemigo con relativa impunidad.

Para reducir aún más el riesgo de enfermedades o víctimas, estas fuerzas se verían incrementadas en la línea del frente por cada vez más creaciones "no tripuladas", incluidas máquinas armadas, nuevamente esos "robots asesinos", diseñados para realizar las tareas de soldados.

Lo anterior se describió por primera vez en Force Design 2030, un documento publicado por el General David Berger en marzo de 2020. Afirmando que la estructura existente de los Marines no era adecuada para el mundo del mañana, pidió una reestructuración radical de la fuerza para eliminar armas pesadas operadas por humanos como tanques y, en cambio, aumentar la movilidad y la potencia de fuego de largo alcance con una variedad de misiles y lo que él supone será una proliferación de sistemas no tripulados.

Un genuino rediseño estratégico

En el apartado final, el autor señala que estos planes y programas se están promoviendo para permitir que el ejército estadounidense continúe realizando sus misiones tradicionales de proyección de poder y guerra en un mundo radicalmente alterado.

Luego entonces, medidas como sacar a los marineros de los buques de guerra abarrotados, reducir el tamaño de las instalaciones estadounidenses en tierras lejanas y reemplazar a los combatientes humanos con robots pueden parecer razonables. Pero visto desde el punto de vista de seguridad integral, estas medidas parecen asombrosamente miopes, según el autor.

Si los científicos tienen razón y el coronavirus persistirá por un largo período y, en las próximas décadas, será seguido por otras pandemias de igual o mayor magnitud, las verdaderas futuras amenazas a la seguridad estadounidense podrían ser microbiológicas (y económicas), no militares. La pandemia actual ya ha matado a más estadounidenses de los que murieron en las guerras coreana y vietnamita combinadas, al tiempo que desencadenó la peor recesión económica desde la Gran Depresión.

Para el autor, las fuerzas armadas estadounidenses aún pueden tener un papel importante que desempeñar en un entorno de este tipo: proporcionar, por ejemplo, asistencia médica de emergencia y proteger la infraestructura vital, pero la lucha interminable en tierras lejanas y la proyección hegemónica no deberían tener un alto rango cuando llega a donde van los dólares de los contribuyentes por "seguridad" en tiempos tan difíciles.

Así, el ejército de Estados Unidos debe reconsiderar cómo armar y estructurar sus fuerzas pensando en modelos alternativos de organización. Pero concentrar enormes recursos en el reemplazo de naves y tanques por robots asesinos no es de gran interés para la seguridad de Estados Unidos. Lamentablemente, hay algo muy mecanizado en tal pensamiento militar cuando se trata de los cambios que se desarrollan en la sociedad global.

Datos cruciales: 

1. El Pentágono solicitó 938 millones de dólares durante los próximos dos años fiscales para adquirir tres prototipos de grandes buques de superficie no tripulados (LUSV, por sus siglas en inglés) y otros 56 millones de dólares para el desarrollo inicial de un buque de superficie no tripulado de tamaño mediano (MUSV, por sus siglas en inglés). Si tales esfuerzos tienen éxito, la Marina requeriría 2.1 mil millones de dólares más entre 2023-2025 para obtener siete LUSV desplegables y un prototipo de MUSV.

Nexo con el tema que estudiamos: 

Utilizando las categorías de hegemonía militar (regulación y sanción de las reglas de organización hegemónicas y su aspecto útil para tener acceso o monopolizar recursos naturales, capacidad de someter a la población) y económica (generación de recursos productivos y reproductivos, en términos de valor y valor de uso; a la superioridad tecnológica y el grado de productividad del trabajo; la capacidad para fijar modalidades generales del proceso de trabajo y la esencialidad de la producción), se puede analizar esta reestructuración en la Marina estadounidense como una estrategia que moviliza los elementos militares, tecnológicos y económicos con los que cuenta para mantener una posición privilegiada en el orden internacional. De esta manera se observa la competencia intercapitalista entre Estados (China vs Estados Unidos en el ámbito de la hegemonía militar) y entre corporaciones que producen bienes y servicios militares.