Christopher Flavelle, reportero que aborda cómo las personas, los gobiernos y las industrias intentan hacer frente a los efectos del calentamiento global.

A medida que los efectos del cambio climático empeoran y se hacen cada vez más presentes, tanto instituciones como gobiernos se han visto orillados a replantearse una propuesta que ya había sido descartada y que, además, parece como salida de una película de ciencia ficción: enfriar artificialmente el planeta.

La intervención, mejor conocida como geoingeniería solar, implica reflejar la energía del sol de regreso al espacio, imitando las nubes de ceniza arrojadas por erupciones volcánicas, con el objetivo de reducir las temperaturas globales. A pesar de que la idea ha sido catalogada como peligrosa e ilusoria, además de que no evitaría que la quema de combustibles continúe, conforme los efectos del cambio climático son más evidentes, en el gremio científico y político se incita a superar los prejuicios hacia la geoingeniería, ya que hasta el momento parecería ser la mejor solución.

Por su parte, Michel Gerrard, director del Centro para la Ley del Cambio Climático de la Facultad de Derecho de Columbia, mencionó que ante la amenaza existencial es importante analizar y considerar todas las opciones, incluso como último recurso.

Kelly Wanser, directora de SilverLining, organización sin fines de lucro que financia las investigaciones sobre geoingeniería, expuso la urgencia de conocer las posibles consecuencias de esta intervención climática si lo que se busca es proteger a las personas. Dicha investigación tiene que ir de la mano con las personas más especializadas en el tema.

Ante tales intenciones, la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA, por sus siglas en inglés) recibió financiamiento del Congreso estadounidense para investigar sobre geoingeniería. Australia también ha comenzado investigaciones con la finalidad de saber si esta tecnología podría salvar la gran barrera de coral.

Chris Sacca, cofundador de Lowercarbon capital, dijo que a pesar de que la descarbonización es necesaria, ésta tardará al menos 20 años y que si se quieren evitar innumerables pérdidas humanas, animales y ecosistemas, se debe explorar la reflexión de luz solar ahora.

Por su parte, Douglas MacMartin, investigador en ingeniería mecánica y aeroespacial de la Universidad de Cornell, garantiza que el enfriamiento del planeta a través de la inyección de aerosoles en la capa superior de la atmósfera es posible. Lo que se desconoce es lo que puede suceder después de hacerlo. Para intentar responder esta pregunta, el Dr. MacMartin modelará las posibilidades climáticas a diferentes escalas mundiales, así como altitudes, pues dependiendo del sitio en el que se coloque se tendrán diferentes efectos.

Otra institución que recibe financiamiento para investigar sobre geoingeniería es el Centro Nacional de Investigación Atmosférica. Los científicos que trabajan ahí se jactan de tener a su disposición el modelo más sofisticado del sistema terrestre en el mundo. Este modelo atrajo a SilverLining, quien pagará por simulaciones de inyección de aerosoles probando los efectos sobre las condiciones meteorológicas en todo el mundo con el objetivo de descubrir el punto óptimo, es decir, conocer hasta dónde se puede enfriar el planeta sin causar efectos secundarios importantes.

Una de las investigaciones que lleva a cabo la NOAA consiste en construir una base de datos que registra los niveles de aerosoles en la atmósfera. Si esos niveles cambian en el futuro, se podría si algún país está haciendo uso de esta alternativa tecnológica sin haberlo hecho público.

No obstante, la inyección de aerosol no es la única forma de rebotar rayos solares hacia el espacio exterior. Australia está desarrollando una investigación sobre el “brillo de nubes marinas” en donde se busca que las nubes sean más reflejantes al rociar agua marina en las nubes para aumentar su brillo. Con esta técnica, los científicos esperan poder detener la destrucción de los corales australianos.

En marzo de 2020, Daniel Harrison, oceanógrafo de la Universidad Southern Cross en Australia, probó dicha tecnología obteniendo resultados alentadores; sin embargo, destaca que el reto será utilizar la tecnología a una escala suficientemente grande para cubrir todo el arrecife (Ver dato crucial 3).

La Universidad de Washington también está trabajando en el brillo de las nubes marinas y Sarah Doherty, directora de ese programa, dijo que el desafío será construir boquillas de aspersión que produzcan partículas del tamaño adecuado y de manera constante. Espera que para 2022 sea posible probar en campo esta tecnología. El objetivo de las investigaciones es asegurarse de que nada pueda salir mal y ello pueda causar un daño mayor, concluyó.