El patriarcado productor de mercancías. Tesis sobre capitalismo y relaciones de género

Cita: 

Scholz, Roswitha [2019], "El patriarcado productor de mercancías. Tesis sobre capitalismo y relaciones de género", El patriarcado productor de mercancías y otros textos, Santiago, Quimera y Pensamiento & Batalla, pp. 31-54.

Fuente: 
Libro
Fecha de publicación: 
2019
Tema: 
La teoría de la escisión del valor para analizar la relación de género en el capitalismo
Idea principal: 

Roswitha Scholz es una periodista, escritora y feminista que formó parte del Grupo Krisis (quienes elaboraron el “Manifiesto contra el trabajo”) y que ha elaborado la teoría de la escisión del valor. Actualmente pertenece a la redacción de la revista EXIT!


Los estudios de género derivan de las corrientes culturalistas y diferencialistas que tuvieron un auge en la década de 1990. Esta es la premisa con la cual, Roswitha Scholz inicia el primer capítulo de su obra titulada El patriarcado productor de mercancías. En ella, la autora marca en un inicio que, ante la invisibilización de las concepciones marxo-feministas, la creciente deslegitimación del neoliberalismo y la ensalzada igualación de los sexos que pretende la corriente deconstructivista, resulta necesario un nuevo marco teórico marxo-feminista que supla a las corrientes tradicionales (ya insuficientes) para dar cuenta de la evolución del feminismo después del final del “socialismo real” y del avance de la crisis mundial del capitalismo. De esta forma, Scholtz plantea que, para formular su argumento, se servirá, en parte, de la “Teoría Crítica” (de Adorno en especial). No obstante, deja en claro que es necesario realizar modificaciones a los planteamientos que se han hecho desde esta corriente teórica en el debate feminista de los últimos 20 años.

A partir de la confrontación con las mencionadas concepciones teóricas, la autora elabora y presenta el concepto que desde su perspectiva es central para el análisis de la relación de género: la escisión del valor. Scholtz escribe que la teoría de la escisión del valor pretende constituirse como un giro feminista a los conceptos de “valor” y “trabajo abstracto” como desarrollo de la crítica de la economía política de Marx.

De esta forma, la autora agrupa su argumento en las once formulaciones siguientes:

1. En las sociedades modernas, la socialidad se lleva a cabo a través del fetichismo. Este concepto refiere al despojo del carácter social de las personas y a la sociedad como constituida por cosas mediadas a través de la cantidad abstracta de valor. Esto resulta de la valorización de las mercancías a partir del “trabajo abstracto pasado”, representado en dinero, que se convierte en el fin en sí mismo en el capitalismo. A pesar de que en las sociedades premodernas la socialidad se efectuaba de manera distinta, el automovimiento del dinero y el trabajo abstracto se erigen, en la modernidad, como procesos presuntamente ahistóricos y ontológicos. La razón de lo anterior es que la dinámica sistémica que rige la vida en la modernidad es la valorización del valor. El valor fue considerado por Marx como el "sujeto automático" de la sociedad moderna, pues sigue un automatismo tautológico en el cual lo único que importa es la valorización, dejando a las necesidades humanas en un segundo plano.

Aquí también recae una de las críticas que la autora hace al marxismo tradicional, ya que este formulaba su crítica en términos de clase a la burguesía como expropiadora de la “plusvalía”, pero no cuestionaba al valor y al trabajo abstracto como principios fundamentales de la socialización capitalista. Esta visión dio paso a que el socialismo “real” se limitara a ser un sistema productor de mercancías mediado por el Estado, en un intento de llevar a cabo un “reparto justo”.

2. La forma fundamental del capitalismo, en cuanto a relación fetichista, no se explica de manera suficiente con el valor o el trabajo abstracto debido a que estos conceptos dejan fuera hechos como las actividades reproductivas llevadas a cabo, principalmente, por las mujeres. La teoría de la escisión del valor remite a que el contexto de vida femenino, las actividades reproductivas identificadas como femeninas, así como los sentimientos, actitudes y atributos asociados las mujeres, están excluidas del valor/trabajo abstracto. Al tener un carácter distinto al de trabajo abstracto, estas actividades no pueden ser captadas a través de los conceptos marxianos clásicos.

No obstante, estos aspectos considerados como femeninos pertenecen necesariamente al valor, al ser la condición previa del trabajo abstracto, aunque se piensen fuera de este. De esta forma, el valor no puede ser pensado fuera de la escisión, ya que existe una relación dialéctica entre ambos y se presuponen mutuamente. Por lo tanto, esto lleva a entender la escisión del valor más allá de las categorías de la forma de la mercancía y a comprender la socialización fetichista del capitalismo no únicamente a través del valor.

Asimismo, la escisión del valor implica una “relación específica de carácter psicosocial”. Dicha relación recae en que propiedades consideradas de menor valor en el capitalismo (como la sensualidad, la emocionalidad, la "debilidad de carácter" y de entendimiento, etc.) “se atribuyen a la mujer y quedan así disociadas del sujeto moderno–masculino”. Es este carácter lo que da pauta al “orden simbólico del patriarcado productor de mercancías”. De ahí que, además de considerar las cuestiones materiales, se deba analizar las relaciones de género capitalistas teniendo en cuenta la dimensión psicosocial, así como la cultural y simbólica.

3. "El análisis teórico de la relación asimétrica de los sexos ha de limitarse a la modernidad y la postmodernidad". Si bien la relación asimétrica de los sexos es más antigua, con la universalidad de la forma de la mercancía se puso en marcha una dinámica cuyo principio fundamental es la escisión del valor. Ejemplo de ello es que la familia nuclear y la constitución de las esferas pública y privada no aparecen sino hasta la modernidad. De esta manera, Scholz refuta las posiciones que consideran que las relaciones asimétricas de género en el capitalismo son simplemente una herencia de las sociedades precapitalistas.

4. El patriarcado productor de mercancías debe ser concebido como un modelo civilizatorio, pero siguiendo la teoría de la escisión del valor. El orden simbólico de este patriarcado se constituye mediante la asignación de actividades, emociones y atributos ya sea al género masculino o femenino. De esta forma, los actos de las mujeres son minusvalorados y dejados de lado en la formación de la teoría.

En este orden simbólico, la mujer es considerada parte de la naturaleza, como un objeto y no como un sujeto, como un cuerpo que debe ser sometido de manera productiva. Es así que el modelo civilizatorio productor de mercancías tiene como condición de posibilidad “la opresión de las mujeres, su marginalización, así como una postergación de lo social y de la naturaleza”. De esta manera, el dualismo masculinidad-feminidad se instaura como la concepción dominante de género en la modernidad; a la vez que consagra al género masculino como el “género del capitalismo”.

Dado que la escisión del valor se entiende en un plano muy abstracto, cabe resaltar: [1] que los individuos empíricos no pueden escapar de los patrones socio-culturales de la cultura, aunque su agencia tampoco se limita a ellos; [2] que las representaciones de género están sometidas al cambio histórico.

5. Desde el punto de vista de la teoría de la escisión del valor, no se puede asumir el primado del plano material de la división del trabajo por géneros/sexo, como hace el esquema tradicional de base–superestructura. En su lugar, se deben colocar los factores materiales, simbólicos-culturales y psicosociales en un mismo nivel de relevancia. Esto obliga a discutir e integrar los aportes de diversas concepciones -como el análisis de discurso de Foucault, el psicoanálisis, entre otras-, sin que ello implique hacer tabla rasa de sus diferencias epistemológicas ni dejar de señalar y cuestionar sus limitaciones.

6. El patriarcado productor de mercancías moderno se constituye en dos ámbitos, uno público que abarca las esferas económica, política, de la ciencia, etc.; y en un ámbito privado, al cual las mujeres son asignadas fundamentalmente. Ambos ámbitos son relativamente autónomos, pero se condicionan mutuamente en una relación dialéctica. Es así que, si bien la esfera privada no deriva directamente del valor, esta esfera es un ámbito escindido del mismo y es su condición previa. Esta escisión responde a que, en el capitalismo, es necesaria una esfera “a la que desplazar actividades como la protección, el cuidado, el ‘amor’, que se contrapone a la lógica del valor, a la lógica de ahorro del tiempo, con su moral de competitividad, beneficio, rendimiento, etc.”. De esta forma, el Estado y la política (por pertenecer al ámbito público) “están constituidos desde el siglo XVIII sobre los principios de libertad, igualdad y fraternidad como alianzas masculinas”.

La escisión del valor, como "principio formal universal de la sociedad", se encuentra en un nivel de abstracción más elevado. Esto último supone que el efecto de la escisión del valor pasa a través de todos los niveles y esferas, y atraviesa todos los ámbitos de la esfera pública.

7. La teoría de la escisión del valor rechaza el procedimiento de la lógica de la identidad en dos sentidos: [1] los mecanismos, estructuras y rasgos del patriarcado productor de mercancías no pueden trasladarse a sociedades no productoras de mercancías; [2] existen diferencias cualitativas, que deben ser tomadas en cuenta, entre los diferentes niveles, esferas y ámbitos dentro del mismo patriarcado productor de mercancías.

Frente a esto, se debe partir de la relación de escisión del valor en cuanto estructura básica de la sociedad; en contraposición con considerar únicamente al valor como tal estructura. A esta estructura de la escisión del valor le corresponde el pensamiento “androcéntrico–universalista de la lógica de la identidad”.

La escisión representa el reverso oscuro del valor mismo. De este modo, la escisión del valor, es también la condición de posibilidad de que “lo no–habitual, lo no–analítico y lo que no es comprobable con medios científicos no sea tomado en consideración suficientemente en los ámbitos de la ciencia, la política y la economía dominados por los varones”.

De igual forma, esto indica que los niveles y ámbitos de la sociedad capitalista se relacionan no únicamente desde un plano material y de manera fragmentada, sino que esta relación también debe ser considerada como una totalidad social (fenoménica y esencial) atravesada por la escisión del valor como principio formal.

8. La teoría de la escisión del valor no se debe absolutizar en cuanto principio formal de la sociedad, sino que esta “solo se mantiene relativizándose”. Se mantiene fiel a sí misma en su crítica a la lógica de la identidad. En este sentido, la teoría de la escisión del valor no excluye otras formas de discriminación social (disparidades económicas, racismo y antisemitismo), las cuales deben ser tratadas en igualdad de condiciones a nivel teórico.

9. Según la escisión del valor, no se puede analizar de manera lineal la evolución patriarcal bajo la forma de la mercancía en las diferentes regiones del mundo, ya que esa evolución no se ha producido del mismo modo en todas las sociedades. Por ejemplo; existen sociedades que hasta la fecha no han asumido las relaciones de género modernas, o sólo lo han hecho parcialmente. Al tiempo, existen relaciones patriarcales “tejidas de otra manera”, que con el desarrollo del mercado global, se han sobrepuesto con las del “patriarcado cosificado moderno–occidental”, sin haber perdido del todo su especificidad.

También se constata que el dualismo de género, así como el concepto moderno de trabajo, son productos de la evolución capitalista y ambos van de la mano. De esta suerte, el “sistema de sexualidad dual” moderno se formó hasta el siglo XVIII, y sólo entonces se llegó a una “polarización de los caracteres de género”. Si bien dicha polarización estuvo limitada inicialmente a la burguesía, “con la generalización de la familia nuclear se fueron extendiendo poco a poco a todas las capas y clases con el último impulso de desarrollo fordista en los años 50.”

10. La escisión del valor no es una estructura rígida, sino un proceso. Por lo tanto, esta no es estática y no puede concebirse siempre igual. Ejemplo de lo anterior es que la escisión del valor presenta, en la postmodernidad, un nuevo rostro. Esto es, que derivado de las tendencias individualizadoras de este período, la contradicción entre la “doble socialización de la mujer” (como profesional y como responsable de familia) comienza a ser visible.

En este sentido, la corriente culturalista, con teóricas como Judith Butler, no ha logrado cuestionar la jerarquía y las concepciones y de género clásicamente modernas o las modificadas o flexibilizadas por la posmodernidad; sino que se ha limitado a “confirmar la mala realidad postmoderna”, deconstruyendo aspectos que el capitalismo mismo ya había deconstruido como la vestimenta y el comportamiento de hombres y mujeres.

La teoría de la escisión del valor también permite una crítica de la heteronormatividad e interpreta lo queer como una reelaboración, adaptada al capitalismo en la postmodernidad, de las contradicciones en la relación de género.

11. La relación de género debe ser interpretada a partir de la escisión del valor como principio formal de todos los planos sociales. En este sentido, se insiste en considerar la dialéctica entre esencia y apariencia, no reduciendo el análisis al plano fenomenológico. Para ilustrar lo anterior, la autora señala que si bien la “doble socialización” de las mujeres ha adquirido una nueva cualidad a partir de los años cincuenta, debido a que cada vez más mujeres se incorporan al ámbito del trabajo abstracto y adquieren igualdad con los hombres a nivel formativo, son ellas quienes siguen siendo responsables de las tareas domésticas y tienen que luchar más que los varones para llegar a las posiciones sociales más altas. En este sentido, se entiende que la estructura de la escisión del valor sigue existiendo a pesar de sus transformaciones. “En ese contexto hay indicios que señalan que probablemente nos movemos hacia un 'modelo mono–género', en el cual las mujeres son hombres, sólo que de otra manera”.

Ya que las viejas relaciones de género ya no se ajustan al “turbocapitalismo” con su exigencia de flexibilidad, las identidades se vuelven flexibles, pero se siguen caracterizando de manera diferente según los géneros. Más aún, los nuevos análisis sobre el tema “globalización y relaciones de género” sugieren que, a pesar de que parecía (o quizá sí fue así) que las mujeres habían conquistado mayores libertades dentro del sistema, “las tendencias de la globalización han llevado a un embrutecimiento salvaje del patriarcado”. En este sentido cabe tomar en cuenta los distintos contextos socio-culturales en las distintas regiones del mundo, para hacer visible la redistribución, entre los mundos de las mujeres, de los trabajos considerados femeninos.

De esta forma, la precarización de las relaciones laborales y la erosión de la estructura de la familia tradicional empujan a las mujeres a integrarse a al mercado laboral sin la oportunidad de asegurar su propia existencia. Al tiempo, la atomización social y la individualización ganan terreno, haciendo que la jerarquía de género se enfrente al desmantelamiento del Estado social y de imposición de medidas coercitivas para administrar la crisis.

Por lo tanto, durante esta etapa, la escisión del valor se separa de los rígidos soportes institucionales de la modernidad (sobre todo la familia y el trabajo), pero el patriarcado productor de mercancías “se vuelve más salvaje sin que se haya superado la relación entre el valor o el trabajo abstracto y los momentos escindidos de la reproducción.” A esto se le suma el incremento de la violencia masculina en diversos niveles y la persistencia de las viejas estructuras afectivas que siguen dando paso a que las mujeres lleven a cabo relaciones reproductivas, aun frente a las transformaciones psíquicas de las mujeres en la postmodernidad, que parece llevar a las emociones a un “código uni-género” que se corresponde con el de los hombres.

Si bien las flexi-identidades coactivas son fruto de la etapa actual del capitalismo, no se puede establecer que la “doble socialización” de las mujeres en la postmodernidad pueda estabilizar la reproducción social de manera duradera. Aunque, paradójicamente, la “doble socialización” de las mujeres individualizadas sí le es funcional a un patriarcado productor de mercancías que se desmorona (un ejemplo es que las mujeres se están convirtiendo en las gestoras de las crisis). Esta última tendencia no puede ser vista como una forma de emancipación, sino que se trata de una especie de sexismo invertido.

En este contexto cabría discutir qué otras consecuencias teóricas y prácticas habría que sacar a colación para superar los dilemas de la socialización bajo la escisión del valor, que cada vez reduce más a los sujetos y a la naturaleza y que no puede ser resuelta con programas de reforma de la vieja izquierda o keynesianos, ni tampoco con un modelo de economía solidaria en un contexto meramente comunitario.

Nexo con el tema que estudiamos: 

Como señala Scholz, la teoría de la escisión del valor se encuentra en un plano abstracto que es difícil proyectar en la realidad concreta. No obstante, la aportación de esta autora es imprescindible para visualizar la relación de género a la luz de las relaciones sociales de producción. Esto es importante en la medida que, cada vez más, el feminismo nutre a la teoría crítica para hacer análisis de lo social más amplios y certeros y entender dinámicas como la crisis actual del capitalismo desde planos que habían permanecido ocultos como la subvalorización y opresión de las mujeres.