Alejandro de la Garza es redactor de Time en la ciudad de Nueva York, Estados Unidos.

El ejército de Estados Unidos ha centrado sus esfuerzos en descarbonizar su fuerza militar. Los ajustes que han implementado podrían significar un ahorro sustancial de combustible y una reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero en todas las fuerzas armadas de Estados Unidos, pero la descarbonización de su ejército actual y sus 750 bases en el extranjero es una proyección poco realista.

El ejército estadounidense ha trabajado en diferentes informes y estrategias que centran las preocupaciones sobre el cambio climático y los efectos que podría tener en la seguridad nacional de Estados Unidos. Sin embargo, la mayoría de esas iniciativas se han quedado en la adaptación climática, dejando a un lado las verdaderas acciones para reducir la huella de carbono del Departamento de Defensa (DOD, por sus siglas en inglés).

En el gobierno de Barack Obama, el Congreso creó la oficina del Subsecretario de Defensa para Energía Operacional. Sus funciones respondieron a las mismas intenciones de la adaptación y el ahorro de energía, no a la reducción de la huella de carbono. Su principal impulso fue reducir los gastos de combustible durante las costosas guerras de Afganistán e Irak, así como incorporar nuevas tecnologías de energía renovable en las operaciones de campo.

En la administración de Donald Trump esas iniciativas perdieron atención por la tendencia negacionista del presidente y su gabinete. Sin embargo, quedaron vigentes algunas iniciativas como la directiva del DOD de 2016 que se retomó en la administración de Joe Biden. Si bien ha habido un recorte en las emisiones, su administración ha evitado imponer límites estrictos al DOD para dicha reducción.

El ejército ha buscado avanzar hacia la descarbonización, lanzando una nueva estrategia climática que declara llegar a cero emisiones netas para 2050 y la aceleración de proyectos de tecnologías verdes. Aunque la implementación de tecnologías ecológicas no está realmente vinculada con las preocupaciones por el cambio climático, sino más bien con el mejoramiento de la capacidad militar en el campo de batalla.

Si bien hay grandes ventajas en implementar tecnología que al mismo tiempo reduzca su impacto ecológico y amplíe la fuerza militar, existen declaraciones del ejercito que hacen dudar sobre la seriedad en que abordan el asunto. Tal es el caso del secretario adjunto del Ejército para instalaciones, energía y medio ambiente que declaró que el cambio climático no altera la misión principal del ejército que es luchar y ganar.

La empresa Emerging Fuels Technology ayudó a producir un combustible sintético para aviones a partir del dióxido de carbono del aire como un proyecto para la fuerza aérea estadounidense en agosto de 2021. Fue posible a partir de la combinación de un tanque de monóxido de carbono, fabricado por la empresa Twelve, e hidrógeno que se sometió a un proceso de craqueo similar al de las refinerías de petróleo para crear combustible para aviones. Después de ser estudiado, la fuerza aérea señaló que sería posible utilizar dicho combustible en los aviones, mezclado con 50% de petróleo.

Sin embargo, la transición energética de la fuerza aérea sería muy lenta ya que de concluirse la construcción de la planta de combustible que está en proceso produciría tan sólo 16 millones de galones de combustible al año, que representa menos del 1% del combustible que utilizan los aviones de la fuerza aérea, pues anualmente se emplean 2 mil millones de galones de combustible sólo en ese sector.

La única forma viable para reducir el uso de combustibles, y por ende las emisiones de dióxido de carbono, sería disminuir la frecuencia con la que vuelan los aviones de las fuerzas armadas, pues no es posible la existencia de un ejército sostenible con las dimensiones de las fuerzas armadas estadounidenses. Los beneficios de reducir sus unidades y bases militares no sólo serían climáticos, sino también sociales, ya que el dinero que se gasta en el mantenimiento del complejo militar estadounidense podría utilizarse para otro tipo de proyectos públicos.

Aunque eventualmente las fuerzas militares tendrán que responder con importantes reducciones en sus emisiones por la amenaza climática, para los responsables del ejército la idea de reducir su tamaño, disminuir el uso de combustibles y unidades es inviable pues les colocaría en una situación vulnerable frente a los enemigos extranjeros. Para el Pentágono, Estados Unidos no tiene otra opción que mantener una fuerza poderosa para preservar su presencia a nivel internacional.