El texto se centra en la producción y comercialización del aceite de palma, el daño que hace por un lado al medio ambiente destruyendo grandes extensiones de bosque tropical y liberando gran cantidad de carbono en la atmósfera; por otro a los indígenas nativos de las zonas donde se produce pues estos se han visto expulsados de las tierras donde han habitado por generaciones, y por último los migrantes que acuden a trabajar a dichas zonas sufren de terribles condiciones laborales.

El aceite de palma es una de las materias primas con mayor demanda en todos los países, debido a los distintos usos que se le puede dar: aceite para cocina, chocolates, champú y también puede convertirse en biocombustible. Una característica del aceite de palma es que se necesita sólo entre 10 y 25% de tierras para producir una tonelada de aceite de palma respecto de la superficie que requieren otros cultivos. Este tipo de palma sólo crece en las tierras bajas de las áreas tropicales: Malasia e Indonesia concentran cerca de 90% de la producción mundial. Entre otros datos de la destrucción ambiental están la deforestación y el secado de pantanos que han hecho de Indonesia uno de los principales actores del calentamiento global.

La alta demanda por aceite de palma ha llevado a los agricultores a cometer los más graves delitos en contra del medio ambiente pues en aras de aumentar la producción han preferido explotar selvas vírgenes que mejorar la productividad de la superficie existente. De tal forma, la agricultura enfrenta una gran disyuntiva entre crecimiento y el cuidado del medio ambiente, ante lo cual distintas empresas han realizado esfuerzos para cambiar a formas más sostenibles de producción.

En 2004 entre productores y usuarios se llevó a cabo una mesa redonda sobre aceite de palma sostenible (Roundtable on Sustainable Palm Oil, RSPO), donde algunas ONG criticaron a dicha industria y esto trajo consigo el establecimiento de nuevos estándares de producción, proponiendo que se limite la explotación en la selva virgen por lo cual solo debían producir y explotar la tierra en la que tenían derechos, también se introdujo un esquema de certificación. Ante lo cual las empresas han reaccionado positivamente aumentando así la oferta de aceite certificado a nivel mundial, alcanzando 11 millones de toneladas o un quinto del total mundial en 2014; esto también debido a que sus grandes consumidores están aplicando medidas sostenibles para todas las materias primas.

Suponiendo así que todas las empresas cumplan las promesas de transformación de la industria del aceite de palma esto podría ser un modelo a seguir para la agricultura de productos básicos a nivel mundial, pues organismos similares a la RSPO en todo el planeta han comenzado a crearse con la idea de llevar a cabo actividades similares a las de esta organización. Sin embargo deben estar conscientes de que no será una tarea fácil pues si bien los activistas que han convencido a consumidores europeos y estadounidenses de los delitos que cometían los productores de aceite, en China e India han tenido menos éxito propiciando así que las empresas que proveen a estos dos mercados se vean menos reformados que las que venden en América y Europa.

Otra de los desafíos que existe es mejorar la productividad de los pequeños productores sin destruir más bosques sino simplemente mejorando sus procesos pues la demanda es muy grande y va en aumento. Pero sin duda el mayor de los retos radica en exhortar a los gobiernos de los países productores a aumentar su grado de participación en el reverdecimiento de las áreas explotadas y la aplicación de reglas y sanciones a quien no cumpla con las certificaciones impuestas por la RSPO. El temor de los gobiernos radica en que se cree que la sostenibilidad y el reverdecimiento frenarían el crecimiento económico ante lo cual un grupo de empresas encabezados por Sime Darby llevaron a cabo una investigación para saber qué zonas eran incompatibles con la producción de aceite de palma con la firme intención de aumentar la producción sin dañar más al planeta mostrando así que la expansión de la industria no tiene por qué ser incompatible con el reverdecimiento y el cuidado del medio ambiente.

En conclusión observamos que la industria de aceite de palma ha acatado casi en sus totalidad las certificaciones impuestas por la RSPO ante lo cual se ha visto favorecida pues los grandes consumidores de dicho producto han acatado también medidas ecológicas y sostenibles para sus respectivas producciones. Sin embargo se necesita mayor participación de los estados en dichas regulaciones para que puedan ser implantadas en zonas como India y China donde los productores de aceite no han seguido las certificaciones esto debido a que sus consumidores han hecho oídos sordos a las críticas que hacen los activistas ambientalistas a los productores siendo ahí donde el gobierno podría solucionar dichos conflictos.