Inversión extranjera directa y reestructuración industrial. México 1983-1988

Cita: 

Ornelas, Raúl [1991], Inversión extranjera directa y reestructuración industrial. México 1983-1988, México, IIEc-UNAM, 212 pp.

Portada: 
Body: 

Descarga el libro completo

Presentación

La preocupación por establecer las líneas generales del comportamiento del capital extranjero en la industria de México es la principal motivación del trabajo que ahora presentamos a la atención de los lectores. Bajo la guía de la hipótesis general que propone al capital extranjero como el principal vehículo de la reestructuración industrial en México, se intenta mostrar el vínculo existente entre las estrategias de deslocalización productiva llevadas a cabo por las empresas trasnacionales y las transformaciones de la planta industrial del país, por un lado, y por el otro, los principales rasgos de la inversión extranjera en México, todo ello para el periodo reciente. Estas ideas están respaldadas por una amplia recopilación de datos estadísticos y por dos muestras representativas de las principales empresas trasnacionales y nacionales.

Deseo agradecer a la maestra Ana Esther Ceceña su inapreciable colaboración -y su paciencia - así como los valiosos comentarios que hizo al trabajo. De igual manera, agradezco los aportes de Alejandra Ramírez y Eduardo Manzo, sin cuya participación habría sido imposible llevar a buen término las tareas de recopilación estadística; a Raúl Urbán y Rolando Ramírez por la asesoría y las facilidades dadas para el uso de los equipos de cómputo de la División de Estudios de Posgrado de la Facultad de Economía.

Por último, se debe señalar que esta investigación constituye una síntesis y una reelaboración de un trabajo más extenso, el cual sustenté como tesis de licenciatura. Por una parte, se han dejado de lado algunas referencias históricas y diversos cuadros estadísticos que hacían aún más voluminoso el texto. Por otra, se incluyen nuevos aspectos sobre las tendencias actuales de la reestructuración capitalista, que no habían sido abordados en esa primera versión. He dejado de lado la tentación de actualizar la información estadística utilizada porque las cifras más recientes no hacen sino remarcar las tendencias señaladas: los cambios recientes (sobre todo en Europa) aún no han comenzado a figurar en las estadísticas. Por razones de espacio fue suprimido un anexo con la relación de empresas trasnacionales y nacionales, que es la parte de trabajo estadístico original desarrollado por nosotros; estos listados así como otros datos adicionales sobre el tema, pueden ser consultados en la tesis Inversión extranjera directa y reestructuración industrial. México 1983- 1988, en la Facultad de Economia de la UNAM.

abril de 1990

Introducción

La importancia creciente del capital extranjero hace imprescindible su análisis para la comprensión de las tendencias del desarrollo económico de México. Durante la década de los setenta esta preocupación generó una gran cantidad de investigaciones, entre las que destacan: México en la órbita imperial de José Luis Ceceña, La inversión extranjera en México de Bernardo Sepúlveda y Antonio Chumacero, y Las empresas trasnacionales de Fernando Fajnzylber y Trinidad Martínez, las cuales constituyen el fundamento del presente trabajo. En los años ochenta, los esfuerzos por aprehender el fenómeno de la penetración extranjera en la economía nacional están marcados por la rediscusión de la teoría del desarrollo económico y se han enriquecido con nuevas perspectivas teóricas, fundamentalmente con los análisis sobre la crisis y recomposición del proceso de trabajo y la discusión en torno al proceso de internacionalización del capital: estos cambios rebasan los ámbitos de la producción académica marxista y permean los análisis de otras escuelas de pensamiento e incluso las investigaciones de los organismos económicos multilaterales. (1) En este marco se inscribe nuestro trabajo.

Nos proponemos analizar la evolución de la inversión extranjera directa (IED) en México durante el período 1983-1988, enfatizando el proceso de penetración del capital extranjero en la estructura industrial. Actualmente, el proceso de internacionalización de capital alcanza un nivel de desarrollo incomparablemente mayor al de cualquier período histórico anterior: la empresa trasnacional y las tendencias de la disgregación geográfica de la producción (deslocalización productiva) constituyen su expresión más acabada. El conjunto de relaciones económicas (producción e intercambio) que caracteriza la actividad de las trasnacionales constituye lo que llamaremos circuitos internacionales de la valorización del capital; estas relaciones son dominantes en la economía mundial. El comportamiento de las empresas trasnacionales y, particularmente, la evolución de las inversiones extranjeras, ocupan un lugar central en la explicación de la crisis y de las transformaciones que vive la economía mexicana: tomando como referencia las estrategias de valorización del capital trasnacional, estudiamos el proceso de reestructuración de la industria en México, intentando mostrar hasta qué punto ambos procesos siguen una lógica de desarrollo común.

La hipótesis básica de la investigación plantea que, en el contexto de crisis (contracción económica, dificultades para penetrar los mercados externos, deuda externa, escasez de divisas, etc.) y debido a las características de la industrialización (dependencia del exterior en tecnología y bienes de capital, falta de competitividad), será la IED el principal vehículo de la reestructuración industrial y, por lo tanto, será el elemento definitorio de las nuevas formas que asuma la articulación de la economía de México con el mercado mundial.

Planteamos enseguida cuatro subhipótesis:

1. El comportamiento de la IED está determinado por las estrategias de valorización de los grandes capitales trasnacionales. Delinear tales estrategias nos permitirá explicar la orientación de la inversión extranjera en la estructura productiva de México.

2. Las empresas trasnacionales cuentan con grandes ventajas competitivas, en cuanto a movilización de recursos financieros y tecnológicos para adecuar sus procesos productivos a los estándares del mercado mundial, lo cual contrasta con la incapacidad de la estructura productiva de México para generar las divisas que requiere su modernización, situación agravada por los problemas del financiamiento externo (pago de la deuda, restricción de los créditos internacionales y altas tasas de interés).

3. Los sectores y actividades en que predomina el capital extranjero serán los que mayor dinamismo presenten, crecimiento de la inversión, el producto y las ventas. El dinamismo de estos sectores señalará las características centrales de la evolución a mediano plazo de la industria en México, y por otra parte, determinará las nuevas formas de relación con la economía mundial.

4. Al liberalizar el ingreso de la IED las políticas del gobierno favorecen la agudización del dominio del capital extranjero sobre la economía mexicana.

A partir de estas hipótesis, desarrollamos tres líneas de investigación:

En primer lugar, describimos los flujos mundiales de inversión y los aspectos centrales de la reestructuración de la industria con la finalidad de establecer las líneas generales de las estrategias de valorización del capital hegemónico y algunas de las contradicciones de la actual reestructuración capitalista.

En segundo lugar, aportamos diversos indicadores de la evolución reciente de la IED en México (montos, países de origen, distribución sectorial), estimando su importancia en la economía nacional, particularmente en el sector industrial, para establecer el papel de las inversiones extranjeras en la transformación de la planta industrial y planteando algunos de los efectos que acarrearon las políticas económicas entre 1982 y 1987.

Por último, abordamos la discusión de la política económica del gobierno de Miguel de la Madrid, enfatizando las medidas que involucran a la IED; en este terreno mostramos las contradicciones de la estrategia oficial y avanzamos en el análisis de sus posibles efectos sobre la estructura productiva del país.

LA CRISIS: MARCO DE REFERENCIA DE LA INVESTIGACIÓN

La crisis actual del capitalismo significa la ruptura de las bases del proceso de valorización de capital en escala mundial, es decir, la quiebra de los procesos que desde finales de la segunda guerra mundial permitieron un crecimiento económico acelerado. En el terreno de la internacionalización del capital, la crisis implica que las formas que asumió la expansión capitalista obstaculizan la valorización de la fracción hegemónica, el capital trasnacional.

En el centro de las contradicciones que originan la crisis, ubicamos el agotamiento de los procesos de trabajo basados en el taylorismo-fordismo,(2) principal forma de organización productiva del período. Tres factores explican esta crisis.

En primer término, la parcelación de las tareas, la degradación de los contenidos del trabajo y las precarias condiciones de la reproducción de la fuerza de trabajo, se conjugan para dar lugar a un cuestionamiento de la organización capitalista del trabajo por parte de las clases obreras de los países capitalistas desarrollados. Las causas de la "aversión al trabajo fabril" son "condiciones de trabajo penosas, sucias, tareas ingratas y sin gran interés [...] relaciones humanas desagradables y difíciles y salarios insuficientes, inseguridad en el empleo, perspectiva de promoción limitada", (3) es decir, formas de gestión de la fuerza de trabajo propias del taylorismo-fordismo que, inicialmente, sustentaron los avances de la productividad.

Hacia finales de los años sesenta se producen grandes luchas obreras que ponen en evidencia la vulnerabilidad de esta forma de organización del trabajo; prácticamente en todos los países capitalistas desarrollados tienen lugar movimientos obreros que demandan cambios en la organización fabril, mejores condiciones de trabajo y mayores remuneraciones. En la base de estas luchas está el obrero descalificado propio de la línea de montaje, del trabajo parcelado al máximo; asimismo, el cuestionamiento de la clase obrera da relieve a otras formas de resistencia "subterránea" y cotidiana al dominio capitalista en el proceso de trabajo, ausentismo, elevada rotación del personal, aumento de los desperfectos de la producción, sabotaje. De esta forma, el taylorismo-fordismo pierde su efectividad como forma de gestión de la fuerza de trabajo en el proceso de producción. En el caso de los países subdesarrollados, si bien las luchas de los trabajadores de las industrias fordistas no alcanzan las dimensiones de las suscitadas en el polo desarrollado, son también sustento de la reorganización de los movimientos obreros nacionales, sea en conflicto con dictaduras militares o bien en el enfrentamiento con el capital trasnacional;(4) en cualquier caso, la vulnerabilidad de las industrias fordistas frente a las grandes concentraciones obreras es un hecho que actúa también en las economías subdesarrolladas.

En segundo término, el taylorismo-fordismo enfrenta obstáculos muy grandes para aumentar la productividad del trabajo. La parcelación de las tareas y la coordinación (y cohesión) del proceso alcanzan un nivel tal de complejidad que obstaculizan el crecimiento constante de la productividad. Por una parte, la división del trabajo se profundiza hasta el punto en que se alcanzan los límites de la resistencia física (y psíquica) de los trabajadores, por lo que esta vía de aumentar la productividad se bloquea; por otra, la atomización del proceso de trabajo provoca el crecimiento de las tareas de coordinación del proceso y los tiempos muertos de la producción, por lo que la cadena de montaje en tanto forma general de la unidad de los procesos de trabajo fordistas, comienza a obstruir los aumentos de productividad. El capital ensaya diversos mecanismos de coerción (aumento de la vigilancia en el trabajo, nuevos estudios de tiempos y movimientos) que enfrentan la oposición de los trabajadores y, en general son poco viables pues implican fuertes aumentos de los costos.(5)

En tercer lugar, las industrias fordistas son sumamente vulnerables frente a las fluctuaciones del mercado. Dadas las escalas productivas y la "rigidez" de la tecnología (y en alguna medida de la fuerza de trabajo), estas actividades enfrentan graves dificultades de acuerdo al ciclo económico, capacidades ociosas crecientes que alcanzan su máximo con el estallido de la crisis (sobreproducción); por ello, en un determinado nivel de satisfacción de la demanda, la producción fordista implica la no valorización de enormes masas de capital.

Las actividades organizadas de manera fordista ven cuestionada su base productiva en estas vertientes, lo cual impone la necesidad de emprender transformaciones sustanciales. El objetivo principal de la ofensiva capitalista es modificar las relaciones de fuerza frente a los trabajadores en la producción, proceso que trasciende indudablemente a los ámbitos de la sociedad y el Estado; tal es el núcleo de los conflictos en los países capitalistas durante los años setenta y ochenta; a partir de la necesidad objetiva del capitalismo de modificar las condiciones de la valorización, las clases sociales (y fracciones de clase) impulsan opciones diversas acerca de la orientación del cambio productivo y del resto de los aspectos de la reproducción social.

Ante la falta de alternativas globales por parte de las clases dominadas, el capital ha impuesto cambios fundamentales en las formas de organización del proceso de trabajo y en las pautas de la internacionalización del capital (IC). La introducción de tecnologías basadas en la informática y el control computarizado y la llamada flexibilización del trabajo se encuentran en el centro de la reestructuración capitalista.

En el terreno del proceso de trabajo, las nuevas tecnologías atacan los obstáculos al aumento de la productividad reduciendo las barreras físicas a la intensificación de las tareas (como la introducción de robots) y haciendo posible (y rentable) una adecuada coordinación de los procesos productivos (mayor control sobre los trabajadores y la producción); asimismo, permite la adaptación de las empresas a las señales del mercado, reduciendo los montos de capital inmovilizados. La flexibilización es una estrategia capitalista que busca romper la resistencia obrera frente a la intensificación de las tareas y la recomposición de los procesos de trabajo, mediante el replanteamiento de las normas que rigen el trabajo (ataques a los contratos colectivos), el debilitamiento de los sindicatos y la modificación de las leyes que regulan la relación capital-trabajo en el nivel social.

Las nuevas tecnologías modifican las relaciones de fuerza en favor del capital tanto al incrementar la amenaza del desempleo (en términos relativos, existen menos puestos "fordistas" de trabajo), como al reducir la eficacia de las formas de resistencia obrera;(6) por su parte, los sindicatos se han mostrado incapaces de formular alternativas y nuevas formas de organización, colocándose en una posición defensiva frete a los ataques del capital, por lo que ha aceptado el replanteamiento de las normas que rigen el trabajo e incluso la contención de los salarios. En otra vertiente, la aplicación de las nuevas tecnologías requiere de la modificación de las normas laborales en tanto se redefine la parcelación de las tareas; el capital busca aprovechar la "polivalencia" del trabajador en lugar de profundizar en su especialización. No obstante, la expansión capitalista hereda un conjunto de "acuerdos" que fijan los límites máximos para la utilización de la fuerza de trabajo y obstaculizan la implantación de las nuevas tecnologías, por lo que el capital busca destruir los contratos colectivos. De esta manera, la reestructuración tecnológica y la flexibilización del trabajo aparecen como aspectos complementarios en la estrategia capitalista.

Estos procesos se desarrollan de manera contradictoria:

La reestructuración comprende tanto las transformaciones productivas como la exacerbación del taylorismo-fordismo en aquellas actividades en que el contexto social lo permite, es decir, el desarrollo tecnológico y la flexibilización del trabajo son inducidos de manera desigual, de acuerdo a las necesidades de la valorización. Desde el punto de vista de la demanda, esto significa que los avances en la productividad del trabajo no alcanzan al conjunto de las actividades económicas, asimismo, la importante reducción del empleo implicada por la introducción de las nuevas tecnologías merma el crecimiento de la demanda en el nivel social. En el proceso de trabajo, la implantación de la automatización flexible enfrenta el surgimiento de nuevas formas de control y resistencia de los trabajadores, alrededor de la contradicción entre concepción y ejecución y de las demandas de recalificación, además de las luchas en torno a la salud, la reducción de la jornada, etcétera.

Así, aun cuando significa avances importantes en la recomposición de las bases de la acumulación, la automatización flexible no ha alcanzado aún la extensión necesaria para constituirse en una salida a la crisis económica actual.

Por lo que toca a la IC, la crisis también ha significado el bloqueo de los mecanismos que, en este terreno, sustentaban la valorización del capital. Por ello, la reestructuración implica transformaciones en las pautas de la internacionalización.

El uso de la informática y las telecomunicaciones en la trasmisión de información y la aplicación de tecnologías de control computarizado han permitido la deslocalización de fases y procesos integrados en escala internacional y, fundamentalmente, han hecho posible la reconversión inmediata de los procesos productivos ante conflictos laborales y/o cambios en la situación del mercado; de tal forma, se mina el poder de los sindicatos, tanto en los países desarrollados como en los subdesarrollados, y se logra una mayor adaptación a las coyunturas del mercado, reduciendo al mínimo el capital inmovilizado (stocks y capital fijo). Estos cambios reactivan la acumulación en tanto permiten el desplazamiento de la producción hacia regiones donde las ganancias son más elevadas (mayores mercados y/o menores costos).

La automatización significa nuevas posibilidades para la desmoralización en dos vertientes principales. Por una parte, la expulsión de las fases o procesos que no pueden (o no requieren) ser tecnificados aún o bien aquellos que son contaminantes o excesivamente peligrosos, cuya relocalización responde a la búsqueda de fuerza de trabajo barata abundante y sin organización sindical y de menores costos de operación (agua, energía, materias primas, cargas fiscales), cuya producción se destina al mercado mundial (y en todo caso, a servir como materia prima en otro proceso); el ejemplo clásico de esta forma de la internacionalización productiva es el ensamblado de componentes electrónicos.

Por otra, la automatización implica el movimiento inverso en el caso de otras actividades, es decir, la reconcentración de fases a partir de las nuevas posibilidades de la maquinaria y la transmisión de la información. Dados los altos contenidos tecnológicos de esta producción, el capital busca mayores niveles de calificación del trabajador en el sentido ya no de la habilidad manual sino del “pensamiento abstracto” y la responsabilidad, y requiere la cercanía de los mercados consumidores y la “seguridad” (jurídica, socio-política) de los países desarrollados.

En principio, podemos plantear que estas formas de la deslocalización responden a las características de las economías subdesarrolladas y desarrolladas, respectivamente, esto es, las actividades con altos requerimientos de mano de obra tienden a concentrarse en el polo de menor desarrollo, en tanto que las producciones de alto contenido tecnológico prefieren establecerse en los países desarrollados. Una visión más detenida, nos permite ver que estas tendencias no son excluyentes entre sí y operan en ambos espacios, por ejemplo, los capitales europeos se desplazan hacia la economía norteamericana no sólo por el factor mercado o la posibilidad de acceder a la tecnología, sino también por los menores salarios y las diferencias en las leyes que norman el trabajo asalariado; paralelamente, las economías subdesarrolladas alojan ya no sólo fases ensambladoras sino también procesos de contenidos tecnológicos similares a los emplazados en el polo desarrollado, como aquellos que requieren de una altísima disciplina laboral (los “cuartos limpios” de la electrónica y la farmacéutica) o bien aquellos donde la automatización no hizo declinar sustancialmente la intensidad del trabajo (la automotriz).

Planteamiento del objeto de estudio

Proponemos abordar el estudio de la inversión extranjera en México como manifestación del proceso internacional de desarrollo capitalista. La mayor parte de las perspectivas teóricas que han abordado el problema de la relación entre economías subdesarrolladas y capitales trasnacionales carecen de un planteamiento metodológico correcto, pues postulan la identidad teórica entre los distintos niveles de desarrollo de los espacios económicos y, en ese sentido, hablan de países en vías de desarrollo, utilizando los mismos conceptos y mediaciones para el análisis de ambas realidades. O bien, se reconocen las características propias del desarrollo de cada espacio económico, convirtiéndolas, erróneamente, en los determinantes centrales de la evolución económica. En nuestro caso, planteamos la necesidad de considerar el capitalismo como una totalidad orgánica y jerarquizada, donde sus principales elementos se condicionan mutuamente, es decir que, aun cuando existe una tendencia de evolución, una lógica de desarrollo, ésta no actúa en el vacío, sino en medio de múltiples obstáculos y contratendencias: para el análisis de nuestro objeto de estudio planteamos la necesidad de considerar como determinante central la lógica de valorización de los capitales internacionalizados, incorporando los determinantes de segundo orden como la relación interna de las clases sociales, la intervención del Estado y el peso de los capitales locales en la economía mexicana, de tal manera que podamos plantear un panorama lo más cercano posible a la realidad. Dicha lógica dominante encuentra su expresión en las nuevas tendencias de la localización productiva y en la evolución de las inversiones extranjeras.

En este terreno, el concepto de heterogeneidad estructural ocupa un sitio privilegiado, pues nos permite aprehender las disparidades del desarrollo capitalista en México.

Históricamente, el capital extranjero ha tenido una influencia decisiva en la economía mexicana. La estructura productiva del país se ha desarrollado bajo el dominio directo (empresas) e indirecto (créditos, venta de tecnología) de dicho capital; sin embargo, la presencia del Estado, tanto a través de sus empresas como de la regulación institucional, ha impuesto límites mínimos a la penetración del capital extranjero, a diferencia de lo que sucedió en otros países subdesarrollados (hoy semiindustrializados). En ese contexto, el cambio fundamental que experimenta la economía mexicana en el período reciente es la búsqueda, en el corto plazo, de una integración estrecha con las economías desarrolladas, para lo cual se precisa el desmantelamiento de los instrumentos de intervención y regulación estatal: la privatización, la liberalización comercial y la reformulación de los ordenamientos legales en materia de IED, son los vehículos de este proceso. En su base, encontramos las nuevas tendencias de localización productiva puestas en acción por las fracciones hegemónicas del capital, entre 1983 y 1988, el ingreso de la IED a la estructura productiva estuvo ligado a tres mecanismos principales, la capitalización de pasivos (swaps), las maquiladoras y el establecimiento de nuevas firmas, formas en que se dio la expansión de las actividades que liderean la reestructuración internacional: automotriz, electrónica, entre otras.

Se asiste al aumento en el peso económico de las empresas con capital extranjero, producto de la posibilidad de acceder a la tecnología, los recursos financieros y a los mercados externos; las inversiones extranjeras tienden a controlar los aspectos centrales de la actividad económica: empresas dinámicas, nuevas tecnologías, exportaciones. El curso de la crisis ha mostrado que la posición de los capitales nacionales tiende a declinar, a menos que se asocien con la fracción extranjera: de ahí la importancia de las políticas de regulación y fomento de la IED, en tanto mecanismos que deberían coadyuvar a la modernización tecnológica pero resguardando la soberanía nacional sobre los recursos humanos y económicos. Por el contrario, la política de IED ha estado sobredeterminada por necesidades coyunturales impuestas por el gobierno: en contradicción con lo establecido en los planes de gobierno, la autorización de las inversiones extranjeras no ha considerado las necesidades (tecnológicas y financieras) de la reestructuración productiva, quedando sujeta tan sólo al criterio de la obtención de divisas, destinadas al pago puntual de la deuda externa.

Por último, esta forma de abordar el problema nos ha permitido delimitar los principales campos de la reestructuración de la economía mexicana: alrededor del capital extranjero se articulan las actividades dinámicas, quedando en un segundo espacio los sectores protegidos por el Estado; las actividades decadentes sufren desinversión y la quiebra de capitales pequeños y medianos, sin posibilidad alguna de modernización. Desde otra perspectiva, los cambios en las características de los procesos productivos que se instalan en nuestro país están modificando las relaciones de trabajo y la estructura del empleo: la instalación de procesos tayloristas implica la exacerbación de los ritmos de trabajo y el desgaste prematuro de la mano de obra, en una situación similar se encuentran los subcontratistas de las empresas "modernas"; las maquiladoras "de nuevo tipo" modifican las calificaciones y las escalas salariales (niveles superiores al promedio), constituyéndose en un elemento novedoso dentro de la economía; la flexibilización del trabajo ha operado de manera brutal a través de dos vías, en muchos casos complementarias, la quiebra y/o cierre de empresas y la mutilación de los contratos colectivos; durante 1983-1988, la vía más socorrida fue la desaparición de las empresas y su posterior apertura con nuevos contratos colectivos (Ford, por ejemplo). Cuando los ataques se enfocaron hacia los sectores con mayor peso dentro del aparato de control corporativo, se tendió a utilizar el chantaje del cierre o la quiebra para obligar a la mutilación de los contratos.

Tales son los elementos más generales de la investigación; en lo que sigue, dada la diversidad de aspectos que conforman el objeto de estudio, desarrollamos en cada capítulo los aspectos metodológicos que consideramos pertinentes.


(1) Esto puede apreciarse en los estudios del Centro de Empresas Trasnacionales (CET) de la ONU que ha realizado algunos de los trabajos más exhaustivos sobre el tema.

(2) Cabe aclarar que el fordismo alude no sólo a una forma de la producción sino a una forma de organización social (reproducción) y prácticas estatales acordes con la expansión del capital (estado benefactor); sin embargo, en nuestro argumento consideramos al fordismo sólo en el primero de estos aspectos.

(3) Comisión de empleo, subcomisión política de empleo, "La désaffection a l'emploi industriel", informe de Jean Dupront, 1970, citado por Benjamin Coriat en El taller y el cronómetro, cap. 8, p. 131.

(4) Este proceso ha sido particularmente claro en el caso de Brasil, cuyo desarrollo capitalista se acelera en los años setenta. Al respecto, véanse los trabajos de John Humphrey, publicados en Cuadernos Políticos, México, ed. Era: "El proletariado y la industria automotriz brasileña", núm. 24, abril-junio de 1980; "La fábrica moderna en Brasil" núm. 31, ene.-mar., 1982.

(5) Coriat, Benjamin, El taller y el cronómetro, caps. 8 y 9, México, Siglo XXI Editores, 1985; Michel Aglietta, Regulación y crisis del capitalismo, primera parte, cap. 2, México, Siglo XXI Editores, 1986

(6) Shaiken, Harley. "Computadoras y relaciones de poder en la fábrica", en Cuadernos Políticos, núm. 30, México, ed. Era, octubre-diciembre de 1981, pp. 7-32.

Fuente: 
Publicaciones Let
Fecha de publicación: 
1991