La trayectoria del capitalismo histórico y la vocación tricontinental del marxismo

Cita: 

Amin, Samir [2012], "La trayectoria del capitalismo histórico y la vocación tricontinental del marxismo", Monthly Review, edición online, 2ª época (12), septiembre, https://media.wix.com/ugd/58e728_6beaf0c982d94c8c916fc875ac9243e1.pdf

Fuente: 
Artículo científico
Fecha de publicación: 
Septiembre, 2012
Tema: 
Periodización del capitalismo histórico (preparación, madurez y declive), de sus crisis prolongadas y de las iniciativas surgidas desde la periferia frente al imperialismo y al capitalismo
Idea principal: 

Samir Amin es un economista egipcio. Es uno de los más reconocidos especialistas sobre el desarrollo desigual y las relaciones centro-periferia en el capitalismo. Es el principal impulsor del Foro Mundial de las Alternativas.

La historia del capitalismo está compuesta por tres distintas fases que se suceden: 1) una extensa fase de preparación, del año 1000 a 1800, en la que se opera la transición del "modo tributario" hacia el capitalismo; 2) un "breve periodo de madurez" en el siglo XIX, en el cual "Occidente" afirmó su dominio; y 3) una fase de largo declive que inició en el siglo XX, caracterizada y causada por "el despertar del Sur", en que los pueblos recuperan la iniciativa en la transformación del mundo. Esta lucha contra el imperialismo que caracteriza a la fase de declive del capitalismo histórico "es en sí misma el agente potencial de la larga ruta de transición más allá del capitalismo y hacia el socialismo". El siglo XXI se inserta en la tercera fase, de declive, del capitalismo histórico, y está caracterizado por una segunda ola de iniciativas por parte de los pueblos del Sur.

Antes de la consolidación del capitalismo en la Europa atlántica, durante la "fase de preparación", hubo distintas oleadas de innovación social y tecnológica que dieron pie a la ulterior constitución de la modernidad capitalista. La más antigua de estas oleadas se originó en China en el siglo XI; esta oleada dio a China una serie de innovaciones tecnológicas que potenciaron la productividad social del trabajo en una medida tal que no fue superada por Europa sino hasta el siglo XIX. Una oleada de Medio Oriente sucedió a la de China y fue transmitida a las ciudades italianas por medio de las Cruzadas. La última oleada de esta etapa de transición del mundo tributario al capitalismo moderno se dio en la Europa occidental tras la conquista de América y asumió la forma de mercantilismo. "La variante europea ('occidental') del capitalismo histórico que surgió en la Europa central y atlántica [...] desarrolló sus propias características, destacadamente un modo de acumulación basado en la desposesión, primero del campesinado y después de los pueblos de las periferias, que fueron integrados como colonias dentro de su sistema global. Esta forma histórica es, por ello, inseparable de la contradicción entre centros y periferias que construye, reproduce y profundiza sin cesar".

El capitalismo histórico adquirió su forma acabada en las postrimerías del siglo XVIII con el advenimiento de la revolución industrial inglesa (que inventó la "maquinofactura" y trajo consigo al moderno proletariado industrial) y de la revolución francesa, que modificó la política moderna. El capitalismo alcanzó su madurez y su apogeo en el siglo XIX; fue hasta entonces que "la acumulación de capital asumió su forma definitiva y se convirtió en la ley fundamental que gobierna la sociedad". Desde sus orígenes el capitalismo trajo consigo tendencias constructivas y tuvo una función progresiva, en particular al elevar prodigiosamente la productividad del trabajo social. Pero trajo al mismo tiempo tendencias destructivas, dos de ellas apuntadas por Marx: la destrucción del ser humano y de la naturaleza, los dos fundamentos de la riqueza. "En mis análisis del capitalismo histórico subrayé, en particular, una tercera dimensión del carácter destructivo de la acumulación: la desposesión material y cultural de los pueblos dominados de la periferia que, de alguna manera, Marx pasó por alto. El motivo fue, sin duda, que en el breve periodo en el que Marx estaba produciendo sus estudios, Europa parecía dedicada casi en exclusiva a las exigencias de la acumulación interna. Marx, en consecuencia, relegó esa variante de la desposesión a una fase temporal de 'acumulación primitiva' que, según mi descripción, por el contrario, es permanente".

Junto con sus tendencias constructivas y progresivas, el capitalismo produjo las condiciones materiales y político/culturales que hacían no sólo posible sino necesaria su superación por el socialismo.

El prolongado declive del capitalismo inició hacia finales del siglo XIX. "Entiendo por ello que las dimensiones destructivas de la acumulación, con creciente celeridad, se imponían ahora sobre su dimensión constructiva y progresista". La característica que da forma a la fase de declive del capitalismo es el establecimiento de nuevos monopolios productivos como una respuesta ante la primera crisis estructural duradera del capitalismo en la década de 1870, con lo que el capitalismo clásico, de libre competencia, llegaba a su fin. Lenin pensó que esta primera crisis prolongada del capitalismo sería también la última. La historia demostró, sin embargo, "que el capitalismo era capaz de superar esa crisis, al coste de dos guerras mundiales" y que incluso era capaz de adaptarse a las revoluciones que se dieron en Rusia y en China y a los procesos de liberación nacional en Asia y África.

El capitalismo enfrentó una segunda crisis sistémica estructural y prolongada que inició en la década de 1970. Ante esta crisis estructural, al igual que frente a la anterior, el capitalismo respondió con una transformación cualitativa, "que asumió la forma de lo que he descrito como 'capitalismo monopolista generalizado'". Lo que distingue al imperialismo que siguió a la segunda crisis prolongada del capitalismo respecto del que siguió a la primera es que en aquél, que surge en el último tercio del siglo XX, los monopolios son generalizados. “Desde este momento en adelante, estos no sólo comandaron la cumbre de la economía moderna, sino que también consiguieron imponer su control directo sobre el conjunto del sistema de producción”, poniendo a su servicio a las pequeñas y medianas empresas y reduciendo a muchos productores –a los agricultores, en particular- al estatus de meros subcontratistas. En esta fase de la centralización del capital, los vínculos del capital con la burguesía se han roto. Se trata de un cambio inmensamente importante: la burguesía histórica, constituida por familias localmente arraigadas, ha dado paso a una oligarquía/plutocracia anónima que controla los monopolios”.

A partir de la etapa "mercantilista atlántica de transición al capitalismo maduro" que inició en 1500 y hasta 1900 Occidente fue el amo del juego, imponiendo el capitalismo a los pueblos de la periferia. Los pueblos y naciones periféricas se resistieron a la dominación pero al final fueron forzados a adaptarse a su nuevo estatus subordinado. No obstante, el siglo XX inauguró "el despertar de los pueblos de las periferias", que tuvo distintas manifestaciones con las revoluciones en Irán (1907), México (1910), China (1911) y Rusia (1905 y 1917). Las revoluciones socialistas y los movimientos por la liberación nacional deben entenderse como una reacción ante la primera crisis prolongada del capitalismo histórico (1875-1950) por parte de los pueblos de la periferia. Esta "primera oleada del despertar de los pueblos de la periferia" se desgastó por sus propias limitaciones y contradicciones, así como por el éxito del imperialismo para encontrar nuevas formas de dominación (control de la innovación tecnológica, del acceso a los recursos, de las armas de destrucción masiva, etc.).

Aun cuando logró contener el despertar de los pueblos periféricos, cien años después de su primera gran crisis, el capitalismo pasó por una segunda crisis prolongada. Frente a esta segunda crisis, las reacciones del capital fueron similares a las que tuvo ante la primera: centralización reforzada del capital ("que hizo surgir el capitalismo monopolista generalizado"), la globalización y la financiarización. Sin embargo, la segunda belle époque del “nuevo imperialismo colectivo de la Tríada (Estados Unidos, Europa y Japón)” fue brevísima, de menos de dos décadas, entre 1990 y 2008. Esta belle époque, al igual que la anterior, fue seguida por caos, guerras y revoluciones. El segundo despertar de los pueblos periféricos hizo sentir al imperialismo colectivo de la Tríada que no permitiría que mantuviera intocado su dominio “si no era por medio del control militar del planeta”. En esta situación, el establishment de Washington ha hecho sentir que tiene perfecta claridad, “al contrario que la visión ingenua de la mayoría de corrientes del ‘altermundismo’ occidental”, de cuáles son los conflictos decisivos de nuestra época y de cómo abordarlos para hacer frente a su objetivo estratégico de dominio del planeta.

Amin hace valiosas precisiones sobre su forma de concebir el imperialismo, las "crisis prolongadas" del capitalismo y las guerras mundiales: "no concibo las dos largas crisis del capitalismo monopolista maduro como ciclos largos de Kondratiev, sino más bien como dos fases a la vez de declive del capitalismo histórico globalizado y de una posible transición al socialismo. Tampoco concibo el periodo de 1914 a 1945 exclusivamente como la 'guerra de los treinta años' para ventilar la sucesión a la 'hegemonía británica'. Concibo ese periodo, a la vez, como una prolongada guerra conducida por los centros imperialistas contra el primer despertar de las periferias (en el Este y en el Sur)". Para Amin, el imperialismo no es –como pensaba Lenin- una “fase superior del capitalismo” sino una “fase permanente del capitalismo”, que tiende a reproducir y profundizar la polarización centro-periferia.

Ante las transformaciones cualitativas experimentadas por el capitalismo en su fase “monopolista generalizada”, cabe preguntarse: “¿no deberíamos concluir que el tiempo del capitalismo ya ha pasado? No hay otras respuesta posible al desafío: los monopolios deben ser nacionalizados. Este es un primer paso, inevitable, hacia una posible socialización de su dirección por parte de los trabajadores y los ciudadanos. Sólo eso hará posible que progresemos en el largo camino hacia el socialismo”. De lo contrario, la lógica de dominación del capital no puede traer consigo sino el autoritarismo y un declive de la civilización hacia una “situación de ‘apartheid generalizado’ de escala mundial”.

En la construcción de una perspectiva que busque la transición al socialismo es necesario partir del reconocimiento de que las luchas políticas y sociales del siglo XX no trataron tanto de impugnar al capitalismo sino más bien su dimensión imperialista. Es preciso, por tanto, saber si el desplazamiento de las luchas hacia el antiimperialismo pone en cuestión, al menos potencialmente, al capitalismo.

El análisis del capitalismo hecho por Marx está estrechamente asociado con la acción política de transformación del mundo. "Sin embargo, no es suficiente que nos limitemos a agarrarnos al lúcido análisis formulado por Marx. Eso es así, no solo porque la propia 'realidad' cambia y hay siempre cosas 'nuevas' a incorporar en el desarrollo de la crítica del mundo real que inició Marx; sino que es así, más fundamentalmente, porque, como sabemos, el análisis que hace Marx en El capital quedó incompleto. En el planeado, pero nunca escrito, volumen sexto de la obra, Marx se proponía tratar la globalización del capitalismo. Hoy, eso lo tienen que hacer otros, motivo por el que me he atrevido a defender la formulación de una 'ley del valor globalizado' que restituye a su lugar el desarrollo desigual (a través de la polarización centro/periferia) que es inseparable de la expansión global del capitalismo histórico. En una formulación como esta, la 'renta imperialista' se integra en el proceso conjunto de producción y circulación de capital y de distribución de la plusvalía. Dicha renta está en el origen del desafío: explica por qué las luchas por el socialismo en los centros imperialistas se han desvanecido y realza las dimensiones antiimperialistas de las luchas en las periferias contra el sistema de globalización capitalista/imperialista".

La renta imperialista no sólo benefició a los capitales de los países imperialistas sino que también, al servir de base para la reproducción de la sociedad en su conjunto, benefició a los trabajadores de las metrópolis, que no dejaron de ser explotados pero tuvieron condiciones favorables para su reproducción. Es por ello que tras la derrota de la Comuna de París y ante la falta de perspectivas de la revolución socialista en los países altamente desarrollados, los marxismos históricos se enfrentaron ante un nuevo desafío, consistente en pensar las posibilidades de la transición al socialismo en los países de la periferia, hacia donde se desplazó la iniciativa de transformación del mundo.

"Cambiar el mundo" es una frase vacía si no se proporcionan soluciones a los problemas de los pueblos de la periferia, que constituyen el 80% de la población mundial. Es en este sentido que el marxismo, que analiza la realidad con la finalidad de transformarla, "adquiere necesariamente una vocación tricontinental decisiva (África, Asia, América Latina)".

La estrategia para cambiar el mundo exige hacer un balance de fondo sobre la transformación cualitativa que se operó "del capitalismo monopólico imperialista ('senil') en capitalismo monopolista generalizado (todavía más senil por esa razón)". Esta transformación, que "es el corazón mismo de las cuestiones de nuestra época", no ha recibido la debida atención por parte del "marxismo occidental". El análisis de esta transformación conduce a formular la siguiente conclusión: "el sistema imperialista, reaccionando ante la industrialización de las periferias, impuesta por las victorias resultantes de la primera oleada del 'despertar' de aquellas, se ha transformado en el imperialismo colectivo de la Tríada. Esto ocurre a la vez que el nuevo imperialismo pone en práctica nuevos medios de control del sistema mundial, basados en el control militar del planeta y de sus recursos, la superprotección de la apropiación en exclusiva de la tecnología por parte de los oligopolios y el control de estos sobre el sistema financiero mundial".

En este contexto de dominación imperialista, el éxito del largo camino de transición al socialismo está en función de la adecuada articulación entre los tres niveles de realidad que son los pueblos, las naciones y los estados. "Se trata de una cuestión de reforzar la complementariedad de los avances del pueblo, de la liberación de la nación y de los logros conseguidos mediante el poder del Estado. Pero si se permite que se desarrollen las contradicciones entre el agente popular y el agente estatal, cualquier avance está finalmente predestinado a fracasar".

Las revueltas e iniciativas independientes planteadas por los pueblos, las naciones y los estados del Sur son las que han dado forma a las transformaciones más decisivas del mundo contemporáneo -más de lo que lo han hecho el progreso de las fuerzas productivas en los países centrales-, a pesar de sus límites y contradicciones. La segunda ola de iniciativas por parte de los países del Sur está arrancando al imperialismo el control de los recursos naturales y ha conseguido frenar (en América Latina) algunos programas liberales. Las iniciativas en curso "son ante todo y fundamentalmente antiimperialistas, [pero] son potencialmente capaces de adquirir compromisos a lo largo de la prolongada vía de transición al socialismo". Estas iniciativas tienen también un carácter ambiguo y contradictorio: traen consigo lo mejor y lo peor de lo posible. La pregunta ahora es, ¿podrán estas iniciativas del segundo despertar de los pueblos de la periferia llegar más lejos que las de la oleada precedente?

Con la intención de hacer frente a la segunda crisis prolongada del capitalismo y de superarla, las oligarquías están tratando de generar un nuevo "consenso" social que les permita mantener su poder. La creación de ese consenso implica por parte de las élites hacer ciertas concesiones retóricas en torno a los desafíos ecológicos, las reformas sociales y las reformas políticas. Por parte de los pueblos de la periferia, en cambio, la estrategia debe ser “desprenderse del capitalismo en crisis, en lugar de la [estrategia] que impulsan los poderes establecidos de desprender al sistema de su crisis”. Desprenderse del capitalismo en crisis implica un proceso de radicalización política, en el que se abandone la estrategia puramente defensiva consistente en poner a salvo lo poco que aún nos queda y se avance hacia una posición claramente antiimperialista y anticapitalista. El triunfo de este esfuerzo requiere de un indispensable internacionalismo, cuya ausencia fue un factor fundamental en el fracaso de los proyectos que cuestionaron al capitalismo en el primer despertar de los pueblos de la periferia.

Esta solidaridad internacional, sin embargo, se ve obstaculizada debido a los efectos de la renta imperialista que obtienen los países centrales, que no sólo beneficia a los grandes monopolios que gracias a ella obtienen ganancias excepcionales sino que beneficia también a los trabajadores de los países imperialistas al determinar la reproducción de la sociedad como un todo. “A causa de ello, es probable que el progreso del Sur tricontinental permanezca en primer plano del escenario, como en el siglo pasado. Sin embargo, tan pronto como esos avances hayan dejado sentir sus efectos y hayan reducido severamente la renta imperialista, los pueblos deL Norte deberían estar en una mejor posición para comprender el fracaso de las estrategias que se someten a las exigencias de los monopolios imperialistas generalizados. Ese sería el momento para que las fuerzas políticas e ideológicas de la izquierda radical ocuparan su lugar en este gran movimiento de liberación, que se edifica sobre la solidaridad de pueblos y trabajadores”.

El futuro de la humanidad ante la crisis del capitalismo podría derivar en “lo mejor (un progreso en la dirección del socialismo) o en lo peor (apartheid mundial)”. La batalla está en curso.

Nexo con el tema que estudiamos: 

La interesante forma en que Samir Amin periodiza el desarrollo del capitalismo histórico nos brinda valiosos elementos para pensar la geopolítica actual, la crisis por la que atraviesa el capitalismo, la reestructuración tecnológica y productiva que siguió a la crisis, y las posibilidades de superación del capitalismo. Esta conceptualización nos permite captar, por ejemplo, que la crisis económica mundial actual (que inició en 2007-2008) se inserta en una larga fase de declive del capitalismo como sistema histórico; de este modo, se apunta a que lejos de ser una crisis pasajera que será sucedida por un tiempo de prosperidad prolongada, la crisis actual forma parte de una secular fase descendente del capitalismo, en la que sus tendencias destructivas se han impuesto sobre sus tendencias creativas, y en la que las amenazas de guerra y destrucción están siempre presentes. Aun cuando Amin capta el carácter estructural de la crisis contemporánea, un punto que está ausente en su formulación es la multidimensionalidad de esta crisis, y en particular su dimensión ecológica.

Otro tema sugerente es el de la "monopolización generalizada" y su corolario acerca del dominio de la corporaciones gigantes. Rastrear esa idea en trabajos más amplios del autor.

Es sugerente el planteamiento de Amin según el cuál la "renta imperialista" juega un papel determinante –en el sentido de exacerbarlas o de apaciguarlas- en la lucha que contra el capitalismo libran los pueblos y las naciones del mundo. Así, en los países periféricos, la lucha tiende a ser más álgida que en los países centrales pues aquellos son objeto de un permanente expolio por parte de estos, a los cuales transfieren una "renta imperialista". Este planteamiento lleva a Amin a distanciarse de las posiciones características de los marxismos históricos, pues para él las iniciativas de superación del capitalismo no vendrán única o principalmente del proletariado industrial en los países capitalistas altamente desarrollados sino de los pueblos y las naciones de la periferia (explotados, oprimidos y excluidos). Esta formulación ofrece perspectivas interesantes para pensar en la estrategia de las luchas antiimperialistas y anticapitalistas en la periferia, así como en las posibilidades de la solidaridad internacional.

La formulación: "avances en dirección al socialismo o apartheid mundial" como alternativas ante la crisis capitalista actual evoca la tesis de la bifurcación sistémica, formulada por Wallerstein y trabajada en el proyecto, según la cual ante la crisis estructural del capitalismo como sistema histórico, el sistema se bifurca, lo que significa que emergen dos vías alternativas para ponerle fin a dicha crisis. Sobre la tesis de la bifurcación sistémica, puede también consultarse: http://let.iiec.unam.mx/node/1223.