Siete tesis sobre la destitución (tras Endnotes)

Cita: 

Solt, Kiersten [2021], "Siete tesis sobre la destitución (tras Endnotes)", Artillería Inmanente, 19 de marzo, https://artilleriainmanente.noblogs.org/?p=2141

Fuente: 
Otra
Fecha de publicación: 
Viernes, Marzo 19, 2021
Tema: 
Tesis sobre la destitución de los procesos de protesta en el 2020.
Idea principal: 

Kiersten Solt escribe para la revista Ill Will.


Tras la publicación del texto Onward Barbarians (http://let.iiec.unam.mx/node/3444), Kiersten Solt publicó sus 6 tesis sobre la destitución con el objetivo de debatir sobre la asimetría “constitución/destitución”, en el contexto de las protestas en Estados Unidos durante el 2020. Las tesis son las siguientes:

Tesis 1. La proyección retrospectiva de una identidad política intacta para explicar nuestro presente ofusca las verdades de nuestro tiempo.

La autora recuerda el texto Onward, Barbarians. A grandes rasgos, ese texto plantea que en la actualidad, “la dinámica socioeconómica sigue determinando el campo político, pero principalmente como fuerzas de disolución y no de construcción”. Así, Endnotes observa la descomposición de clase contrapuesta a la composición de clase de la época de los movimientos obreros, resultado de los antagonismos entre el proletariado y la burguesía. En lugar de movimientos obreros, según este planteamiento, se encuentran a los “no-movimientos”. Éstos “procesan la pérdida de una identidad de clase trabajadora antaño intacta y legítima”.

La autora cuestiona si “¿son la muerte de los movimientos obreros y el colapso coincidente de la representación política efectiva los verdaderos problemas de nuestra época?”, a lo que responde negativamente. Quienes forman parte de los “no-movimientos”, son muy jóvenes como para experimentar la nostalgia de una identidad obrera que ya no existe: sus preocupaciones tienen que ver con si pueden pagar la renta y sus deudas, más que al hecho de que deseen participar en la lucha con sus camaradas trabajadores.

La autora afirma que la desaparición de los movimientos obreros y la crisis de la representación política acontecieron mucho antes del descontento actual. Con base en eso, propone que “las demandas de reconocimiento estatal deben comenzar en algún lugar que no sea la descomposición de los movimientos obreros, cuyas secuelas comenzaron hace más de un siglo”.

De esta manera, la primera tesis especula que el terreno de arranque de las demandas sociales podría situarse en las “formas de potencia habilitadas por las reivindicaciones de comunalidad identitaria y lo que hace que tales formaciones sean deseables, y no sólo racionales, en nuestro presente”.

Asimismo critica el planteamiento de Endnotes y lo llama romántico. Romántico, porque plantea “un núcleo de verdad en un pasado imaginado, un núcleo que debe ser redescubierto y restaurado de nuevo”. Después hace un comentario sobre romanticismo y dialéctica: lo que tienen en común es “la estructura de la presuposición, la negación y la posterior postulación de un nuevo universal positivo y unificado”.

Tesis 2. Mientras uno se aferre a la perspectiva del espectáculo —el régimen de visibilidad que domina en la sociedad mercantil, el régimen blanqueado de la visualización— nuestro presente está destinado a aparecer en negativo, es decir, como carencia, ausencia y negación. En consecuencia, el futuro de la actividad revolucionaria se enmarcará en la necesidad de un nuevo universal o una nueva visión positiva.

Aquí la autora plantea que si el presente aparece como descomposición de clase, ausencia de democracia y no-movimiento, es porque se presupone un sistema intacto de determinación económica y representación política. Es decir que cuando al capital o al Estado se les da la positividad de lo real, los movimientos contemporáneos aparecen en negativo. Y al mismo tiempo, al capital se le atribuye la positividad unificada, frente a la cual la agitación aparece negativamente.

Entonces si la positividad aparece en el pasado o en el lado del capital, el presente está destinado a aparecer negativamente. Así, “las propuestas futuristas para la acción revolucionaria que surgen de marcos como éstos aparecen como positividades” y por eso se piensa que los no-movimientos necesitan un universalismo que vaya más allá de los movimientos obreros.

Por lo tanto, la autora plantea que lo que está disponible en el pasado o en el lado del capital, se encuentra ausente en el presente. El resultado es la falta de unidad del proletariado, lo universal, o sea, un agente revolucionario que plantea cómo organizarse.

La autora concluye que si la concepción de la revolución como un ciclo interminable de violencia se mantiene y si no se desarrolla una ambición alternativa, no se podrá comprender a los movimientos revolucionarios como otra cosa que no sean fracasos.

Tesis 3. En contra de toda perspectiva espectacular, la relación entre los elementos revolucionarios y sus aspirantes a representantes es la de un conflicto persistente y asimétrico.

Esta tesis señala que la agitación contemporánea no exige una referencia a los movimientos obreros del siglo XX sino considerarlos sin producir visiones románticas de la actualidad. La autora cita a una fuente que ofrece un relato alternativo sobre la desaparición de los movimientos: la revista Tiqqun sobre el período autonomista italiano. Ahí se identifica la época cuando surgió la noción de "descomposición de clase" (la descomposición que caracteriza al presente).

En la lectura de la revista Tiqqun, lo que muchos llaman nostálgicamente el "movimiento obrero" no son, de hecho, los elementos revolucionarios de la época, sino su corolario capitalista-estatista: la revista plantea que “el movimiento obrero coincidió a lo largo de su existencia con la fracción progresista del capitalismo”, y que “desde febrero de 1848 hasta las utopías autogestivas de la década de 1970, pasando por la Comuna, jamás ha reivindicado, para sus elementos más radicales, más que el derecho de los proletarios a gestionar ellos mismos el capital”.

La revista también plantea que es un error equiparar los elementos revolucionarios con la clase obrera porque el proletariado tomó como modelo a la clase burguesa. En cuanto no-clase, el proletario es lo que se experimenta como forma de vida y, además, en cada época se redefine la forma de aparición del proletariado.

Partiendo de esto, la autora argumenta que el periodo actual se caracteriza por la dislocación histórica y conceptual del proletariado (o los elementos revolucionarios) de su tradicional “confusión con la clase obrera”. En este sentido, la autora apunta que Endnotes está pensando en el pasado, no obstante no hay forma de que la gente que vivía en ese pasado se planteara a sí misma como un tipo de unidad que Endnotes identifica en su artículo.

Entonces, esta tesis concluye que los “elementos revolucionarios se definen únicamente por su vocación”. Además, estos elementos no son compatibles a la representación, democrática o no, ni al Estado. De esta manera, “existe un conflicto asimétrico en el seno de la agitación revolucionaria”.

La autora brinda una serie de ejemplos y se centra en las protestas estadounidenses, país que exporta la democracia liberal y a las políticas identitarias. En Estados Unidos la asimetría del conflicto revolucionario se conoce: ésta es visible en la “traducción obligatoria de las energías rebeldes en forma de movimientos sociales”, al tiempo que es una forma contestataria que también puede dialogar con el Estado.

A partir de ideas revolucionarias, las “fuerzas contrainsurreccionales” pretenden extraer una constitución que sea capaz de articularse con el Estado. En 2011, el mundo vio cómo se produjo “el 99%” que luchaba por sacar a las corporaciones de la política a partir de las ocupaciones y los bloqueos en Estados Unidos. La autora reitera que existe un conflicto asimétrico en el seno de la agitación revolucionaria y si se le concibe como una forma unívoca, ya sea como movimientos o no-movimientos, dicha asimetría queda oculta.

Tesis 4. La agitación contemporánea es el lugar de un encuentro conflictivo entre gestos destituyentes y fuerzas constituyentes.

Esta tesis hace referencia a la ingobernabilidad y cómo ésta genera una sensación de que las cosas se desarrollan muy rápido, como para que las partes tengan control total de la situación. La autora está pensando en las protestas estadounidense del 2020, cuando las multitudes se reunieron de manera intuitiva. En estas aglomeraciones se encontraron desde una multitud que arrastró escombros hacia un edificio en llamas, hasta otra que lanzó botes de gas lacrimógeno a la policía, mientras otras bandas de saqueadores entraban y salían de las manifestaciones. Así aparecieron imágenes inexplicables que luego se desvanecieron .

En este contexto, las intenciones entran en conflicto, se producen luchas por la estrategia y abundan las tendencias contrarrevolucionarias. Pero una insurrección ingobernable está marcada por la sensación de que todo es posible y de que se puede actuar de la manera en que se quiera. Del 26 de mayo al 1 de junio de 2020, en Estados Unidos, fue un ejemplo de lo anterior.

Entonces, cuando se viven estas experiencias, el proceso de constitución no puede establecerse mediante un único acto de represión o contención, sino que requiere una acumulación de gestos. Las acciones se anuncian y son patrocinadas por organizaciones. Luego vienen las reuniones. La autora resalta que no se trata de que los grupos busquen la coordinación entre los elementos reunidos. Esta situación se da durante la confusión ingobernable. No obstante, el proceso constitutivo saca a relucir la organización de los activistas.

Así, la autora describe cómo se da esta constitución: en las reuniones, se invoca a la idea de "pueblo". Después se forman los grupos de ruptura y se empiezan a formar los gestores. Si hay motines o los saqueos se producen acciones a distancia de estos acontecimientos con el fin de conducir a la gente hacia los objetivos estratégicos (como las casas de los gobernadores, los juzgados, los edificios federales, etc.). En este sentido, la autora presenta una imagen de un proceso constituyente que se está dando en Estados Unidos del siglo XXI.

Tesis 5. El proceso de constitución es el proceso que opera en todos los Estados, y en todos los llamados movimientos sociales y en todos los identitarismos, así como en todos los populismos, los fascismos y las guerras civiles.

Esta tesis destaca que el Estado se presenta como la composición de un pueblo, un territorio y el derecho. Pero, la autora menciona que no hay pueblo, sociedad ni nación hasta que se producen como tales. Tampoco existe la voluntad del pueblo hasta que no se le da forma. Y no hay ley hasta el momento en que ésta se aplica por medio de la fuerza arbitraria.

En un breve repaso teórico, la autora hace referencia a la distinción de Sieyès entre poder constituyente y poder constituido, a la teoría de la constitución de Carl Schmitt, a la distinción de Walter Benjamin entre violencia que funda el derecho y violencia que la conserva, a el Urstaat de Deleuze y Guattari, a la "paradoja de la soberanía" de Agamben y al concepto de constitución. Estas referencias tienen la intención de visibilizar el proceso por el que los Estados surgen.

Agamben reconoció y argumentó, contra Negri, que las formas y las potencialidades del poder constituido no pueden aislarse de él: porque los constituyente “son efectos secundarios de un proceso constituyente más fundamental”. La palabra “constitución” señala los procesos por los cuales las energías se canalizan en formas susceptibles de ser utilizadas por el Estado. Por lo tanto, “lo que está en juego en el concepto es la capacidad de apartarse del panorama del Estado”.

El “movimiento social clásico” se define como “la mediación entre el pueblo no organizado y el Estado”, según Schmidt; eso se trata de una definición del movimiento social como proceso de constitución. Eso significa que existe toda una taxonomía de las formas de la agitación contemporánea: no todos los movimientos sociales son populistas, pero todo populismo es un movimiento social.

Concentrándose en los movimientos populistas, la autora observa que éstos se producen “cuando un pueblo constituyente se rebela contra la concepción imperante de la cultura burguesa”. Respecto al movimiento identitario hace la misma negación: “no todo movimiento es identitario, pero todo movimiento identitario es constituyente”. Éstos plantean la parcialidad de una sociedad excluida de la dimensión estatal. Su trayectoria es, pues, doblemente constituyente en la medida en que apunta a la constitución de la población excluida y a la reconstitución de la totalidad popular.

Aunque existe una distinción entre movimientos sociales identitarios y populistas, ambos implican la constitución de un pueblo y son constituyentes. Asimismo, una combinación de tendencias identitarias y populistas tiene la capacidad de dar lugar a movimientos sociales “fascistas”.

Por otra parte, la guerra civil también es social debido a que la propia sociedad está en juego. Los miembros de esa sociedad se entrelazan en un antagonismo mutuamente constitutivo. Así, la guerra civil utiliza al conflicto “como mecanismo predominante para constituir un pueblo” lo que la convierte en un proceso constituyente.

En conclusión, el movimiento social clásico, el populismo, el fascismo y la guerra civil son procesos constituyentes, aunque hay diferencias que los delimitan. La autora plantea que el fascismo, así como la democracia “están ligados en una misma línea de contigüidad”, establecida por los fenómenos del siglo XX. En consecuencia, el movimiento social clásico y la guerra civil son las formas que asume la agitación al predominar las tendencias constituyentes.

Tesis 6. Los procesos destituyentes se diferencian de las fuerzas constituyentes en acción y, al hacerlo, las socavan.

Esta tesis diferencia a los procesos constituyentes y destituyentes, conceptos que se han utilizado para describir lo que sucede en la agitación. Desde el punto de vista revolucionario contemporáneo, el concepto sobre lo destituyente se desarrolló durante un contexto histórico y político caracterizado por el colapso del movimiento obrero y las crisis de representación política. La autora agrega que la distinción entre constitución y destitución no es sólo descriptiva, sino pragmática ya que pretende responder a la cuestión de lo que hay que potenciar o no.

Profundizando en los conceptos, la autora apunta que una “estrategia destituyente” no es totalmente revolucionaria, entendiendo revolución como un levantamiento que instala un nuevo poder después de derrocar a otro. Entonces al poder constituyente le corresponden revoluciones con una violencia que constituye el nuevo derecho. Así, siguiendo a Agamben, se apunta que para la potencia destituyente es necesario reflexionar en estrategias completamente diferentes, una tarea que está por venir.

Por otra parte, la autora cita al Comité Invisible para explicar la distinción de lo constituyente y destituyente: la noción de destitución hace un corte en la lógica revolucionaria. Existen las insurrecciones constituyentes (las que terminan volcándose en su contrario); y existen las insurrecciones destituyentes (como lo fue el mayo de 1968, el mayo italiano, y las comunas insurreccionales).

En este sentido, las insurrecciones constituyentes son las que asumen una forma compatible con el Estado. Mientras, las insurrecciones destituyentes se subordinan a las tendencias constituyentes. No obstante, las fuerzas destituyentes “son intrínsecamente difíciles de ver”. Se plantea que la destitución dispersa el poder, pero no lo acumula; también es el proceso por el que los acontecimientos utilizan potencias que no poseen. En consecuencia, la destitución deshace a naciones o Estados porque dispersa los poderes concentrados.

Sin embargo, Endnotes utiliza al concepto de lo destituyente de manera muy amplia. La autora recupera la parte que alude a Chile, en ese país se votó contra el sistema político (favor de una nueva constitución), dice Endnotes: "Todo poder se está volviendo destituyente". Sin embargo, la autora afirma que el otro texto extiende al concepto (destituyente), “más allá de su alcance habitual” lo que puede conducir a desarrollarlo, pero también puede condenarlo a desaparecerlo.

De esta manera, al hacer una delimitación de las tendencias constituyentes, la noción de destitución impulsa la dialéctica estructuralista que concluye en “el terreno del propio acontecimiento”. La autora argumenta que si observamos la proliferación de movimientos destituyentes en todo el mundo, eso desarrollaría una imagen más fina de cómo funcionan. Descisivamente, demarcar y enfatizar el fracaso de las fuerzas constituyentes y destituyentes da paso a una ambición por la revolución, pensada solamente como un ciclo violento, consignándolo a siglo de fracasos que impactan el presente.

Tesis 7. Las fuerzas revolucionarias de nuestro tiempo no se desarrollarán en forma de una nueva unidad, un nuevo sujeto o un nuevo universal. Por el contrario, el pensamiento estratégico comienza como una demarcación dentro de la agitación contemporánea y las polarizaciones que toman forma en ella.

La última tesis de la autora es muy tajante y señala que “no habrá un nuevo universal. No habrá una nueva unidad. No habrá una convergencia de luchas que se organice en la forma de un agente subjetivo de la revolución que tome el Estado capitalista por la fuerza”. Lo cual no se debe a la debilidad del movimiento comunista, o al fin de la historia, sino a que esos nuevos universales (movimientos, unidades, comunes y diferencias) están surgiendo de una manera plural.

En contra de Endnotes, se plantea que éstas no son formas políticas debilitadas del tiempo actual que hay que “trascender”. Estas formas son la materia de una nueva política, marcada por la confusión y el desorden. Por lo tanto, la autora se da la tarea de identificar a estos puntos de densidad que albergan posibilidades de nuevas maneras de ser. Y es ahí donde existe la diferencia entre los partidos populistas de izquierda y derecha, las luchas revolucionarias, las dictaduras militares y los golpes de Estado.

De esta manera, algunos de estos fenómenos sociales constituyentes tendrán éxito o fracasarán. La autora no sugiere que todo está bien, ni niega los límites de su movimiento. Tampoco afirma que la revolución es “una mera acumulación de luchas, una posición que sospecho que se me imputará erróneamente una vez más”. Lo que sí afirma es que las potencias que impulsan a los movimientos se encuentran en formas de vida que propician las convulsiones de hoy en día. Por lo tanto, la tarea es forjar vínculos que cultiven a un conjunto de “fuerzas capaces de abandonarse al acontecimiento”.

Nexo con el tema que estudiamos: 

El texto es interesante en el sentido de que sigue el debate comenzado por Endnotes. Ambos textos aportan un argumento interesante sobre la movilización social vista en el 2020. Endnotes presenta una visión internacional, mientras que la autora de este texto parece pensar las protestas de Estados Unidos únicamente. Endnotes plantea una perspectiva unificadora en el sentido de que pone en el mismo saco a todos los no-movimientos (desde la primavera árabe, hasta Occupy); mientras que la autora observa una pluralidad de proyectos que se constituyen y que podrán fracasar o tener éxito. En lo que están de acuerdo es que existe esa movilización social en un mundo donde reina el caos social.