2. El capitalismo mundial integrado y la revolución molecular
Guattari, Félix [2004], "2. El capitalismo mundial integrado y la revolución molecular", Plan sobre el planeta. Capitalismo mundial integrado y revoluciones moleculares, Madrid, traficantes de sueños, pp. 57-74, https://traficantes.net/sites/default/files/pdfs/Plan%20sobre%20el%20pla...
Félix Guattari fue un psicoanalista, filósofo, semiólogo, activista y guionista francés. Fundó el esquizoanálisis y la ecosofía. Es conocido por sus colaboraciones con Guilles Deleuze, sobre todo Anti-edipo y Mil mesetas, los dos volúmenes de Capitalismo y esquizofrenia.
La expansión del capitalismo alcanzó su límite de extensión geopolítica. Ahora lo que queda es mantener la cohesión alcanzada y no dejar escapar a ninguna molécula. Esa es la premisa que ofrece Félix Guattari al describir al capitalismo contemporáneo. Para el filósofo francés es necesario entender que el capitalismo ahora es un Capitalismo Mundial Integrado (CMI).
Ya no se trata de un capitalismo que esconda sus contradicciones ni rechace a sus opositores. Todo lo contrario. Ahora lo que busca es reinventarse. Es decir, toma al mundo como lo encuentra, busca la manera de seguir reproduciéndose, y finalmente, que todo trabaje para el capital.
El capitalismo mundial está integrado porque ahora se infiltra en lo tangible y lo intangible. Consolidó su expansión geográfica, por lo que ahora busca penetrar todos los aspectos que rigen sobre la vida misma. El CMI pretende someter a la población no solo desde lo económico, sino también desde lo cultural, lo político y lo social.
Tal sometimiento se hace posible por la desterritorialización y multicentralización en el CMI. Este capitalismo no respeta fronteras, estilos de vida, modos de organización ni identidades. En todo caso se apropia de ellas o las suprime; forma su propia axiomática [conjunto de axiomas en que se basa una teoría].
No obstante, la desterritorialización también supone un gran problema para el CMI. Lo que suprime o incorpora, tiene el potencial de perturbar su axiomática desde los modos de producción hasta las formaciones de poder. Para abordar este problema, Guattari propone tres ópticas: “1) El de sus sistemas de producción, de expresión económica y de axiomatización del socius[1]. 2) El de las nuevas segmentareidades que desarrolla. 3) [L]as máquinas de guerra revolucionarias, los agenciamientos del deseo y las luchas de clases”.
Los sistemas de producción, de expresión económica y de axiomatización del CMI
1.- En relación con los sistemas de producción, para Guattari ya no se puede hablar sobre división internacional del trabajo, sino de mundialización de la división del trabajo. En otras palabras, el trabajo no solo reside en la producción y la fuerza de trabajo, dado que ahora nada escapa del CMI; sea el trabajo doméstico, el deporte, el ocio, la cultura. Esto es así por la inserción de la tecnología, los “sistemas maquínicos”.
Guattari describe que la maquinización conduce a la desterritorialización, puesto que desdibuja la frontera entre el trabajo socialmente necesario en el proceso de producción y las actividades fuera del proceso de producción. La maquinización abre la posibilidad de producir todavía más allá, de producir lo inédito.
En resumidas cuentas, en el CMI se produce todo el tiempo. Debido a esto, puede permitirse que se desarrollen actividades–en el sentido estricto de la palabra–que no le generan valor. Tal es el caso de los sindicatos o actividades improductivas. El texto señala: “[La] integración maquínico-semiótica del trabajo humano implica […] que se tome en cuenta en el seno del proceso productivo la formación de cada trabajador [tanto] en el ámbito de sus saberes [como] en el conjunto de sus sistemas de interacción con la sociedad y con el entorno maquínico”. También señala que la revolución informática no hizo otra cosa que catalizar la integración del ser humano con la máquina.
2.- En cuanto a la expresión económica, el capitalismo no puede ser definido únicamente como circulación de bienes y acumulación. En el CMI, coexisten lo económico y lo no económico. De modo que lo que resulta es un sometimiento que pierde su lugar de origen. Somete no solo a través de lo económico sino también desde lo institucional, a la par que se apoya con lo semiótico [estudio de los signos en la vida social]. Es decir, desterritorializa e integra a su “realidad” (a su proyecto de sociedad) desde la producción hasta la estratificación de los poderes, en el que la constante es la maquinización. En el CMI, tanto las innovaciones como la expansión maquínica son permitidas siempre y cuando se añadan a su axiomática.
3.- En cuanto a la axiomatización del socius, o mejor dicho, cómo adaptar el entramado social a los intereses del CMI, Guattarri señala tres tipos de transformaciones: de cercamiento, de territorialización y segmentareidad.
En lo que respecta al cercamiento se cierne un problema. A saber, la mundialización del capitalismo representa un peligro para el propio sistema debido a las perturbaciones que puede ocasionar en su búsqueda de nuevas formas de sometimiento. En última instancia, esto puede provocar su involución.
De ahí que el teórico francés tenga los elementos necesarios para establecer una hipótesis que describa la situación actual: la crisis contemporánea puede interpretarse como un capitalismo que ya no puede expandirse más, por lo que intenta redefinir sus campos de aplicación; es decir, busca axiomatizar al socius, en tanto vaporizar las viejas prácticas (compromisos nacionales, centros de producción, relaciones sociales). En tal sentido, el sometimiento en el CMI se hace patente con la desterritorialización. Desterritorializar refiere a desdibujar las características que hacían propias a determinado lugar o sociedad para pasar a someterlas y reconvertirlas de acuerdo con las necesidades del CMI. Esto se trata de una expansión del sistema pero ya no hacía fuera, sino desde adentro. Lo elementos que forman parte del CMI deben de alcanzar una concentración tal que permitan seguir auto-reproduciendo al sistema.
Lo anterior no implica necesariamente el fin de los conflictos en el capitalismo. Más bien, se trata de alcanzar una integración absoluta del sistema. No en el sentido de imponer al CMI, ni generar un sistema igualitario, tampoco de solucionar los viejos conflictos. Se trata de hacer que los elementos funcionen para el sistema. Que las contradicciones y las oposiciones también sumen, independientemente si representan la parte opositora (tal es el caso de sus “relaciones” con espacios “socialistas” como China, o los países de la extinta Unión Soviética).
En relación con lo anterior, y pasando al siguiente punto, Guattari señala que la desterritorialización es diferente a lo que Marx había denominado “la expropiación de la burguesía por la burguesía”. La desterritorialización no pretende imponer la democracia burguesa por todo el planeta; cuenta con una, en efecto, pero más bien busca homogeneizar los modos de producción, los modos de circulación, al igual que los métodos de control social. La vía para conseguirlo es la maquinización y el control de los medios de comunicación masiva sobre el ser humano. En términos precisos, Guattari los nombra “mecanismos desterritorializados” (mecanismos que no tienen una forma particular, por lo que se vuelven difíciles de atacar).
En efecto, el CMI no impone, se introduce de manera orgánica. En el CMI el poder no se concentra en un solo lugar, ahora se reparte en distintas zonas, es por lo que se le confiere como policéntrico y multicéntrico. Para el teórico francés, eso explicaría porque en el CMI pueden existir tanto democracias como dictaduras; centros hipercapitalistas en zonas de subdesarrollo; contrariamente, zonas de miseria en los países desarrollados.
En cuanto a la segmentaridad, Guattari alude a que el CMI fracciona sus zonas de influencia y poder debido a su carácter multicéntrico. El autor menciona que el inconveniente principal en el CMI es mantener los sistemas de jerarquía social. En palabras de Guattari, este sería su axioma fundamental: “para mantener la consistencia de la fuerza colectiva de trabajo a escala planetaria […] tiene que hacer coexistir [tanto] zonas de superdesarrollo [como] zonas de subdesarrollo relativo [y] zonas de pauperización absoluta”.
Es decir, el CMI tiene que establecer una zona con dos extremos bien diferenciados. En ese sentido, un gran–gran–porcentaje de la población está destinado a permanecer en sus lugares de origen y someterse a una precarización absoluta, en tanto solo una pequeña fracción (la nueva aristocracia) tendrá permitido moverse libremente (amén del progreso social) en las zonas del CMI. Esta es la razón por la cual el capitalismo contemporáneo debe mantener la desterritorialización, así también la multicentralización. En términos generales, Guattari indica que los axiomas que supone la segmentareidad (relaciones familiares, funciones de educación, relaciones conyugales, por tan solo mencionar algunas) están conectados entre sí. Por lo que tienen un objetivo común: modificar y adaptar la vida social y económica.
Las nuevas segmentaridades del CMI
a) La segmentaridad transnacional
Para explicar la razón de tal segmentaridad, Guattari utiliza el término rizoma para aludir que el CMI es una estructura con bastantes ramificaciones complejas. Son complejas porque el poder es policéntrico. Pero también son complejas porque sus contradicciones ya no solo se sitúan en las viejas rivalidades (este/oeste, Norte Global/Sur Global, nacional/multinacional), sino que también se fusionan con la contradicción predominante del CMI, es decir, la separación entre “Tercer Mundo en vías de desarrollo” y “Tercer Mundo en vías de pauperización absoluta” (exterminio). De ahí que Guattari vuelva a resaltar que el CMI no forma su axiomática por la implantación directa de su dogma, sino que a través del proceso de producción ya se encuentra inserto su dogma. Está sería la razón, del fracaso de las luchas revolucionarias (se vuelven cada vez más ilusorias); por lo que es menester mencionar que sugiere trazar estrategias subversivas a escala mundial si se quiere salir de ese entramado.
b) La segmentaridad europea
La segmentaridad económica y social del CMI llevará a Europa a un nuevo tipo de régimen, de espacio jurídico. Dichos cambios no se situarán en el regreso al fascismo o la implantación de un modelo germano-estadounidense. Las oposiciones entre Este/Oeste y Norte/Sur se volverán fagocitables o negociables, en tanto, se formará progresivamente un nuevo tipo de sistema de democracia autoritaria.
c) La segmentaridad molecular
En los espacios capitalísticos del CMI siempre habrá dos tipos de luchas. A saber, aquellas por los intereses (de índole económica, social, sindical), y las moleculares; es decir, luchas desde lo individual y grupal que cuestionen la vida cotidiana, el medio ambiente y un vasto etcétera.
Ambas luchas pueden ser neutralizas en el CMI. No pueden escalar hacia algo realmente radical puesto que carecen de una estrategia global. En el caso de las luchas de interés, el autor señala que la segmentaridad hace que para asegurar su supervivencia, el CMI subvencione cualquier tipo de levantamiento a escala mayor desde lo económico; pero no solo eso, también se vale de medidas de represión para poner un freno a todo aquello que detente contra la estabilidad del CMI. En otras palabras, cuando un bastión capitalista se ve perturbado, los demás bastiones salen a resguardarlo hasta que la amenaza sea neutralizada. En el largo plazo esto podría conllevar tanto a un nuevo Estado de Bienestar o todo lo contrario.
Sin embargo, en lo que respecta a las luchas moleculares, la opinión de Guattari cambia. Si bien, aparentemente el CMI puede neutralizarlas, estas luchas no son las mismas que las de intereses. En realidad no responden a problemas sino más bien representan trastornos dentro del cuerpo social ocasionados por el medio en el que se desenvuelven (lo erigido en el CMI). Las luchas moleculares actúan como bacterias o virus que en la medida en que se propagan se vuelve cada vez más difícil aprehenderlas, por tanto sus consecuencias para el CMI son impredecibles.
Nuevas máquinas de guerra revolucionaria, agenciamientos de deseos y lucha de clases
Guattari se cuestiona cuáles serán los límites y alcances de la que ahora llama revolución molecular. Su tesis principal es que no podrán ser erradicadas por completo nunca. Puede que el CMI cuente con recursos para tratar de neutralizarlas pero la revolución molecular es además particular porque no solo tiene que ver con la cotidianidad entre hombres-mujeres, homosexuales-heterosexuales y un gran etcétera. También tiene que ver con que modifican la noción sobre las cosas, así pues terminan afectando a las “mutaciones productivas”. Para promover realmente una revolución social, los agenciamientos de la revolución molecular tienen que articular tanto las luchas de interés como aquellas políticas y las sociales.
Empero, la revolución molecular, indica el autor, está lejos de situarse como objetivo mayoritario y como el verdadero potencial del cambio en el sistema. Guattari explica que no se trata de un desinterés en estos temas por parte de los militantes, sino más bien se ve una amenaza en el sentido de que puede modificar el orden de sus propias organizaciones. Es por lo que se plantean que para que la revolución molecular exista, primero se tienen que superar los objetivos políticos. En palabras del autor esto también se puede interpretar como: “En cuanto se trata de entrar en este universo vago de los deseos, de la vida cotidiana, de las libertades concretas, una extraña sordera y una miopía selectiva aparecen en los portavoces oficiales”. Asimismo, Guattari indica que estos grupos militantes son conformistas en el sentido de que están alineados con los intereses del CMI de manera consciente o inconsciente. Es decir, el CMI también se alimenta de ellos–llamase grupos de izquierda o de derecha–, sin ellos no sería lo que es hoy. Tales organizaciones (así como los sindicatos) son asimilables a los "equipamientos de poder".
De ahí que el autor no tenga una respuesta exacta a la cuestión de cómo organizar a quienes militan en la revolución molecular. Es verdad que sugiere que su aparición llegó para quedarse, pero lo que demandan no podrá ser solucionado ni con una dialéctica imperativa menos con “aparatos de dirección que les dominen y opriman. (…) Nadie puede definir hoy en día lo que serán las formas futuras de coordinación y organización de la revolución molecular, pero lo que parece evidente es que implicarán —como premisa absoluta— el respeto de la autonomía y de la singularidad de cada uno de sus segmentos. Desde ahora queda claro que la sensibilidad de estos segmentos, su grado de conciencia, sus ritmos de acción, sus justificaciones teóricas no coinciden. Parece deseable e incluso esencial que no coincidan jamás”. Para que los organismos de la revolución molecular generen aceptación social, no tienen que tornarse en las formas clásicas perniciosas de la militancia sino asumir que deben de estructurarse tomando en cuenta que las luchas ya no son solo de carácter global sino también desde lo local, desde lo individual. Así pues, deben de construir organismos de gestión que traspasen fronteras y que escalen hacia diferentes latitudes.
Así, los movimientos revolucionarios deben tomar en cuenta todo lo señalado respecto a la organización de sus movimientos, y deben hacer a un lado todos los “antagonismos sociales” que hoy en día ya no aplican con el presente. Si hay algo que aprender del CMI, indica el autor, es que “se ha dotado de los medios para forjar nuevas armas, para afrontar los trastornos que engendran sus reconversiones y su nueva segmentaridad”. En ese sentido, los movimientos revolucionarios deben de tener en cuenta que el CMI tiene puntos débiles que se ciernen en torno a quienes representan las transformaciones moleculares que cuestionan su relaciones con el medio ambiente, el trabajo, con las demás personas, con su cultura, etc. En todo caso, creer que el CMI es una fortaleza de la cual no se puede salir, es incorrecto. El CMI es sensible a todas las luchas que se desarrollan desde lo individual, podrá solucionar o contener todo lo que refiera a aspectos globales tales como el control de la economía o de una sociedad, pero no así a las múltiples luchas y cuestionamientos que surgen desde las minorías (de acuerdo con el autor se le terminarán escapando de las manos). Es por lo que el autor insta a darse cuenta sobre los engaños y las trampas con las que se ha insertado el CMI en el cuerpo social.
De manera fuerte y contundente, Guattari cierra este apartado diciendo: “Los neoliberales […] se hacen dulces ilusiones si piensan que las cosas se arreglarán por sí solas en el mundo feliz capitalista […] las pruebas de la fuerza revolucionaria irán desarrollándose en las próximas décadas.” Tal es el caso del recrudecimiento reaccionario en ciudades como París, Roma, Londres, Tokio, o bien, las oposiciones que se abren paso en América Latina, Asia y África.
Notas
[1] Querrien (2004) explica que Guattari concibe al Socius como "la sociedad inscrita en su espacio material, transformable con arreglo a vectores sociales por parte de acciones microscópicas que se propagan en su seno".
Querrien, Anne [2004], "Prólogo: Esquizoanálisis, capitalismo y libertad. La larga marcha de los desafiliados", Plan sobre el planeta. Capitalismo mundial integrado y revoluciones moleculares, Madrid, traficantes de sueños, pp. 38, https://traficantes.net/sites/default/files/pdfs/Plan%20sobre%20el%20pla...
Esta lectura llama a situar a quienes tienen el potencial del ser el agente de cambio en el largo plazo en el sistema capitalista. Es decir, todos aquellos movimientos y grupos catalogados como minorías y disidencias, pueden gestar no la llamada revolución social sino más bien una verdadera emancipación que salga de lo teorizado por los movimientos tanto de izquierda como de derecha.
Por otro lado, si se sitúa la lectura de Guattari con la crisis civilizatoria, esta proporciona elementos importantes para describir la situación actual mundial, así como los grupos de poder que se localizan en ella. A saber, desterritorialización, multicentralización, revolución molecular, maquinización del cuerpo social. Sobre esta última, hace demasiado eco con las fronteras del capital que supone la inserción de la tecnología no solo desde la producción sino también fuera de ella; lo cual resulta relevante para analizar cuestiones como la mercantilización de datos por parte de las empresas tecnodigitales.
No menos importante es que lo expuesto por Guattari, al igual que nuestro estudio sobre la bifurcación sistémica, coinciden en que el sistema ya alcanzó sus límites de expansión, su cenit, por lo que ahora se experimenta la caída, en tanto el acrecentamiento de sus contradicciones.
En perspectiva, los intentos de Guattari recaen en posturas mesiánicas que descuidan la solidez de la dominación capitalista, cada vez más introyectada en las subjetividades, incluso en aquellas personas que se posicionan como antisistemas.