Lydia De Pillis es reportera en The New York Times, especializada en temas económicos de Estados Unidos.

El costo promedio de los daños causados por el cambio climático en la economía es mucho más alto de lo que las cifras del oficiales estiman, según investigaciones. Con el tiempo -señala la autora- los gases de efecto invernadero cobrarán una "factura" mayor a la que calculaban en un inicio los reguladores estadounidenses, lo que afecta gravemente al sector financiero. Sin embargo, los bancos y gestores de Wall Street se retiran de los compromisos en torno al clima, aumentando los prestamos a la industria fósil mientras los fondos de inversion "verdes" se encuentran en crisis.

La desconexión entre ganancias individuales a corto plazo, en lugar de beneficios climáticos para todos, es a ojos de De Pillis donde reside el problema. Las empresas se encuentran ante el "dímela del prisionero"^[2]: Los incentivos de los combustibles fósiles son grandes e inmediatos, mientras existen problemas para comprender los efectos del cambio climático a largo plazo. Aunque proyectos como el pacto financiero de la COP26 y la Ley de Reducción de la Inflación, suponen miles de millones de dólares (dato crucial 1 y 2). Las altas tasas de interés y problemas en las cadenas mundiales de suministros son -para la autora- la razón por la que los grandes financieros han dejado de invertir en energías "limpias" (dato crucial 3), a lo que se suman el temor de los bancos y gestores a perder clientes por mala fama de las inversiones "verdes" en algunos estados, y la guerra Rusia-Ucrania que pone en duda una rápida transición energética.

"Todo eso está relacionado con el atractivo relativo de las inversiones que frenarían el cambio climático" señala De Pillis. Mientras las energías "verdes" son incapaces de cubrir la creciente demanda energética que supone el auge de la Inteligencia Artificial y los centros de datos, la industria del petróleo y gas recibe préstamos de los bancos por sus utilidades "históricas". Sin embargo, los fondos de inversion no consideran a largo plazo los riesgos reales del cambio climático: huracanes, olas de calor, incendios, etc. Fenómenos que pueden dañar las redes eléctricas y arrasar con ciudades.

Un mercado débil y no regulado, poco preparado para lidiar con estas situaciones, podría suponer grandes riesgos para los bancos y las aseguradoras dentro del sistema financiero. Aun así, la Reserva Federal estadounidense se resiste a tener un papel más activo en el combate del cambio climático. Pese a que es difícil evaluar riesgos -señala De Pillis- hay señales de que el clima extremo está alimentando la inflación y las altas tasas de interés están ralentizando la transición energética.

La resolución del problema parece estar determinada a los resultados de las elecciones de Estados Unidos: nuevas medidas para abordar el cambio climático o al retroceso en las políticas ambientales. Para la autora, ante un posible nuevo mandato de Donald Trump, la duda sobre las grandes empresas y en general del resto de la población respecto de la normativa ya existente, es sobre el futuro de estas (más, o menos laxas). Sin embargo existe la posibilidad de que Estados Unidos quede en desventaja en los próximos años dentro del mercado.

[1] "El dilema del prisionero" es un problema clásico de la teoría de juegos, y ejemplo paradigmático del conflicto entre el bien individual y colectivo.