El artículo presenta diferentes cuestionamientos al proceso de integración global.

A finales de 1990 se señaló que una mayor integración económica requiere la armonización de las leyes y reglamentos de los diferentes países, ya que las barreras al trabajo o los requisitos de seguridad de los productos, por ejemplo, actúan como restricciones del libre comercio.

Según Dani Rodrik, de la Universidad de Harvard, una integración profunda podría dar lugar a una erosión de la democracia o provocar la disolución del Estado-Nación. Esto crea un “trilema”: las sociedades no pueden ser globalmente integradas, completamente soberanas y democráticas al mismo tiempo. Deben elegir sólo dos de las tres opciones.

Alberto Alesina, de la Universidad de Harvard y Enrico Spolaore, de la Universidad de Tufts mencionan ventajas y desventajas a las que conlleva la integración global. Ser un país grande trae muchas ventajas, como una gran cantidad de recursos y grandes mercados internos. Pero también existen desventajas como la dificultad de satisfacer las preferencias políticas de los ciudadanos. La integración global reduce el costo económico de la ruptura con los grandes países, ya que las naciones más pequeñas no se separan de los mercados más grandes.

Joseph Stiglitz, premio Nobel, advierte que la búsqueda de renta de las empresas influye sobre las reglas comerciales y ello ocasiona daño a los trabajadores y la erosión del apoyo a la liberalización del comercio.

Raghuram Rajan, jefe del Banco Central de India, argumenta que los esfuerzos del gobierno han sido torpes para compensar a los trabajadores afectados por la globalización, lo que ha contribuido a la crisis financiera global al facilitar el endeudamiento excesivo de los hogares.

Branko Milanovic, de la Universidad de Nueva York, sostiene que los periodos de integración global y avances tecnológicos generan aumento de la desigualdad, lo que provoca dos fuerzas compensatorias. Por un lado los gobiernos tienden a alentar la redistribución y a invertir en educación, pero por otro lado la desigualdad genera agitación política y conflictos.

Tales advertencias no constituyen argumentos sólidos en contra de la globalización. Los beneficios de la apertura son enormes, aunque cada vez es más claro que los partidarios de la integración económica subestiman los riesgos que trae consigo que amplios sectores sociales tengan el sentimiento de estar quedando atrás, por lo que para ellos el nacionalismo seguirá representando una atractiva alternativa.