La flota naval china está alcanzado un despliegue global. Esta semana sus naves junto con las de Rusia montaron unos juegos de guerra en el mar Báltico. El mensaje para Occidente parece claro: China y Rusia están unidas en su resentimiento por el poder estadounidense pero también por una admiración compartida entre ambas por sus sistemas políticos.

De acuerdo con la revista esto ha incrementado las preocupaciones en el personal de seguridad estadounidense. El desarrollo militar y armamentista chino corre a pasos agigantados (Dato Crucial 1). Lo cierto es que el desarrollo naval de China le permite a la nación asiática apoderarse y mantener bajo su dominio el territorio marítimo del Este y del Sur de China.

Rusia mantiene cierto recelo del crecimiento económico y militar de China. A pesar de las sanciones occidentales Rusia obtiene ganancias económicas por la venta de armas a China. Por su parte China está más interesada en mantener una relación políticamente estable con Rusia, lejos de la historia conflictiva entre ambas naciones.

Ejercitando la responsabilidad

Para The Economist la expansión naval de China debe ser bien recibida y justifica su derecho de hacerlo por su poder económico global, lo cual al mismo tiempo podría tener un beneficio global al buscar una mayor seguridad marítima del comercio. Y en la misma manera, conviene a China en tanto podría comprender las razones por las cuales Estados Unidos necesita también expandirse más allá de su territorio. De igual forma Estados Unidos no debería espantarse o sentirse bajo amenaza, sino alentar e invitar a China a participar en más ejercicios navales (Dato Crucial 2). Esto podría ser una vía para estimular la cooperación de una seguridad global y evitar las confrontaciones por malos entendidos.